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Capítulo 69: Gon

Un portal se abrió en medio de una casa en la que parecía no habitar nadie, y aunque Nirelle no lo conocía, Gon sí, pues se mueve bien en el lugar yendo directo a abrir un armario y sacando una mochila con ropa.

—Toma, debes cambiarte, ahora no lo sientes, pero pronto comenzarás a sentir frio —el can estaba muy bien preparado.

—¿Dónde estamos? ¿De quién es esta casa y estas cosas? —pregunta curiosa la joven.

—Te lo contaré luego, ahora haz caso.

Los ojos de la chica se abrieron con asombro al ver que el cuerpo de su amigo comenzó a brillar y a cambiar de forma, pasó a ser de un humano, un chico con una apariencia de unos veinticinco años, de piel blanca y cabello rubio, teniendo ropa como un pantalón y una camisa sin mangas cuyas telas eran muy sencillas.

—¿Gon?

—Es raro verme así ¿no? —menciona sonriente tomando algo de la ropa de la maleta para cambiarse— Ya te dije que no hay tiempo de explicaciones. Hablaremos cuando lo veamos.

—¿A quién vamos a ver?

—Deja de ser tan curiosa —reprendió jalándole una oreja haciéndola quejarse—. Ahora cámbiate.

—Sí —sobó su oreja antes de obedecer.

Ropa común y una gorra para ocultar sus rostros, era un cambio sencillo para pasar desapercibidos. El ahora chico tomó unas llaves y junto a Nirelle entraron al garaje de la casa, Gon abrió la puerta de la camioneta sentándose al volante.

—Nirelle, ¿qué esperas? Vamos.

—Ah, sí —pronuncia abriendo la puerta del copiloto y entrando.

Gon puso la llave, encendió el vehículo y abrió la puerta del garaje con el control remoto disponiéndose a irse, el muchacho conducía muy bien, Nirelle mira sorprendida a su amigo teniendo en sus ojos la desbordante curiosidad.

—¿Estás que explotas por querer preguntar? —rio bajo sin despegar la vista del camino.

—Mucho, pero me hago una idea. Tiene que ver con el día en que nos conocimos ¿no? —el contrario asintió melancólico— Te prometí que no preguntaría nada hasta que estuvieras listo.

—Y te agradezco haber mantenido tu palabra, pero supongo que es mejor hablar de eso —su sonrisa desapareció ante sus recuerdos.

Una pareja se encontraba sentada en una banca en un pequeño jardín arriba de la casa en la que vivían, el chico propuso matrimonio a su novia, quien felizmente dijo que sí, su vida marital era apasionada y maravillosa, el chico sentía que se había sacado la lotería con la excelente mujer que tenía a su lado. Una noche regresaba de su trabajo en auto, feliz para celebrar su primer aniversario, pero hubo un accidente, otro auto le hizo perder el control cayendo por un barranco y estrellando el vehículo contra un árbol, una de las ramas atravesó el parabrisas clavándose en el pecho del joven. Su alma salió de su cuerpo viendo su cadáver, inmediatamente pensó en que quería despedirse de su esposa, pero ¿cómo? Fue entonces que al lado vio a un perro que fue arrojado ahí, había sido envenenado, se acercó al can intentado tocarlo, pero su mano lo atravesó notando que había algo que le permitía estar dentro, así que pensó en tomar el cuerpo de ese perro, y eso hizo, una vez se adaptó al cuerpo comenzó a correr hasta su hogar.

Un poco más tarde, la Muerte 616 había llegado al lugar del accidente, miró alrededor buscando el alma de su pasajero, sin embargo, no lo hallaba, fue a ver el área para encontrarlo sin éxito. Mientras tanto, el perro llegó exhausto a su hogar, rodeó la casa hasta llegar a una ventana por la que se asomó encontrando a su esposa sentada en el sofá, e inconscientemente movía la cola, pero pronto su felicidad se destruyó cuando vio a un hombre que llegó con ella y comenzó a besarla, dándose cuenta de que eran amantes. Con la cola y orejas abajo se alejó de la ventana para irse, pero algo le detuvo.

—¿Lo hiciste? —preguntó la mujer con entusiasmo.

—¡Sí! —rió con cinismo lanzándose a sentarse a su lado— Cayó directo al barranco, logré ver su cuerpo, le atravesó una rama al muy infeliz —el hombre comenzó a besar el cuello de la mujer y a recorrer su figura con las manos.

—Genial, con el seguro de vida de mi ahora difunto esposo —dijo con toda burla el tono triste—, podremos vivir muy bien.

