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Capítulo 35: Soy la Muerte

La Muerte corría desesperada buscando al menor, y Amiel iba tras de ella, en el camino, encontraron a alguien en el suelo, se trataba de Amanda.

—¡Amanda! —vociferó la menor acercándose y tomándola en brazos.

—¡Amanda! —el mayor también había llegado y se puso a un lado.

—Estrellita, Joven Amiel... —la mujer estaba muy débil, su pecho estaba manchado con sangre— Rápido, ese hombre fue tras Neizan, se dirigieron al risco.

—Amanda, no hables, vas a estar bien —suplica la menor acariciando la cabeza de la mujer.

—Te llevaré de regreso a casa —agrega Amiel forzando una sonrisa.

—No es necesario. Ese sujeto clavó un cuchillo cerca de mi corazón, estaba bendito. Pronto dejaré este mundo.

—No, lo siento, es mi culpa —Estrellita soltaba lágrimas. Amanda rió con la poca fuerza que tenía.

—No lo es. Me alegra haberte conocido, gracias a ti, Amiel volvió a sonreír. Trajiste luz a la familia.

—Amanda —el mayor con los ojos llorosos, tomaba la mano de ella.

—Fui muy feliz estando a tu servicio. Amiel, aquello que querías hacer, hazlo, pídeselo —esboza una sonrisa cómplice, como si su situación no tuviera importancia.

—Sí, lo prometo, prometo que lo haré —las lágrimas del hombre ya no se podían retener, tampoco quería.

—Despídanme de los demás, y díganle que los amo. Ahora vayan, salven a Neizan —poco a poco, sus voz fue perdiendo intensidad.

Amanda cerró los ojos y su cuerpo comenzó a desintegrarse hasta que se esfumó dejando los brazos de 616 vacíos. Eso era todo para ella, con ira tomó su guadaña y se dirigió al risco.

Allí, Neizan estaba llorando, pues Azarías tenía una sonrisa sádica.

—Todo es tu culpa. Te pareces tanto a ella, a mi detestable hermana —replicaba alzando el brazo con el cuchillo empuñado.

—¡Mami! —gritó desesperado, con lágrimas corriendo por sus mejillas y terror en su interior.

En ese momento, la Muerte apareció atravesando un portal cortando el brazo de Azarías, los gritos del joven se escucharon por todo el valle.

—¡Mamá! —la felicidad le tocó, pero pronto dejó de sonreír cuando vio los ojos brillantes de la Muerte— ¿Mami?

—Todo está bien ahora, estoy aquí —dice forzando una sonrisa poniéndose frente al menos dando la espalda para protegerlo.

—¡Estrellita! —Amiel llegó asustado viendo la escena.

—Neizan, ve con Amiel —mencionó la joven al menor, quien obedece de inmediato. Luego ella se dirigió al mayor—. Llévatelo.

—Pero... —dice cargando al menor— ¿Qué hay de ti? ¿Qué vas a hacer con él? ¿No irás a...? Es tu hermano.

¿Qué ha dicho? —pensó Azarías al escuchar a Amiel, entre el dolor intercambiaba sus ojos a ellos.

—No te preocupes por mí —le miró regalándole una sonrisa, pero al mayor le dolía, pues en su interior se le notaba su pesar—. Ahora llévatelo de aquí, tengo que terminar mi trabajo.

El mayor no quería dejarla, pero sabía que tenía que hacerlo, así que se llevó a Neizan, quien lo abrazaba fuertemente.

—¡Eres un demonio! —ladró furioso Azarías agarrando la parte que quedó de su brazo.

—También lo creo —ella bufó pesado—, pero tú no eres diferente, después de todo somos hermanos.

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —entre su dolor físico se asomaba la consternación.

—No puedes reconocerme porque este no es mi cuerpo original. Soy tu hermana menor.

—Después de todo si eres una bruja —quizá su cuerpo estaba en shock o tal vez el dolor se esfumó, pero su asombro salió en su voz.

—Te equivocas, hermano —caminó hasta quedar frente a él, quien no se pudo mover por el terror—. No soy una bruja. Yo... —mencionaba soltando lágrimas a la vez que tenía su guadaña alzada, la cual hizo un pequeño destello de luz— Soy la Muerte.

