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Capítulo 88: Protector

El silencio era profundo y pesado, parecía que el aire podía ser cortado con un cuchillo.
Amiel estaba con la cabeza baja y los ojos cerrados, evitaba ver a Nirelle a la cara, tenía miedo de hacerlo, le había revelado el secreto que tanto le pesaba y su mayor temor era que ella le odiara por aquello.

—Lo lamento —el mayor habló lastimero, con voz temblorosa.

—Tú… ¿querías hacerme pecar porque Dios te pidió salvarme?

Era que simplemente le dolía tener que responder eso, y con pavor, respondió. —Sí. Por eso no quería que vieras a través de mí, no quería que supieras lo falso que fui contigo, que sólo era alguien más del montón que buscaba lastimarte…

—Mírame —él negó con la cabeza—. Amiel, mírame —volvió a negar—. Te pido que levantes la mirada.

—Perdóname… —suplicó rozando el llanto.

—Quiero que levantes la cabeza y me mires —exigió lo que para Amiel fue ñ severidad. Él apretó los puños, su labio inferior temblaba, abrió los ojos y con temor alzó la vista.

—¿Por qué…? —sus ojos se abrieron con asombro, Nirelle tenía una sonrisa amable y mirada que lo veía con ternura.

—No olvides que crecí entre el odio y el desprecio. Sé perfectamente cuando alguien siente eso hacia a mí.

—¿Por qué me miras así? Traté de mancharte —seguía inmerso en ese gesto tan delicado que se le daba, con total sinceridad y sin resentimiento alguno.

—Trataste, pero no lo hiciste. Tú odiabas a Dios, no a mí. Y al final, siempre me has protegido, me has cuidado, me has salvado, me has amado —tomó su rostro y lo atrajo para besarle la frente—. Eso es todo lo que he visto, todo lo que me diste y es todo lo que necesito de ti. Es todo lo que conozco de ti.

Las lágrimas saliendo de los ojos de Amiel, estaba más que conmovido que nunca, estaba siendo devastado por su esposa, una devastación bienaventurada, ella le secaba las lágrimas que volvía a mojar las mejillas, y con las frentes unidas profesó «Siempre voy a amarte» con voz gentil. Él se lanzó a abrazarla, cayendo juntos para permanecer acostados en la cama. Las cosas se habían intercambiado de nuevo, Amiel se aferraba llorando a Nirelle, y ella le correspondía acariciando su cabeza como él lo hizo hace años, cuando aún era una humana indefensa.

—¿Ya te has calmado? —preguntó sonriente, ambos bocarriba mirando el techo mientras permanecían tomados fuertemente de la mano, Amiel más que nada aferrado.

—Sí —dejó salir un largo suspiro—. En verdad eres muy difícil de comprender. No sé cómo eres capaz de ser tan pura.

—¿Pura? —rio bajito para voltearse, haciendo que el mayor le mirase con media sonrisa— Yo no creo que lo sea.

—Lo eres —aseguró firme, acomodándose de lado para quedar frente a frente a su esposa, y admirar a esos ojos tan enigmáticos—. De acuerdo, hay que irnos —mencionó incorporándose en la cama—. Van estar preocupados.

—Espera, tienes que comer.

—No, está bien, no necesito… —Nirelle le miró con reproche— ¿No te importa? —ella negó sonriendo de nuevo, tomando su mano con firmeza, para después recostarse en la cama— Gracias.


Amiel se colocó encima de ella y le apartó su cabello, un par de dedos recorrieron la piel de su cuello con primor, antes de dejar un dulce beso en el punto donde introducería sus colmillos con lentitud, haciendo a Nirelle estremecer. Comenzó a beber con calma, saboreando el líquido que extraída. Nirelle sentía su sangre salir de ella, aferraba las manos a la ropa del mayor y temblaba por la sensación nueva, mas no tenía miedo, y estar a merced de Amiel, le dejaba tranquila, se sentía segura.

