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Capítulo 53: No debe saberlo

El cielo nocturno rebosaba de brillo en un rancho donde una familia se encontraba despidiendo el cuerpo sin vida de un señor ya mayor, era un velorio.
La Muerte Negra 616, Nirelle, estaba en una esquina de la casa observando todo. Ella se apartó de las personas y se dirigió afuera, sentándose en las escaleras de madera de la casa que daba a la puerta.

—¿Qué tal, señorita? —pregunta un hombre de pelo canoso y de traje— ¿Es familiar o conocido del difunto?

—No, sólo decidí pasar a dar compañía —responde relajada y voz suave.

—Oh, es de los que sienten empatía ¿no? —el contrario sonrió observándole con simpatía.

—Es un bonito lugar, hay aire fresco y un hermoso cielo estrellado que es posible ver. En la ciudad es más difícil verlo.

—Sí, es verdad —el hombre se encontraba extrañado por aquella joven que muestra una sonrisa empática, como si tratara de apaciguar una tristeza—. Señorita ¿ha venido por algún motivo en específico?

—Sí. Vine a recoger a alguien.

—¿Ah si? ¿A quién? Si no lo encuentra puedo ayudar a localizarlo.

—No sé preocupe, ya lo he encontrado. Sólo espero a que se desocupe.

—Oh, ¿en verdad? ¿Desea que le haga compañía en lo que su espera termina?

—Me encantaría, Félix.

—¿Cómo sabe mi nombre?

—Es mi deber conocer a mis pasajeros.

—¿Pasajero? ¿Qué está diciendo? —el señor estaba muy confundido, ¿por qué esa joven le llama pasajero? ¿De dónde le conoce? Son preguntas que no lograría responder por él mismo.

—Regrese dentro, cuando termine sus asuntos lo seguiré esperando aquí afuera.

—¿Es a mí a quién vino a recoger? ¿Por qué? ¿Quién es usted?

—Sólo un guía si así prefiere llamarme. Ahora vaya.

Es rara —pensaba mientras regresa dentro.

—Una pregunta antes de que vuelva. ¿Quién es el difunto?

—¿Quién es? Él era… ¿Él era? ¿Quién era? —los pensamientos del sujeto se volvieron confusos. ¿Cómo era posible que olvidara a quien velaban? ¿O que se haya presentado sin saber a quien despedían o incluso sin recordar dónde o cómo llegó allí?

El hombre vio como la chica sonreía al cielo, tenía muchas dudas, ¿quién es? ¿de dónde venía? ¿por qué venía por él? Pero aún así, le intrigaba más su color inusual de ojos, un rojo claro en donde se veía el reflejo de las estrellas.
Volviendo en sí, el señor decidió entrar de nuevo a la casa, reconociendo que era la suya. Vio a sus tres hijos, juntos, abrazándose, y se acercó a ellos.

—Mis niños, sé que sonará extraño, pero ¿a quién velamos? —preguntó el señor tratando de no sonar irrespetuoso.

—No puedo creer que se haya marchado —dice una joven de 25 años, hija del señor.

—Fue algo sorpresivo, pero estamos juntos, vamos a salir adelante, él nos educó así —responde el hijo mayor.

—Así es. Siempre lo vamos a recordar —añade el otro hijo, quien era el menor de los hermanos.

—¿De qué hablan? —pregunta el hombre aún más confuso.

—Ay papá —menciona la hija entre lágrimas y sonrisa—. Fuiste un gran padre, y por eso te amamos. Es una gran pena que hayas partido tan pronto.

—¿Partido? Sigo aquí, hija… —el hombre intentó tomar del hombro a su hija, pero su mano la atravesó, dejándolo asustado, fue entonces que se acercó al féretro, viendo que un cuerpo idéntico al suyo se haya dentro— No, imposible.

El hombre prontamente recordó cómo fue que murió, un infarto fulminante. Sin embargo, no se alteró, al contrario, sonrió, y fue con sus hijos y familiares despidiéndose de todos, por supuesto, nadie le veía, luego salió de nuevo, encontrando a la joven de ojos rojos aún sentada en la entrada viendo las estrellas.

—¿Has terminado? —preguntó la parca.

—Sí. ¿Por qué no me lo dijiste?

—¿Le creerías a una extraña si te dijera que has muerto? —menciona levantándose con una sonrisa.

—Tienes razón —bufó divertido.

—Lamento su perdida.

Nirelle siempre decía esas palabras a los difuntos, pues eran ellos quienes debían dejar atrás su vida, amigos, familias, sueños y demás, por partir.

—Gracias, por esperar. Te había visto rondando seguido y no me detuviste. ¿Esperabas a que me diera cuenta por mí mismo?

—Claro. Velar por tu protección y la demás es mi labor. ¿Listo para partir?

—Sí. ¿Puedo saber tu nombre?

—Nirelle —menciona abriendo el portal con su mano.

—Gracias, Nirelle —el señor cruzó y el portal se cerró.

La chica vio por la ventana como la familia tenía una sonrisa entre lágrimas para despedir de esa manera a quien les enseñó que siempre hay que tener buena cara ante el mal tiempo.
Ella sonrió, pues era evidente que la familia estaría bien, así que ella también se retiró de nuevo a su hogar, cayendo a través del portal en la cama junto a Amiel, quien estaba leyendo un libro, tomándolo por sorpresa.

—Te gusta mucho aparecer de esa forma ¿no?

—Sí. Es divertido —responde la menor volteándose a abrazarlo, haciendo que él dibujara una sonrisa—. ¿Qué tal tu día?

—Bien, Adir estuvo todo el tiempo pidiendo que jugara con ella —responde volviendo a leer su libro.

—Déjame adivinar, al final la pusiste a jugar ajedrez ¿verdad?

—Así es —Nirelle rió afianzando su abrazo, acrecentando la alegría de él.

—Ella odia jugar eso y lo sabes.

—Sí, pero me gusta como se esfuerza para tratar de ganar. Por cierto, no olvides que la próxima semana es la boda de Elrick y Sara.

—No lo olvido. Y gracias por recordármelo.

El mayor apartó su vista de las páginas que leía, ya que sentía a su compañera algo pensativa.

—¿Ocurre algo?

—¿Sabes por qué mi sangre es tan valiosa?

—¿Qué? –en sus adentros, Amiel se asustó, pensaba que la menor ya había descubierto la verdad.

—Sería más fácil conocer la respuesta si los Drows estuvieran.

Él le contó que hubo una temporada en la que ninguno de su familia había estado en casa, cuando regresaron, el hogar estaba hecho un desastre en su interior, y de los sirvientes que tenían a su cargo, la mayoría estaban ya desintegrados, pues habían restos de sus cenizas esparcidas en la morada, sólo habían dejado a un par vivos para que les entregaran un mensaje.

«Los haremos pagar»

Los sirvientes tenían cuchillos en sus cuerpos que les impedían morir, no había nada qué hacer por ellos, así que se los quitaron, y reconocieron que dichos puñales eran trabajos de los elfos oscuros, así que se dirigieron a verlos, sin embargo, al llegar, la línea de piedras estaba rota, con las rocas esparcidas por todo el lugar, habían logrado salir, aunque no sabían cómo.

—¿Por qué te interesa?

—Ellos intentaron tomarla aquella vez, y no sólo eso, cuando Samuel trató de apuñalarnos a Neizan y a mí mientras dormíamos, dijo que mi sangre era la clave —frunció el ceño soltando un suspiro frustrado—. Y tampoco olvido la vez en que Haka casi me mata cuando yo aún seguía siendo humana, intentando devorarme. Incluso tu padre hizo un comentario sobre eso el día en que, bueno, lo maté.

El mayor sólo pudo apartar la mirada un momento, pero fue suficiente para que la joven lo notara.

—Amiel. ¿Sabes algo al respecto? Dime la verdad.

—No, yo… —deseaba tanto que algo interrumpiera.

—Nirelle —Hiram entró de repente a la habitación—. Al parecer Gon y los Dips quieren pelear.

—¿Qué? —la chica se levantó y fue a la sala que es donde a su amigo le gusta estar.

Los hermanos se quedaron en la habitación, Amiel con el ceño fruncido de la preocupación.

—Me debes una, hermano —el mediano había escuchado la conversación que la pareja estaba teniendo, por eso ordenó a dos de sus perros que molestaran al Cadejo—. ¿No crees que es mejor decirle la verdad?

—No. Incluso las Muertes se lo ocultan, además, sabe que tiene que tener sumo cuidado con eso, y para eso nos tiene a nosotros, vamos a mantenerla a salvo.

—¿Nosotros? ¿A una Muerte que más encima es Negra? —dice burlón con las manos en los bolsillos.

—Sí. Así es, nunca debe saberlo, es por su bien.

Abajo en la sala, Gon gruñía hacia los perros-vampiros, estando en guardia.

—Gon. ¿Qué pasa?

—Estos dos vinieron a molestarme mientras dormía.

—Oh vamos —dice riendo un poco, levantándolo como si de un cachorro se tratase—. Vamos a dormir.

—No soy un cachorro —se quejó, pero seguía quieto mostrando los dientes a los perros de Hiram.

—Claro que sí, para mí sí —revoloteó el pelaje de la cabeza.

—En esto no has cambiado —resopló vencido—. ¿Y bien? ¿Marc ha encontrado una pista de lo que buscas?

—Me mandó un mensaje hace rato, dijo que lo viera mañana en la sala de conferencias al que tanto le gusta ir, dijo que tenía que decirme algo importante sobre mi petición.

El mayor estaba solo en la habitación, parado en la ventana viendo las estrellas, en su mente le preguntaba a Dios qué hacer, «¿Decirle la verdad aunque le duela? ¿U ocultarle ese legado para protegerla? Una verdad que lleva consigo dolor, un arma de doble filo que podría ayudarla o destruirla, durante años he cazado a quienes lo saben y han intentado tomarla. ¿Pero qué hacer si ella misma lo descubre? La decisión que pueda tomar tras saberlo, me aterra.»

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