Capítulo 72: El pasado siempre vuelve - Parte 2
—¡Hola! Soy Carolina, ¿y tú?
—Soy Amiel.
Era el año 950 cuando una joven se puso muy cerca de la cara del vampiro quien estaba acostado bajo un árbol. El mayor enarca una ceja confuso ante la interrupción de una osada chica alegre de cabellos de oro y ojos de cielo.
—Dicen que eres un vampiro. ¿Es verdad?
—¿Quién eres? —exige escaneando las facciones de la muchacha desconocida.
—Ya te dije que soy Carolina —cuando al fin deja de verle tan de cerca, ella se queda sentada a su lado con los brazos cruzados haciendo un puchero, más ella los deshace regresando su explosiva alegría—. ¿Entonces eres un vampiro?
—Tu solo nombre no me dice nada —se sienta iluminando sus ojos—. ¿Qué quieres? Sabes que dicen eso sobre nosotros y que podría ser verdad ¿y así vienes a molestarme?
—Escucha —alza las manos en un gesto de tranquilidad mientras ella no deja de sonreír—, te vi hace ya diez años, ahora tengo veintiuno —con una mano se apoya del suelo y la otra la posa en la pierna de él a la vez que se le insinúa—, y déjame decirte que desde entonces me tienes hechizada.
El vampiro estaba demasiado confundido por el atrevimiento de esa joven, todos los días ella iba a visitarlo bajo ese árbol, constantemente le coqueteaba y se acercaba mucho teniendo ningún respeto por el significado de espacio personal. Al mayor le causaba curiosidad, después de todo no había humanos que no les temieran o que mostraran alguna clase de amabilidad ante otros. Así que en cierta forma le agradaba que alguien mostrara otro interés que no fuera matarlo. En dos años la joven atrevida ya había iniciado una aventura con el vampiro, claro que esa relación era un secreto para todo el mundo, incluso para la familia de Amiel.
—¿Cuándo me vas a transformar? —preguntó la ahora joven de veinticinco años, otros dos años pasaron donde la pareja se había ido a vivir juntos apartados de todos.
—¿Estás segura de que lo quieres? —él la aferra abrazándola por detras dejando suaves besos a su cuello.
—Por supuesto —y ella disfrutaba de los labios ajenos en su piel.
—Bien, entonces —mencionó sonriendo a la vez que recuesta a su amante en la cama, clavando los colmillos en su cuello comenzando la transformación.
Los días después de convertirla, Amiel le enseñó todo lo que debía conocer sobre su especie, lo más fácil fue enseñarle como llamar su sombra y le explicó que su habilidad tenía que descubrirla por su cuenta, ya que no había forma de enseñarle eso. Para que se acostumbrara a comer, Amiel dejaba que ella le bebiera su sangre. Luego fueron a buscar a sus víctimas, que eran borrachos que encontraban en los pueblos cercanos. Después de un año, el mayor decidió que era hora de llevar a su amada con su familia, lo cual hizo, sorprendiendo a todos, pero igualmente felicitándole por la relación. Todo iba con tranquilidad, aunque Carolina a veces podía ser soberbia cuando se dirigía a Amanda, tratándola como si fuera una criada cualquiera, algo que Amiel definitivamente no iba a tolerar, habiéndole llamado la atención.
—Está habiendo algunos rumores por el pueblo —mencionó Hiram a su hermano mayor.
—¿Desde cuándo te interesan los rumores? —el mayor no despegó la vista del libro que leía sentado en la biblioteca.
—Desde que esos dicen que están apareciendo cadáveres sin sangre en sus cuerpos —el hermano se ganó la mirada del contrario—. El pueblo del sur cerca de las montañas, está siendo erradicado por algún vampiro. Sabes de quién sospecho ¿no?
—Es verdad que la conocí en aquel pueblo. Pero eso no significa que sea ella.
—Sólo digo que tengas cuidado, fue muy amable al principio, pero luego cambió su actitud. No me agradó la forma en la que le habló a Adir sólo por estar jugando con Jaziel en el lodo cuando simulaban entrenar —dio unos pasos tocando el hombro—. Hermano, la aceptamos porque es tu novia, pero es una pesada, pareciera que se cree dueña o señora de esta casa.