—Gracias por la comida —dijo susurrándole al oído una vez que terminó y luego lamiendo las heridas para cerrarlas. Nirelle rio por las palabras, le causaba gracia.

La saliva de los vampiros posee propiedades curativas, y puede actuar como si fuera un analgésico, al morder con cuidado es como si se diera una inyección de morfina, aliviando el dolor de a quien se bebe e incluso, producirle una experiencia placentera, eufórica y relajante.

—Puedes beber un poco más si quieres —propuso sin problemas, pero el otro negó besando los nudillos de su esposa.

—No, ya he bebido mucho de ti hoy. No quiero que te marees.

Asintió. —Entonces vamos, es hora de regresar. Esteban va estar muy enojado —rio levantándose, pero Amiel la detuvo de la mano.

—Espera. Ya que he bebido tu sangre, puedo curar tus heridas también.

—¿Uhm? Pues sí, pero ya no tengo ninguna que requería atención.

—Claro que sí. Tu espalda.

—¿Qué? —sus ojos se abrieron casi como platos, y al comprender, se ruborizó— ¿Quieres lamer mi espalda?

—¿Por qué esa cara? —dice divertido al verla con una sonrisa nerviosa.

—N-No es necesario. Leila o Artur pueden curarme.

—Pero puedo hacerlo yo mismo —la chica negó con la cabeza y las manos riendo nerviosamente—. Oh vamos —bufó burlón a la vez que jaló con cuidado a su esposa, colocándola bocabajo para después él ponerse encima suyo—. Somos esposos, y no es como que no te haya visto sin ropa.

—Idiota —replicó sonrojada. Aunque Amiel no le viera, podía notar lo colorado de sus orejas, a lo cual, a una mordió con sus labios, y ella ocultó más su rostro en la almohada—. Es sólo que tener que lamer mi espalda es… algo vergonzoso…

—Yo no lo creo —le susurró riendo mientras le alzaba su ropa, agachándose lamiendo despacio las heridas, a veces dejaba algunos besos sobre las zonas de las heridas que se cerraron—. Listo, terminé —dijo quitándose de encima, quedando sentado, con la joven imitándole—. Wow, estás que pareces tómate —carcajeò sin tratar de ocultarlo.

—Tardaste más de lo que debías —reclamó con voz baja, abochornada.

—Disfrutaba del momento, eso no te lo voy a negar —la tomó de las manos y levantó con cuidado, quedando cerca y abrazados—. Ya podemos regresar.

Ambos volvieron, todos estaban listos con las maletas preparadas dentro de la casa, estaban sentados en el suelo de la sala (o de lo que quedaba de ella.) Esteban se encontraba sentado en una silla con los brazos cruzados y la mirada sería.

—¿Tres horas? —rompió enfurruñado mientras Nirelle se rascaba la cabeza con timidez.

—Lo siento.

—Lo que sea —replicó suspirando y levantándose—. Vámonos.

Ezequiel abrió el portal, todos fueron pasando, incluso Elrick y Neizan, pues Esteban usó un sello en ellos para que pasaran sin problemas, Haka también fue, su tribu regresó a su pueblo. Cuando la pareja se dirigía a entrar, Nirelle estaba riéndose, lo que hizo que Esteban le diera un zape en la nuca, por lo que ella puso sus manos en su cabeza luego de la reprimienda.

—No te rías, pareces una colegiala adolescente que se escapó —eso no hizo más que a los esposos reír y encaminarse así, cruzando. Esteban suspiró, Ezequiel le tomó del hombro y ambos cruzando también riendo desde adentro, y así todos entraron al portal.

Aparecieron frente al edificio de las Muertes Negras, los familiares de Amiel y Nirelle se quedaron con ellos, mientras que la pareja fue con las Muertes Blancas, debido a que ellos son los que contienen y sellan. Nadie tuvo objeción alguna, y así cada cual fue puesto en sus habitaciones.

—No comprendo por qué no puedo quedarme en la misma habitación que mi esposa —replicaba Amiel con los brazos cruzados. Se encontraban con Esteban en la sala de su habitación.

—Ya hablamos de esto, es necesario —responde Esteban, exhausto más por el comportamiento del vampiro que por la pelea de hace horas—. Hay que asegurarnos de que no vayas a obsesionarte con su sangre.

—Pero él ya tomó mi sangre de nuevo y no pasó nada —añadió la joven.

—Sólo será por unos días, ya después podrán dormir juntos —aun así, se notaba que Amiel no estaba conforme, sin embargo, la Muerte Blanca no tomó importancia y se dirigió a Nirelle—. Ahora, por tu cara sé perfectamente que te mueres por preguntar sobre algo.

Ella carcajeó. —¿Se nota mucho?

—Demasiado —sonrió ladino—. Y sé que es por lo que te informamos sobre Neizan, el cómo entró a tu barrera, Elrick también preguntó. Sebastián se encargó de contarnos.

—Bien, saldré para que hablen —dice el mayor.

—No es necesario, de hecho, también te involucra a ti.

Ambos quedaron confusos, ¿de qué manera Amiel estaba involucrado? La respuesta que les dieron los tomó por sorpresa. Se les contó una vieja historia, o mejor dicho, una anécdota.
Después de que Eva diera a luz al hijo de Satán, lo abandonó para que muriese sin importarle nada. Dios envío a un ángel que le cuidara y protegiera, el niño creció y tuvo descendientes. Dios hizo lo mismo otra vez, mandó a alguien a proteger a esos sucesores, podía enviar ángeles, humanos o a cualquier otra criatura. Él enviaba protectores a servir de guardianes para que Satán u otra criatura no intentase tomar ventaja de su linaje de la forma en que fuera. La protección de los descendientes iba bien, hasta que una bruja asesinó a un elfo que servía de escolta para uno de los sucesores, un hombre joven. La bruja le puso un hechizo de ocultismo para evitar que se lo arrebataran, a base de mentiras se casó con él, robándole la sangre de poco en poco para mantenerse joven. Procrearon a una niña a quien también mantuvo oculta de los sirvientes de Dios y cuando el hombre ya no le servía, le sacrifico. Cuando la chica descubrió eso, huyó.

La joven fue salvada de ser secuestrada por un hombre del que luego se enamoró y casó, ese hombre fue dirigido con ella por Dios, más adelante, aquel hombre tenía una fecha límite que había expirado, cumplió su labor, así que debía ser recogido. Una Muerte fue enviada a recibirlo y a la vez, era quien tenía que ayudar al hijo de ese hombre, que vio como su padre moría, también tenía el trabajo de proteger a la madre del chico hasta que ella también falleciera. Sin embargo, como ya conocéis esta parte de la historia, aquella Muerte se enamoró, quebrando la regla principal y añadió a un descendiente más a quien proteger.

—¿Dios ha estado mandando protectores para mi familia? —preguntó la joven sorprendida a la vez que Esteban asentía.

—Un momento, ¿qué tengo que ver yo en todo esto? —cuestionó Amiel, cejijunto— ¿De qué manera estoy involucrado?

—Es obvio —respondió la Muerte Blanca bufando divertido—. Dios fue quien te mandó como protector de Nirelle.

—¿Su protector? –en ese momento el mayor recordó su conversación con Él. «¿Fue su plan todo este tiempo? ¿Me pidió que la salvara porque sabía que me enamoraría y la protegería?» teorizó seguro.

—¿Sorprendido? —acometió Esteban, burlón.

—He de admitir que sí —Nirelle sonreía feliz viendo a su esposo, quien se percató y desvió la mirada. La joven regresó la vista a su compañero de la luz cuando le surgió su duda.

—¿Y qué tiene que ver esto con cómo Neizan penetró mi barrera siendo el único en lograrlo?

—Nirelle —prosiguía Esteban—, tu familia tiene procedencia de demonio.

—Pero precisamente por eso tendría más problemas para traspasar.

—Eso no es todo lo que Neizan tiene.

—¿A qué te refieres?

—Hubo un ángel al que Dios mandó a la Tierra naciendo como humana, ella perdió los recuerdos que tuvo antes de nacer, pero digamos que conservó la sensación de su misión. Terminó enamorada del humano descendiente del diablo, formaron una relación, se casaron, y tuvieron un hermoso hijo con mechones blancos.

—Es-Espera, estás diciendo que… ¿Sara era un ángel protector para Elrick? Entonces…

—Sí, Neizan es una dualidad en su descendencia entre demonio y ángel —volteó su atención a Amiel—. Notaste que te calmaste cuando te tocó ¿no es así?

—Es verdad, de hecho, Estrellita —dijo dirigiéndose a ella—. Sucedió lo mismo contigo el día que nos fuimos de casa. Neizan logró acercarse a ti y te tomó de la mano, te calmaste también.

—Es cierto —confirmó al hacer memoria, cada vez más sorprendida.

—Siempre lo he dicho, tu familia es muy interesante —agregó Esteban bufando burlón—. De acuerdo, vamos para que conozcan sus habitaciones.

—Después —imterrumpió la joven, feliz levantándose y jalando a Amiel de la mano—. ¡Nos vemos!

Ambos salieron del dormitorio de la Muerte 1, quien sólo sonrió y fue a prepararse un té. Nirelle llevaba con prisa al mayor y ella tenía una sonrisa de oreja a oreja, algo que a Amiel le hacía feliz al verla.

—¿A dónde vamos?

—Ya lo verás, es mi lugar favorito. Aunque ya estuvieron la última vez, pero fue rápido.

Mientras caminaban, las Muertes que se encontraban en el camino saludaban a su compañera oscura con amabilidad y respeto, incluso con alegría. Ambos salieron del edificio y se apartaron un poco.

—Se siente raro —dijo Nirelle con una leve sonrisa.

—¿Qué cosa?

—Es la primera vez que no estoy siendo vista con odio ni desprecio —Amiel dejó una sonrisa entristecida, pues comprendía las palabras de su amada—. Siempre había sido tratada como algo malo. Incluso aquí, no era diferente a cuando estaba viva, y ahora, ellos me aceptan.


—Ya veo —él la abrazó por la espalda—. Por fin vieron lo que en realidad vales —ella asintió aliviada, y volvieron a la marcha—. ¿Pero a dónde me llevas?


—¡Aquí! —mencionó con mucho entusiasmo al llegar al campo de rebosante verde y árboles diversos— ¡Chicos! ¡Hola!

«¡Nirelle!» varios canes alados elevaron sus voces entusiasmados, la joven guió al mayor al área de los Cadejos. Ella se agachó y se puso de rodillas para abrazar a sus compañeros perrunos que la recibieron con mucha alegría desbordante, haciendo que cayera al suelo y fuera rodeada por ellos, mientras ríe por las cosquillas. Amiel la veía con asombro y ternura.

—Me alegra volver a verlos —dijo Nirelle quedando sentada en el suelo.

—Y a nosotros nos alegra verte de nuevo —responde Arlet sentándose junto a los demás.

—Amiel —mencionó sonriendo—, este es mi lugar favorito, ellos son mis amigos —volteó a ver a los Cadejos—. Amigos, oficialmente les presento a Amiel, mi esposo.

—Oh, ¿así que tu esposo? —dice un can con todos los demás viendo fijamente al mayor con los ojos iluminados.

—Sí, también mi leal protector.

Todos voltearon su vista a la chica que tenía una deslumbrante sonrisa y extendía la mano a su marido, en señal de que se sentara, lo cual aceptó con una sonrisa también. Los canes sonriendo al verla tan feliz al lado de aquel que le regresaba la mirada de amor, los peludos se acurrucado en ambos, haciéndose amigos del vampiro.

«Suerte, casualidad o milagro. No sé qué sea, pero definitivamente, ella es mi luz, ella es quien me protege de caer en el abismo»

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