Capítulo 49: Consejo - Parte 1
—¡1! ¿Qué ocurrió allá? —cuestionó una mujer de cabello castaño largo y túnica blanca.
Ella se dirigió hacia su superior, quien se encontraba leyendo un libro sentado en una banca bajo un Malus (un manzano ornamental de flores blancas) y a sus pies, su Cadejo se hallaba descansando, quien sólo levantó una oreja al escuchar a la mujer hablar.
—5, ¿qué tal? —sin embargo, Esteban se encontraba sonriente— Pues ¿qué puedo decirte? Estabas en primera fila observando todo.
—Precisamente por eso. No comprendo su decisión de perdonar a 616, además, ¿qué piensan hacer con los Antediluvianos?
—Nirelle, su nombre es Nirelle.
—¿Por qué ahora tiene nombre? ¿No se supone que es una Taran?
—Se le ha otorgado un nombre. Así que ahora pueden llamarla así. Y sobre los vampiros, se les han otorgado un indulto.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! Ellos mantuvieron cautiva a una Muerte —replicó con enfado e incredulidad.
—Nirelle lo pidió, ahora es responsable de ellos —sin embargo, el hombre seguía en calma.
—¿Por qué le cumples todos sus caprichos, Esteban?
—Yo no cumplo los caprichos de nadie —menciona cerrando su libro y poniéndolo en sus piernas, mirándola con seriedad—. Además, ella jamás ha sido caprichosa.
—Entonces ¿cómo puedes aceptar tan fácil que ella esté con alguien más? Llevas años enamorado de 616 —él cerró sus respirando lento para abrir de nuevo su vista, dirigiéndola sobre ella
—Precisamente porque lo estoy, la dejo ser feliz.
—¿Y qué hay de tu felicidad?
—Te preocupas por mí? —Esteban le lanza una sonrisa burlona a la joven posando su cabeza sobre su mano.
—Por supuesto —desvía su mirada poniendo una mano a la cadera—. No me gusta y me molesta que ella no se dé cuenta de tus sentimientos.
—Ja, ja, ja, gracias. Pero ella lo sabe, por eso mantiene su distancia, siempre se preocupa por los demás y sabe cómo tratar con ellos, aunque se le complica mucho tratar con ella misma. Carla —la mujer regresa sus ojos a los de él—, deberías acercártele más, sin duda serían buenas amigas y aprenderías cosas de ella.
—Estás loco —replica cruzando los brazos—. ¿Qué podría aprender con ella?
—Quizá el cómo llevarte mejor con tu Cadejo —los ojos de la joven se abrieron un poco de la impresión—. A pesar de que tú y él son compañeros desde hace 300 años, no tienen una buena relación,. En cambio Nirelle y Gon sólo han estado juntos por cuarenta y son la mejor pareja que hay. Además, ella tiene una excelente relación con los demás Cadejos, incluyendo al tuyo.
La mujer bajó los brazos y miraba al suelo, sabía que lo que Esteban decía era la verdad.
—He intentado de todo para que Arlet y yo nos entendamos, pero... —dejó salir un largo y sonoro suspiro de frustración.
—Y yo lo sé bien. Por eso creo que es una buena idea que dejes tu orgullo y le pidas un consejo a Nirelle —como la mujer se notaba reacia a la idea, él agregó—: ¿Sabías que Gon ha sido su primer y único Cadejo?
—¿Qué? Bueno, sí, lo sé. ¿Qué tiene que ver eso?
—Antes en este lugar, los canes estaban amarrados con cadenas sujetas al suelo. Ninguno se movía a no ser que una Muerte viniera y lo tomara como compañero.
Ambos miraron alrededor, un gran campo de verde pastizal más allá hasta donde la vista llegaba, con árboles de diversos tipos y tamaños que proporcionaban sombras frescas y muchos Cadejos descansando, ya sea dentro de aquellas sombras o bajo los rayos del sol, algunos con las alas a la vista, otros lo tenían ocultas, algunos más corrían o volaban, también los había jugueteando en el lago cristalino que allí se visualizaba.
—Después de que ella dejara la casa de los vampiros, vino conmigo y Uriel, el jefe de las Muertes Negras de aquel entonces, para saber dónde podría quedarse. Por supuesto le dimos un lugar, pero ella especificó que sólo volvería para dejar su reporte y que sólo dormiría una vez por año, el mismo día por veinticinco horas.
La joven se mantenía atenta a lo que su jefe decía con tanta nostalgia y gracia, y en cuyos ojos se reflejaba algo como si pudiera ver revivido lo que su mente recuerda.
—La guiamos aquí para que escogiera su Cadejo, le explicamos la jerarquía y ella se mantenía callada, pensábamos que lo había aceptado completamente. Pues observaba a cada uno mientras ellos también la veían. Entonces hizo algo que nos asombró.
—¿Qué fue lo que hizo? —Carla pregunta curiosa, pues el mayor rió un poco.
