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Capítulo 91: Tu verdadero propósito

—¡Suéltame! —expresó energético Neizan. Lucas lo tenía tomado del brazo.

—¿Qué hacemos con el mocoso? —preguntó con sonrisa guasona y perversa a Azarías, quien miraba al suelo con expresión hastiada.

—Lo usaremos de anzuelo, Lilith no dejará que le lastimemos.

—Tienes mucha razón —dijo con enojo 616 dejando caer la guadaña para cortarlos. Ambos retrocedieron y en ese momento Ismerai atrapó con sus cadenas al cazador.

El Encadenador maldijo en sus adentros cuando Azarías logró escapar de la captura.

—Te dije que no salieras de la barrera —la joven tomó del brazo al menor y lo puso detrás de ella.

El muchachito se disculpó cabizbajo y apenado, avergonzado y sintiendo culpa por sus acciones que lo ponían en riesgo a él como los otros, cuando en realidad su atrevida salida de la barrera se debió a que quiso ayudar a calmar la rabia de Ismerai.

—No te preocupes, ahora hay que volver con Amiel —Nirelle poco logró esbozar una sonrisa, estaba por abrir un portal cuando una voz se hizo presente.

—Es un placer verte en persona, mi Lilith.

Era la misma voz que escuchó cuando tuvo aquella visión fúnebre. La voz de Satán. Nirelle cargó al menor y se alejó del demonio. Colocó al chico detrás suyo y empuñó de nuevo su guadaña con pavor. El terror le había inundado por completo, habiendo hecho que aumentara la ya sobreatención que de por sí ya tenía.

—Comprendo tu actitud —la risa sonó casi melosa, pero sin dudas era guasona—, después de todo empezamos con el pie izquierdo —volteó a ver al cazador y con finjida lastima expresó—. Veo que te atraparon. De acuerdo, ya no me sirves.

—No, espere —el diablo chasqueó sus dedos, y una marca de un pentágono apareció en la frente del ser. La marca de que habían hecho un trato. Rápidamente una llamarada apareció de ella y cubrió todo el cuerpo del cazador, carbonizándolo en instantes. Ismerai tuvo que desaparecer sus cadenas.

—Ni-Nirelle... —Neizan estaba asustado, se aferraba a la Muerte.

—Mi Lilith —dijo con una sonrisa carismática mientras extendía la mano cortésmente. En ese instante, 616 instó en la vestimenta del contrario, pareciendo ser de un noble de la edad victoriana londinense—. Vamos, debemos irnos —añadió un poco más fuerte, mas no obtuvo respuesta de ella—. Obedece. No querrás hacerlo por las malas —aseveró perdiendo un toque de gracia, asegurando que la tardanza no era algo tolerable. Siguió en silencio—  Bien.

Su figura había desaparecido de la vista haciendo preguntar alarmante su paradero invisible, pero 616 sintió que se acercaba, así que tomó al menor y lo lanzó hacia su compañero, quien lo atrapó. Bramó en una orden suplicante que se llevara al menor de inmediato.
Ambos, Ismerai y Neizan, estaban confusos, fue entonces que Satán apareció frente a Nirelle con un tridente, ella bloqueó el golpe dirigido a su estómago, sin embargo, eso no lo detuvo para seguir sin señal de dar tregua de lanzar acometidos. Azarías parecía estar prestando atención a la pelea, pero giraba su vista de vez en cuando al muchacho. Empuñó su arma y se disponía para ir a tajarlo. Nirelle pudo notar eso, así que, con firmeza, rempujó al demonio y se plantó frente a su hermano devolviendo el golpe.

—¡Ya basta! —exclamó la chica con furia— ¡¿Cuántas veces?! —la pregunta consternó a Azarías que no comprendía el dolor ni la rabia, menos la tristeza— ¿Cuántas veces vas a arrebatarme todo lo que amo? ¿Cuántas veces vas a matarme? ¡¿Cuántas veces tendré que matarte?!

Nirelle impelió al mayor y lanzó un viento cortante, lo cual esquivó pero logró alejarlo. Ella se giró y abrió un portal atrás de Ismerai y Neizan, volvió a lanzar un viento, pero sólo para empujarlos para que entraran en el portal que después cerró. Los hizo aparecer dentro de la casa de Amiel. La joven sintió la presencia de Satán justo detrás de ella. Giró para cortarlo, sin embargo este le detuvo tomando el palo de la guadaña.

—Para tus berrinches, querida. No le hace buen juego con quien es mi reina —la jaló hacia él y arremetió dándole un golpe en su estómago con la rodilla, luego la tumbó al suelo haciéndola soltar su arma, la cual luego lanzó lejos de ella—. Lilith, es hora de irnos.