Ambos habían planeado el asesinato desde hace tiempo, y al oír eso, el sujeto en el cuerpo perruno comenzó a hervir de rabia, corrió, pero no para alejarse de ahí, sino para tomar impulso y atravesar la ventana entrando a la casa y comenzar a atacar al amante de su esposa. Clavó los dientes en el cuello del hombre dejándolo ahogarse con su sangre, después volteó a ver a la mujer y se acercó lentamente con la sangre que brotaba de su hocico, ella estaba tan aterrada que ni siquiera se movía, el perro dejó de gruñir, bajó sus orejas y sus ojos lloraban, parecía que se había calmado, sin embargo arremetió dando un zarpazo en la cara de la mujer, sólo para dejarla marcada, luego de eso salió corriendo, pues escuchaba a los vecinos acercándose. Corrió sin descanso hasta que un auto le embistió haciéndolo rodar por el barranco entrellándose contra las rocas hasta que llegó al fondo, dándose cuenta que quedó a metros del mismo lugar donde murió.

La Muerte había llegado al lugar luego de que su dispositivo le avisara sobre otra alma que recoger, vio a la mujer ser subida a la ambulancia y el alma del hombre asesino tratando de pedir que alguien le viera, así que se acercó a él, quien obviamente le maldecía y no aceptaba su muerte, así que sólo lo obligó a ir a su destino. Con eso ya podía irse, pero algo en su interior le pedía que volviera al lugar de aquel accidente, así que regresó por su portal, viendo a lo lejos de ahí al perro agonizando. Se acercó ocultando su guadaña y se arrodilló en una pierna tratando de acariciar al can con su mano derecha, con rabia el animal lanzó una fuerte mordida al brazo. La joven se quejó un poco, pero no se enojó, al contrario, sentía compasión por el animal que lloraba, así que se sentó y con su mano izquierda comenzó a acariciar su cabeza ofreciéndole una sonrisa.

Con confusión, el perro soltó su agarre y permitió que la chica le cargara en brazos, abrazándole, comenzando a dormir y poco a poco murió. Cuando abrió los ojos, él estaba frente a la chica con el perro en sus brazos, pero él ya no tenía forma humana, tenía la forma del animal. La Muerte le sonreía, después de eso, la chica enterró el cuerpo del perro mientras él veía su cuerpo humano.

—Lamento haber mordido tu brazo —expresó bajo sin dirigirle la mirada.

—Está bien. Aunque apenas paró de sangrar... —agregó en sus adentros. En un momento la joven abrió los ojos volteando rápido a ver al can— ¡¿Hablaste?!

—Sí.

—Pero... —en el instante, 616 miró el cuerpo del joven en el auto y volteó su vista al perro que no dejaba de ver el cadáver— ¿Lo conoces?

—Lo conocía —bajó la mirada—. No quiero contarte sobre ello.

—De acuerdo. ¿Tienes un lugar a donde ir?

—¿Te parezco que lo tengo?

—No —rió poniéndose a su lado—. ¿Te gustaría venir conmigo?

—¿Por qué? —preguntó sorprendido.

—¿Por qué no? —dice sonriéndole, algo que al contrario asombró más— Soy la Muerte 616, protejo a vivos y muertos. Necesito un compañero que me ayude con mi labor. ¿Me aceptarías como tu amiga?

El perro estaba muy sorprendido por el comentario así como su propuesta, así que la chica le contó todo lo que implica su trabajo.

—¿Qué dices? ¿Quieres ser mi Cadejo?

—¿Estás segura?

—¡Por supuesto! —dijo con entusiasmo.

—Yo... —por unos segundos estaba pensando, luego alzó su mirada y vio a los ojos de la Muerte— Acepto.

—Bien. ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Gon.

616 llevó al nuevo perro ante el cuidador de los Cadejos y le dijo que este sería su compañero, algo que tomó por sorpresa a todos, así que él con un brillo emanando de su mano le entregó el poder para servir como aquellos seres, y haciendo que de su lomo brotaran sus alas, aprender a controlarlo fue difícil, pero recibió la ayuda de los demás canes, y así, se convirtió en el compañero de Nirelle, estando a su servicio por casi cincuenta años.

**De vuelta al presente**

—Y ahí está, maté a alguien —sonríe forzado apretando el volante—. Yo debería estar en ese calabozo. Además, debido a que mi espíritu emanaba mucha energía por ser recién fallecido y el enojo, te dejé una marca en el brazo.

—Las cicatrices no me importan, por suerte no tragaste mi sangre —comenta mirando unos momentos al área cubierta por su suéter para luego dirigirla a su compañero—. ¿Estas arrepentido por haber matado al hombre y la herida de la cara de tu esposa?

—Mucho.

—Bueno, me alegra saberlo —dice con una sonrisa haciendo que el joven bufara.

—Tú deberías ser ascendida a ángel.

Nirelle ríe. —Gracias. ¿Y ahora me dirás a dónde vamos?

—Vamos a visitar a un viejo amigo.

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