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Capítulo 66: Es tu culpa

El viaje de regreso a la mansión estaba muy tranquilo, a excepción del pequeño Neizan hablando fervientemente sobre lo mucho que le gustan los animales, Elrick conducía su auto, en el asiento del copiloto va Amiel observando por el retrovisor a su esposa y al niño en los asientos de atrás, el vampiro mira con terneza a Nirelle tomando otra jarra de malteada.

—¿Es normal que tome tanto? —preguntó Elrick al mayor.

—No lo sé —voltea su cuerpo para verla—. Estrellita, ¿no crees que estás bebiendo mucho?

—No —responde firme terminándose completamente el contenido—. Ya no hay más —musitó con el ceño fruncido hacia el traste vacío.

—Está molesta —dice en sus adentros Amiel al reconocer esa mirada en su esposa—. Pronto llegaremos. Dentro está esperando Gon —añade para aminorar el malhumor de la chica.

El menor afirmó alzando su emoción, pues estaba un poco triste porque el can no hubiera ido a la fiesta.
Al llegar y entrar a la casa, todos se dirigieron a la cocina donde un cartel grande con la leyenda «Feliz Cumpleaños Neizan» estaba colgado, los jefes mayores y Muertes amigos de la familia están presentes, también algunos ángeles, elfos, enanos, Cadejos, Haka y su tribu, y por supuesto demonios como Tara y Shafer, y en la mesa se avista un pastel más grande que el de la fiesta anterior, completamente blanco con decoración de flores y muchos regalos, no hace falta decir que el pequeño se puso muy feliz. Durante el transcurso de la fiesta, Neizan se la pasaba preguntando a los seres sobre ellos, bombardeándolos con toda su curiosidad desbordándose y haciendo pensar a Amiel que efectivamente, la curiosidad es algo característico en la familia de Nirelle.
Con eso la noche llegó, la mayoría de las criaturas se fueron y sólo quedando los jefes mayores, Haka, Leila, Carla, Marc, Marco, Arlet, Tara, Shafer y Gamal. Neizan había estado jugando con el par de Cadejos compartiendo sus juguetes, terminó tan cansado que lo llevaron a dormir a una habitación, esa noche padre e hijo dormirían en la mansión, así que Nirelle guió a Elrick al dormitorio donde se quedarían para dejar al niño y luego bajar de nuevo.

—Gracias —menciona Elrick bajando el último escalón de las escaleras junto a Nirelle.

—No hay problema —responde feliz mientras se encaminaban al grupo de seres.

El sentimiento de plenitud dentro de ella le inunda con tan solo observarse entre los que ama y que la aman de vuelta, no se espera que alguien está a punto de cambiar eso.

Hola —una voz masculina desconocida frenó el paso de la joven, haciéndola tratar de buscar a quién le pertenece sin lograr encontrar a nadie—. Te ves muy feliz al lado de aquellos a quienes sólo les causas dolor y sufrimiento con tu mera existencia.

Los ojos de Nirelle se expanden con consternación, pues nadie más escucha esa voz, todos están sonriendo felices y hablando sin percatarse del mal que acecha, ella estaba asustándose, pues la voz le provocaba miedo, terror, angustia.

Tú sólo causas daño a quienes te rodean, no eres un ser de luz, no eres un ser agraciado por la vida, fuiste concebida por gracia de la oscuridad, tú eres la oscuridad y lo sabes.

La respiración de la Muerte se aceleró y en su pecho un dolor punzante penetra su corazón haciéndola temblar de desesperación, de pronto, como si la chispa de una mecha hubiese sido encendida, hizo que viera a su hogar ser cubierto por una llamarada sin posibilidad de escape alguno, por instinto había cerrado los ojos, y al abrirlos su ser cayó horrorizada por lo que la vista obtuvo.
Su casa destruida y en llamas, toda su familia y amigos tirados en el suelo con flamas en sus cuerpos, sangre cubriendo el piso logrando ver su reflejo en el líquido rojo y ella, en el centro sin estar herida. Sus lágrimas salieron, mil cosas pasaban por su mente, todas confusas, todas dolorosas.