—Hablaré con ella —dice con el ceño fruncido de duda.
El mayor fue a aquel pueblo en el que sus habitantes estaban siendo asesinados, algo en las historias le inquietaba y en sus adentros deseaba que no fueran reales, pero para su desgracia, no fue así. Al arribar al pueblo, vio como la poca gente que quedaba, estaba muerta en el suelo, no sólo los adultos, sino que niños también, todos tenían una cara de horror. Caminando más adentro, encontró cerca de la iglesia a una vampira rubia que bebía con ansias a su víctima.
—Carolina —apretó los puños y tensó la mandíbula.
—Amiel —la mujer pronunció el nombre sin verlo todavía—, amor —soltó su comida y se levantó dándose la vuelta, mostrando la boca manchada como un niño aprendiendo a comer—. Lo siento, pensaba decírtelo hoy.
—¿Decirme qué?
—Ya he matado a todos en este asqueroso pueblo —su sonrisa la dibujó con plenitud—. Por fin completé mi venganza por lo que me quitaron.
—¿Tu venganza? ¿Por qué? ¿Qué fue lo que te arrebataron?
—Mi hermosa vida de lujos. Yo era una noble aquí, todos tenían que servirme, eran simples campesinos, tenían que estar honrados de servir a una hermosa chica como yo. Pero se revelaron —el rostro cambió a uno enardecido—. Y me hicieron irme de mi mansión. ¡Tenían que pagar con sangre!
—Carolina —el mayor estaba asqueado de la forma en que su amada se expresaba, con esos ojos sádicos deleitándose por haber matado por algo tan simple—. Al final, no eres diferente a ninguno de esos humanos.
—Vamos, amor —menciona tomando la mano de su amado, guiándolo hasta un acantilado, dónde un río con fuertes corrientes estaba al fondo—. Yo estaba parada aquí dispuesta a lanzarme después de que me echaran a mí y a mi familia de nuestras tierras. Mi padre mató a mi madre y luego se colgó, me abandonaron. Y fue entonces que había decidido abandonar mi vida, pero te vi, vi al vampiro del que tanto se rumoreaba. Tú me salvaste.
—Respóndeme algo, Carolina —mira al frente queriendo negar lo que su corazón ya sabe—. ¿Me usaste para que te transformara y así tomaras tu venganza?
—Oh Amiel. Sí, al principio sí, pero luego me fui enamorando de ti… —la joven frenó sus palabras cuando sintió que algo la atravesó.
—Es evidente que lo que sientes no es amor. Y lo que hiciste, incluso a los niños…
—Amiel —el mayor le atravesó el estómago con su guadaña y luego hizo regresar su sombra—. Te amo —mencionó en voz baja besándolo y luego se desbalanceó hacia atrás, cayendo directo al agua.
—Yo también te amo.
Amiel regresó al pueblo, miraba con tristeza el escenario tan fúnebre que lo hacía verse más devastador con los infantes tirados en sus propios charcos de sangre.
—No soy quién para dar una plática de moral sobre la venganza, pero hacerlo por algo tan idiota como el dinero. Simplemente no es algo que voy a perdonar.
El mayor regresó a casa, sólo se limitó a decir que había asesinado a la joven por haber enloquecido por la sangre, después de todo no era totalmente una mentira. Desde entonces él cambió, de por sí era inexpresivo, pero esta vez se transformó en algo más frío. No sonría ante nada y era más despiadado al enfrentarse contra sus enemigos, y a los humanos simplemente los trataba con desprecio. La poca amabilidad que parecía haber adquirido por su relación con Carolina se esfumó.
**De vuelta al presente**
Carolina hirió en la pierna a Nirelle, la tenía arrinconada contra un árbol habiéndole atravesado la punta de lanza en el hombro, moviéndola lentamente.
—Tú no debiste casarte con él. No lo mereces —dice incrustando más la punta, sin embargo, la chica trataba de no gritar—. Yo debía ser quien fuera su esposa, pero tuviste que aparecer en su vida —empuja más el arma—. Cuando decidí regresar vi cómo dejaba que una estúpida humana lo abrazara como si nada mientras él sonría. Una sonrisa que jamás mostró conmigo. Pero eso va a cambiar, porque ya no vas a estar más en su vida.
La mayor sacó con brusquedad la lanza, sonreía vilmente viendo a la chica, deseosa de poder matarla en agonía. Mientras tanto en la mansión, Adir estaba paralizada en el suelo, Elrick de rodillas y Neizan lloraba, porque Lamec lo tenía tomado del brazo sin posibilidad de soltarse.
—¡No toques a mi hijo! —vocifera furioso el padre tratando de forzarse para pararse.
—¡Padre! ¡Suéltalo! —habla Amiel con todos los demás miembros de la familia pidiendo lo mismo, mas el mayor hacía de oídos sordos— Es sólo un niño, no lo metas en esto.
—Al final siempre sí preferiste a una humana antes que tu familia —menciona Lamec con el ceño fruncido y una sonrisa forzada.
—Ella ya era parte de nuestra familia. Por favor, no le hagas nada.
—¡Ella te cambió! Jamás te habías rebajado a humillarte ante nadie. Jamás habías implorado por nada, y ahora mírate, tan patético por haberte enamorado de lo que sólo tenías que ver como una presa —el más grande abofeteó a su hijo mientras éste le devolvía la mirada fiera—. ¿Dónde quedó aquella Bestia Carmesí?
—¡No lo toques! —espetó Carolina entrando por la puerta sin su alabarda, con Nirelle tomada por detrás del cuello de su ropa.
—No… ¡Nirelle! —Amiel gritó consternado por verla— ¡Carolina! ¡Maldita desgraciada!
Parecía que los ojos de la rubia se encendían de rabia al ver la mirada furiosa que Amiel le daba, así que comenzó a caminar arrastrando a la joven, luego la empujó con fuerza al piso, mostrando que tenía varios golpes. El desdén de esposo no fue el único que proliferó al instante.
—¿Qué es lo que ves en ella? Yo también solía abrazarte todo el tiempo.
Amiel se guardó silencio unos momentos sin dejar de mirar a su amada, después dirigió sus orbes a la mujer de su pasado.
—Ella no me mintió ni me utilizó para conseguir venganza, ni siquiera piensa en hacerlo, aunque le hagan las peores cosas. Ella es honesta, ella es pura, es mi ángel, y el amor de mi vida.
–¿El amor de tu vida? ¿Acaso nunca lo fui yo?
Nirelle abrió los ojos y se dispuso a levantarse, con dificultad se sostenía con las manos en el suelo, todos la veían sorprendidos.
—¿Otra vez? —refunfuñó la vampira rubia— ¿Por qué no sólo te quedas en el suelo?
—¿De qué hablas, niña? —preguntó Lamec.
—Cada vez que la golpeo, se vuelve a levantar. Ya me tiene harta —la mayor se acercó y con un pie empujó a la chica, haciéndola caer un poco más cerca de Amiel.
—Estrellita —Amiel susurró adolorido.
Él la veía con miedo, pues ahora no podía hacer nada para proteger a su esposa, quien empezó a estirar su mano para tratar de tomar la de su amado.
—Ni lo pienses —Carolina clavó la punta de la lanza en la mano de la chica para detener su avance, mas Nirelle no soltó grito alguno, sólo apretaba su puño y dientes del dolor. Estaba siendo orgullosa—. ¡Grita!
Exigió quitando la alabarda y volviendo a clavarla, pero esta vez, en la espalda de la joven. La levantó y la clavó dos veces más, definitivamente quería matarla ahí mismo.
Todos gritaban e imploraban por que se detuviera, sin embargo era claro que no lo haría, Evelyn suspiró tomando a Neizan y llevó al pequeño junto a su padre, entregándoselo, dejando que el padre de los vástagos se encargara de la rubia.
—Basta —Lamec detuvo su brazo para que no siguiera martirizando a la chica—. La oscuridad en su interior no la dejará morir tan fácil, pero tampoco te permitiremos que la desangres cuando buscamos beberla primero.
—Maldita sea, ¡háganlo rápido! —atinó a decir regresando su sombra.
—¿Qué van a hacer?
Amiel preguntó estando muy asustado cuando vio a su padre levantar a su amada del brazo y arrastrarla hasta la pared, en donde Evelyn alzó las manos y conjuró un hechizo con el que una especie de crucifijo apareció.
«Voy a devolverle el favor de aquel día»
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