Capítulo 87: Amiel - Parte 3
Quería matar a mi padre, por ella.
Nunca había experimentado algo como eso, él nunca fue el mejor padre del mundo, era muy agresivo cuando me enseñaba a pelear, cuando era niño hubo muchas veces que me dejó inconsciente, a mis hermanos los ignoraba por completo, especialmente a Adir, aunque después de que nos convertimos en vampiros, su actitud se tornó raro, indiferente hacia nosotros, pero parecía prestar atención a mi hermana —o eso creí—. Y en ese instante, solamente deseaba matarlo por tocar lo que es mío. ¿Mío? Sí… Es mío, ella es mía.
Si no hubiera sido por Hiram, ya me habría lanzado a matarlo; de nuevo me llevé a la chica a mi habitación, la estaba consolando, dijo que quería irse para no causarme problemas.
Pequeña, ya me causaste muchos problemas desde el primer instante, eres tan inocente que no me estás permitiendo mancharte.
El momento antes de que se sirviera la cena fue muy tenso, tensión que yo mismo provocaba. La comida fue hecha por Samuel, cosa que me hacíq desconfiar, decidiendo que ella no comería nada hecho por él, así que la tomé y salimos al pueblo más cercano para que cenara, Hiram nos acompañó, nos dirigimos a una taberna, me hizo mucha gracia los ojos curiosos devorando todo.
Cuando terminamos de hablar y comer, fui a pagar los alimentos, cuando salí vi a Hiram buscando algo, fue al momento de acercarme a él, que me confesó haber perdido de vista a la chica. Quise llamarla, pero ¿cómo? No tenía nombre, me desesperé, comencé a decirle “niña” como una forma de buscarla. ¿Por qué me altero por esto?
«¡Amiel!» su voz fue como música para mis oídos, me volteé y la regañé por haberse ido sin permiso y sin avisar. Por dios, pudo haberle pasado algo, no podía creer que me hubiera preocupado por ello. Hiram me hizo ver que ella se sentía incómoda con mi reacción, ¿y quién no? Yo mismo lo estaba, ella nos enseñó que encontró un pequeño gato negro, así que sí, le permití que se lo quedara.
El camino de regreso fue muy silencioso, ella venía con la cabeza baja y sus ojos cristalinos. Hiram se adelantó para que hablara con ella, y me disculpé. ¿Yo disculpándome? Esta chica me estaba haciendo hacer cosas que nunca creí que haría. Llamó al gato, Iván, por un amigo. ¿Qué amigo? Me preguntaba, no sólo eso, sino que más intrigas venían a mi mente, cosas como: ¿No habrá sido su novio antes de conocernos?
Entonces mi cerebro empezó a maquillar más cuestiones.
¿Por qué estoy replicando por alguien que no conozco pero ella sí? ¿Acaso son… celos? ¡No! ¿Qué estoy diciendo? Sólo llevo conociéndola ¡dos días! Y eso es porque la quiero corromper por completo.
¿Aún quiero?
Mientras pensaba en esas absurdas ideas mías, noté que ella se puso triste, dándome a saber que algo me estaba ocultando, quise preguntar, pero antes de tener oportunidad, mis familiares estaban burlones afuera de la casa, burlas hacia a mí.
«La llamaste mi Estrellita» dijo Hiram, ¿qué la llamé así? ¿Mi Estrellita? ¡¿Mi?! Prontamente recordé que, efectivamente, así le dije, sentí cómo mi rostro empezaba a calentarse, estaba sintiendo vergüenza.
Al regresar a mi habitación junto con la pequeña, ella se veía muy feliz de que le hubiera dado un apodo, bueno, al menos ya podían identificarla, pero juraba que de ninguna manera iba a llamarla así de nuevo.
Una mañana más y ya me encontraba enfadado.
Mi padre sugería que la niña ocupara el lugar de Adir en la compra por los materiales para los Drows —aun no sabía ni cómo consiguió mantener nuestro trato después de lo que pasó.
Está loco si cree que voy a aceptar. Pero al final acepté, porque ella estaba feliz de ayudarme con lo que le pidiera. Fue adiestrada en defensa por mi tío Sem, él era bueno enseñando y tenía entera confianza de que que seriay amable con ella, así que por esa parte no tuve que preocuparme. Casi nunca lo había hecho, casi nada me lo hacía, excepto lo que la implicaba a ella.
Una noche escuché ruidos fuera de la casa, por la puerta de la cocina. Por las pisadas conté a tres personas, ladrones quizás. Al salir, uno trató de matarme con un cuchillo, detuve su mano sin esfuerzo alguno, maté enseguida a dos y, al tercero le tapé la boca para que la menor no escuchara. Mordí su cuello y comencé a beber toda su sangre, con la naturalidad con que se ingiere simple agua.
—Amiel… —escuché su voz, la cual me hizo estremecer, al mirar arriba ella estaba asomada por la puerta. En esos ojos había miedo.
Me tiene miedo.
