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Capítulo 86: Amiel - Parte 2

Y aquí estoy, caminando mientras cargo en un brazo a la niña y en el otro a su madre muerta. Se desmayó después de que matara al sujeto frente a ella.
La verdad no sé que estoy haciendo, esta chica no quiso matarlo porque según ella, n es lo correcto. Estoy comenzando a creer que tal vez tenga el cerebro muy bien lavado.
Llegué hasta un árbol y la coloqué debajo de la sombra con cuidado, y yo me recosté en el tronco. Me quedé viéndola dormir, parecía tan tranquila, tan serena. Sacudí mi cabeza para espabilarme, debía de estar observándola mucho por ser la mascota prefería de Dios. Me quedé pensando en cómo empezar a hacer que ella pecara, pero lo único que quería hacer en ese momento, era beber su sangre haciéndola agonizar hasta matarla.

Cuando despertó cruzamos unas cuantas palabras, agradeciéndome por salvarla. Pobre chica, pronto desearás haber muerto por las flechas en vez de por mis manos. Pensé regocijándome en mi interior. Eché a la menor al suelo y la sujeté de las muñecas mostrando mis colmillos, estaba decidido a matarla con mucho dolor esperando escucharla suplicar por su vida, pero, entre su desespero silencioso, una sonrisa agradecida se mostraba.

—¿Qué caso tiene seguir viva si sólo tengo que esperar a morir o que me maten? —dijo entre lágrimas tratando de no borrar su sonrisa.

Esta chica ha sufrido mucho.

Algo en mi interior se removió. ¿Qué fue? No lo sé, pero sentía un opresión en mi pecho, algo en ella me intrigaba, tenía… ¿curiosidad? Decidí llevarla conmigo para averiguar el porqué Dios la estima, y mientras estuviera conmigo, podría hacerla caer en tentación. Ahora, por alguna razón la estoy llevando de caballito mientras duerme, es muy, pero muy curiosa. Cuando al fin llegamos a la mansión, Samuel me recibió e informó que mi padre me esperaba en la oficina, así que dejé a la chica en una habitación, la vi unos segundos.

¿En verdad qué estoy haciendo? Sólo es una simple humana, debería haberla matado ya.

Después de hablar con mi padre y dejarle claro que esa chica es mía, tuve la siempre conversación —¿por qué no decirlo?— divertida con Amanda. Ella siempre ha sabido cómo animarme, me recuerda un poco a mi madre. Ella fue la única que protestó al líder espiritual por atacarnos, nos defendió cuando éramos humanos aunque en ese momento nuestros pueblos eran enemigos, por eso decidí convertirla y traerla con nosotros, aunque no se por qué tiene la manía de golpearme con la comida, una vez me abofeteó con un salmón crudo. Ya por la noche mis familiares volvieron, mis tíos siempre muy amables, e Izan, bueno, hace muchos años, por no decir siglos, que nos distanciamos, simplemente comenzamos a mostrar más y más diferencias de opiniones.

«¡Amiel!» Escuché gritar a la niña por mí, sin pensarlo fui de inmediato para encontrar a mis hermanos menores y a mi primo Jaziel, en la habitación mientras ella lloraba, quisieron asustarla, pues lo lograron. Y de un momento a otro. ¡Ella me está abrazando! ¿Qué hago ahora? Al buscar apoyo en mis tíos veo cómo se mueren de risa y, luego hacen una simulación de ella conmigo. ¿Qué haga qué? ¿En serio? ¿Acariciarla? Ya mejor le pongo un collar y ya está, mi nueva mascota… Suspiré y froté su cabeza. Bien, se está calmando, subió su mirada y ¡volteó su cabeza! ¡¿Qué es?! ¡¿Un perro?! Disimuladamente la solté y pedí que la ayudaran a alistarse para la cena.

Antes de la comida, reuní a todos y les expliqué la forma en que la conocí, también les mencioné la razón por la que la traje, los únicos que estaban totalmente de acuerdo eran mi padre, Samuel e Izan, aunque mi primo parecía tener algo que le molestaba, pues sus ojos declaraban enfado que enmascaraba con su sonrisa burlona, pero vaya, al fin concordamos en algo. Todos los demás dudaban y se negaban, pero especialmente Amanda me reprochó eso. Aprovechó en un momento que nos encontramos a solas, para tocar el tema con más preocupación.

—No lo hagas —pidió con el corazón en la mano, sus ojos entristecido no dejaban de enlazarse a los míos.

—Ya lo decidí, voy a convertirla en toda una pecadora de primera.

—Amiel, es una chica inocente. Hazme caso, te va a pesar si sigues con esto.

—A quién le va a pesar va a ser a ella y a ese imbécil. ¿Cree que puede exigir algo cuando no ofreció ayuda a quien se lo imploraba? Él me quitó a mi madre, y yo voy a quitarle a ella.

—No lo creo —ella bufó, añadiendo una pizca de burla.

—¿Qué es lo divertido?

—Es la primera vez que te noto con algo de ánimo. Y sé que no es por pensar en hacerla pecar.

—¿De qué hablas? —sus palabras me desconcertaron.

—Quizás lo descubras esta noche. O al menos que te dé una idea —simplemente se retiró tarareando divertida.