—No, espera. No lo hagas **Inaudible**

La joven dio una tajada a su hermano, no hubo sangre, ya que lo que hizo fue cortar la unión que mantenía su alma al cuerpo, separándola y dejándola salir.

—¡¿Q-Qué está pasando?! —preguntó Azarías con obvia sorpresa.

—Ya estás muerto, como debías estar —la chica abrió un portal, del cuál unas manos salieron a jalar el alma de Azarías, arrastrándole al interior.

—¡No! ¡Espera! ¡No puede pasarme esto a mí! ¡Soy un enviado de Dios! —Azarías estaba aterrado, soberbio por el mismo terror— ¡Lo siento! ¡No puedes hacerme esto, ayúdame! ¡Soy tu hermano!

—Perdón...

—¡Maldito demonio! ¡Te maldigo! ¡Malditas seas, **Inaudible**! –fueron las últimas palabras del mayor antes de que desapareciera después de cerrado el portal.

La Muerte quedó quieta, con lágrimas en sus ojos, se sentía triste, culpable, abatida, después de todo, le quitó la vida a su hermano.

—Bien —mencionó Esteban apareciendo a su lado—. Ya no hay necesidad de reportarte.

—Primero mi padre, luego mi madre, ahora mi hermano. Yo —dice volteando a ver a la Muerte Blanca, quien queda sorprendida por ver la sonrisa forzada en el rostro de la menor— he matado a toda mi familia...

—No ha sido tu culpa —añadió con seriedad en su cara.

—¿Entonces por qué siento como si en verdad fuera un demonio? ¿Tendré que hacer lo mismo con Neizan? ¿O con Amiel? No quiero elegir entre Dios y mi familia.

—Las Muertes tenemos prohibido cambiar el destino de los vivos.

—Es doloroso.

—Lo sé. No podemos hacerlo, pero los humanos sí.

—¿Qué? —volteó a verle confusa.

—Vuelve con tu familia, te necesitan fuerte y sonriente —dice Esteban con una leve sonrisa y abriendo un portal para irse—. ¿Por qué la ánimo?

—Espera, sobre lo que dijiste...

—Creo que empiezo a comprender el porqué Dios te permitió convertirte en una de nosotros. A pesar de ser su descendiente. Créeme niña, eres la mejor para este trabajo, no dejes que te consuma. Ahora vuelve con tu familia, esperan tu regreso.

Luego de eso, Esteban se retiró y ella quedó viendo al cielo por unos minutos hasta que decidió volver a casa, algo que le aterraba, pues no sabía de qué forma el menor la vería.

Al llegar, vio a su familia reunida, Adir fue directo a abrazarla para mostrarle su apoyo, lo mismo con los demás, todos estaban tristes, pues habían perdido a Amanda.

Amiel se encontraba con Neizan en la habitación, consolándolo, ella no quería tocar la puerta, fue entonces que Amiel salió y cerró la puerta.

—Estrellita —la tomaba de la mejilla.

—¿Cómo está? —preguntó temblorosa.

—No ha dejado de llorar —ella tenía un semblante de preocupación y miedo—. Ve con él, te necesita.

—Pero sus ojos, Amiel, Neizan me tenía miedo —el mayor sólo suspiró y sonrió.

—Te daré el mismo consejo que Amanda usó contigo —lo miraba expectante, como deseando que sus palabras Ben verdad alivaran su pesar—. Recuerdas cuando me viste por primera vez bebiendo sangre ¿verdad? —ella asintió— Estaba igual que tú. Tenía miedo de que me rechazaras y que me odiaras por eso. Pero no lo hiciste, me abrazaste y fue suficiente para hacerme ver que podíamos seguir juntos.

—Amiel...

—Amanda me dijo "sólo ve con ella". Así que te digo lo mismo, sólo ve con él —mencionó abrazándola—. Neizan es igual a ti, así que no pasará nada, después de todo, es tu hijo.

—Gracias —dice correspondiendo el abrazo, sintiendo que en verdad se le quitó un peso de encima, así que fue con el menor—. ¿Neizan?

La joven se acercó temerosa, quien se reincorporó quedándose frente a ella con los ojos llorosos. Tragó en seco.

—Lo siento... —mencionó con la voz un poco quebrada.

—¡Mami! —sin embargo, Neizan se levantó y se aferró a la chica— Tenía miedo. Amanda ya no está, pero dijo que me salvarías, que no ibas a dejar que nada malo me pasara. Mami, te amo.