Le pedí que fuera a la habitación mientras yo me quedé viendo los cadáveres tirados en el suelo. Por primera vez, sentí culpa, una que no era para ellos. El interior de mi pecho dolía, hacia siglos no padecía de este peculiar mal.
Amanda me vio y pasó una servilleta por mi boca diciendo que parezco un niño aprendiendo a comer, e hizo una burla sobre mi temor a ser rechazado por una humana. Eso sí era algo de risa, pues quién diría que me sentiría así algún día.
«Sólo ve con ella.» Fue el consejo que me permití seguir. Tenía miedo de abrir la puerta y encontrarla con terror al verme, irónico que quería hacer que ella lo sintiera y al final lo estoy sintiendo yo. Cuando entré, ella ya estaba dormida, preferí dejarla así, fue la noche más larga que he tenido. Por la mañana en que la chica despertó y me miró, yo no sabía qué decir o hacer y ella simplemente me abrazó con fuerza, su agarre era cálido, esa sensación me gustó.
Al pasar los días veía cómo ella se esforzaba, era tierno en cierta forma.
—Amiel —Jaziel llegó con apuro hasta a mí, que estaba en la biblioteca, parado con un libro en las manos—. Rápido, tienes que ir a la habitación de mi hermano, Estrellita le pidió que la transforme en uno de nosotros.
No perdí tiempo cuando con enojo subí y casi rompí la puerta al entrar, y ahí estaban. Izan tenía en brazos a la chica y con su maldita boca en su cuello. La alejé de ella y me la llevé a mi habitación arrinconándola contra la puerta, le reclamé por lo ocurrido y ella me alzó la voz. ¿Quién se cree para hacerlo? La silencié con un golpe a la puerta, le pregunté si en verdad deseaba ser convertida y luego me acerqué a su cuello, ella cerró sus ojos con fuerza y temblaba. Vaya ternurita que era. Estaba claro que tenía temor por ser transformada, pero quería serlo por mí, por mi bien, y porque deseaba quedarse a mi lado. Le expliqué mis razones por las que no quería que fuera algo como nosotros. Increíble, decía que no era un monstruo.
Hice un trato con ella, debería esperar dos años para que la transformara en vampiro, y estaba feliz por la oportunidad. Durante la cena había mucha hostilidad, mejor dicho, mi hostilidad, la cual fue disipada por la chica pidiendo hacer un juego de cacería, ¿qué planea hacer? Eso pronto me lo aclaró.
La siguiente noche todos nos encontramos afuera de la casa, ella entró primero al bosque a preparar su escenario, el primero en ir fue Jaziel, que luego de unos quince minutos, él salió sucio. Lo había vencido. Ella nos estaba cazando. Me sorprendió, y creo que sonreí un poco. Izan también participó, aunque yo renegara, cuando salió del bosque, estaba embarrado de lodo. Demonios me carcajeé como nunca en mi vida, incluso sentí algunas lágrimas por reír tanto. Bien, me tocaba a mí, había esperado paciente mi turno, estaba emocionado. Entré con sigilo observando todo a mi alrededor a la vez que la buscaba, en poco tiempo escuché un tarareo, que seguí siendo precavido.
¿Ruido para atraer a la presa a tu trampa? Al llegar donde se escuchaba mejor, vi que estaba arriba de un árbol, tenía destreza para haber llegado hasta ahí. Salté hasta llegar donde ella y me puse de frente, mencionó las estrellas y pensé que quería darme un ataque sorpresa.
—¿Qué tienes preparado para mí? —pregunté sonriendo.
—Nada —respondió de igual forma, yo estaba muy confuso por su actitud.
—¿Nada?
—Quería que me encontraras.
—¿No se supone que es un juego de cacería?
—Sí —su rostro deslumbraba con empatía, con dulzura.
—No te comprendo.
—Amiel. Yo soy tu presa —aseguró sin titubear.
Realmente no la comprendía, ¿qué estaba tramando? Al menos quería saber qué es lo que estaba pensando. Fue entonces que me conjuró una frase, dios, esa frase que jamás olvidaré.
«No voy a dejar a nadie más que no seas tú, atraparme»
Otra flecha atravesó mi pecho, mi corazón empezó a palpitar acelerado, creo que podía escucharlo, me dijo esas palabras con esa sonrisa y con sus ojos viendo directo a los míos, una mirada tan destellante de vida, de honestidad, una mirada que simplemente era hipnótica. Bajamos del árbol y yo seguía en shock, y me rindí, no había forma alguna de que lograra mancillarla, era imposible. Ahora comienzaba comprender a Amanda, la chica me estaba..., No. Definitivamente, esta chica me había enamorado, caí completamente en sus manos, perdí, era su presa ahora. Soy suyo.
Dios es un maldito. Por eso se reía aquel día. Porque sabía que iba a terminar así por ella.
Pues bien, eso no cambia lo que dije antes, ahora ella es mía, no se la entregaré a nadie, la protegeré de lo que sea y de quién sea, es Mi Estrellita.
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