Capítulo 34: No pude hacerlo
—Amiel. ¿Cuándo va a regresar mamá? —preguntó el menor en brazos del mayor quien lo llevó a su habitación para que durmiera.
—Yo creo que muy pronto.
Siete meses han pasado desde que la joven se convirtió en Muerte, la mayoría de las almas que recoge son víctimas de la Santa Inquisición. Permaneciendo a la espera de que todo pase, muchas veces sintió ganas de detener las cosas, pero se contenía para no afectar el equilibrio. Así que sólo se quedaba quieta, hasta el momento en que la persona muriera para ayudarlo a cruzar el portal, y evitar que los sentimientos negativos convirtieran sus almas en bestias sin conciencia, como ocurrió con su madre.
—¿Por qué casi nunca está en casa?
—Ella está trabajando.
La joven poco tiempo tenía para estar con su familia, aún así cada noche volvía a través del portal para despedirse del menor antes de que fuera a dormir.
—Neizan —y la susodicha pareció con tono divertido tras la puerta.
—¡Mami! —el menor pidió ser bajado para ir a abrazar a la chica— ¡Te extrañé mucho!
—No creerías que olvidaría tu cumpleaños ¿o sí?
—¡Lo recordaste! —volvía con los acogedores abrazos.
—Por supuesto —mencionó con una sonrisa y volteando ver a Amiel—. Gracias por cuidarlo.
—No hay problema. Los dejaré solos para que hablen —añade el mayor saliendo del cuarto y yendo a la oficina de su padre dónde él se encontraba.
Ella acomodó al pequeño a quedar sentado en la cama.
—Toma —dice entregando un collar de cruz a Neizan—. Es tu regalo.
—Gracias —agradeció con no tanta alegría como antes habiendo tomado entre su mano el obsequio.
—¿Sucede algo? —estaba extrañada, pues el joven tenía el ceño fruncido como si estuviera enojado.
—No lo quiero —replicó dejándolo en el colchón para después recoger sus piernas abrazándolas.
—¿Eh? ¿Por qué? —la sorpresa relucía con ese hecho cuando jamás había mostrado esa actitud.
—Es que es de Dios. Y yo lo odio.
—¿Lo odias? ¿Por qué dices eso?
—Él te mató.
—No, Neizan eso no es verdad, ¿Por qué piensas eso?
—¡Claro que sí! ¡El abuelo Lamec me lo dijo! ¡Dios es malo!
—¡Neizan! —alzó la voz, algo que asustó al menor haciendo que soltara sus lágrimas en silencio. Ella relajó el semblante sentándose a su lado mientras frotaba su cabeza con lentitud— Escucha, no debes pensar en eso. Él nos cuida.
—Pero... —dice aferrándose a ella y llorando—, no te cuidó a ti —Estrellita negó con la cabeza.
—Sí lo hizo, sólo que yo tengo un destino con el cual cumplir —la joven le mostró una sonrisa antes de besar su cabeza—. Jamás pienses o creas esas cosas. Confía en Él y confía en mí. ¿Entendido? —él asintió— Bien, dame el collar, comprendo si no quieres usarlo —menciona sin dejar de sonreír.
—Mamá, lo siento —tomó rápidamente el obsequio de nuevo entre sus manos—. Sí me gusta el regalo. Es sólo que no me gusta ver que te pasen cosas malas.
La joven suspiró sonriendo colocándole el collar en el cuello del niño.
—No podemos controlar lo que pase a nuestro alrededor. Pero sí nuestras acciones. Por eso si algo malo me pasa, sólo debo levantarme ¿no? Ahora vamos, debes dormir.
616 llevó a acostar el cuerpo de Neizan haciéndole cosquillas, para así arroparlo en la cama, le dio un beso en la frente y deseaba buenas noches.
—Mami, en verdad lo siento.
—Está bien. Te preocupaste por mí, y eso me alegra. Sólo no vuelvas a decir que odias a alguien.
—¡Sí! —contestó con gran sonrisa para aferrarse a las sábanas.
Después de dejar al pequeño dormir, la joven salió de la habitación y bajó las escaleras en dirección a la oficina donde Lamec y Amiel se encontraban, abriendo la puerta sin tocar.
—Te lo advierto Lamec, no vuelvas a tratar de hacer que Neizan esté en contra de Dios —espetó la Muerte con los ojos rojos brillando.
—¿Qué? Padre ¿qué hiciste? —preguntó Amiel confuso. Su padre miraba aburrido a la joven.
—No deberías apoyarlo. Mira en lo que te ha convertido —responde el señor dirigiéndose a la menor.
—Esto es algo que acepté por mi voluntad. No lo volveré a repetir, ¡no le metas esas ideas a mi hijo!
—¿Tu hijo? Tú no eres su verdadera madre —el enojo de ella se notaba con facilidad en su rostro.
—Si con eso quieres competir. Te recuerdo que tú no eres nada suyo, ni su abuelo ni su padre, en cambio yo sí soy su familia, soy su tía y no seré su madre biológica, pero sí lo he cuidado y querido como si lo fuera. Ahora déjalo en paz o tendremos muchos problemas tú y yo —culminó saliendo de la habitación y volviendo a la del menor.
—Padre, no debiste hacer eso —mencionó Amiel molesto.
—Tú no tendrías que estar de su lado. También lo odias —un pequeño silencio se instaló—. Porque aún lo odias ¿no es así?
—No. Antes quizá, pero ahora no. Para empezar, nunca he tenido la intención de iniciar una guerra contra Él, y no la haré.
—¿Qué estás diciendo? —su entrecejo se arrugaba y sus manos entrelazadas las apretaba— ¿Después de todo lo que nos quitó? ¿Ya olvidaste a nuestra familia? ¿A tu madre?
—No, claro que no. Pero eso ya fue hace mucho tiempo. Además, la tengo a ella y tengo a mis hermanos, tíos, mis primos y a Amanda, y es todo lo que necesito.
—Tú... —fue interrumpido.
—Todos los demás también lo están aceptando de vuelta, y creo que es mejor así. Por lo que has caso a Estrellita, y no vuelvas a intentar envenenar a Neizan —Amiel salió de la habitación yendo a buscar a la menor.
Lamec estaba simplemente furioso, no podía aceptar que Dios volviera a ser parte de sus vidas otra vez, no después de aquél pasado.
Amiel fue a seguir a la menor y entró a la habitación, ella veía dormir a Neizan tranquilamente.
—Siento lo de mi padre —mencionó en voz baja poniéndose al lado de la chica.
—Tú padre me agrada, pero por favor, no dejes a Neizan solo con él.
—Sí, está bien.
—Bien —dice poniendo una sonrisa—. Tengo que ir a trabajar.
—Cuídate —Amiel acarició la cabeza de la menor mientras sonríe.
—Claro.
La joven alzó la mano a la vez que se alejó un poco para abrir el portal. Se despidió del mayor cruzando el túnel que la llevó un poco alejada del pueblo.
Allí se estaba llevando a cabo un juicio, un hombre fue acusado de haber hecho tratos con el demonio y estaba siendo llevado a la hoguera.
—No puede... ser... —sus ojos se afligieron al ver a la muchedumbre gritar hacia el hombre.
En la casa de los Antediluvianos, Amiel se había quedado al lado del menor durmiendo con él mientras esperaba el amanecer y quizás el regreso de su Estrellita.
Pasaron un par de horas, era de madrugada, la Muerte volvió a la casa y estaba parada frente a la cama donde dormían el mayor y su pequeño, después cruzó la puerta y salió al patio a sentarse bajo el gran roble, abrazó sus piernas y comenzó a llorar.
En ese momento, Amiel había sentido la presencia de la joven y se dispuso a ir con ella, así que se levantó con cuidado para no despertar al menor y salió también, llegando con 616 sentándose al lado.
—¿Quieres hablar? —el mayor fue sorprendido por el repentino abrazo de la chica, quien se aferraba con fuerza— ¿Qué pasó?
—Tenía que recoger a alguien —su voz trémula indicaba su tristeza—. Un hombre acusado de tener conexiones con brujas y con el diablo, iba a ser quemado en la hoguera —él ponía suma atención— Amiel, ese hombre era mi hermano.
—¿Tu hermano? Espera, ¿no me habías dicho que era un Padre?
—Sí, pero descubrieron su pasado, lo condenaron a morir sólo porque nuestra madre y yo éramos sospechosas de brujería.
—Lo siento —dice tratando de calmarla.
—No pude hacerlo, Amiel. No pude quedarme verlo morir de la misma forma que yo.
—¿Qué? ¿Lo salvaste?
La joven quedó llorando en el hombro del mayor, quien sólo podía darle su apoyo emocional en ese momento. No podía comprender cómo era posible que salvara a la persona responsable de su sufrimiento, pero eso sólo le confirmaba que la menor no tenía oscuridad en su corazón.
Con eso llegó la mañana, 616 y Amiel habían quedado dormidos juntos. En ese momento, la Muerte Blanca número 1 apareció frente a ellos, despertando a ambos.
—Rompiste la regla —habló con indiferencia.
—Esteban... —susurró 616.
—Espera —Amiel se levantó poniéndose frente a Esteban—. Es su hermano, no pueden pedirle que se olvide de eso sólo así.
—No hay excusa. Sabía lo que este trabajo conlleva —mencionó volteando a verla—. Ahora deberás enfrentar un juicio a no ser que arregles las cosas.
—No me obligues por favor... —pide casi en súplica la joven.
—Cambiar el curso de algo, cambia el curso de todo. ¿Sabes dónde está tu hermano ahora? Él encontró a su hijo. Tienes una idea de lo que hará ¿no es así?
Sólo con escuchar eso, la joven hizo aparecer su guadaña y corrió a buscar a su pequeño. Amanda y Neizan habían salido al bosque a dar un paseo, 616 sabía por dónde acostumbran caminar, así que sólo corría en su búsqueda.
El mayor fue tras ella, consciente de lo que era a lo que Esteban se refería.
La Muerte Negra 616 fue a arreglar las cosas.
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