No había entendido la conversación que tuve con Amanda hasta que la cena llegó. Vi bajar a esa joven con un sencillo vestido blanco, inmediatamente pensé que se veía muy linda, mi cabeza daba vueltas cuestionando mi cordura por esos comentarios, y creí que me estaba volviendo loco cuando, en el transcurso de la cena, mi ser se envolvía con ira por los comentarios que Izan hacía. Pedí explícitamente «No mencionar nada sobre su nombre o su supuesta relación con las artes oscuras». Terminé llevándola a mi habitación y por alguna razón terminé dejando que ella me abrazara de nuevo. Mi padre pidió hablar conmigo, sabía a dónde iba esto, así que fui a escuchar sus reclamos. Definitivamente me estaba volviendo loco, pensé al pelear con él por ella. No es que no haya tenido discusiones antes, pero esta vez me sentí como un niño berrinchudo.

Después de amenazar a Izan, subí con furia a la habitación, apenas abrí la puerta, vi a esa chica inmersa felizmente con la vista a las estrellas, verla así me calmó, esa noche quedó dormida en mi cama, intenté clavar mi mordida en su cuello, pero algo me detenía de hacerlo. Me asusté un poco al ver que ella comenzaba a sollozar, me pregunté qué clase de pesadillas tendría. Recordé lo que hice antes y le acaricié la cabeza, se calmó, simplemente decidí acostarme a su lado y verla dormir hasta que también a mí me venció el sueño.

¡Me está abrazando otra vez! Esta chica de nuevo me tenía entre sus brazos. ¿Y ahora qué hacía? No quería que nadie me viera de esta manera, pensarían que tengo algo con ella. ¿Y por qué me preocupo de que piensen eso? Con cuidado quité su agarre y bajé a la cocina encontrándome a Amanda en ella. Bien, me gané una bofetada con un pan porque según ella, debí de esperar que al menos tuviera más edad para hacerla mía… ¡Pero si sólo durmió conmigo en mi cama!
De acuerdo, no sonaba muy inocente que digamos. «Necesita un nombre» «¿Qué tal el de ella?» Me sentí enojado de nuevo, ninguno de ellos sabe la verdadera razón por la que maté a Carolina, la amé, es verdad, pero su nombre está manchado, no voy a ponerle un nombre así a alguien tan pura como esta niña.
¿Y ahora que había dicho? ¿Acaso no quería mancharla desde que la conocí?

Me dirijí al bosque con inquietud, junto a Hiram porque la chica se adentró mucho en este, precisamente en el área de los Drows, una vez que traspasé la línea de piedras, sentí cómo mis poderes de vampiro fueron contenidos. ¿Por qué me arriesgaba a salvarla de nuevo? Simplemente podía dejarla a que la desollayan viva y ya sería suficiente para que muera en agonía, como quería desde un principio. Desde el principio…, en el principio… ¿Qué demonios pasa conmigo?
Ya me encontraba matando a los elfos con mi espada dentro de la cueva, cuando escuché a la joven llamarme, vi cómo Astrid trata de hacer una especie de sacrificio. «¿Crees que es una buena persona? ¿Qué salvó tu vida por hacer una obra caritativa?» La escuché hablar guasona, ruin, con desprecio, y a mí eso me causó gracia. Por supuesto que no soy una buena persona, ni siquiera soy una persona, soy una bestia. Pero ella es mía, me pertenece, es mi presa, y no voy a dejar que nadie me la quite.

Con esas intenciones peleé para llevármela de vuelta, pero fui envenenado, creía que sería mi fin, hasta que…, esa niña tomó sin miedo la espada corta de Astrid y, empezó a matar a una de esas criaturas con una rabia que no creí que vería en ella, me sentí triste. No lo comprendía, quería hacerla hacer esto en el campo de flores. ¿Por qué ahora me siento así? Cuando acabó con la vida de ese elfo oscuro, se interpuso entre Astrid y yo, estaba protegiéndome, la elfo se balanceó para matarla, y yo no podía hacer nada por culpa del veneno. No supe nada más porque caí desmayado, cuando desperté, la chica estaba sentada a mi lado, recostada en la cama, tenía tomada mi mano con la suya.

Cuando se despertó, sus ojos saltaban de emoción y alivio, por mí. Al quedar solos en la habitación, ella comenzó a llorar diciendo que tuvo miedo de perderme y que soy lo único que tiene. Apenas nos conociamos hace un día, y ya se siente de esa manera por mí. Intenté calmarla acariciando su cabeza y abrazándola, pero no detenía su llanto. No sabía qué hacer, los nervios me traicionaron. Tomé su rostro y la besé, ella se calmó y yo me tranquilicé por ello, sin embargo, al notarla roja, caí en cuenta de lo que había hecho. ¡¿La he besado?!

La había besado. ¿Por qué? En verdad perdí la cabeza, le pedí a la menor que fuera a buscar a Amanda para quedarme a procesar lo que hice, mala idea, pues la mayor entró a abofetearme. Luego de la pequeña e incómoda explicación de lo que había hecho, le pedí que se fuera conmigo en caso de irme con la menor de casa. Amanda ya sabía qué me estaba pasando incluso cuando yo mismo no lo sabía. Pero la calma interna fue arrebatada cuando escuchamos ruidos abajo, y al acercarnos a las escaleras, vi cómo mi padre alzaba a la chica del cuello. No mentiré, estaba que estallaba de furia y deseos de asesinarlo.

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