—Mi nombre es Nirelle —habló apenas logrando hacer sonar su voz. Se abrazaba su estómago.

—No —dijo agachándose para levantar su rostro tomándola del mentón, postrando una mirada soberbia y sonrisa petulante—, tu nombre es Lilith, eres Mi Lilith —la tomó del cuello y apretó mostrándole su sonrisa sádica e iluminando sus ojos, los cuales eran de un color tan blanco como el hielo, haciendo a Nirelle recordar aquella ilusión.

—Eras tú —susurró con miedo y dificultad.

—¿Yo? Ah, dices lo de la visión ¿no? —soltó una risilla con gracia y elegancia— Sí, fui yo. Por eso estoy aquí, para llevarte conmigo a nuestro palacio —en poco tiempo la joven perdió el conocimiento y él la tomó cargándola en brazos—. Azarías, vamos.

—Sí —reverenció y obedeció abriendo un portal a sus pies que luego se fue alzando.

En ese momento, Ismerai regresaba a través del suyo junto a Amiel, quien empuñaba su arma con sus ojos rojos iluminados en una ira colérica, se lanzó para cortarlo, pero fue tarde, ya habían atravesado y lo único que su arma cortó fue el residuo de la imágen que había quedado.

Te lo agradezco, Amiel, por protegerla hasta ahora. Pero no tienes que preocuparte más, tu labor termina aquí. Y tu relación con ella también, ella me pertenece, es mi Lilith.

—Su nombre es Nirelle, y aunque es libre, es mi esposa. Voy a traerla de vuelta y si cuando la encuentre veo que le hiciste daño, ahí mismo voy a convertirme en la mano derecha de Dios, ¡porque voy erradicar tu maldita existencia! —juró clavando la punta de la guadaña en la tierra donde antes estaban.

Inténtalo si quieres, aunque claro, primero tendrías que hallar una forma de encontrarla, entrar, y salir con ella —rio burlesca con crueldad—. Suerte con eso.

La voz desapareció, Ismerai podía notar con demasiada facilidad la furia del vampiro, cualquiera podría, hasta un ciego podría verlo, podría sentir esa sonreía que había esbozado, dado a que no había forma de que su ira se acrecentara más ni mucho menos, que disminuyera.

Pasaron algunas horas hasta que Nirelle comenzó a despertar con pesadumbre, y dolor corporal debido a los golpes recientes. Se reincorporó con rapidez para ver a su alrededor, ignorando la punzada en el estómago y el ardor de las líneas rojizas en su cuello.

—¿Qué? ¿Estoy en casa? —dijo al ver que se encontraba en su habitación. Pero estaba peleando con Satán ¿no?, se preguntó rápido tratando de poner orden a su abrumada cabeza.

De pronto la puerta se abrió, y más sorpresa y confusión envolvía a la chica, pues Amiel apareció en esta y entró acercándose a ella.

—Mi amor —dijo el mayor con una condecendiente sonrisa—. ¿Ya estás bien? Estaba muy preocupado —se acercó a paso despreocupado y se sentó en la cama, acariciando la mejilla de la joven con suma devoción.

—Yo... ¿No estaba peleando con Satán?

—Sí, pero te salvé. No iba permitir que se quedaran contigo, con mi esposa.

—¡Amiel! —ella se aferró a abrazarlo realmente aliviada— Tenía mucho miedo. Te amo.

—Y yo a ti, sabes bien que no voy a dejar que me quiten lo que me pertenece.

«…lo que me pertenece?» resonó con fuerza en la joven, confundiéndola. Hace años que Amiel ya no se refería a ella como suya. Fue entonces que notó algo, algo que la hizo soltarlo y alejarse de él, se levantó de la cama y se alejaba más.

—Tú no eres Amiel —gruñó desdeñosa, sintiéndose ofendida.

—Mi amor, ¿de qué hablas? Soy yo.

—No es cierto. No eres Amiel —recriminó ronca, invadida de rabia.

—Humm. ¿Cómo lo notaste? —dice cambiando su apariencia. El cabello negro se fue descolorando a medida que se alargaba, hasta quedar en un tono rubio dorado, la complexión robusta adelgazó un poco sin perder ese aire de fortaleza, el tono de blanco entre las pieles, si se comparaban, no había mucha diferencia, pero había cierto brillo en el imitador. La ilusión de la ropa también se desvaneció, cambiando a esa ropa victoriana. Satán lucía realmente encantado de cual fuese la situación.

