La muerte color ámbar y el joven humano se encontraban aún hablando, Elrick estaba intrigado por 616 y el nuevo mundo que se le presentó, o mejor dicho, la versión de ese mundo que no estaba seguro de si existía o no. Trató numerosas veces de hacer que Leila le revelará cuál era aquella regla que había roto su salvadora, como lo veía él. Pero el ser femenino no daba su brazo a torcer.
—Vamos, dímelo. Prometo no decir nada —Elrick seguía insistiendo, con emoción casi vehemente.
—No —Leila por su parte estaba firme en no revelar más de lo que ya había dicho mientras cruzaba los brazos.
—¿Podrías al menos decirme el verdadero nombre de 616? —Leila puso una cara triste mientras desviaba la mirada, había dibujado una sonrisa melancólica— ¿Qué pasa?
—No puedo —dijo en voz baja, suave.
—¿Por qué no? —Leila abrió la boca, se quedó así unos segundos, luego la cerró y volvió a abrirla, debatiendo en si decir algo o no, y cuando ya estaba decidida fue interrumpida.
—¿Qué están haciendo ustedes dos? —616 apareció de entre las sombras.
—616... —menciona Leila casi en un susurro de pena.
Por unos segundos hubo un silencio incómodo en el que la Muerte Ámbar se removió como si quisiera huir del lugar.
—190. ¿Qué tanto le has contado sobre nuestro mundo al humano? —preguntó mirándola fijamente y con los ojos entrecerrados, haciendo que se pusiera un poco más nerviosa.
—616, no te enojes con Leila, yo la presioné para que me contara —mencionó Elrick en fe de ayudar a la Muerte 190.
—Vaya, ya sabes hasta su nombre —soltó un suspiro relajando su postura. El palo de la guadaña reposó a lo largo detrás del cuello—. En realidad no importa mientras no reveles lo que sabes.
—Lo siento —mencionó Leila apenada.
—Está bien —respondió con una sonrisa restando importancia—. ¿Y cómo está Elrick?
—¡Oh, muy bien! —rapidamente la emoción resaltó en la contraria— Con mi sanación los doctores lo sacarán rápido de aquí.
—¿En verdad? —preguntó el joven asombrado.
—Claro —dijo con orgullo.
—Leila es de las mejores en su campo. Así que no dudes de ella —agregó 616, con total confianza y sin rastro de duda.
—Si la Muerte lo dice no tengo nada que temer —Elrick dibujó una sonrisa.
El ambiente era uno agradable, no había preocupación alguna con las risas de los tres, pero 616 cambió a una cara seria en un instante, presentía que algo se aproximaba y entraría en la habitación.
—¿Pasa algo? —preguntó Leila al notar a su amiga preocupada.
—Uno viene.
—¿Uno viene? ¿Qué viene? —cuestionó Elrick.
—Escucha —se dirigió al humano pareciendo severa—, recuéstate en la cama y finge dormir, no importa lo que escuches, finge que no nos ves a nosotros ni a ninguna criatura, ¿entendido?
—¿Qué? Pero...
—¿Entendido? —repitió dura, esto hizo dar un pequeño sobresalto al joven y asentir acatando la orden.
Elrick se recostó en la cama y fingía dormir, fue entonces que en una de las esquinas de la habitación que se encontraba oscura, salió una criatura. Esta era de un perro con más semejanza a un lobo, poseía alas de un color café oscuro y traía puesto un collar que tenía incorporado una especie de comunicador.
—Dos Muertes... —decia mientras se acerca lentamente a Elrick, a pasos lentos y cautelosos, como si cazara— en una misma habitación.
—Bueno, estamos en un hospital, esta es mi área —mencionó Leila con obviedad y juguetona—. Además también hay muertes aquí. Es común.
—¿Este chico aún no va a morir? —preguntó observando a 616, quien negó inexpresiva— ¿Entonces con qué razón hay una Muerte Negra aquí? —sonrió triunfante, habiendo cambiado el rumbo hacia las Muertes, ahora aproximándose al humano aparentemente dormido.
Las criaturas de aspecto canino alado llevan el nombre de Cadejos, su función es la de avisar a la Muerte que tengan como amo, sobre lo que pasa en el mundo de los vivos, para eso estaba el comunicador en su collar.
Cuando un humano va a morir o cuando hay algún disturbio en el mundo de los vivos, los Cadejos utilizan ese comunicador y se conectan a los dispositivos que las Muertes poseen. Estos dispositivos son el equivalente a un celular.
—Sabes que no puedes engañarme, 616. Soy un profesional, este chico ya debería...
—Sólo pasaba a visitar —dijo interrumpiendo al can, rodó los ojos y se sentó en la silla, dejándose caer de forma pesada.
El perro también rodó los ojos y se acercó al humano, empezó a olfatear cerca del cuello, haciendo que este sintiera cosquillas y se empezara a reír.
—De-Detente, hace cosquillas —dijo entre risas.
—Así que también puede vernos —murmuró sorprendido, observando a la chica castaña que subió y bajó los hombros, luego regresó la vista al chico.
—Ah… l-lindo perrito... —dice poniendo una sonrisa nerviosa—. 616, ¿estamos en problemas?
—Si fuera otro Cadejo ya lo hubieran estado —respondió sentándose sobre sus cuatro patas.
—¿Cadejo?
—Es básicamente uno de nuestros informantes —explicó Leila riendo, agachándose para acariciar la cabeza del perro.
—Sólo pasé a saludar, tenía curiosidad por conocer al humano. Por mi parte, no diré nada sobre esto. Así que tranquilos.
616 se acercó al canino y se sentó frente a él en posición de loto, sonrió amable para copiar la acción de su amiga.
—Gracias Gon.
—No hay nada que agradecer, después de todo te conozco. Mi amiga.
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