Capítulo 29: Reencuentro II
«No voy a dejar a nadie más que no seas tú, atraparme»
Amiel simplemente quedó boquiabierto ante esas palabras pronunciadas por la menor, ¿cómo era posible que alguien pudiera expresarse de esa manera? Sin embargo, ahí la tenía a ella, regalándole sonrisas sinceras que le hacían sentir feliz, sonrisas, provenientes de una humana.
—Volvamos a casa —dice la menor.
—Sí… —Amiel se encontraba atónito, tomó a la joven en brazos y saltó desde lo alto con ella, una vez en el suelo la bajó.
—¿Puedo subir en tu espalda? —preguntó contenta.
—Claro… —el mayor aún estaba sorprendido, iba a llevarla de caballito, pero antes la abrazó con fuerza— No quiero que vayas mañana —expresó casi en susurro con la cara escondida en el cuello femenino.
—Estaré bien —respondió con suavidad correspondiendo el gesto.
Sé que lo estarás, pero aún así, no quiero. Eran los pensamientos de Amiel mientras su ser se negaba a soltarla. Estuvieron así un rato sintiendo la presencia del contrario.
D
espués de eso, el mayor regresaba junto a su familia con la pequeña cargada en la espalda.
—Amiel la atrapó —dice Jaziel.
—Nadie puede ganarle —agregó Adir con seguridad.
—Yo no la atrapé —Amiel contradijo a los menores con pequeña sonrisa—. Ella se dejó atrapar.
—¡¿Qué?! —responden en tono indignado los jóvenes— Eso no es justo Estrellita —dice la melliza cruzando los brazos, a lo que la menor solo rió.
—¿Cómo lo hice? —preguntó la joven dirigiéndose a Lamec.
El señor sólo bufó mientras sonreía y dio media vuelta. Nada mal para una humana, contestó en respuesta.
Ese pequeño comentario puso feliz a la joven, quien afianzó el abrazo a Amiel siguiendo en su espalda. Luego de eso, todos se limpiaron y retiraron a sus habitaciones, por supuesto, Amiel junto con la chica.
—Niña, por favor, mañana cuídate.
—¡Sí! —respondió feliz mientras está arropada en la cama.
—Buenas noches, mi Estrellita —acariciaba su cabeza mientras ella iba cayendo dormida.
Así, el día siguiente llegó, y con ella la noche. Amanda, Hiram y la menor se habían preparado, los tres iban con trajes negros estilo medieval con capucha y un rompevientos, a la chica le gustaba la vestimenta, ella llevaba cuchillos y una espada corta. Hiram una espada más larga y sus cuchillas, y por último, Amanda arco y flechas, además de algunos cuchillos.
Los tres salieron de casa, por supuesto Amiel se despidió de la menor y les encomendó a los mayores que la cuidaran.
Al fin el trío se fue, al llegar al punto de reunión, varios hombres salieron alrededor para emboscarlos.
—¿Creyeron que no me iba a enterar que la tercera persona es esa zorra que atravesó mi mano? —dice el jefe de la banda, con quién se supone, harían la compra— ¿Eh? Esa no es la chica de aquella vez. ¿Dónde está?
—Vamos a olvidar esto —mencionó Amanda con frescura.
—¡De ninguna manera! ¡Mátenlos!
El hombre molesto dio la orden y sus subordinados atacaron, la mayoría fue tras la menor sin conseguir atraparla.
La pelea no duró mucho con Amanda y Hiram matando a todos, en cambio la menor, aunque peleaba formidablemente, no asesinaba a nadie, pues no era algo que deseaba hacer.
Al final de todo, los vampiros mataron los que quedaron vivos, incluyendo al jefe, sólo para que no hubieran testigos que dijeran que eran vampiros, aunque la menor replicaba que no lo hicieran.
Tomando los materiales regresaron a la mansión, Amiel que los esperaba en la entrada, se tranquilizó una vez vio que los tres volvían.
—¿Estás enojada porque los matamos? —preguntó Amanda con sonrisa amable.
—No —caminaba cabizbaja en el medio de ambos—. Sólo creo que no era necesario.
—Ellos empezaron —justificaba Hiram cargando una valija que contiene los materiales. Ella frunció un poco el ceño, causando al par de adultos una leve risilla—. Sonríe, que él te espera.
Cuando la menor visualizó al mayor, su sonrisa volvió y fue corriendo a abrazarlo en un salto para rodearlo por el cuello.
Lamec veía por la ventana junto a Samuel.
—Deberíamos tomarla ahora que tenemos la oportunidad —dice Samuel con mirada y desprecio sobre la chica.
—Aún es muy pronto. Dejemos que disfrute un poco más su vida —Lamec sonreía vilmente viéndola.
De esa forma, la joven continuó esforzándose por aprender más, el mayor le enseñó a leer, escribir, matemáticas y más, a la par que entrenada junto a los demás para pulir sus habilidades de combate.
El tiempo transcurrió y ya había pasado un año en el que hacía trabajos un poco más peligrosos al lado de los mellizos y Jaziel, de vez en cuando con Sem y Lena o Hiram, pero jamás junto a Amiel o Izan, ya que ellos se encargaban de cosas que requerían de más potencial y experiencia, como enfrentarse a otras criaturas e incluso a otros vampiros.
De vez en cuando iba sola a algún lugar del pueblo o acompañada de Amanda si ella requería hacer compras.
Esta vez la menor se encontraba recorriendo el camino que lleva al pueblo, en dirección contraria de dónde queda la mansión de los Antediluvianos. Ahí pudo escuchar cómo alguien pedía ayuda. Al acercarse a ver de dónde provenía la voz, vio a un hombre de espaldas con ropas que parecían ser del clero eclesiástico, y alrededor suyo, tres hombres muertos y otros cinco estaban de pie frente al que clamaba por ayuda. Los cinco hombres eran bandidos que emboscaron a esa persona y sus acompañantes, sólo para robarles.
La chica se entrometió y venció a los hombres dejándoles inconscientes, después de eso el señor se levantó agradeciendo a la extraña que le salvó.
—Muchas gracias —sacudía su vestimenta haciendo sonar la tela de esta.
—Esa voz se me hace conocida —pensaba la chica, pues aún no veía la cara del hombre—. No hay proble…
—¿Chica? —dice extrañado el hombre.
La menor frenó sus palabras debido a que en realidad sí conocía a ese sujeto, se trataba de Azarías, su medio hermano.
—¿Ocurre algo?
—Eh… Es verdad, ya no soy aquella niña de siete años, sino una joven de diecinueve —se respondió en sus adentros sin dejar de mirarlo—. No, nada. Me sorprende ver a un Padre aquí.
—Se nota mucho por mi vestimenta ¿no? —rió por lo bajo parándose frente a ella.
—Es difícil no saberlo —añadió fingiendo una sonrisa.
—Hija, peleas muy bien, es complicado tener que pedir esto a una mujer, pero ¿podrías protegerme hasta llegar al pueblo? Se te recompensara.
—No es necesario, el pueblo está cerca, pero igual puedo llevarlo.
La menor quería algunas respuestas de él, cosas como saber por qué razón la llaman pecado o si ha sentido algo después de que hubiera sabido de que su hermana menor estuviera muerta, o si simplemente pensaba en su madre.
Así que lo guío hasta llegar a la Iglesia, donde lo estaban esperando. El pueblo pasó todo un año sin un Padre que guiará el rebaño, después de que el anterior hubiera sido asesinado por brujas. Claro que esa es una historia que se creyó porque esas supuestas brujas eran la joven y su madre.
—Esta chica salvó mi vida, llévenla a mi oficina —ordenó haciendo un ademan para un par de hombres. La menor esperó por unos minutos pensando cómo llevar la conversación con Azarías—. Lamento mi demora. Aquí tienes —entregó una bolsa de monedas a la chica—. Un incentivo por tu servicio.
—No es necesario —regresó la bolsa sin sonrisa—. De hecho hay otra cosa que quiero.
—¿Qué es? Si está en mis manos te lo conseguiré.
