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Capítulo 98: Familia - Parte 1

—¿A dónde fue? —preguntó Adif corriendo junto a su familia y a Haka por los pasillos del castillo.

—Hiram, ¿no puedes usar a los Dips? —cuestionó la melliza usando su levitación para alzar a algunos demonios que encontraban, dando oportunidad a sus familiares para que ellos les liquidaran.

—No, además de que ya no tengo, ellos no pueden sentir nada aquí dentro —respondió el mediano dando un fuerte tirón a la hoja de su espada, retirando el acero del cráneo de su víctima.

—Yo los guiaré —habló Haka en su forma lobuna.

—Yo también puedo olerla —añadió Amiel.

Todos corrían preocupados para encontrar a Nirelle, fue entonces que hubo un temblor y el suelo se dividió en dos, separando a la familia. De un lado quedaron los mellizos, Hiram y Haka, del otro, Amiel y los hermanos rubios. Demonios se hacían presentes para enfrentar al cuarteto.

—Rayos —expresó Hiram con fastidio—. Amiel, ustedes sigan, nosotros nos ocuparemos de esto.

—Hiram —el mayor dudaba en irse.

—Vamos, tienes que estar con Nirelle.

—Sí, hermano, tienes que irte —aportó Adir con serenidad.

—Sigue adelante —habló el mellizo, firme.

—Váyanse —Haka hacía su segunda transformación convirtiéndose en un lobo antropomorfo.

—Amiel, vamos —Jaziel le jalaba del brazo para que caminara, a lo que él lo hizo apretando los puños.

Los cuatro estaban de frente ante los demonios, y así comenzaron su feroz batalla evitando que las criaturas los pasaran. Más adelante, Glasya apareció ante el trío que corría tras Nirelle, tratando de frenarlos se interpuso peleando, pero Jaziel e Izan fueron los que se pararon a enfrentarlo.

—No te preocupes por nosotros, te cubriremos —dijo el menor con decisión.

—Primo, ve, tienes que estar al lado de tu esposa —añadió Izan.

—Pero… —el par de hermanos le vieron con una sonrisa, una de mutua confianza— De acuerdo. Gracias —continuó corriendo, siguiendo la esencia de Nirelle.

—No crean que saldrán victoriosos —expresó el demonio.

—Como en los viejos tiempos, Jaziel —Izan extendió la sonrisa haciéndola burlona.

—Así es, hermano —respondió el menor.

Una segunda batalla estaba tomando lugar dentro de aquel castillo infernal, a la vez que Nirelle había llegado a una habitación donde el gobernante la esperaba sentado en su trono.

—Lilith, has sido una chica muy traviesa —mencionó con una sonrisa guasona—. Debiste entregarte a mí por la buenas, ahora te haré mía por las malas.

—Jamás seré tuya. Sólo pertenezco a Amiel.

—Eso cambiará hoy —Satán se levantó a quedar frente a la joven, quien empuñó su guadaña con total determinación.

Mientras tanto, en la batalla del cuarteto, Adir apoyaba a sus hermanos y a su esposo con su habilidad, hacía flotar a los demonios o les arrojaba escombros, Adif disparaba sus flechas a la vez que utilizaba su habilidad como recurso adicional, Hiram era excepcional en sus movimientos con la espada, no dejaba apertura y el apoyo que recibía de sus hermanos le hacía ser mejor. Haka destrozaba cuanto enemigo intentaba sorprenderlo a él y a su ahora familia. Todos se apoyaban, tal cual familia que son, sin embargo, ese sentimiento es un arma de doble filo, es tanto una ventaja como una desventaja que estaba próxima a ser utilizada, pues un demonio fijaba su punto al hombre lobo y bien se lo hizo saber a la melliza, quien cansada, no podía utilizar su habilidad más.

—¡Haka! —gritó haciendo voltear a su esposo, que apenas lo hizo vio a Adir parada frente a él.

—Adir… —una lanza atravesó a la chica, y al joven también, su transformación se fue, pues el arma anulaba sus poderes.

—¡Hermana! —gritaron los vampiros que comenzaron a matar a los demonios que tenían enfrente para llegar a la pareja— Resistan, por favor —dijo Hiram usando un conjuro para crear una barrera para protegerles.

—Hermana, por favor, no —el mellizo soltaba sus lágrimas al ver cómo el cuerpo de Adir comenzaba a desintegrarse.

—Hermano… Hiram… —y sin embargo ella sonreía— Es curioso. No siento miedo o tristeza por desaparecer. Lo siento.

—Yo no creí que acabaría así —Haka río junto con su esposa—. Estoy muy feliz de haberlos conocido, en especial a ti, mi preciosa Adir. Te amo.

—Yo también te amo —se miraron con pasión—. Adif, Hiram, los amo.

La pareja se besó una última vez, luego se quedaron abrazados y el par de hermanos se unieron a ellos. La vampira desapareció y junto a ella, la vida de Haka le apagó. Los hermanos quedaron llorando, el mellizo se levantó con furia y así salió de la protección para matar con rabia, Hiram se unió a él, pero trataba de calmarlo, sin embargo, no le fue posible y los demonios aprovecharon eso, y uno de ellos atravesó a Adif por el pecho con una espada y lo alzó exclamando su victoria.

