Capítulo 44: Hasta pronto
—Bien, volvamos a casa —dice Amiel haciendo volver su sombra y con todos asintiendo en una sonrisa.
Mientras tanto, Elrick y Nirelle continuaban hablando. El joven con aspecto pálido por la preocupación, esperando que lo que su ancestro le confesó lo hubiera escuchado mal o fuese una mala broma.
—¿Enjuiciarte? ¿Por qué?
—¿Acaso no escuchaste todo lo que acabo de decir? —resopló tranquila, como si la situación fuera algo de que no preocuparse.
—No… bueno sí, pero eso no tiene sentido. ¿Por qué te condenan por ayudar a alguien?
—No olvides lo que dije del equilibrio. Todo lo que hagas tiene una consecuencia, buena o mala.
—Pero… —la chica rió.
—No te preocupes por eso. De hecho, hay otra cosa que debo decirte.
—¿Qué? —casi quería llorar, ¿qué otra mala noticia tenía que darle?
—Me han pedido que te lleve conmigo al juicio. Necesitan tener la evidencia.
—Si es así entonces no debo presentarme —contestó casi de inmediato.
—Si no lo haces voluntariamente, van a venir por ti y te llevarán a la fuerza —deseaba negar rápido, se sentía que la traicionaba—. No te preocupes. Todo estará bien, después de todo, el juicio es sólo contra mí —termina con una sonrisa, lo que a Elrick le extrañaba.
—¿Y cuándo será el juicio?
—Mañana.
—¿Mañana? ¿No es muy pronto? Apenas te recuperaste.
—Precisamente por eso. Bien pudieron haberme llevado el mismo día en que desperté. Pero Esteban consiguió que me permitieran descansar hasta que estuviera mejor. Así que quita esa cara y sonríe —lo intentó, pero no apenas hubo diferencia entre labios planos y curveados, después de todo ¿cómo podría?—. Tengo que pedirte un favor.
—¿De qué se trata? —sin darse cuenta, casi lo suelta con molestia.
—Préstame dinero —menciona juntando sus dedos índices.
—¿Eh? Claro, ¿Puedo saber para qué?
—Invité a Amiel a una ci-cita —casi musitó—. Quiero llevarlo al parque de diversiones que hay aquí. Necesito dinero para subir con él a la rueda de la fortuna, y pedir que se detenga por unos minutos cuando estemos en lo alto —ella no le dirigía la mirada, pero vaya que su rostro estaba sonrojado.
—Oh, para eso. Pero que linda se ve —pensó con una sonrisa—. Claro que sí. Cuenta con ello.
—Gra-Gracias.
Cuando regresaron del paseo, la joven fue al patio a jugar con Gon, Nirelle le hacía muchos mimos a su amigo, algo que extrañaba al can, pero siguió con ellos, pues le gustaba. Elrick le contó a Sara sobre la cita de Nirelle y Amiel, cosa que la emocionó, lo que le hizo ir a tomar a la joven y llevarla a la habitación para que se probara atuendos para su cita.
—No es necesario, Sara –dice apenada y maravillada con los vestidos.
—Sí lo es —revoloteaba su guardarropa, sacando y dando las prendas a la mayor, y teniendo la cama tapizada con ellos.
La Muerte había estado usando ropa que Elrick le compraba, la mayoría, nada femeninas al gusto de Sara.
—¡Este! Usarás este —menciona triunfante viendo por unos segundos el vestido antes de entregárselo a la chica.
Nirelle se quedó viendo la vestimenta que su amiga le había regalado, pues era realmente bonito y le gustaba, se imaginaba usándolo aunque ya se lo veía por encima a través del espejo.
—¿En verdad puedo quedármelo?
—Por supuesto —la tomó por los hombros sonriendo, compartiendo la ilusión que la Muerte tiene.
Cuando la noche llegó, Amiel recogió a su enamorada de la casa de Elrick. Quedó maravillado al verla usar un vestido blanco sencillo, acampanado arriba de las rodillas, de mangas cortas y hombros caídos.
—¿Me veo muy rara? —pregunta sonrojada la joven.
Sara terminó dándole un golpe con el codo a una de las costillas de Amiel, pues parecía que en cualquier momento comenzaría a babear.
—Creo que sí me veo muy rara. Me-Mejor me voy a cambiar —estaba preparada para subir de nuevo.
—¡No! —menciona Amiel reaccionando— Es que te ves muy hermosa —sonrió de lado—. ¿Nos vamos?
Ella responde con una sonrisa y tomando la mano al mayor, quien se la había extendido.
Antes de salir, Elrick pidió a Amiel que la cuidara, y así la pareja caminó en silencio hasta el parque de diversiones, dirigiéndose hasta la rueda de la fortuna. Entraron a la cabina, sentándose uno frente al otro y entonces el juego comenzó a moverse.
—¡Wauh! —menciona emocionada la menor mientras veía por la ventana de la cabina hasta que esta se detuvo— Las luces de la cuidad hacen parecer que las estrellas están abajo, pero nada se compara con las del cielo —añade mientras alza su vista arriba.
—Yo prefiero a mi propia estrella.
