Capítulo 40: Familia
—¿616? —Elrick apretaba la mano de la chica con lágrimas entre una sonrisa feliz.
—Elrick... —menciona la chica con debilidad— ¿Dónde estoy?
—En casa —el joven acariciaba su mejilla con delicadeza, como si tuviera miedo de lastimarla—. Estás en casa.
—¿En casa?
—¿Mi Estrellita? —Amiel también derramaba lágrimas de alegría.
—¿Amiel? —la joven vio al mayor y también notó a todos los demás en la habitación— ¿Qué están haciendo todos aquí? ¿Qué está pasando?
—¡616! —Gon se subió en la cama comenzando a restregarse en su amiga— Estaba muy preocupado por ti, pensé que te había perdido.
—Gon, espera, me haces cosquillas —dice la joven logrando abrazar a su canino para que dejara de moverse, quien se quedó acurrucado con ella.
—Me alegra que hayas despertado —menciona el ángel sonriente.
—Gamal, Esteban.
La Muerte Blanca, Esteban, le explicó todo lo sucedido a 616, quien estaba muy sorprendida de saber que todos se habían preocupado por ella.
—Todos, ¿oraron por mí?
—Así es —menciona Sam—. Incluso los vampiros.
—¡Estrellita! —espetó Hiram quien se arrodilla pegando su cabeza en el piso— ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! Perdóname.
La menor estaba sorprendida de lo que veía, pero su asombro subió cuando Jaziel, Adif, Sem y Lena hicieron lo mismo, los cuatro también de rodillas pidiéndole perdón.
—¿Qué están haciendo?
—Mi hermana —habla el mellizo—, nos confesó la razón por la que mataste a nuestro padre y te fuiste —Estrellita volteó a ver a la melliza.
—Incluso mi hermano Izan lo sabía —añade Jaziel frustrado y decepcionado—. Sabía lo que hacía mi tío Lamec y lo encubrió. Él se lo confesó a mi prima después de que se enteró de lo que ocurrió al volver a casa.
—Perdóname Estrellita —dice Adir llorando—. Debí hablar antes, si lo hubiera dicho, nada de esto hubiera pasado. Lo siento.
—Tú sólo buscaste proteger a mi sobrina. Muchas gracias —menciona Lena.
—Ahora entendemos el porqué de todo —añade Sem—. Y te condenamos sin dudar, olvidándonos de los años que pasamos juntos.
—Mi Estre... —Amiel estaba por hablar, pero se detiene, extrañando a la joven al ver su leve curvatura en sus labios— No, ya no podemos seguir llamándote así.
—¿De qué hablan?
—Ahora tienes un nombre.
—¿Ahora tengo un nombre? ¿A qué te refieres?
—Estamos felices de que estés bien, Nirelle.
—¿Nirelle? ¿Quién es Nirelle? —pregunta confusa la joven.
—Es tu nombre —responde Gamal—. Este joven, Elrick, te ha llamado, y te ha dado ese nombre —la chica miró sorprendida al chico.
—Mi hermana —dice Elrick aliviado—. Nirelle era su nombre, tú me recuerdas a ella. Y pensé, que podías usarlo también.
El chico le enseña una fotografía dónde estaban él con quince años y su hermana de siete.
—¿Qué? Esta chica se parece... —la de ahora de nombre Nirelle quedó sin habla al ver la foto.
—¿Acaso se parece a ti? —pregunta Amiel con una leve sonrisa— Tú lucías así cuando tenías esa edad ¿no es así?
—Eh, sí —le miró asombrada—, antes de morir la primera vez.
—Aún no te has dado cuenta.
Nirelle y Elrick estaban extrañados, de hecho, todos lo estaban, a excepción de Esteban y Gamal.
—Nirelle —dice Amiel con voz suave—, mira bien a este muchacho, se parece a él.
Los jóvenes se vieron entre sí a pesar de que estaban confusos, pero en ella un sentimiento se asomaba. Amiel continuó.
—Este chico, es su descendiente —las lágrimas de Nirelle recorrieron sus mejillas—. Elrick es descendiente de Neizan. Él es tu familia.
—Mi... Mi... fami... ¿Mi familia? —lloró.
—¿Somos parientes? —pregunta Elrick sorprendido.
—El mundo es muy pequeño ¿no lo creen? —añade Esteban sonriendo— Bien, es hora de irnos. Debemos dejar a 616, digo, a Nirelle, descansar.
Todos estaban sin habla ante semejante descubrimiento, pero hicieron caso a la Muerte Blanca, retirándose a excepción de Gon y los vampiros. Las Muertes y Gamal atravesaron el portal, y Elrick guió a Sam y los monjes a la puerta, agradeciendo su ayuda.
