Capítulo 51: Juego de Cacería
—¿No me vas a soltar? —pregunta entre risas la chica al ser aprisionada por el brazos de vampiro.
—No. No quiero —daba tiernos besos al costado de la cabeza de ella provocándole reír más m
—Por mí está bien —y ella afianzaba el abrazo para él.
—Hermano —Hiram se hacía presente, interrumpiendo el ambiente meloso de la pareja.
—¿No podías aparecer en mejor momento? —replicó el mayor mirándolo en reproche.
—Lo siento, pero ¿puedo robarte a tu novia un momento?
—Uhm, está bien —dice besando y soltando a Nirelle para luego dejar solos a su hermano y a la joven.
Por unos momentos hubo un silencio, Nirelle esperaba sonriente a que el chico hablara, sin embargo, para Hiram, pronunciar alguna palabra le era difícil, su mente se había quedado en blanco a pesar de que hace unos minutos ya tenía pensado qué decir.
—Rayos, se me ha olvidado.
—¿Puedes hacer eso conmigo otra vez? —menciona al ver la cara preocupada del contrario.
—¿Eh? —por unos segundos el mayor se confundió, pero luego la sonrisa de la joven le contagió cuando entendió a lo que ella se refería— Claro.
Hiram se acercó a Nirelle tomándola de las mejillas con ambas manos, juntando sus frentes y ambos cerrando los ojos, de pronto el fondo a su alrededor se hizo oscuro, y diversas luces comenzaron a aparecer.
Él se separó y le indicó que ya podía abrir los ojos, a lo que ella hizo, maravillándose por la habilidad de Hiram, la cual es su favorita.
Cualquiera que no conozca al joven pensaría que su don es la completa obediencia de los Dips, sin embargo, ese es sólo un extra que él posee, su verdadera habilidad es la Ilusión, puede crear escenarios imaginarios en su mente y proyectarlos como si fueran reales, de esa manera podían hacer simulaciones de los trabajos que haría la familia o simplemente como apoyo.
Cuando Amiel tenía que partir, le preocupaba dejar sola la menor durante las noches, pues ella lloraba casi a diario, así que le pidió a su hermano que la vigilara mientras dormía por si despertaba llorando, y si lo hacía, usaba su habilidad para tranquilizarla, creando una ilusión de estrellas alrededor, cosa que funcionaba. De esa manera ambos se volvieron más unidos, y Nirelle siempre le pedía el mismo escenario.
—Nunca ha dejado de impresionarme esta vista. Es muy hermosa.
—Gracias —menciona el chico teniendo ya calma en su interior.
—Tu don con la pintura también lo es.
—¿Qué?
—Fuiste tú quien pintó ese cielo estrellado en el techo del dosel ¿no?
—¿Cómo lo sabes?
—¿Quién más podría hacer semejante obra maestra?
—Nirelle... —sonreía forzado. Antes de expresar más palabras, la joven se adelantó.
—Te perdono —él la miró sorprendido, regresó su sonrisa que en cierto grado le alivió por sus palabras—. Aunque nunca te he culpado, pero si no te lo digo vas a seguir con ese semblante, y no me gusta.
—Haces que todo se vea fácil. No sé cómo lo haces, pareces más un ángel que otra cosa.
—Que contradictorio, casi siempre me dicen demonio, pero tú me dices ángel. Pues gracias.
—Demonio ¿eh? —Hiram acarició la cabeza de la menor haciendo que se extrañara.
—¿Hiram?
—Bienvenida de vuelta, niña —ambos compartían sonrisas y risillas cómplices como en el pasado, como familia.
—Nunca van a dejar de llamarme así ¿eh? —él negó divertido— Me alegra haber vuelto.
Ambos se quedaron un par de horas entre aquella ilusión que el mayor había creado. Hablando y riendo sobre muchas cosas, la mayoría eran anécdotas graciosas que Nirelle contaba, a Hiram le hacía tanta gracia que carcajeaba.
Aquel muro que se había erguido por 824 años fue derrumbado a tan sólo unas cuantas horas tras haber vuelto a hablar.
—¿Todo está arreglado? —pregunta Amiel acercándose al par.
—Hermano, sí, todo arreglado —responde desapareciendo el escenario.
—Me alegro. ¿Ahora puedes regresármela?
—¿Estas celoso? —la menor no pudo evitar burlarse del mayor, haciendo que ambos hermanos rieran.
—Hermano, ya he cumplido la condición —Amiel parecía un poco vencido por ellos, Nirelle observaba como siempre curiosa.
—¿De que hablan? —por supuesto su intriga le hacía preguntar, más al mayor con mirada fija, quien es el que responde.
—Tendremos un juego de cacería.
Un juego de cacería, Adir quería repetir aquel pequeño evento que a aquella joven humana se le había ocurrido. Aunque a Nirelle le sorprendió, le gustaba la idea de jugarlo de nuevo, así que, para llevarlo a cabo, ella saldría en la madrugada de la casa de Elrick atravesando su portal junto con Gon, quien sólo sería espectador.
—¡Nirelle! —menciona la melliza abrazando a la menor en cuanto salió del portal.
Ella saludó de regreso a ella y al resto de la familia, más no hubo más preámbulo cuando el líder del clan explicaría las reglas.
—Tienes que arrebatarnos este cascabel, todos tenemos uno atado al cinto de nuestros trajes —dice Amiel alzando un pequeño cascabel plateado con un cordón rojo—. Ya no hay límites, todo el bosque es el área de juegos.
—¿Y los Drows?
—Ya no están, pero te contaremos sobre ellos después. Ahora ve, saldremos cinco minutos después —la Muerte sonrió ansiosa antes de caminar—. Y una cosa más, los poderes están permitidos.
—¿Uhm? De acuerdo —responde feliz la chica.
Así, la Muerte se adentró sin temor.
Una vez allí, apareció su guadaña y se mantenía atenta a todo ruido.
Con una sonrisa, Amiel dio la orden de empezar el juego, sin embargo, esta vez todos entraron a la vez a excepción de él, quedándose con el can a un lado.
Todo era callado, el sonido de las ramas de los árboles junto al viento pasando por los huecos de estos, a la vez que algunos animales nocturnos que estaban presentes, no hacían a la joven perder su calma, fue entonces que sintió que su cuerpo era jalado, así que enterró la punta de su guadaña en el suelo.
Sabía que quienes estaban cerca eran la pareja de mellizos, con Adif atrayéndola con su habilidad.
La tierra bajo sus pies comenzó a partirse, ese era Sem, rápidamente ella fue levantada por Adir. Con la guadaña iluminando la hoja lanzó un viendo, no uno que cortara, pero sí que les alejara.
Prontamente comenzó a correr, pues ahora ella podía notar algo en el juego.
Ya no era el mismo, no porque fuera la Muerte y eso significaba que ellos irían con más vehemencia, sino que ella ahora se sentía la presa, ella sabía que estaba siendo cazada.
Nirelle fue atacada por una flecha de Adif, sacándola de sus pensamientos, prontamente Hiram y Jaziel aparecieron con ímpetu, lanzando estocadas en los que ella respondía con reflejos rápidos y vivaces a la vez que no tenía descanso alguno contra las saetas de los mellizos buscando sacarla de su balance.
La tierra fue movida de nuevo, un camino recto fue creado para dar paso a un duelo uno a uno contra Lena intentando inmovilizar a la Muerte con su mirada, cerrar los ojos sería un gran error, entonces ¿cómo pelear contra alguien sin tener que verle la cara?
Nirelle se concentraba en sus pies y el sonido de las Sai de la pelirroja cortando el aire para no tener que caer en su don. Sin embargo, aún no tenía descanso, Sem atacaba desde el aire, ella se echó para atrás y la tierra se levantó arrojándola, lo cual aprovechaba para intentar escapar y formular un plan, pero era claro que no le darían tregua, así que, empuñando su arma, arremetió contra ellos.
Sabiendo aprovechar el impulso de sus contrincantes, respondía cada movimiento a pesar de que eran duros, podía notarse la experiencia del pasar de los años, sin embargo, eso no dejaba que el talento de combate de la joven se viera opacado, donde relucía más su compromiso de fuerza para proteger que otro motivo.
—¿En verdad la amas? —Gon lanzó esa pregunta de golpe a Amiel mientras esperan a que todos volvieran sin cascabel.
—Inmensamente.
—Entonces no te atrevas a lastimarla. De lo contrario te destrozaré.
El mayor se puso de frente al can, arrodillándose en una pierna con la mano en el corazón y mirándole a los ojos. Juro que daré mi vida por ella. Prometió como si el fuego habitara en esos ojos.
—No quiero que des tu vida por ella, eso me toca a mí —Gon lo miraba con seriedad, casi hostilidad—. Quiero que la vivas junto a ella.
—Perro... —el mayor se asombró enormemente ante estas palabras.
—No me llames así, mi nombre es Gon.
—Entonces, Gon, me encantaría que pudiéramos ser amigos.
—Claro.
Prontamente del bosque se vio a los vampiros saliendo, todos se veían sucios, con ramas en su vestimenta, todos estaban sonriendo, y ninguno tenía su cascabel, ella había logrado cortarles el hilo tomando las campanillas.
Amiel se levantó y sonrió, emocionado de nuevo, así que él caminó adentrándose en aquella frondosidad, haciendo que su sombra apareciera.
En un árbol, Nirelle estaba recostada, cansada. Miró hacia el cielo contemplando el firmamento mientras una sonrisa se le dibujaba en el rostro.
En ese momento escuchaba el tarareo del mayor con la melodía relajada que siempre ella producía.
Se levantó empuñando su guadaña y estando alerta. Las nubes cubrieron la luz de la luna, no había sonido. De pronto, Amiel apareció frente a Nirelle chocando su guadaña contra la de ella.
—¿Una guadaña de tres hojas?
—¿Sorprendida? —menciona el mayor burlón— Nunca hiciste un trabajo conmigo, por lo que jamás habías visto mi habilidad ni mi arma.
Con dificultad, la Muerte batallaba para que Amiel no la empujara más de lo que ya lo había hecho, pero él impelió la guadaña de la menor haciéndola retroceder comenzando a atacarla mientras ella se defendía.
Cada uno lanzaba y respondía los golpes del otro, todos con reflejos y movimientos que parecían sacadas de una coreografía danzada rítmicamente, sin embargo, se notaba con evidencia que el mayor era quien dirigía ese baile furtivo.
Chocando una vez más sus guadañas sus miradas son cruzadas como diciendo todo con nada, más Amiel rempujó a la menor, haciendo que su arma saliera volando y ella perdiera el equilibrio, él regresó su sombra y tomó a Nirelle entre sus brazos antes de que cayera al suelo quedando arrodillado en una pierna, ella rodeó el torso del más grande quedando inmóviles con sólo la naturaleza hablando.
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