—Yo... —ella volvía a llorar abrazando a su pequeño— También te amo.

Un momento tierno y cálido entre madre e hijo, el menor le dio la fuerza a la joven para que siguiera cumpliendo con su labor. Ahora se esforzaba de la mejor manera para cambiar el destino de los humanos indirectamente. Poco a poco ella volvió a sonreír como antes, el poco tiempo que podía pasar con su familia los aprovechaba al máximo.

Así pasaron otros tres meses en los que las cosas habían vuelto a la normalidad, Neizan rezaba todos los días para agradecer los momentos agradables que tenía y por estar junto a su familia, incluso los adultos también estaban volviendo a mencionarlo.

—¿Y cuando volverás? —preguntó Estrellita jugueteando con la orilla del gorro de su túnica.

—En tres días, justo para tu cumpleaños. —responde Amiel sonriente por la gracia que le causaba.

—Uhm. Ya veo, pero no debes apresurarte por mí, tómalo con calma —dejó de jugar ya que el viento hizo que su capucha se retirara de su cabeza.

—Lo haré, pero tú me importas más.

La Muerte sonreía ante las palabras del mayor. Amiel iba a hacer un trabajo junto a Hiram y Adif, iban a reunirse con Sem, Lena y Jaziel para hacer su encomienda y luego volver a casa.

Hiram y Adif estaban jugando con Neizan en lo que Amiel se despedía de Estrellita, en cuanto a la melliza, ella se encontraba en casa junto con Lamec.

—¿Hay algo en especial que quieras como regalo?

—¿Algo especial? Uhm... —lo pensó por unos segundos— Ahora que lo mencionas, sí.

—¿Qué es?

—Ven —dice haciendo seña con la mano diciéndole al mayor que se acercara, a lo cual él acató.

—¿Qué...?

Amiel fue callado siendo sorprendido por la menor, pues había tomado su rostro con ambas manos y acercado su cara a la suya, besándolo en los labios.

Después de unos segundos la menor se separó un poco.

—Sólo esto quería —mencionó sonriente sin soltarlo ni alejarse más.

—Estrellita... —Amiel estaba sonrojado.

De la pena el mayor se alejó, cubrió su boca con su mano y con la otra tapó los ojos de la menor.

—¡Ah! Hey, Amiel. Lo siento. ¿No te gustó?

No es eso —tomó aire para relajarse después de lo que ocurrió.

—¿Amiel? —se sentía un poco desilusionada— Oye...

El mayor quitó su mano de la boca, se inclinó aún tapando los ojos de la joven y depósito en ella otro beso. Luego retiró su mano para verle a los ojos. Ella también estaba sonrojada.

—Si me gustó —afirmó el mayor—. Tú me gustas.

—¿En serio? —sonreía al escucharlo.

—Sí, de hecho, hace tiempo que quiero pedirte algo. Ya había hablado con Amanda sobre esto, y ella lo apoyaba obviamente, pero yo aún tenía pena de pedírtelo.

—¿Pedírmelo? ¿Qué cosa? —ladeó su cabeza curiosa.

—Bueno... —Amiel sacó de su bolsillo un anillo— Sé que es muy raro pedírtelo sin haber comenzado algo y no estoy diciendo que lo hagamos hoy mismo. De hecho, sólo es para que más adelante ya tengamos nuestro compromiso ya establecido, bueno, si quieres claro, en realidad yo...

—¡Sí acepto! —la menor abrazó fuertemente a Amiel rodeándole con sus brazos el cuello. Luego rió un poco— Hablas mucho.

—Es tu culpa —dice riendo junto a la joven.

—¿Eso significa que Amiel será mi papá? —preguntó el menor emocionado. Neizan, Adif y Hiram se encontraban espiando desde los arbustos.

—Ja, ja, ja. Así es —respondió la chica.

Los hermanos de Amiel se burlaban de él por hacer tardado en confesarse a Estrellita, lo que el mayor sólo respondía viendo a otro lado.

Después de eso, Amiel puso el anillo en el dedo de su prometida y la besó sellando su compromiso. Así se despidieron para ir a su labor dejando a la joven y a Neizan, quienes se quedaron viendo a los hermanos hasta que desaparecieron de sus vistas.

Estrellita simplemente estaba feliz, después de todo, iba a casarse con Amiel.

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