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Capítulo 31: Feliz Cumpleaños

—Mami —voz susurrante llamando con alegría.

—Uhm… —Estrellita yacía dormida, el pequeño Neizan trataba de despertarla.

—Mami… —repitió con risilla. Ella se puso de lado tapándose la cabeza con la sábanas— ¡Mami!

—¡Ah! ¡¿Qué pasa?! —asustada se levantándose de golpe— ¿Eh?

«¡Felicidades!» Toda la familia estaba en la habitación, sonriendo y de pie, Amiel tenía un pastel en sus manos, la decoración era un poco soza.

—Neizan ayudó a prepararlo —mencionó Amanda.

—¡Es muy lindo! —Estrellita tenía una enorme sonrisa por el cariño que todos le daban.

—¡Feliz cumpleaños mami! —el pequeño casi se tiró encima de ella para abrazarle, cosa que provocó a la chica reír.

—Tendré que esforzarme para hacer un pastel que este a la altura del que tú hiciste —correspondía con alegría el gesto.

Todo era felicidad y amor, cada uno le fue dando un fuerte abrazo y unos cuantos regalos. Después del desayuno, todos comieron pastel, los únicos que faltaban en la casa eran Izan y Samuel. El rubio porque había salido desde hace una semana por asuntos personales que no quiso revelar a la familia, casi nunca se encontraba ya en casa. Y el mayordomo porque fue asesinado tres meses antes por el mismo Lamec, Samuel intento matar al pequeño mientras dormía junto con la chica.

Cuando terminaron de comer, Neizan y Estrellita fueron a dar un paseo juntos, ambos se dirigieron a la antigua casa del menor, pues ahí estaba la tumba de su madre. Recogieron unas cuantas flores rojas de pétalos ondulados y se las dejaron en la tumba. Luego de visitarla, ambos se dispusieron a regresar, iban tranquilos, hablando de todo.

—¿Y vas a convertirte en vampiro? —preguntó Neizan curioso.

—¿Eh? Sí, digamos que es el regalo que pedí para mí —respondió con una sonrisa.

—Oh… ¿yo también tengo que serlo?

—Sólo si quieres.

—¿Y si no quiero? —sus ojos la miraban fijamente esperando su respuesta.

—Entonces no hay problema. Puedes continuar siendo humano.

—Pero ¿van a dejar de quererme? —se detuvieron, él parecía que lloraría.

—Claro no —dice la joven inclinándose a la altura del menor—. No importa lo que decidas ser. Siempre te vamos a amar. Nunca lo olvides.

—¡Sí! —menciona el menor abrazando a la chica que le regresó la alegría.

Los dos caminaron para regresar a la mansión. En el camino decidieron ir por el sendero en el que hay un pequeño risco, de vez en cuando, ellos van a sentarse ahí para observar las constelaciones, pues además, también había un pequeño campo de aquellos lirios rojos que tanto les gustan.

—¿Y cuando serás un vampiro?

—Amiel dijo que sería cuando volviéramos de nuestro paseo.

—Oh… ¿Mami? —el niño se detuvo al ver algo que le asustó.

—¿Qué ocurre?

Ella también se detuvo, pues entre los árboles pudo ver un ser negro, el cual le daba la sensación de que era peligroso, sin embargo, lo que más le asustaba era el hecho de que ese ser era idéntico a su madre.

—**Inaudible**, mi niña…

—¿Ma-Mamá?

—Mami. ¿Qué es eso? —preguntó el menor con miedo.

—Mi hija, al fin te encuentre —con sonrisa torcida la mujer apartaba las ramas sin dejar de ocultar la mayor parte de su cuerpo.

La cara de los humanos se tornó desesperado cuando la madre de Estrellita salió de entre los arbustos descubriendo su cuerpo, dejando ver qué la parte inferior era la parte baja de un ave, y que en lugar de brazos, eran alas.

—Vamos, tenemos que irnos. Aún nos quieren hacer daño —dice acercándose a su hija, pero ella se aleja—. ¿Qué haces?

—Mamá, ¿qué te ha pasado?

