Capítulo 43: Ojo por ojo
Dentro de la casa de Arath, él se encontraba desesperado sudando frío mientras corría por escapar de su propio hogar. Toda su familia estaba siendo asesinada, él había sido derrotado.
De pronto, escuchó un sonido, un silbido, y su cuerpo se paralizó en el momento que escuchaba los pasos firmes dirigiéndose hacia donde él estaba.
En la otras habitaciones no era diferente, los familiares de Arath también trataban de huir, algunos valientes peleaban para tratar de derrotar a al menos a uno de la familia de Amiel, pero era en vano, ninguno de ellos deba tregua.
Salomé estaba tratando de huir, tenía en sus manos su sombra: un Kukri, un cuchillo nepalí de gran porte, teniendo una curva de unos 20°, con un grueso de 10 milímetros y una longitud de 30 centímetros, además de un lomo grueso de alrededor de 5 milímetros, siendo un híbrido entre cuchillo y hacha.
En las diferentes habitaciones del inmueble, cada uno de la familia de Amiel se encontraba ocupándose de los familiares de Arath. Lena aprovechaba el combate cuerpo a cuerpo para acercarse a su rivales e inmovilizarlos con su habilidad, dándole ventajas a los demás miembros de su familia para que los mataran.
Hiram camina cortando a sus contrincantes a la vez que ordena a sus perros para que también ataquen y destrocen. Jaziel no era diferente, pues atacaba sin piedad alguna.
Adif apoya desde atrás con las flechas de su arco, pero eso no significa que no fuera bueno peleando a corta distancia, todos y cada uno de la familia de Amiel pelea extraordinariamente.
—¡Malditos traidores!
Uno de los familiares de Arath gritó, el cual fue callado en el instante, ya que Sem lo aplastó usando su habilidad, el cual es controlar la tierra, permitiendo moverla y cambiarla, por lo que creó dos pilares con los que aplastó al sujeto, a la vez que mataba a más con su martillo de guerra.
—Creo que esos eran todos —menciona Hiram cortando el aire para esparcir la sangre en la hoja de su arma
—Bloqueé las salidas y derrumbé los túneles de escape de la casa —dice Sem—. Nada puede salir.
—Sólo quedan el tío Arath y esa mujer, Salomé —añade Jaziel con profundo desprecio.
—Es claro que Amiel fue tras Arath —dice Lena—. Entonces nosotros vamos por Salomé.
—¿Alguien ha visto a Adir? —pregunta el mellizo mirando alrededor.
—Creo que es obvio a dónde fue —responde Hiram—. O mejor dicho, por quién fue.
Salomé estaba aterrada, no sabía por dónde ir ni quién le atacaría, fue entonces que una flecha salió disparada desde una sombra, dándole en la pierna.
—Estrellita ¿dónde estás? Me preguntó ¿quién serás?
La voz de Adir se oyó con entonada no sólo en la habitación, sino en toda la casa, pues se encontraba silenciosa, haciendo notar a sus familiares dónde se ubicaba.
—En el cielo o en el mar, un diamante de verdad.
La menor cantaba aquella canción de cuna mientras salía de la sombra oscura formada en una esquina del cuarto.
—Estrellita ¿dónde estás? Me preguntó ¿quién serás? —dice saliendo completamente mostrando una sonrisa sádica—. Hola, Salomé —la burla era más que clara en toda su expresión.
—Son unos malditos traidores —habla la mujer sacando bruscamente la flecha en su pierna.
—¿Uhm? —ladeó su cabeza teniendo el dedo índice cerca de su boca— No, no lo somos. Seguimos siendo fieles a nuestra Estrellita.
—¡Vayanse al infierno! —vociferó con rabia mientras corre con el Kukri empuñado hacia la melliza.
Salomé creía que podría tocar a Adir e hipnotizarla para que atacara a los demás mientras ella huía, sin embargo, la menor la detuvo con su habilidad alzándola en el aire.
—Me hiciste lastimarla —dejó de sonreír mostrando su ferviente enojo—. Por tu culpa, casi la mato.
—No deberían protegerla.
—Tú no tendrás la suerte de ser salvada por nadie —menciona regresando su sombra y la sonrisa.
—¿Qué?
—Cuando el sol se ha ido, ya.
—¡¡AH!! —un grito desgarrador por parte de Salomé se escuchó por toda la mansión, pues Adir le arrancó un brazo con su habilidad.
—Cuando nada brilla más. Tú nos muestras tu brillar.
—¡BASTA! —la mujer volvió a chillar, pues la melliza le arrancó ambas piernas.
—Brilla, brilla, sin parar —arrancó el otro brazo.
Salomé agonizaba de dolor con su sangre salpicando el espacio, fue entonces que la melliza alzó sus manos al frente con los brazos un poco flexionados.
—Estrellita ¿dónde estás?
Mientras la chica cantaba, Salomé hacia pequeñas arcadas, la melliza estaba desprendiendo su cabeza de lo que le quedaba de cuerpo.
—Me preguntó ¿quién serás?
Adir terminó su canto atrayendo hacia ella la cabeza arrancada de Salomé, tomándola con las manos, mientras sonreía plácidamente a la vez que deja caer el resto del cuerpo de la mayor.
—Hermana, tu lado sádico se está saliendo —menciona su mellizo, quien llegó con toda la familia.
—No se está saliendo, hermano —dice volteando a ver a su familia con una gran sonrisa—. Lo dejé salir.
En ese momento, Arath cruzó la puerta con apuro intentando huir de Amiel, quien venía atrás de él. El hombre tenía los grilletes de la habilidad del mayor suprimiendo sus poderes.
Al entrar a la habitación vio a toda la familia de Amiel, y a la melliza con la cabeza de Salomé.
Arath ya no tenía escapatoria, y su terror aumentaba cuando los pasos de su sobrino se escuchaban. Intentando alejarse lo más posible de él, Arath tropezaba con muebles, en poco tiempo Amiel entró a la habitación mientras tarareaba la misma melodía que su Estrellita solía tararear cuando paseaba con él.
—Sobrino, familia —dice Arath con una sonrisa forzada y una voz tratando de calmar el ambiente—. No recurramos a nuestros instintos más bajos y arreglemos esto como personas civilizadas.
La melliza sonreía vilmente con la cabeza de su víctima en manos, entonces la soltó dejándola caer al suelo, alzó su pie y arremetió aplastándola, sin dejar de sonreír.
—Por favor, no lleguemos a estos extremos —él retrocedía con torpeza hasta que llegó a una esquina.
—La Bestia Carmesí —menciona Hiram, a lo que su familia le pone atención mientras Amiel camina despacio hacia su tío.
—¿Qué has dicho? —pregunta Jaziel.
—Amiel era llamado la Bestia Carmesí. Al principio no entendía porqué, hasta que me tocó ir con él a una guerra.
El mayor alzó su mano llamando a su sombra.
—Debido a que no se tentaba el corazón y era despiadado matando, mientras se cubría con la sangre de sus víctimas.
La sombra de Amiel comenzó a tomar forma una vez estuvo frente a Arath, quien yacía arrinconado con horror en la esquina.
—También era llamado de otra manera porque lo confundían con aquellos seres. Le decían…
Amiel alzó su arma, su sombra había formado el instrumento con el que le daría fin a la vida de Arath. Una guadaña de tres hojas estaba en sus manos, fue entonces que sin remordimiento alguno, cortó de un tajazo limpio a su tío, manchando la pared con la sangre de este al separarse.
La Muerte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro