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30

Me dio una versión muy convincente de lo sucedido, de lo enojado que se encontraba por el hecho de verla ahí como sí nada pidiéndole volver a intentarlo. Se negó, dijo que no quería nada con ella. Que ella comenzó a ponerse sumisa ante él y fue ahí donde ella lo besó. Mientras me contaba todo eso, yo me estaba adaptando al agua, me estaba acomodando ante el calor que su cuerpo le transmitía al mío. Observaba como la camisa mojada a su cuerpo y su cabello su frente, como sus piernas se aferraban a las mías para no dejarme escapar.

Todo lo que me decía... sí, era creíble. Le creía... confiaba en él. No obstante, ¿podía seguir confiando en alguien que, en algo tan simple, no confió en mí? Las cosas no funcionaban de esa manera.

Inició a detenerse en la última parte, no entendía nada de lo que trataba de decirme — ¿Y? — cuestioné alzando una ceja — ¿qué hizo que te enojaras de nuevo?

Miró hacia otro lado — ¿Recuerdas hace cuatro años cuando apenas tenías diecisiete y me pediste tutoría?

Mis mejillas ardieron en cuanto comencé a recordar — Sí... lo recuerdo.

— En ese momento yo estaba con ella, le comenté eso por error y comenzó a burlarse de ti.

— ¿De qué forma?

— No importa lo que dijo — frunció un poco su entrecejo.

Ladee mi cabeza — Me importa a mí.

Rodó los ojos — El hecho de que fueras sirvienta le daba gracia, y que ella mencionara cosas sobre ti me puso furioso... yo...

— ¿Tu, qué? — inquirí al momento que comenzó a detenerse.

— No importa... Elsa, sé que debí decirte que iría a verme con ella. Pero no quise decírtelo porque no pensé que fuera necesario.

La rabia que sentía al principio disminuyó exageradamente al escuchar todo lo que decía. Empecé a presenciar de nuevo el nudo en mi garganta — Creí que... que sentías algo por ella que por mí no. Todos somos reemplazables.

— Todos menos tú.

Quería gritarle que no debía hacerme sentir así cuando había estado tan furiosa con él.

— ¿Qué piensas?

— En que te detesto — gruñí luchando contra todos los sentimientos que me oprimían el pecho — Tú haces que yo sea sincera contigo todo el tiempo, y lo soy porque no me cuesta serlo y me gusta. Sin embargo, tú no lo eres. No eres sincero conmigo y te detesto por no decir nada, te detesto por hacerme esto.

— ¡Malditamente no he hecho nada! — vociferó golpeando la orilla de cerámica con la palma de su mano, otro gesto de exasperación a mí — ¡Te he explicado todo Elsa! ¡¿Qué más quieres de mí?!

Exploté — ¡Lo quiero todo! — grité de vuelta. Él me exigía, yo también debía hacerlo. Por primera vez quería exigirle lo que en realidad necesitaba. Estruje su camisa entre mis puños apretados — ¡Dime que me quieres! ¡dime que malditamente sientes algo por mí! ¡voy a volverme loca si escondes todo lo que sientes por mí! ¿por qué lo haces? ¿por qué escondes tus sentimientos de mí?

Su rostro parecía bloqueado, como si nada bueno podría salir de su boca si intentara hablar. Y sí, no dijo nada más que una tontería — No... es difícil de decirlo para mí, ¿entiendes?... Apenas llevamos cuatro meses.

Ahora yo cerré mis ojos fuertemente dejando que mis lágrimas cayeran libres por mis mejillas rojas y calientes — Eso no suena muy lógico para mí. Lo dices como si... olvídalo.

— Elsa... — acarició mis mejillas heladas — ya antes me dejaron por hacer lo que dices, no quiero arriesgarme contigo. Eres mi muñeca y mi Elsa, eso no va a cambiar a menos que tú quieras que eso pase. Sabes que no estás obligada a ser algo que no quieres.

No, no lo hacía. Él no me obligaba. Yo quería que él fuera mi amo, yo quería que él me dominara. Yo quería ser su sumisa. Pero también deseaba que él... me quisiera como yo a él. Si yo no lo hiciera no me esforzaría en querer ser perfecta para él, si yo no lo quisiera no me sentiría feliz con el simple hecho de estar arrodillada a su lado. No me preocupara por él, no sentiría paz viéndolo dormir, no estaría con esa cara de idiota cada que esa sonría aparece en su rostro... Enamorarme de él estaba siendo mi ruina... ¿Era muy pronto para sentir eso? Posiblemente, pero mi corazón no me mentía. Menos cuando desde siempre fue él a quien quería para esto, desde los diecisiete me gustaba... Era lo que mi corazón de sumisa anhelaba...

Desvíe mi mirada de la suya — Lo sé... pero yo no soy Rapunzel, Jack.

— Yo no dije eso.

— ¿No? ¡entonces deja de tratarme como si fuera hacer lo que ella! — lo empujé y comencé a salir de la piscina, cuando lo hice miré hacia abajo donde él estaba — Tienes miedo de mostrarme a mí lo que sientes por lo que esa perra te hizo. Yo sigo aquí y planeo quedarme. "Solo llevamos cuatro meses" lo dijiste como si fuera la cosa más insignificante del mundo — limpié mi rostro con enojo — Tal vez para ti, un amo experimentado, sea algo de lo más común. Pero para mí si ha significado algo, yo sí me enamoré en esos insignificantes cuatro meses... Y te juro que ese ha sido el peor error que he cometido en mi vida.

Salió de la piscina y tomó mis hombros, pero me solté con rapidez — Eso no fue algo fácil para mí, Elsa, y si tu llegaras a... — exhaló aire bruscamente — Debes entenderme.

— ¡¿Entender qué?! — mi cabello mojado obstruía con mi visión, así que lo aparté y pude ver aquellos ojos azules tan desesperados como los míos — ¿Entender que te da miedo sentir algo por mí? ¿entender que piensas que seré como Rapunzel? ¿entender que, no importa cuán perfecta traté de ser para ti, nunca será suficiente? ¿entender que fui una infantil al enamorarme tan rápido de ti?

Pasó sus manos en su cabello, segado de tanta frustración que podría quedar calvo esa noche — ¡Maldita sea Elsa! Entiende, hace apenas cuatro meses seguía pensando en Rapunzel y... — se detuvo abruptamente ante lo que escupió. Sacudió la cabeza y trató de acercarse a mí, pero no lo dejé — No trataba de decir eso.

— Soy su reemplazo entonces — me quedé estática en mi lugar, sin saber que más decir o hacer — ¿por eso temes que sea igual?

Negó con su cabeza — No eres ningún reemplazo Elsa. Es cierto eso pero tu has cambiado todo esto y...

No terminó la frase ya que ee giré y comencé a caminar lejos de aquel hombre, que no sabía justamente lo que pensaba en ese momento, pero realmente no me importaba en ese minuto — Quiero dormir — susurré mientras caminaba abrazándome a mí misma — Más bien... quiero estar sola.

El estómago se me encogía y se sentía caliente. Quería vomitar, quería salir huyendo de esa casa.

Llegué a la habitación con las marcas de lágrimas secas en mis mejillas, posiblemente incluso había sobrepasado mi cuota de lágrimas esa noche. Estaba escurriendo agua en la alfombra, así que me metí al baño, donde me quité las ultimas prendas que me quedaban y me di una ducha caliente. Mi cuerpo entero se estremeció cuando el chorro caliente me tocó. Parecía como si después de todo ese rato desagradable mis sentimientos hubieran desaparecido. No sabía que pensar, no entendía por qué debía llorar o sentirme mal.

Jack siempre me trató bien para tratar de olvidar a su ex. Yo era ese clavo con el que quería sacar a otro. Yo era la virgen con la que necesitaba intentar algo nuevo después de que alguien lo dejara. Yo era la nueva Barbie que tanto disfrutaba follar.

Cuando llegué aquí era demasiado sumisa, demasiado manejable. Incluso recordaba que no iba a importarme si él tenía otra sumisa si era lo que Jack necesitaba. Así de sumisa era. ¿Cuándo dejé de ser así? Justo en el momento que entregué toda mi confianza en él, aquella en la que podía ser tan dramática y extrovertida como cuando estaba con Tadashi. Porqué yo veía un amigo en Jack, no solo mi amo. Lo admiraba como un amigo, un amante, como mi amo.

Me gustaba ser su mujer. Me gustaba ser sumisa, eso era lo que yo era y me llenaba ser. Porque me encantaba obedecerle, hacer las cosas como él quería. Me sentía satisfecha cuando él lo estaba. Él me hacía sentir valiente cuando soportaba aquellos castigos. Y cuando me hacía suya... para mí era tocar a la puerta del infierno y no me importaba si iba guiada de su mano.

Pero claro, debía ser que yo el objeto que ocupaba para follar y olvidar a esa mujer.

Salí del baño y me puse ropa seca, me senté frente a mi espejo para sacarme mi cabello y ver qué tan desastrosa estaba. La imagen en aquel gran espejo era horrible. No, no era porque me mirara mal, físicamente hablando... La mujer que me miraba desde el espejo estaba destruida, y ya no tenía idea de que hacer.

Mi collar gritaba desde la pequeña caja de pendientes que tenía, estaba ahí con ese símbolo Ds en el centro. Lo tomé y lo sostuve en mis manos, observando lo que tan pequeña cosa representaba para mí. Pertenecerle a alguien. Y me odiaba a mí misma por saber que todo eso me gustaba. Saber que pertenecerle a alguien me enloquecía y excitaba.

Arrojé mi collar al suelo con furia, como si ya no fuera nada y caminé fuera de la habitación.

Jack estaba sentado al lado de la piscina. Pensativo como nunca lo vi antes.

Pasé de él y bajé al sótano. Al cuarto rojo.

Toqué cada látigo que estaba ahí. Me pasee donde estaban todas aquellas cuerdas, pase la mano sobre el respaldo del sillón. Me sonrojé al recordar todo lo que habíamos realizado en ese sillón, bueno, más bien lo que él me hacía. Y llegué a la cama de tela satinada roja. No la usábamos seguido, casi nunca. Subí a ella y me recosté de lado.

Cerré mis ojos porque ya no necesitaba pensar en nada, deseaba que con solo cerrar mis ojos lo de esta noche se borrara mientras navegaba el profundo mar de mis sueños. No pasaba. La noche si había ocurrido y no conseguía dormir. Admitía que una parte de todo eso era toda mi culpa, asumía mi error. No valía anular lo que realicé. Y él tampoco iba a lograr eliminar de mi mente lo que dijo.

Hace apenas cuatro meses seguía pensando en Rapunzel.

Todo quedaba claro.

Esa fue la razón por la que regresó a su casa después de cuatro años. Esa era la razón del por qué después de tan solo unos días me buscó como su sumisa. Para sacarse de la cabeza a cuya mujer seguía amando. Jack sentía algo por mí, y lo escondía. Cuando yo era un libro abierto con él. Eso no era justo. No me complacía que él escondiera lo que sentía. Tal vez... fue mi error desde el inicio, ¿no creen? Nunca le dije que no. Nunca le negué nada. Quería ser tan buena chica con él que le di todo muy fácil. Ahora sabía lo que se sentía un corazón roto.

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