De pronto, una mano con largas uñas filosas tomó su cuello sintiendo que sus puntas pinchan su piel líneas húmedas salen de ahí. No puede ver de quién se trata, pues esa persona o cosa está detrás de ella dejándola inmóvil por el indescriptible miedo que le provoca. Una cola roja rodeó su cintura, ella logra ver la punta a través de mover sus ojos, pues su cuerpo aunque le pida correr y hacer algo, simplemente no responde, fue entonces que, a pesar del terror que le alberga, decidió voltear su cabeza para ver a la cara del ser, a quien percibe ser más alto que ella. Su cuerpo dejó de temblar y a su miedo se le anexó la confusión al verlo.
Un Amiel que no reconoce, la esclerótica de sus ojos que debían ser blancos, ahora están de un negro profundo y abismal, sus iris de un blanco que se asemejan al hielo y sus pupilas verticales, como si de un depredador se tratase, como si fueran los ojos de una bestia, un rostro altamente inexpresivo que parece carecer de sentimientos o de recuerdos hacia ella, es como si no fuera él, pero hay algo más que tiene, en su cabeza, enormes y largos cuernos de macho cabrío sobresalen, pero lo que más le asusta es el hecho de que en sus ojos, no hay ni una pizca de bondad, nada, sólo…, maldad.

«Es tu culpa»

Nirelle soltó un desgarrador grito de terror profundo, cayó de rodillas tomando su cabeza con ambas manos haciendo que todos la volteen a ver con preocupación. Aquella aterradora escena que la Muerte vio no fue más que una ilusión, una visión reproducida en su mente.

—¡Nirelle! —el mayor corría a acercarse a su amada con todos los demás también.

Sin embargo, no pudieron continuar cuando alrededor de la joven apareció un círculo, del cual tentáculos de sombras se alzan y lanzan vientos evitando que los demás se acercasen. Del cuerpo de Nirelle parecía emanar ondas de calor, en su mirar se percibe la perturbación de su mente como si sus ojos estuvieran viendo algo que no es la realidad. Todos están asustados, preocupados y consternados. Todos tratan de acercarse, pero nadie lo logra. En la muñeca de la joven, su brazalete comenzó a fracturarse poco a poco, hasta que se rompió completamente haciendo que en su cuerpo pequeñas llamas comenzaran a aparecer, mientras ella seguía con la voz desquebrajándose y sacando alaridos cuyo tono subía y bajaba.

—¡Carla! ¡Draco! ¡Rápido! —exigió Esteban en un apresuro para ayudar a Nirelle.

Las Muertes 1 y 5 alzaron su mano iluminada de luz sosteniendo su brazo con la otra, haciendo aparecer el tatuaje blanco de espinas en las muñecas de la joven, la Muerte 801 intentaría calmarla cambiando su energía perturbada, ilumina sus manos en color cobre, color cuyo significado es desbaratar las energías negativas, sin embargo, es inútil, pues el sello de contención de las Muertes Blancas eran borradas.

—¡Esteban! —habla Carla con dolor— ¡Las ataduras no funcionan!

—Maldita sea, si no hacemos algo ella va a... —sus palabras fueron cortadas ante presencias poderosas.

En ese instante, tres portales se abrieron al lado del círculo de sombras, de las cuales, tres seres salieron, todos de piel blanca, uno con cabello azul portando un tridente, otro de cabello dorado con una espada y el último de cabello blanco con un látigo, este último amarró a la joven con su arma, rápidamente el fuego en su cuerpo se apagó y las sombras comenzaron a desaparecer, Nirelle dejó de gritar y sus ojos estaban virados hacia atrás, ella se desplomó al suelo completamente inconsciente mientras una línea de saliva salía de su boca.

—¡Nirelle! —Amiel intentó acercarse, pero el ser de cabellos dorados impidió su paso— ¡Apártate de mi camino! —bramó lleno furia, más la criatura no dijo nada.

El del látigo retiró su arma y lo amarró a su cinto, se acercó a la joven y la levantó cargándola en brazos, luego prosiguió a retirarse con ella y los otros dos también.

—¡¿Qué demonios creen que hacen?! —gritó el colérico marido apareciendo su guadaña junto a los demás vampiros también sacando sus armas.

Para sorpresas de todos, las Muertes, Gamal, los Cadejos y los demonios presentes también sacaron las suyas, sin embargo, no fue contra estos seres, sino, contra los Antediluvianos.

—Cálmense, por favor —pide Ezequiel con preocupación de una lucha.

—¿Qué me calme? ¡Se están llevando a mi esposa!

—Comprendo tu enojo —habló Esteban apretando el palo de su guadaña—. Sin embargo, no puedes hacer nada contra ellos. Si inicias una pelea contra los Arcontes, vas a morir.

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