—Tu aroma —respondió Nirelle sonriendo orgullosa—. El olor de Amiel es dulce y agradable —después el gesto se esfumó intercambiándolo por una mueca de desagrado—. Tú hueles asqueroso.

—Ya veo —expandió la sonrisa ladina—. Bueno, al menos no tengo que fingir ser ese idiota —dijo avanzando hacia la menor.

—¡No te me acerques!

—De rodillas —ordenó, las piernas de la joven cedieron y cayó con las manos al suelo—. ¿Te resulta familiar? —dijo materializando una cadena que terminó formando un grillete en el cuello de Nirelle, que lo miraba consternada— ¿Sabías que Amiel fue el primero en beber mi sangre y que por eso se convirtió en lo que es ahora? ¿Qué tal si te cuento lo que hizo para ser vampiro y el porqué te salvó la vida cuando te conoció?

—Ahórrate tus palabras —dijo regresando lo mejor que pudo su seguridad—, ya sé toda la verdad, y aun así lo amo.

—Oh, vaya. Que sorpresa —dijo con fingida emoción—, pero eso no cambia lo que voy a hacer contigo —Nirelle no comprendía, tampoco era como que quisiera en ese instante, sin embargo también iba a obtener su respuesta para nada agradable—. Levántate y ven hacia mí —ordenó obligándola a acatar mientras se volvía a sentar en la cama—. Vas a cumplir con tu verdadero propósito —la tomó de la cintura y la acomodó en sus piernas.

—¿Mi verdadero propósito? ¿De qué estás hablando? ¡Y suéltame!

—No vuelvas a levantarme la voz o te va a ir mal —replicó con enojo a la vez que acostó a la joven en la cama y se colocó arriba de ella—. He creado demonios durante milenios, pero ninguno cumple con mis expectativas. Tú me vas a ayudar a crear poderosos demonios.

—¿De qué estás...?

—Tú eres un descendiente directo mío y de Eva, una humana forjada directamente por las manos de Dios, y también eres hija de una Muerte. Tu especie puede procrear.

Entendía a dónde iba lo que se le decía y aún así no podía sentir otra cosa que asco y horror.

—Vas a dar a luz a mis hijos. Crearemos a muy fuertes demonios, miles de ellos para hacer nuestra guerra contra ese idiota, y tomar lo que es nuestro. Si tu cuerpo se atrofia no importa, puedo poner tu alma en otro cuerpo y seguir y seguir hasta que formemos nuestro espectacular ejercicio de legiones de seres demoníacos.

Nirelle estaba aterrada, pues él hablaba de una manera grotescamente sádica de su plan con una sonrisa como si fuera la mejor idea del mundo.

—Lilith, mi Lilith. Tu verdadero propósito no es otro más que el que tu propio esposo había expresado, serás mi ramera oficial. Serás la madre de mis hijos.

—No quiero... —susurró, titiritó mucho más de lo que deseaba, y eso divirtió al diablo, que acercó su rostro con guasonería.

—No es cuestión de que quieras o no. Es lo que te estoy ordenando, es lo que vas a hacer. Así que alístate —dijo levantándose y devolviendo a Nirelle la voluntad de moverse por su cuenta—. En un momento vendrán por ti para que bajes —abrió la puerta dedicando un último manojo de burleta—. Ah, tampoco creas que podrás escapar —la cierró y se fue.

Nirelle se levantó y rápido se dirigió a la ventana. No pudo abrirla, por supuesto, se recargó sobre la orilla con la cabeza baja pensando en que forma salir de eso, fue entonces que alzó su vista y vio donde se encontraba. El infierno. Maldita sea, va a ser difícil salir de aquí, pensó controlando su preocupación.
En ese momento la puerta se abrió, sorprendiéndola al ver quien apareció.

—¿Qué haces aquí, Izan?

Él se encogió de hombros sin animos. —Ya sabes lo que dicen, es mejor estar en manos del diablo que en su contra.

—Al final te vas a arrepentir —respondió con lástima.

—Si tú lo dices —se acercó, a lo que ella se alejó—. No te alteres, sólo vine a entregarte tu atuendo —extendió en la cama el atuendo que trajo doblado, que la contraria nada más al verlo cambió la expresión de condolencia a desdén.

—No voy a ponerme esto.

—Más vale que lo hagas si no quieres tener problemas con él —ambos se quedaron viendo por la ventana.

Nirelle por un momento lo hizo a las afueras, pero le era inevitable no mirar a Izan estando tan tranquilo, de cierta forma como si estuviera adiestrado. Su aura de distanciamiento no cambió, pero algo era diferente, como si ese algo ya le costara mantenerlo escondido.

—¿Por qué haces esto? —por unos largos segundos hubo silencio.

—¿Por qué tenía que ser Amiel? —susurró, y como si no quisiera tampoco ser escuchado, añadió— Yo te vi primero.

—¿Qué has dicho?

—Un año antes de que Amiel te trajera con nosotros, yo te vi, te deseaba para mí, pero... Te enamoraste de él y no de mí —por primera vez el mayor pronunciaba su apodo, con lástima—. Estoy enamorado de ti, Estrellita.

Una confesión que Nirelle no se esperaba. Izan dejó salir el sentimiento que llevó siglos ocultando, y aún así no se sintió del todo liberado. No le veía caso revelarlo a esas alturas, no lo comprendía, y hace tiempo que dejó de búscale sentido las cosas.

—¿E-Enamorado de mí? ¿Estás jugando?

—No —respondió con el ceño fruncido y una sonrisa cínica—. Es la verdad, ese tiempo en el que no me veían en casa era porque no soportaba verte tan feliz junto a él.

—No te entiendo, la vez que Lamec casi me mata por el incidente con los Drows, estabas de acuerdo con eso, incluso lo incitabas a hacerlo.

—Claro que lo estaba, prefería verte muerta a qué siguieras al lado de mi primo.

—¿Y quieres que me someta a Satán por lo mismo? —la pregunta arrancó la forzada sonrisa del rubio.

—No, pero ya no puedes hacer nada, ni Amiel ni nadie. Tú... —las palabras del joven cesaron en cuanto la menor le abrazó por el cuello— ¿Qué estás haciendo?

—Lo siento, perdón por no poder corresponder a tus sentimientos.

—No creas que vas a salvarte con esto. Si piensas que puedes tomarme de rehén vas a sorprenderme con lo estúpida que eres —Ella es cálida, pensó obligándose a aguantar las ganas de estrecharla en brazos.

—No lo hago, pero me da tristeza. Por favor, no hagas esto, no te condenes más. Vete de aquí.

—¿No acabas de escuchar lo que dije? —dijo apartándola— Yo le ayudé a tenerte.

—No me importa.

—¿No te importa? ¿Qué rayos eres?

—¿Qué tenemos aquí? —el momento se interrumpió— ¿Un reencuentro? —Satán volvió con una sonrisa descarada— Izan, sabes bien que ni siquiera aquí tienes oportunidad con ella.

—Lo sé —dijo apartándose obediente.

—Satán, déjalo ir —protestó la joven.

—¿Te atreves a darme ordenes?

—Oye, cállate —replicó Izan, más con preocupación que con enojo. La había tomado del brazo, pero ella se zafó.

—¿Crees que si te hago algo él va a ayudarte? —el gobernante la hizo someterse al suelo y luego la puso bocarriba tomándola de las muñecas, colocando sus manos sobre su cabeza— No olvides que eres de mi propiedad —sin embargo, ella lo veía desafiante, a lo que Izan apretaba los puños. Satán lo notaba, y sonreía con malicia.

—Libéralo —demandó la chica con firmeza, mientras que Izan se veía cada vez más preocupado por ella.

—Oh, ¿te crees una salvadora o algo así? —dijo llevando la mano a su vientre— No tienes voz aquí excepto para complacerme... —se detuvo quitando su sonrisa con un poco de sorpresa, confundiendo a Nirelle e Izan, pero luego volvió a sonreír.— Sólo eres mía.

Nirelle comenzó a gritar de agonía cuando el demonio penetró su piel comenzando a remover su interior. La joven pataleaba y se encorvaba, lágrimas salían por el intenso dolor que sentía, Izan se asustó, creía que la estaba matando. La vista de la joven se puso borroso, su fuerza se había ido y estaba desfallecida, notaba que había sustraído algo de ella, pero su debilidad no hacía que enfocara que era, terminó desmayándose por completo. Él la soltó y se levantó.

—Arréglala para la fiesta —ordenó al joven rubio consternado de lo que sus ojos no podían dejar de mirar en la mano ensangrentada.

—¿Qué le hiciste? —sabía la respuesta, y sin embargo se negaba a creerla.

—Simplemente le quité algo que no necesitaba.

—Dime que no es lo que creo —pero sí que lo creía, sí que lo sabía.

Satán sólo sonrió vil, lo que hizo palidecer a Izan. El mayor se fue sin resistirse a comer lo que se llevaba, Izan en cambio se quedó ahí, quieto, viendo a la joven y sintiendo lástima por ella, irónicamente rezando por que jamás supiera la verdad. Bufó y sonrió con pesadez.

—Después de todo lo que he hecho ¿me pongo así por ella? No estoy hundido hasta el cuello, estoy completamente perdido.

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