–Sólo son algunas respuestas —el hombre se miraba confuso—. Usted viene de Arsel, de una pequeña granja de cosechas cuya dueña era una mujer. Usted vivía con su madre, Amanda, y su hermana menor ¿no es así?
—¿Cómo sabe eso? —el Padre estaba sorprendido, se había encargado muy bien de mentir para que casi nadie supiera sobre ello.
—¿Sabe lo que le ocurrió a su familia? —cuestionó casi con impaciencia.
—¿Familia? Esas pecadoras no eran mi familia —el desdén era obvio—. Pero sí, lo sé. Fui yo quien avisó sobre esas brujas. Pero dime, ¿cómo es que sabes de ellas?
—¿Qué? —la menor estaba con justa razón desconcertada— ¿Fue usted? ¿Sabe lo que pasaron? ¿Lo que les hicieron? La madre fue violada frente a su hija de siete años. Y a la niña… ¡la quemaron viva! —apretaba sus puños con enojo.
—Es lo que se merecían por no estar en el camino de Dios.
—¿No siente remordimiento? Eran su madre y su hermana.
—No lo eran —el desprecio se asomaba en cada palabra—. Y no, no siento remordimiento. ¿Por qué debería?
La joven al escuchar la calma y desprecio con que su hermano se expresaba le provocaba ira, quería tomar el arma que cargaba consigo. Una pistola hecha por los Drows que Amiel le regaló para protegerse, quería usarla por primera vez en contra de alguien, por primera vez deseaba matar alguien. Cuando iba a sacarla, una mujer interrumpió.
—Azarías. Por fin vuelves. ¿Por qué huiste? Tu hijo te necesita, ya tiene 5 años.
—¿Hijo? —la menor se asombró al escuchar eso.
Azarías abofeteó a la mujer por su imprudencia, y casi forzadamente entregó la bolsa de monedas a la menor como forma de soborno para que no dijera nada de lo que escuchó. Cuando estaba por sacarla de la habitación, la mujer salió corriendo de allí, el Padre ordenó que la siguieran, pero había dicho una cosa más, algo que la menor no pudo escuchar.
—Mira, te imaginas que nadie debe enterarse de esto ¿no? —mencionó intentando ocultar su nerviosismo.
—¿Qué tu rebaño no debe saber que has tenido un hijo que ni siquiera reconoces estando al servicio de Dios?
—Así es —ahora era la vergüenza dueña de su expresión.
—Claro. Guardaré el secreto —dice con toda calma la chica saliendo de allí—. Un hijo tuyo ¿eh? Quiero conocer a ese sobrino mío —pensaba mientras seguía a los hombres que estaban tras la mujer.
La chica por fin encontró el hogar de la mujer y el hijo de su hermano, era una cabaña fuera del pueblo, ella se escondió entre los arbustos y observó lo que ocurría dentro de la casa. Sin embargo, no pudo quedarse quieta cuando vio como uno de los hombres clavó un puñal en el pecho de la mujer, y estaban por hacer lo mismo con el infante.
Sin más entró a la cabaña deteniendo a los sujetos, matándolos y salvando al niño.
Con el mismo puñal que usaron para matar a la madre del niño, ella los mató, luego se recostó sobre la pared mientras veía sus manos cubiertas de sangre, volteó a ver al niño quien abrazaba a su madre muerta.
—Niño —dice con debilidad emocional más que física, después de levantarse y acercarse—. ¿Tienen una pala?
Al principio el menor miró extrañado a la chica, pero luego comprendió que era para enterrar a su madre. Por supuesto, él no quería, pero la joven lo convenció de que era lo mejor. Así le hicieron una tumba sencilla, después de eso la chica se lavó las manos y se acercó al pequeño que lloraba.
—¿Tienes familia? —él negó rápidamente sollozando en silencio— Ya veo —le sonrió y extendió la mano—. ¿Quieres venir conmigo?
Al principio dudó el menor, pero tomó el gesto aunque sollozaba, comenzando a caminar mientras se alejaban de la casa.
—¿Cuál es tu nombre? —se esforzaba por mantener su sonrisa, pero sus lágrimas acompañaban el sentir afligido del niño.
—Neizan.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro