Capítulo 50: Consejo - Parte 2
—¿Un consejo? ¿A mí? —preguntaba con mucha sorpresa. La contraria afirmó apenada— ¿De mí para ti?
—Creo que mejor me voy.
—¡No! Lo siento —rió—. Es que es muy inusual. Nunca me has dirigido la palabra antes a no ser que sea por trabajo.
—Lo sé, de hecho, también es raro para mí, y comprendo si no quieres escucharme, ya que siempre te he tratado mal.
—¿Ah sí? —sonrió ladeando su cabeza.
—¿No te molesta?
—¿Por qué debería? –dice mientras se sienta recostándose en el tronco— Vamos, siéntate, te escucho.
Ya estando ambas sentadas con el aire soplando, Carla comenzó a contar su pesar, Nirelle le ponía suma atención sin dejar de mostrarle una sonrisa.
Desde la casa, Amiel vigilaba a las chicas, habiendo agudizado su oído escuchaba la conversación, su desconfianza fue bajando cuando supo el porqué aquella Muerte Blanca quería hablar con su Estrellita.
—¿Espiando? —pregunta Hiram al ver a su hermano viendo fijamente a las chicas.
—Sí —contestó sin más.
—Oh, que franco —sonrió—. ¿Qué quiere esa Muerte Blanca?
—Al parecer ayuda de Estrellita.
—¿La sigues llamando así?
—Me dio permiso de seguir haciéndolo.
Hiram también miraba hacia las jóvenes, pero más a Nirelle, su mirada era una decaída, en su adentros le dolía verla sonreír de esa manera, se sentía el peor del mundo al pensar que pudo haber hecho desaparecer aquella sonrisa amable que siempre muestra a cualquiera que hable con ella.
—¿Por qué no hablas con ella? —pregunta Amiel.
—No tengo derecho después de lo que provoque.
—Vamos, te sentirás mejor.
—¿Tú crees? —bufó pesado con sonrisa forzada.
—Claro. Después de todo ella te quiere también. Básicamente te ve como si fueras su hermano. No olvides que cuando yo no estaba, era contigo con quién más pasaba el tiempo.
—Es verdad —el menor sonrió al ver lo feliz que su hermano estaba sólo con mirar a la joven—. Hermano. ¿Algún día vas a contarle sobre aquello?
La sonrisa del mayor se desvaneció ante la pregunta de Hiram, aunque sentía que debía contarle ese secreto a Nirelle, no podía dejar de pensar en cómo le afectaría saberlo. No era como que fuera simple decírselo, especialmente por la gran responsabilidad que ella tendría si lo llegara a descubrir y las consecuencias sobre revelarle la verdad le asusta tanto.
—Ella me contó que las Muertes mayores nos concedieron un indulto a cambio de no dejarnos beber su sangre. ¿Sabes por qué fue a ti al único que le conté sobre esta verdad después de que matáramos a Arath y su familia? —el menor negó— Si algo llega a pasarme, quiero que la protejas, a ella y a nuestra familia.
—No hables así —frunció el ceño en reproche poniendo su mano en el hombro de su hermano, ni siquiera deseaba imaginar esa opción—. No te pasará nada. Además, no creo que pedirme que la proteja sea una buena idea.
—¿A qué te refieres? —lo volteó a mirar confuso, a lo que el hermano sonrió de nuevo de manera burlona.
—Aunque nos duela aceptarlo, ella ya no es aquella niña humana indefensa. A decir verdad, incluso siendo humana ya era buena defendiéndose. ¿O acaso ya olvidaste el juego de cacería? Prácticamente nos humilló a todos.
—No. No es posible olvidarlo —regresó su vista a seguir observando a la chica protagonista de su alegría—. Esa noche terminé siendo completamente cautivado por Estrellita. Su sinceridad y alegría me ataron para toda la eternidad. Incluso, cuando creí que nunca podría superar lo que ocurrió con ella.
—Uhm, es verdad. ¿Sabes? Respecto a lo que Adir quería hacer. Los demás y yo creemos que sería una buena idea.
—¿Qué? No.
—Oh vamos, será una buena forma de darle una bienvenida de vuelta.
Por unos momentos el mayor se quedó pensando, luego sonrió levemente y le hizo una propuesta a su hermano.
—Creo que tienes razón.
—Genial, iré a avisar a los demás.
—Pero hay una condición que debes cumplir.
—¿Qué?
—Habla con ella. Sólo entonces dejaré que hagan eso.
Mientras tanto las chicas terminaban de hablar, Carla se sentía más tranquila habiéndose desahogado con Nirelle, pues ella se mostró atenta ante todo lo que le decía.
—¿Y qué opinas? —pregunta la Muerte Blanca.
—Dile exactamente lo que me acabas de decir.
—¿Qué? ¿Ese es tu consejo?
—Sí. Ni más ni menos. Es lindo que te esfuerces en agradarle a Arlet, pero es mejor que lo hagas cuando sepas cómo tratarlo.
–¿Qué quieres decir?
—Verás, él era un cachorro cuando Kim lo acogió. Tenían un vínculo antes de que oficialmente se convirtiera en Cadejo. Ellos dos hablaban, así que sólo debes expresarte. Pregúntale qué es lo que le molesta, lo que le gusta, pero especialmente pregúntale qué es lo que cree que hace falta para que formen una buena relación. La comunicación es la base de cualquier relación. Ah y le gusta que le rasquen detrás de la oreja izquierda.
Carla no podía dejar de ver cómo su compañera se expresaba, siendo tan cálida.
—Por eso odio a Esteban —cruzó los brazos.
—¿Qué?
—Él dijo que si hablaba contigo terminaríamos siendo amigas. Y aquí estamos —por un momento hubo un silencio en los que ambas sólo sonreían— Nirelle. ¿Sabes que Esteban te ama?
Ese comentario tomó por sorpresa a la joven, y también a Amiel, quien aún se encontraba escuchando la conversación.
—Sí. Lo sé.
—¿Puedo preguntar qué es lo que ves en ese vampiro? ¿Por qué prefieres estar cerca de ellos?
—Yo no tenía nada —menciona recostada sobre sus piernas flexionadas.
—¿Que no tenías nada? —la contrario afirmó con una sonrisa nostálgica.
—Yo sólo tenía a mi madre, ella era quien me cuidaba, quien estaba a mi lado siempre. Todos nos dieron la espalda, éramos ella y yo contra el mundo, siempre huyendo juntas. Un día me la arrebataron y quedé sola. Creí que moriría también, por un momento, perdí mi fe, odié a Dios.
—Nirelle…
—Fue entonces que Amiel apareció, me salvó a pesar de que sólo fue porque quería beber mi sangre, pero se contuvo de hacerlo. Luego me trajo a vivir con él y su familia.
—Suena a que sólo te guardó como una presa.
—Así me decía, que yo le pertenecía porque era su presa. ¿Y sabes? Nunca me importó. Porque a pesar de que lo decía, siempre fue amable conmigo. Me protegía y curaba mis heridas, siempre…, Y yo me sentía como si fuera su perro, siempre atrás de él. Feliz de que me acariciara la cabeza.
—Entonces ¿por qué sigues con él?
—Al principio sólo le tenía un gran agradecimiento por todo lo que me dio, pero con el paso de los años, otro sentimiento apareció y me di cuenta de que sentía algo más por él que un simple gracias. Comencé a desear que esas caricias se convirtieran en algo más, y ahí es donde supe que me había enamorado.
—Vaya —menciona Carla levantándose mientras da la espalda a Nirelle—. Qué bonita historia…
—Carla. ¿Estás llorando?
—No —su voz salió rápido, pero pidiendo notarse un temblar en ella—. Creo que es mejor que me vaya, voy a poner en práctica lo que me dijiste. Y Nirelle, gracias.
—No hay problema —ambas se dedicaron sonrisas, Carla más de alivio.
La Muerte Blanca abrió el portal y fue cruzándolo despidiéndose de su ahora amiga.
—¿Sabes? —Nirelle habla antes de que la conexión se cierre por completo— Yo creo que tú y Esteban hacen una bonita pareja.
—¡¿Qué?! —se sonrojó, pues eso que alcanzó a escuchar antes de que el portal se cerrada la sorprendió.
—Carla —dice una voz conocida para la joven, era Esteban.
—¡Esteban!
—¿Qué ocurre?
—¡Nada! —dice ocultando su rostro con la capucha de su túnica, a lo que el contrario se extrañó— Ah, ¿sabes si Arlet ya regresó? —pregunta destapando su rostro un poco.
—Sí, esta donde siempre.
Sin más que un agradecimiento la chica transformó su guadaña en gargantilla yendo hacia el campo, ahí, buscó a su Cadejo, quien se encontraba acostado entre un pequeño campo de amapolas.
El canino levantó la cabeza en cuento se percata de quién era, pero en su mirar había desaprobación.
Aunque a Carla le ponía nerviosa, respiró profundo tomando valor para sentarse de frente a Arlet, con una mirada determinante, ella iba a hablar, directa, sincera y expresando lo que siente.
Mientras tanto, Amiel regresaba con su Estrellita, quien le miró sonriente, así que ella levantó a abrazarlo por el cuello. El mayor corresponde, pues oírla hablar de esa manera, a la vez que le demostraba todo ese afecto, le hacía sentir el más dichoso del mundo.
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