—Si necesitas algo más, avísanos —ofrece Sam.
—Por supuesto. Y gracias de nuevo.
—No hay nada que agradecer. Ahora cuida bien de tu ancestro —agregó soltando su risa casi escandalosa.
—Sí, lo haré —menciona sonriendo.
Después de que se hubieran marchado, Elrick iba a subir las escaleras para la habitación, pero se encontró con los Antediluvianos y Gon bajando.
—Tienes una bonita casa —menciona Adir observando alrededor.
—Gracias, pero ¿qué hacen aquí? Creí que se quedarían con Nirelle.
—Ella pidió hablar a solas con nuestro hermano —habla Hiram recibiendo la mirada juzgadora del humano.
—Uhm, aún no me agradas del todo —añade Elrick con total sinceridad.
—Comprendo a lo que te refieres, lastimé a Estrellita, no, Nirelle. Y casi hago que desaparezca a pesar de que había un fuerte motivo. No merezco su perdón.
—Hermano —menciona la melliza triste—, yo tuve la culpa, si hubiera hablado antes, nada de esto habría pasado, fui yo la culpable de todo.
—Todos lo fuimos —corrige Lena—. Como dijo Sem, la condenamos sin siquiera conocer la verdad a pesar de todos esos años en los que estuvo a nuestro lado. Nosotros fuimos los culpables.
—Quiten esas caras —Gon habla acostándose en el sofá—. Ella los perdonó, o mejor dicho, ni siquiera los culpó. Así que cuando la vuelvan a ver, sonrían.
Todos tenían la cabeza baja, estaban realmente avergonzados por la situación.
—Entonces —Elrick rascaba con el dedo índice el puente de su nariz—. Ese sujeto Amiel ¿era el novio de Nirelle?
—Eh, bueno, no exactamente —responde Adir—. De hecho, siempre estaban juntos, sí parecían novios, pero no tenían esa relación establecida.
—Fue en su cumpleaños que nuestro hermano le propuso iniciar su noviazgo para luego casarse —añade Hiram—. Ya son las 12 ¿no? —Elrick asiente— Bueno, ayer fue su cumpleaños. Habrá que felicitarla luego.
Mientras tanto, Amiel y Nirelle estaban en la habitación. Él apenas podía dirigirle la mirada por lo fatal que se sentía debido a la situación.
—Lamento todo lo ocurrido —menciona el mayor con mirada culpable.
—No te disculpes. De hecho, soy yo quien te debe una disculpa. Me fui sin decir nada, y te alejé de Neizan —desvió su mirada a sus manos.
—Lo hiciste para protegerlo. Y protegiste a mi hermana —ambos conectaron las miradas, él sonrió sincero.
—Realmente quería estar contigo.
—Aún podemos —se acercó un poco—. ¿Sabes? Hay una manera de que dejes de ser la Muerte, es como si volvieras a ser humana, de esa forma puedo convertirte en un vampiro como yo y estar juntos.
—Amiel. ¿Por eso me llevaste de vuelta a la mansión?
—Sí —borró su sonrisa—, deseaba poder hacerlo.
—Conozco a cuál encantamiento te refieres.
—¿En verdad?
—Sí, de hecho, es la única forma de hacerlo sin que las otras Muertes intervengan. Pero hay un pequeño problema.
—¿Cuál? —preguntó de inmediato cuando ella hizo enfasis en la palabra pequeño con ironía.
—Que la Muerte que esté en el rito desee ser despojada de sus poderes.
—Supongo que tú no ibas a aceptar ¿verdad?
—Claro que no. Sólo ibas a lastimarme.
—No te culpo si piensas que soy un idiota.
—Sí, lo eres —menciona sonriendo mientas se levanta de la cama.
—Debes descansar…
—Eres un idiota —Nirelle tomó el rostro de Amiel, besándole por unos largos segundos—. Pero eres mi idiota —el mayor la abrazó mientras soltaba lágrimas.
—Nunca había sentido tanto miedo por algo como lo sentí cuando creí que te perdería.
—Y yo jamás me había sentido tan perdida desde que me alejé de ti. Te he extrañado todos estos años. Te amo, Amiel —menciona correspondiendo el abrazo.
—Te amo. Nirelle —ella cerró sus ojos inhalando con lentitud.
—No ha cambiado.
—¿Qué cosa?
—Tu aroma —se aferró más al cuerpo del mayor mientras respiraba su esencia—. Sigue siendo tan dulce y agradable como la primera vez.
La pareja se quedó abrazados en un momento tan cálido y tranquilo para ambos, que deseaban quedarse de esa manera por mucho tiempo.
Felices porque sus corazones se había reencontrado aún con anhelado amor.
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