—No lo sé, cuando desperté, ya no estabas. Me asusté mucho. Oh mírate, como crecido. ¿Quién es el niño?

—Es el hijo de Azarías. E-Es tu nieto —su voz temblaba como queriendo ocultar al menor tras de sí.

—¿Tengo un nieto? Oh, que alegría —sonrió con intención de mostrar alegría, y eso sentía, pero la forma desquiciada que hacía daba la impresión contraria—. Bien, debemos irnos, rápido.

—Mamá, no podemos irnos. T-Tú moriste hace dos años.

—¿De qué hablas? Estoy aquí.

—No, tú estás muerta, moriste en mis brazos, enterré tu cuerpo… —dice la menor soltando lágrimas a la vez que temblaba, pero sus palabras fueron interrumpidas.

—¡No es cierto! —la mujer alzó la voz, lo que asustó a los menores— ¡No seas una niña malcriada y ven con tu madre!

—Neizan —mencionó la joven—. Corre —él estaba confundido—. Yo la distraeré mientras tú corres. Ve a la mansión, y pide ayuda a Amiel.

—Pero…

—Estaré bien —dice con una sonrisa para tranquilizar al menor, a la vez que empuñaba su espada—. Ahora, corre.

El menor hizo caso a su madre y se alejó de allí. La mujer mitad pájaro se acercaba enojada, y cada vez lo estaba más cuando veía a la chica a la defensiva habiendo desenvainado la espada contra ella.

—Soy tu madre. ¡Hazme caso! —hubo un pequeño silencio en el que parecía que la mujer se tranquilizó— ¿Quién eres?

—¿Qué?

Uno de los ojos de la mujer se volvió gris, estaba comenzando a perder los recuerdos de quién era. Abrió sus alas y tenso sus patas sacando las garras, emprendió vuelo atacando a su hija quien sólo evitaba ser tomada por esas filosas uñas, pues si lograba darle, sería una herida muy seria.

—¡Mamá! ¡Basta! —suplicaba la menor mientras evitaba con su espada los golpes de su madre.

Cada vez el cuerpo de la mujer se transformaba agregando más partes de animales, pequeñas plumas comenzaban a aparecer y sus dientes se habían vuelto puntiagudos. Emprendiendo vuelo, trató de tomar con sus garras a la menor, pero en uno de los movimientos golpeó con su ala a su hija, haciendo que chocara contra una roca y la espada quedara tirada cerca de la mujer.

—Ahg… —Estrellita se quejó por el golpe mientras dirigía la mirada a su madre.

—¿Qué? —la mujer vio su reflejo en la espada de su hija recordando todo lo que ocurrió, incluyendo, su muerte— Es verdad, ya morí.

—Mamá —mencionó la menor preocupada—, está bien.

—No, nada está bien.

Los ojos de la mujer se volvieron completamente negros, su cuerpo se transformó hasta convertirse en un cuervo mientras emitía gritos de desesperación que luego se tornaron en rugidos.

La menor estaba aterrada, pues el aspecto tenía un negro profundo, y, lo que antes era su madre, se convirtió en un ser sin conciencia que ya no reconocía a quien es su hija.

Una vez más, la criatura volaba, la chica se levantó con dolor, pues el golpe que recibió por parte de su madre y contra la roca fue fuerte.
Se recostó sobre la piedra analizando sus opciones de escape, pero fue paralizada por el rugir de aquella bestia que la embistió con sus garras.

—Ma-Mamá…

Su sangre resbalaba por la roca, pues esas uñas filosas le atravesaron el pecho, justo en el corazón, clavándola en la enorme piedra que detuvo el avance de la bestia.
Los ojos de Estrellita miraron para ver a aquella criatura que era su madre, y poco a poco el brillo de su miraba se fue apagando hasta que ya no había nada.

La bestia retiró sus garras, dejando caer el cuerpo ya sin vida de la joven, la criatura la vio y se alejó, lágrimas comenzaron a caer mientras emitía un rugido de dolor, triste y pena, aunque ya no tuviera conciencia.

¿Estrellita? Mientras tanto, en la mansión, Amiel sentía algo raro en el viento, algo, que le preocupaba mucho.

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