—¿Tienes tu propia estrella? —le volteó a ver con enorme sonrisa e inocencia al preguntar— ¿Cuál es? Mi favorita es Venus, me gusta mucho porque es la primera que se puede ver durante el atardecer y el amanecer, aunque en realidad no es una estrella, sino un planeta.
—La mía me gusta mucho porque la puedo tocar.
—¿Qué? Ja, ja, ja, eso es imposible. Las estrellas están hechas de gas muy caliente, la mayoría es hidrógeno y helio, cualquier estrella que se puede ver a simple vista es lo suficientemente caliente como para quemarte.
Amiel sonreía al verla explicando la composición de las estrellas sin quitar las manos del vidrio, y sin que ella entendiera a lo que él se refería.
—Incluso si la estrella está muerta y fría a una temperatura segura, serías aplastado por su alta gravedad superficial.
—No. Yo puedo tocar a mi estrella.
—Te digo que es imposible.
—Y yo te digo que no. Es mi favorita porque la puedo acariciar y besar _atina a decir aumentando su sonrisa viendo fijamente a la chica.
En ese momento, la menor le miró sorprendida, pues había comprendido que él hablaba de ella, de Su Estrellita, lo que la hizo sonreír mientras se sonrojaba.
—Quería decirle sobre el juicio de mañana, pero... —la menor se levantó de su lugar y se acercó al mayor, inclinándose hacia él—, si le digo, va a querer evitarlo.
Amiel se asombró cuando la menor se puso encima de él, besándolo por un largo rato, hasta que el juego volvió a moverse.
—¿Pasa algo? —pregunta Amiel respirando entrecortado.
—Nada. Vamos a caminar.
Después de salir del parque de diversiones, ambos transitaban por la calle tomados de las manos, Nirelle hablaba energéticamente, lo que al mayor le ponía feliz, ya que era como si ella volviera a ser aquella niña humana. Entonces la menor creó un portal por el cual ambos cruzaron, regresando al risco que da a la mansión de Amiel y su familia.
—No ha cambiado mucho —menciona la menor sentándose en el suelo—. Incluso siguen las flores rojas.
—Yo lo siento —añade el mayor sentándose junto a la chica, quien se recuesta en su hombro—. Hice que mataran a un humano y te obligué a ver.
—Uhm. Sí, odie eso —silencio un poco incómodo para el vampiro que veía la vista de abajo—. Pero está bien. No te odio a ti, ni a tu familia.
—Nuestra, es nuestra familia —dice sonriente, pero pronto cambió la expresión—. Matamos a Arath y a sus familiares.
—¿Por qué hicieron eso? —cuestionó sorprendida.
—Ellos querían revivir a mi padre, y después de enterarnos sobre lo de mi hermana, no íbamos a quedarnos sin hacer nada. Arath también sabía lo que mi padre le hacía a Adir.
—Ya veo.
—He extrañado tanto estar así, aquí contigo, viendo las estrellas —la miró con nostalgia y ella igual.
—Yo también.
Nirelle echó al mayor al piso y ahí lo volvió a besar, esta vez siendo más apasionada. Amiel estaba sorprendido, pero aun así se dejó llevar, correspondiendo a la joven.
Después de un largo momento, ellos se separaron para recobrar el aliento. Nirelle recostó su cabeza en el pecho del mayor a la vez que lo abrazaba por el cuello.
—¿Podemos quedarnos así un momento? —preguntó la joven en voz baja.
—Todo lo que quieras.
Así pasaron toda la noche, no hubo ninguna palabra que interrumpiera el sonido de la naturaleza, ambos sólo se quedaron sintiendo la presencia del otro.
—Esta amaneciendo —menciona la joven.
—Lo sé —él hacía caricias a su espalda y cabello.
—¿Tienes tu amuleto?
—Sí —suspiró—. Estre... Nirelle —corrigió con una mueca que aprovechó a hacer ya que la chica no le mirara, pues no quería cambiar su apodo.
—Puedes seguir llamándome Estrellita. Me gusta cuando lo dices —Amiel sonrió por ello, sin embargo se le borró de nuevo.
—De acuerdo. Estrellita. ¿No quieres quedarte conmigo?
—Sí quiero. Pero sabes que ahora no puedo —él cerró sus ojos un momento, sabía que esa sería su respuesta—. Bien —menciona mientras se quita de encima del mayor—, tengo que irme. Elrick me va a regañar por haber estado toda la noche afuera. Ja, ja, ja.
—¿Acaso es tu padre? —dice en tono burlón haciendo a la menor reír otra vez mientras él también se levanta— Te amo mi Estrellita.
Nirelle volvió a besar al mayor, pero había algo que lo inquietaba, pues para él parecía que su Estrellita se estaba despidiendo.
—¿Todo está bien? —pregunta el mayor.
—Muy bien —la menor responde sonriente a la vez que abre un portal atrás de ella—. Dile a los demás que los quiero. ¿Sí? —él asintió con sonrisa aliviada— Y una cosa más.
—¿Qué?
—Te amo —mencionó soltando a Amiel y entrando de espaldas al portal, el cual se fue cerrado hasta que la Muerte desapareció en él.
—Hasta pronto, mi Estrellita.
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