—¡Adif! —gritó el mayor con desespero matando al demonio para tomar a su hermano en brazos— No, no, no…

—Hiram… —dijo tosiendo sangre— Lo siento… está vez no fui prudente…

—No importa, está bien —sus lágrimas caían en el rostro de su hermano al verlo que comenzaba a desaparecer.

—Me gustaría pensar que veremos a mamá al final… pero por lo que hicimos, sé que es imposible… Al menos sabemos, que ella está al lado de Dios… ¿Crees que la hemos decepcionado?

—No, claro que no. Ella siempre fue una mujer que nos amó y sé que lo sigue haciendo.

—Siempre has sido muy amable… —el mellizo se fue, sólo dejando sus cenizas en los brazos de su hermano mayor y su corazón destrozado. Bramaba con un desgarrado alarido, solo en un intervalo que bajó la intensidad, una voz se alzó con sorna.

—Vaya estupidez —habló arrogante un demonio de tres metros acercándose con otros demonios más bajos.

—Cállate —habló con furia el vampiro—. Que ahora mismo voy a matarlos.

—¿Y cómo lo harás? Te superamos en número y además, en fuerza.

Hiram se levantó y sacó de un bolsillo de su traje un franco con un líquido rojo que esperaba no tener que usar. Bebió el contenido y en el instante que lo tragó, soltó el franco que se rompió al impactar contra el suelo, él cayó de rodillas apretando su ropa, sentía que ardía por dentro. Eso que bebió era la sangre de Nirelle, le pidió que le diera un poco para en caso de tenerlo que usar sólo como último recurso. Ella, por supuesto se había negado al principio pero al final accedió y ahora, Hiram lo había usado para encargarse de quienes le arrebataron a parte de su familia.
El fuego que sentía en su interior se detuvo, sus ojos se volvieron rojos con sus pupilas verticales y las uñas y colmillos sobresalían. Se levantó con serenidad e hizo aparecer su espada.

Los demonios se balancearon sobre él, de nada les sirvió pues de un solo golpe cortó a la mayoría de las criaturas tajándolos por la mitad, haciendo que ese ataque incluso diera en la pared abriendo grietas. Los demás presentes estaban incrédulos ante semejante crecimiento de poder, y eso no fue todo, pues el vampiro usó su habilidad, todas las paredes del lugar se convirtieron en un cielo estrellado. En ese momento, algunos sirvientes especiales de Satán apareciendo, y los demonios estaban confiados en que esos felinos les ayudarían a acabar con Hiram.

«Destrócenlos» Hiram ordenó y los enormes gatos comenzaron a atacar a su aliados. Cuando el demonio más grande quedaba en el suelo, el vampiro arremetió con ira contra él.
Una vez no quedó ninguno vivo, ordenó de nuevo, pero para que esas bestias se matarán entre sí. Después de hacer eso, se fue a buscar a los demás, sin embargo, de su boca salía sangre, él no podía soportar la sangre de Nirelle como lo hizo Amiel.

—¿Qué es esto? —se preguntaba Izan al ver cómo el espacio se convirtió en un cielo estrellado, se encontraban en otra sección peleando con Glasya.

—La habilidad de Hiram —respondió con total impresión Jaziel—. Pero es imposible, él no puede crear un ilusión tan grande y menos cubrir un lugar en el que jamás ha estado.

—No deberían preocuparse por otros —dijo el presidente lanzando una estocada con su tridente.

Ambos evitaban y regresaban los acometidos, los hermanos peleaban dándole problemas, aunque los golpes más fuertes se producían entre los dos demonios.

—Izan, no eres más que un traidor —dijo Glasya burlón—. Traicionaste a tu familia, y te atreviste a traicionar a nuestro rey. Ustedes no tiene perdón. Una vez que mueran serán arrastrados al infierno, están condenados, y allí, ustedes sufrirán.

—Es verdad, no tenemos salvación y sinceramente yo no espero obtenerla.

—Yo tampoco —agregó Jaziel—. Ninguno de nuestra familia lo espera. Sólo nos importa una cosa, y es apoyar a aquella que nos trajo luz a nuestras vidas.

Jaziel empuñaba sus pugios y volvió a la batalla junto con Izan, cuando el menor atacaba de cerca, el demonio se alejaba, lo que el mayor aprovechaba para disparar su ametralladora. Lo estaban arrinconando, la victoria parecía cerca, pero Izan cayó en una atadura que lo dejó inmóvil, sintió el peso del conjuro y la desesperación de pensar en dejar que Jaziel se enfrentara solo a Glasya. Maldijo en sus adentros con rabia.

—¿Hermano?

—Hasta luego, Izan —Glasya se lanzó a atravesarlo con su tridente. El ataque sería certero, sin posibilidad de fallar. Era el fin de Izan.

—¿Eh? —sin embargo, el mayor estaba confundido, ahora él veía a Galsya desde otro punto cuando antes lo tenía yendo hacia él de frente— ¿Qué ha…? —sus ojos se inundaron, el corazón se paralizó, no tenía herida mortal pero le dolía como si lo tuviera, y eso no estaba en un solo punto, ese dolor se extendía por todo rincón de su ser— No…

Con lágrimas saliendo de sus ojos veía aquella escena sacada de su peor temor, miraba, rezando porque fuera una ilusión, que su hermano menor había sido atravesado por el tridente del demonio.
Jaziel había despertado su habilidad en ese instante, y con él logró cambiar de lugar con su hermano mayor.


«¡Jaziel!»

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