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Capítulo 41: Gracias

Un beso largo y apasionado se llevaba a cabo en la habitación, Amiel pegaba el cuerpo de ella al suyo, Nirelle tenía sus manos en los hombros del mayor mientras él con su brazo rodeaba su cintura y le ponía su mano en la espalda.

Empujó un poco más su cuerpo, pero ella tuvo que separarse un poco quejándose por dolor, debido a que ahí fue donde la flecha la había atravesado, que, aunque ya no tenía la herida, la sensación de dolor persistía.

—Lo siento, te lastimé —ella soltó una baja risilla.

—Está bien.

—Creo que es mejor que me retire. Debes descansar.

—Sí, yo también debo irme —Amiel abrió un poco más sus ojos al no entenderle, ella también se extrañó de él.

—¿Irte? Pero si estás herida, debes quedarte aquí —la chica frunció el ceño negando—. Bueno, al menos ven a mi casa a descansar si no quieres quedarte aquí.

Sin embargo, ella afianzaba esa expresión de negación ante la propuesta, haciendo que Amiel le imitara .

En la planta baja, el resto hablaba sentados en la sala, al parecer los vampiros se habían hecho amigos del Cadejo y el humano.

—¡Oye! ¡Suéltame! —era la voz de Nirelle captando la atención de todos.

—¡Oh no! ¡Ni creas que voy a dejar que te vayas! —ahora era la voz de Amiel que se presentaba.

Todos se apresuraron a la habitación donde la pareja se encontraba, Elrick fue el primero entrar.

—¡Nirelle! ¿Qué ocu...rre? —menciona el joven confuso al ver lo que pasaba. Amiel tenía agarrada a la chica jalándole sus mejillas.

—¿Por qué tienes que ser tan testaruda? —menciona el mayor.

—¡Cállate! ¡Yo hago lo que quiera! —réplica la joven tomando de los brazos al hombre.

—¿Qué está pasando? —pregunta Elrick confuso.

—Esta niña malcriada quiere irse a no sé dónde estando herida —responde Amiel frunciendo el ceño mientras tiene una sonrisa forzada y un tic en el ojo.

—¡No me llames niña y menos malcriada! —logró retirar las manos que aprisionaban su rostro.

—¡Pues deja de actuar como una! —él resopló exasperado con una mano en la cintura y la otra despeinando su cabello.

De pronto Elrick comenzó a reír, lo que extrañó a todos que lo miraban carcajearse.

—¿Qué es lo gracioso? —pregunta Amiel mirándole mal.

—Nirelle es muy energética ahora. Pero —Elrick aparta con respeto al mayor y toma a la joven de las mejillas, parecía que iba a acariciarla, pero en realidad también se las jaló—, no puedes salir así.

A la chica le comenzó a dar un tic en el ojo y terminó dándoles un golpe en el estómago a ambos chicos, no fuerte, pero si lo suficiente para hacer que se abrazaran a si mismos, expresando que se iría. Por supuesto los demás pidieron una explicación al reacio.

—No quiero ser una carga para nadie. Ya hiciste suficiente dándome el nombre de tu hermana.

—No eres una carga para nadie —se adelanta a decir la melliza—. Jamás lo fuiste. Así que no pienses así.

—Sí, si no quieres quedarte aquí, estoy seguro que Amiel y su familia no tienen objeción con que vayas con ellos ¿no es así? —dice Elrick viendo al mayor que asiente con la cabeza.

—Por favor, puedes venir con nosotros —añade Hiram con actitud casi desesperada—. Si yo te incómodo, puedo salir de la casa.

—¡No quiero que hagas eso! —espetó la joven con un semblante triste.

Todos se habían quedado callados, pues la chica realmente parecía que quería alejarse de todos de nuevo, y eso era algo que les asustaba, especialmente a los vampiros, pues no querían cometer el mismo error otra vez.

Fue entonces que Gon se acercó a la joven y la tomó de la manga de su sudadera con el hocico, jalándola con suavidad hasta ponerla cerca de la cama, luego la soltó y habló.

—Has pasado mucho tiempo cuidando de los demás. Deja que los demás te cuiden ahora. Todos te amamos y deseamos estar a tu lado, por eso queremos ayudarte.

Por unos segundos, la joven quedó en silencio, luego levantó las sábanas y se metió en la cama, arropándose ella misma tapándose hasta cubrir su boca.

—Bien, no deben preocuparse —menciona el can despreocupado—. Ella se quedará quieta.

Todos se sintieron de cierta forma aliviados, entonces los vampiros decidieron que era hora de irse, por lo que todos se despidieron de la chica, disculpándose una última vez y luego saliendo de la habitación. Gon se quedaría al lado de su ama mientras Elrick acompañaba a los Antediluvianos a la puerta, pero antes de irse, Amiel dijo una última cosa a la menor.

—Ah, es verdad. Ya pasó, pero —menciona volteando a verla con una sonrisa—. Feliz cumpleaños, Nirelle.

La joven sonrió felizmente ocultando la sonrisa y sonrojes que todos sabían tenía bajo las telas. Gracias, respondió casi en susurro.

Después de eso, todos salieron y fueron hasta la puerta principal acompañados por el humano.

—Gracias por dejarnos verla —dice Amiel.

—No hay problema —los vampiros ya habían salido de la casa cuando Elrick les detuvo—. Esperen.

—¿Qué sucede?

—Ustedes —hizo una pausa para verlos sonriente—, son bienvenidos cuando quieran —todos estaban sorprendidos de las palabras del humano.

—Muchacho, ¿sabes lo que significa que nos digas eso? —preguntó Sem.

—Sí, investigué sobre su especie mientras Amiel hablaba con Nirelle. No sólo les estoy dando puerta libre para que entren cuando quieran, sino que prácticamente los estoy haciendo parte dueños de aquí.

—¿Entonces por qué lo haces? —pregunta Amiel sorprendido.

—Ella te ama, y a todos ustedes. Puede que yo sea su familia por descendencia, pero ustedes también lo son. Por eso, pueden visitarla cuando quieran durante el tiempo que ella decida estar aquí —el muchacho respondió alargando su sonrisa—. Además, prácticamente nosotros también somos familia —añadió riendo.

Todos estaban asombrados ante las palabras del joven, y agradecieron el gran gesto que él tuvo con ellos, en especial el mayor.

—No hay nada que agradecer, Amiel —alzó la mano en señal de un apretón, cosa que él contrario aceptó.

Luego de eso los vampiros se retiraron felices, Elrick subió de nuevo a la habitación y vio a chica dormida profundamente, Gon estaba al lado de la cama. Elrick se acercó y acarició la cabeza de la joven, luego salió del cuarto y entró a la de su hermana, la cual llevaba años sin ver, pues no era un recuerdo tan feliz, al menos antes. Ahora se sentía liberado, y se quedó a dormir allí.

Gracias por dejarla, Dios.

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