Capítulo 5: Sin dolor
—¡Basta! —el Cadejo suplicaba entre risas que 616 parara de rascar su panza.
—¿Quién es un buen chico? —decía con risa burlona y divertida, teniendo cautivo al can que se retorcía— ¿Quién es un buen chico?
A la chica le encantaba molestar a su amigo de esa forma, pues le parecía tierno ver a Gon mover la pata dando golpes en el suelo como cualquier perro que disfruta de que su dueño le de mimos.
—¡Te he dicho que pares!
Gon lanzó un golpe directo a la cara de 616 con su ala, haciendo que ella cayera de espalda y se tomara la cara con ambas manos, pero incluso así ella reía demostrando que no se arrepentía de nada, y que valió la pena el golpe que se llevó.
—Rayos, nunca vas a dejar de hacer eso ¿Verdad? —Gon se acomodó en sus cuatro patas, cansado por la risa que poco a poco bajaba.
—No —ante la respuesta él viró los ojos—. ¿Y bien? ¿Dónde está?
—Es justo la habitación de abajo.
—De acuerdo —la chica se levantó y tomó su guadaña—. Vuelvo enseguida.
616 salió de la habitación mientras que Gon y Leila se quedaron junto al chico, que la veía salir con tranquilidad por la puerta.
—¿A dónde va? —preguntó Elrick con curiosidad.
—A hacer su trabajo —respondió Gon mientras se recostaba sobre su pata, quería descansar, tosa esa risa le había dejado sin energía.
—Te refieres a que..., ¿alguien va a morir?
—Exactamente —susurró teniendo los ojos cerrados esperando poder descansar y sacar más ánimos.
Con más curiosidad el chico se levantó de su cama, jaló el porta-suero y se dispuso a ir a la habitación de abajo. Se tambaleaba un poco pero se mantenía estable y con fuerza.
—Espera. ¿A dónde vas? —preguntó Leila inquieta.
—Voy a seguirla.
—No deberías —añadió el Cadejo.
Haciendo caso omiso, el chico fue en ascensor al piso de abajo para buscar a la Muerte, Gon y Leila lo acompañaron (el can con rostro aburrido porque deseaba quedarse acostado en la habitación). Al llegar, el perro los guió hasta la habitación, pudieron ver hacia dentro debido a que había una ventana con cristal que les permitía la vista. El paciente era una mujer de avanzada edad, estaba rodeada de su familia, sus hijos y nietos. La señora estaba en fase terminal de cáncer, y había perdido la batalla contra la enfermedad, el menor de los nietos tenía doce años, lloraba, se apreciaba el amor hacia la anciana al igual que todos en la habitación. 616 estaba un poco apartada, esperaba sólo el minuto exacto para que la mujer falleciera y recibirla.
Una vez que la señora se despidió de sus seres amados, cerró sus ojos y murió.
Los llantos de los familiares se hicieron más fuertes, era normal, claro, alguien amado para ellos dejaba el mundo terrenal.
El alma de la señora se desprendió de su cuerpo físico y se colocó al lado de la Muerte, quien dibujaba en sus labios una pequeña sonrisa de acobijo hacia su pasajera y los que se quedaban.
—Debo decir que no eres como me lo imaginaba —mencionó la anciana mirándola con sorpresa.
—¿Esperabas un saco de huesos? —respondió en broma haciendo a la anciana reír con ella.
—A decir verdad, sí —miraba a su familia con cierta melancolía.
—Lamento no cumplir con las expectativas.
—Está bien, me gusta más así.
Por unos momentos hubo un silencio, la chica dejaba que la recién fallecida contemplará a su familia.
—Realmente te aman.
—Sí, tuve una buena vida. Quizá el más afectado sea Mike —la anciana se refería al menor de sus nietos—. Pero estarán bien, son una familia fuerte y unida.
—Descuida, los ángeles los guiarán.
—Es bueno oír eso.
—Lamento su perdida —mencionó 616 con empatia.
—¿Sabes? Lo bueno de morir, es que ya no hay dolor.
La Muerte ladeó la cabeza, no agregó otra cosa a la frase, tenía sus opiniones sobre qué tan acertada y en cuáles situaciones se aplicaba, sin embargo prefería debatir en esa cuestión consigo misma.
Alzando su mano, 616 abrió un portal a sus espaldas. La señora contempló por una última vez a su adorada familia y se despidió, no con lágrimas, sino con una sonrisa esperanzadora.
—Espero verlos de nuevo, pero espero que sea dentro de muchos años.
Sin más, la abuela se giró y caminó dentro del portal, este se empezó a cerrar y antes de desaparecer, la anciana le dio las gracias a la Muerte por el gesto amable. Una vez cerrado el portal, 616 recostó la guadaña en su hombro, cerró sus ojos y juntó sus manos.
—Ella está... ¿rezando? —preguntó sorprendido el joven.
—Que seamos las Muertes no significa que no nos importe o no nos duela que alguien muera —responde Leila con sonrisa triste sin dejar de ver a su amiga—. Se nos dio esta responsabilidad y la aceptamos para ayudar a nuestra manera.
—La parte más difícil para ella es cuando alguien bueno muere —agrega el can, que volaba para poder ver al interior de la habitación—. Le encantaría poder dejarlos seguir aquí.
—¿Entonces por qué no lo hace? —replicó Elrick apretando el palo de su porta-suero, sintiendo impotencia y algo de enfado, en su mente no se cuestionaba la "injusticia de la vida", él la criticaba duramente.
—Porque todo tiene un curso —el humano miró al can, que al igual que Leila, solo miraban compasivos al ser que rezaba—. Alterar el destino de alguien puede alterar el destino de muchos.
Ella lo sabe muy bien. Y aún así, decidió hacerlo... una vez más.
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