—Transformó su brazalete en guadaña y lanzó un viento cortante hacía las cadenas de los Cadejos. El cuidador estaba furioso, sin embargo, se notaba que a ella no le importaba su enojo.
—¿Por qué hizo eso?
—Cuando le preguntamos ella contestó: «Los compañeros no son esclavos» —Carla levantó un poco más sus párpados con asombro ante la anécdota—. Cambió el aire de aquí, es por ella que ahora este campo luce de esta manera. Nunca ha visto a nadie como menos, y por eso jamás había tomado a un Cadejo, hasta que conoció a Gon. La mayoría de aquí por supuesto la quieren de ama.
—Incluyen a Arlet, supongo —Carla mostró un semblante triste.
—Sí, así es —responde el Cadejo de Esteban—. Por eso deberías hablar con ella. Nirelle y Kim eran muy buenas amigas, por eso Arlet quería estar al lado de la Muerte 616.
Esteban sacó su dispositivo y mandó un mensaje con una coordenada al dispositivo de Carla, quien lo sacó extrañándose por ello.
—¿Y esto?
—Es dónde está Nirelle.
—No —frunció el ceño—, ella no va a querer decirme nada.
—Ella jamás ha guardado rencor hacia a ti ni a nadie, a pesar de la forma en la que los demás suelen tratarla. Si se lo pides, ella te escuchará y te aconsejará.
La joven veía temerosa el mensaje, considerando en abrir un portal e ir. Fue entonces que el mayor se levantó con su mano sosteniendo el libro a su espalda, tocó el hombro de Carla con la otra mano y sin más se retiraba con su Cadejo siguiéndolo.
—Esteban, espera. ¿Por qué no le han dicho la verdad sobre su relación con él? Su sangre es codiciada por muchas criaturas por ese motivo. ¿Qué pasaría si decide entregársela a ese tipo del que está tan enamorada? ¿O si otra criatura consigue obtenerla?
—No es algo que necesite saber. Pero sí le hemos aclarado que no debe dársela a nadie, por supuesto tenía muchas preguntas, pero la hicimos entender que debe acatar lo que le pedimos, después de todo, eso formó parte para que le concediéramos el indulto y dejáramos a los vampiros a su cargo. Así que no tienes de que preocuparte.
—De acuerdo —acepta dudosa—. Si tú lo dices.
Después de esa corta explicación, el mayor se fue, y la chica estaba viendo la pantalla con las coordenadas. Suspiró guardando su teléfono, hizo aparecer su guadaña que estaba en forma de gargantilla de espinas de dos capas, y abrió un portal, cruzando por él.
Apareciendo bajo el enorme roble de la casa de los vampiros, Carla se apenó al mirar hacia abajo, pues encontró a Amiel arriba de 616 besándola.
—¿5? —menciona Nirelle al verla aparecer haciendo que el mayor también voltease a mirarle.
—¿Quién es ella? —pregunta Amiel con desconfianza.
—Es una compañera mía.
—¿Y qué hace aquí?
—Amiel, cálmate, no creo que venga para crear caos —dice sonriéndole, pues él hacía notar que estaba irritado—. Pero sí es raro que seas tú quien se haya aparecido —menciona volteando a ver a la Muerte Blanca.
—Eh, bueno, yo… —la chica sonreía nerviosamente, pues el vampiro no dejaba de verla con hostilidad mientras se aferraba abrazando a su compañera—. ¿Así es como se ha de sentir 616 cuando las demás Muertes la miran de esa manera?
—¿Qué ocurre? ¿No vas a hablar? —menciona Amiel con una voz torva.
—Ah. Sí, e-es que yo..., yo quiero..., ah —la parca se encontraba tan nerviosa que no lograba articular sus palabras como era debido.
—Amiel —habla Nirelle con una sonrisa volteando a ver al mayor—. ¿Por qué no vas a adentro?
—¿Y dejarte aquí con ella? —responde el mayor con el ceño fruncido.
—Vamos, necesitamos hablar a solas.
—¿Por qué no puedo quedarme?
—Digamos que tienes una mirada intimidante. Así que ve, iré contigo en cuanto termine.
—Bien —menciona soltando un suspiro mientras se levanta y ayuda a su amada a hacerlo también—. Estaré cerca ¿sí? —añade retirándose para dejar hablar con tranquilidad al par de chicas, no sin antes soltar una última mirada de desconfianza sobre la Muerte Blanca.
—Es muy protector contigo ¿no? —dice Carla riendo con nerviosismo.
—Sí. Pero es una buena persona.
—¿Persona?
—¿Y por qué estás aquí? ¿Ocurrió algo con Esteban o en La Frontera?
—Ah. No, de hecho, vine por un asunto personal... —su voz se fue apagando con pena.
—¿Asunto personal? ¿De qué se trata?
—Quiero, pedirte un consejo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro