Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 24: Mi Presa

Todos estaban reunidos en la mesa para cuando llegó la menor. Amanda la guío para que se sentara junto a Amiel, que tenía una expresión sin emoción.
Temerosa tomó su lugar, pues la mesa estaba acomodada elegantemente, y ella no sabía absolutamente nada de etiquetas, después de todo, antes de huir de pueblo en pueblo, su madre y ella vivían humildemente, así que estaba preocupada por no saber "los modales".

—Psst, hey, niña —le habló la melliza sonriendo—. No te preocupes, sólo has lo que yo haga. ¿De acuerdo?

La joven observaba atentamente a Adir, trataba de imitarla lo mejor que podía. Todos también la observaban a ella, pues jamás habían estado tan cerca de los humanos hacia hace tanto. Eso era algo que ponía nerviosa a la chica. Aun así la cena fue de lo más tranquila con una breve presentación entre los integrantes. Los más energéticos, que eran la melliza y Jaziel, fueron los que más hablaron durante la comida contando lo que habían hecho durante el tiempo que no habían visto a Amiel.

Se notaba, por la actitud relajada y respetuosa con la que se dirigían hacia el mayor de los hijos de Lamec, que era apreciado, mucho más por los más jóvenes de ellos, que eran como si quisieran hacerlo participe de todo.

A la menor por supuesto se le hacía extraño que nadie le hubiera preguntado su nombre en todo el tiempo que llevaban en la mesa, pero precisamente era eso lo que la aliviaba, ya que ni ella misma sabía la razón del porqué no conocía su propio nombre. En cambio, el motivo por el cuál nadie lo preguntó se debía a Amiel, pues él les encomendó no hacerlo con una pobre explicación sobre la condición de la menor, el cómo y por qué decidió llevarla.

—Niña —habló Izan obteniendo la atención de todos—. ¿De dónde provienes?

—De un pueblo llamado Arsel. Al norte del Reino Rose.

—Arsel —mencionó con leve sonrisa mientras cortaba su carne con elegancia—. He escuchado que sus cosechas son las mejores —ella asintió dudosa, pues desconocía las condiciones de su lugar de origen—. O mejor dicho, lo eran —la miró divertido—, hasta que se descubrió que el principal proveedor de esas cosechas era una mujer acusada de brujería —el tono guasón con que añadió, la acobardó. Sus ojos se se agrandaron, titubeó algo que en realidad ni siquiera formuló, y su rostro palideció en un instante.

El disgusto de Amiel se expresaba en un semblante próximo a lo iracundo, la advertencia provenía del sonido de metal de la copa de vino al ser estrujada. Lo llamó de una forma pausa y marcada que a su primo le causaba ensanchar la sonrisa soberbia.

—Sólo estoy añadiendo información que he escuchado durante mis viajes.

—Bien, pues esa información puedes mantenerlas guardadas.

—Yo sólo espero que esta chica no vaya a ponernos en riesgo con sus hechizos.

El ambiente estaba muy tenso, era obvio que Izan sólo buscaba provocar a Amiel, y él estaba cayendo directo en su juego, lo que era extraño, ya que nunca se había puesto tan serio con nada, pero que se enfadara porque atacaran a la pequeña le confirmaba al rubio de larga cabellera que esa humana le era especial a su primo.

—Hermano, basta —le pide Jaziel a Izan, preocupado.

—Hermano, por favor, siéntate —el joven con una apariencia de unos veinticuatro años, de nombre Hiram, le dijo a Amiel, que se había puesto de pie, sumiendo el entorno en tensión.

Ante el aparente comienzo de una pelea con una pequeña y cualquier provocación, la menor, asustada, tomó del brazo a Amiel captando su atención y el mensaje a través de sus ojos, pidiéndole que se detuviera, cosa que hizo que se tranquilizara.

—Vamos a dejar esto para después —menciona el mayor, resoplando aparentemente impávido—. Niña, sígueme.

Ella no chistó, se levantó despidiéndose de los demás haciendo una pequeña reverencia para después seguir al mayor a su habitación. Abrió la puerta permitiendo que la chica pasase primero.

—Lamento que tuvieras que soportar al idiota de mi primo —comentó irritado.

—No. Estoy bien. En serio —sonrió, una buena expresión, grande, pero notablemente forzada.

—No necesitas sonreír así, al menos no conmigo y menos si nadie más te ve.

—Lo sé —bajó su cabeza y la sonrisa disminuyó sin que se borrara—. Pero no quiero mostrarme triste todo el tiempo —él solo la miraba, ella le devuelve el contacto—. Me iré mañana —Amiel se sintió confundido, por lo que la joven repitió y agregó: —Me iré mañana. Yo no quiero que tengas problemas con tu familia. Así que es mejor que me vaya —la falsa expresión de alegría de ella lo empezaba a molestar, que gruñó, pero lo ignoró.

—De ninguna manera —mencionó acariciando la cabeza de la menor—. Fui yo quien te trajo aquí y te prometí que tendrías un lugar al cuál volver. Así que no te preocupes.

Amiel mostró una muy ligera sonrisa acompañando esas palabras, no era muy diferente a una mueca de fastidio. Tampoco necesitas fingir que sonríes. Dijo la joven en su interior, pero  el que él lo intentara le dio mucha alegría. Pidió su permiso para abrazarlo, desconcertándolo ante una petición que le salió de la nada, y aunque se negó, un rostro entristecido apeló, podría decirse, a su corazón.

—Está bien, pero que sea rápido —gruñó, incomodo, y alegrándola a ella, que sus brazos y la presión lo hacían sentir extraño.

—¿Me puedo quedar hoy contigo? —lo observó con felicidad radiante recostando su cabeza en el pecho.

—¿Pero qué...? —y él simplemente no dejaba de verse sorprendido.

—Tengo miedo de dormir sola —un poco de silencio—. Por favor. Puedo dormir en el piso como tu mascota.

—No quiero que hagas eso —suspiró masajeando su sien. Ella no hacía nada, pero creía que se llevaba toda su energía. La hija de una bruja, pensó fugazmente, olvidándolo de inmediato—. Puedes usar la cama, de cualquier forma hay suficiente espacio para dormir los dos.

La joven se sintió demasiado feliz como para volverse a acurrucar en el abrazo unilateral en el que Amiel se cuestionaba si lo dejaría libre algún día. Se sobresaltó cuando llamaron a la puerta, a lo que el mayor le pidió que le soltara, algo que ella acató. Samuel, el mayordomo, dio el aviso a Amiel de que su padre lo esperaba en la oficina, él iba a tener una charla junto con Izan.

—Ahora bajo —dijo el mayor a lo que el mayordomo se retiró.

—Te he causado problemas —miró al suelo preocupada.

—No. En realidad tú no hiciste nada —acarició su cabeza haciendo que ella le viera—. Espera aquí o si quieres ve a dormir.

Aun así, ella no podía dormir como si nada, todavía mantenía el hábito de sentarse frente a la ventana a ver las estrellas, sintiendo que eso era su espacio y la calma.

—Ahora que recuerdo. ¿Qué habrá pasado con el señor Iván?

Amiel se dirigió a dónde se encontraba su padre junto con Izan, Lamec no estaba contento con la reacción de ambos, especialmente con la de su hijo, quien a su parecer le estaba dando demasiada importancia a una simple humana.

—Amiel. Dejé pasar el hecho que hayas traído a una humana aquí por el motivo de que no sueles actuar de manera imprudente. Pero esto que acaba de suceder en la mesa. ¿Qué rayos pasa contigo?

—Debemos tener cuidado, tío Lamec. ¿Qué tal si en el futuro mi primo escoge a la niña sobre su familia? —habló Izan, burlón como siempre— Debemos convertirla, si Amiel no puede, yo me ofrezco.

—Atrévete a tocarla y te arranco la garganta —mencionó el mayor con furia es sus ojos y sacando las garras.

—¡Basta Amiel! —su padre alzó la voz también molesto— Por lo visto Izan está teniendo razón. Conviértela tú o lo hará uno de nosotros. Y sabes que no seremos gentiles.

—¡No! —espetó con hostilidad mirándolo a los ojos— Ella se quedará como humana. No voy a elegirla en vez de mi familia, pero tampoco voy a dejar que le hagan daño. Ella es mi presa y no voy a dejar que nadie más la tomé. Ni siquiera tú, padre.

—Bien. Sólo recuerda esto, Amiel, si esa humana hace algo que nos ponga en riesgo, no voy a convertirla, voy a matarla.

—No tienes que preocuparte por ello. Si algo pasa, seré yo mismo quien la mate. Pero hasta entonces, recuerda que ella es mi responsabilidad —escondió las garras, pero sus ojos se mantenían aún encendidos—. Ahora me retiro. Pero antes que nada, Izan, quedas advertido. No la toques.

Sin más que decir, Amiel salió de la oficina, subió las escaleras sin siquiera notar a sus demás familiares viendo desde la sala como él iba enojado, yendo a su habitación donde la menor lo esperaba junto a la ventana, contemplando el gran cielo decorado de estrellas.
Apenas abrió la puerta, pudo notar lo feliz que le hacía ver las constelaciones, y sólo bastó eso para que su molestia se fuera.

—Creí que ya estarías en la cama —dijo relajado.

—Te estaba esperando —le miró con gran sonrisa—. Además me gusta mucho ver las estrellas.

—Se nota —dice cerrando la puerta—. Ya es tarde, y han pasado muchas cosas. Ve a dormir.

—¡Sí! —con alegría la menor se levantó y se metió entre las sábanas casi como un minino. Amiel sólo se sentó a mirarla— ¿No vas a dormir?

—Puedo pasar noches enteras sin hacerlo. Tranquila, no me iré a ningún lado.

—Gracias —dice ya siendo vencida por el sueño.

No sé porqué agradeces.

Pasaron horas en las que no había casi sonido alguno más que las de la naturaleza, pero entre sueños la menor comenzó a sollozar, comenzaba a tener pesadillas, algo que era muy recurrente, pues las imágenes que tenía eran los recuerdos de cuando fue inmolada viva. Amiel, quien aún estaba despierto, sólo se le ocurrió acariciar de nuevo la cabeza de la menor, cosa que la calmó.

Decidió recostarse a su lado sin dejar de verla, y poco a poco también quedó dormido.
Cuando la mañana llegó, Amiel despertaba estando bocarriba, pero enseguida notó que algo lo tenía rodeado de su torso. Al observar mejor pudo ver que la menor lo tenía abrazado aún dormida.

No sabía qué hacer con esa situación, le apenaba, pero tampoco quería despertarla.
Así que con mucho cuidado quitó los brazos de la menor y la acomodó sin que dejara de dormir. Luego Amiel salió de la habitación y se dirigió a la cocina, donde Amanda se encontraba.

—Buenos días, joven —dijo con su siempre sonrisa. El contrario devolvió el saludo—. ¿Pasa algo?

—Esa niña es muy —se detuvo para encontrar la palabra adecuada— empalagosa.

—Y muy linda —agregó con risilla coqueta.

—Claro —desvió como tratando de hacer caso omiso a ese tono que la mujer usó, cosa que a ella le hizo reír—. Deja de reírte —bufó vencido—. ¿Puedes llevarle el desayuno a la habitación?

—Claro —poco lograba controlar su risa.

—Está en la mía. Así que...

—¡¿Qué?! —espeta interrumpiendo sus palabras abofeteándolo con un pan.

—¡¿Ahora por qué me golpeas con un pan?!

—Es una niña. Hubieras esperado a que al menos fuera un poco más adulta.

—¿Pero qué...? ¡Sólo durmió conmigo en mi cama!

—Y tienes el descaro de decirlo así —movió la cabeza de lado a lado—. Me decepcionas —anexó dramatizando el contexto.

—¡Qué no hice nada con ella!

Amanda sólo se carcajeó de la reacción que tenía el mayor, pues le gustaba molestarlo. Ella sabía que no había forma que él se aprovechara de alguien y mucho menos de una pequeña.

—Tranquilo —le guiñó un ojo—, tu secreto está a salvo conmigo.

—Amanda... —fue interrumpido.

—¿Cuál secreto? —la melliza se había escabullido a la cocina sigilosamente, asustando y apenando a su hermano mayor.

—¡Ninguno!

En ese momento, la menor quien ya se había despertado, bajó a la cocina para ver si podía ayudar a hacer el desayuno.

—Hola —saludó tímida al entrar.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Amiel— Iban a llevarte el desayuno.

—Quiero ayudar.

—¡Qué linda! —gritó emocionada Amanda a la vez que la abraza— Pero está bien, yo prepararé la comida. Puedes jugar mientras esperas.

—Pero...

—¡Vamos a jugar! —Adir la tomó de las manos llevándosela afuera— Nos vemos luego hermano.

El mayor se quedó ayudando a Amanda mientras vigilaba por la ventana a los mellizos y a Jaziel jugando junto a la menor.

—Va a estar bien —mencionó Amanda viéndolo como apenas le despegaba los ojos.

—Sé que no la van a lastimar, al menos no intencionalmente, pero nosotros no somos normales.

—Adif está con ellos, es el más consiente. Así que cuidará a la pequeña —él suspiró convencido de eso, aunque otra parte seguía empeñado en no dejar de verla—. Por cierto, sé que nos pediste no tocar el tema, pero si se va a quedar no podemos llamarla niña o pequeña todo el tiempo. Necesita un nombre.

—Ella no es una mascota.

—Irónico que no le digas mascota, pero sí presa —dijo burlona ganando la leve sonrisa del hombre a su lado.

—No sé cómo debería llamarla.

—Bueno, ¿qué tal el nombre de ella?

—Jamás —su sonrisa se esfumó.

—Amiel... —sus palabras fueron cortadas.

—¡No!

—Lo siento —dice con tristeza.

—No, yo lo siento, no debí alzar la voz. Sólo... no quiero hablar de ella —mencionó el mayor con un semblante sombrío y cabizbaja al recordar un dulce momento que ahora es amargo.

Entonces la ventana fue tocada por Adir, quien daba pequeños golpecitos al vidrio para que la abrieran.

—Ven a jugar con nosotros antes del desayuno —habló emocionada.

—¿Por qué?

—Vamos, estamos jugando a «Tú la traes». Ahora la niña la trae. Jaziel la está persiguiendo en el bosque.

—¿El bosque? —sus ojos se abrieron un poco más— Adir. ¿Ella sabe los límites? —esa pregunta causó sorpresa en la chica que luego se transformó en preocupación— ¿Le explicaron hasta dónde se puede llegar?

—No... —al responder eso la melliza, el mayor corrió con su amuleto que lo protegía del sol y una espada para dirigirse al bosque y buscar a la pequeña— Lo siento.

—Adir —mencionó Amanda tocándole su hombro.

—Lo siento, lo olvidé —sus manos apretaban su ropa por el pecho a la vez que sus ojos se cristalizaban—. En verdad, lo siento.

—Lo sé, ahora llama a Hiram, que traiga a los Dips para que rastreen a la pequeña.

—¡Si!

La chica se había perdido en el bosque, se adentró tanto que perdió el camino. Jaziel la buscaba casi desesperado, pues se supone que no podía perderle de vista, sin embargo, lo hizo, no por haberse distraído, sino porque la pequeña tenía experiencia escapando.

—Rayos —musitó asustado—. ¡Niña! ¡¿Dónde estás?! ¡Regresa! ¡No podemos estar aquí!

En el punto dónde estaban era el territorio de unas criaturas que odiaban a todas las demás, especialmente a los humanos.
Habían límites hasta dónde ellos podían pasar, pues habían hecho un trato con los Antediluvianos.

En el suelo del bosque, había una línea hecha con piedras que formaban un círculo con un gran diámetro, toda esa área pertenecía a esas criaturas, por lo tanto, si un vampiro lo cruzaba, sus poderes se verían sellados hasta que volvieran a salir de la circunferencia.

La línea fue impuesta como medida de contención por una bruja muy poderosa como forma de venganza. Sólo esos seres no podían salir, pero si otras criaturas entraban, entonces sus habilidades se verían afectadas.

Estos seres confinados eran Drows, criaturas que descienden de los Elfos, sin embargo, los Drows son criaturas malvadas que fueron desterrados por los propios Elfos debido a que habían escogido el camino del mal.

Físicamente ambos seres son muy parecidos, pero los Drows tiene la piel oscura y el cabello muy claro, normalmente blanco. Suelen vestir de negro y usar unas capas élficas especiales que los hacen prácticamente invisibles en su entorno.
Poseen una gran inteligencia y suelen hablar varias lenguas. Además, tienen un lenguaje silencioso basado en signos que practican con sus ágiles manos.
Tienen cualidades propias de la vida subterránea, como la visión infrarroja, y también habilidades élficas, como la de detectar puertas secretas gracias a su asombrosa percepción de corrientes de aire.

Debido al hechizo que aquella bruja puso sombre ellos, no podían ir más allá de lo que él diámetro de esa fila de rocas les permitía, incluso si estaban en el subsuelo.
Por eso, el trato con los vampiros era sencillo, a cambio de conseguir los materiales que ellos querían, le darían armas malditas a los Antediluvianos hechas por ellos mismos.

Sin embargo, ese trueque no significaba que tenían un tratado de paz. Ellos hacían el intercambio una vez que sus armas estuvieran listas, si alguien cruzaba aquella línea, estos Elfos malignos lo mataba o lo torturaba hasta matarlo.
Jamás se tentaban el corazón por nada ni por nadie. Si veían que le eran de utilidad, le usaban para cumplir sus metas. Es por eso que Amiel estaba tan preocupado por la menor, si ella no tenía algo que las criaturas creyeran que les sirviera, la matarían al instante en el mejor de los casos, y en el peor, jugarían con ella, una de sus prácticas recurrentes era el desollamiento con la víctima estando viva.

—¡Niña! ¡Por favor responde! —Jaziel estaba desesperado por encontrar a la menor.

_¡Jaziel! —el mellizo llegó con él, también la estaba buscando— No la he encontrado...

—No... —tomó de sus cabellos casi jalándolos— ¡Ah! Es mi culpa, no debí perseguirla sin haberle dicho que no podíamos adentrarnos tanto aquí.

—Cálmate, vamos a encontrarla.

—¡¿Pero y si los Drows la hallaron primero?! —su respiración se aceleró— Ella ya...

—Ella está bien ¿escuchaste? —el mellizo tomó a su primo de los hombros.

—¡Jaziel! ¡Adif! —en ese momento Amiel los encontró— ¿Qué pasó? ¿Dónde está ella?

—Hermano...

—Amiel, lo siento. Fue mi culpa. ¡Lo siento mucho! —el menor estaba muy alterado y comenzaba a llorar.

—Tranquilízate —sonrió—. Ella está bien. Ustedes vuelvan a la casa.

—¿Qué harás tú? –pregunta Adif.

—Voy a aquel lugar —respondió decido.

—Hermano —Hiram llegó acompañado de tres Dips.

—Hiram, ¿qué haces aquí?

—Vine a ayudar, mis perros rastrearon a tu novia.

—No es mi novia. —dice entre dientes haciendo que el contrario sonriera burlón—. ¿Y dónde está?

—Cruzando la línea de piedras —frunció el ceño preocupado—. Hermano, ya no podemos hacer nada, lo más seguro es que ya esté muerta.

—Vuelvan a la casa.

—¿Qué? —dijeron casi al mismo tiempo los tres vampiros menores— ¿Estás loco? ¿Vas a tratar de traerla de vuelta? —Hiram le cuestionó sorprendido— Sabes que si cruzas esa línea no serías más que el equivalente a un humano.

—Dos cosas, Hiram —mencionó serio—. Uno, sí, es posible que me haya vuelto loco. Dos, no voy a tratar, la voy a traer de vuelta. Ahora regresen.

Los familiares de Amiel se vieron entre sí, estaban realmente sorprendidos sobre cuánta importancia tenía esa humana para el mayor.
Hiram convenció a su hermano de que lo dejara ir con él, después de todo también tenían a los Dips con ellos. Jaziel y Adif querían acompañarlos, pero eso era algo que los mayores no permitieron, así que los hicieron volver.

Así, Amiel y Hiram se dirigieron al área de los Drows. Mientras tanto, en el subsuelo, una de estas criaturas traía consigo a la menor, cargada en brazos y dormida.

—¿Con qué motivo la has traído? —preguntó uno de los seres, una de aspecto femenino sentada en una especie de trono adornado con lo que parecían ser esqueletos.

—Mi señora, mi piedra reaccionó cuando estuve lo suficientemente cerca.

—Imposible —mencionó casi al instante levantándose y acercándose a la menor.

La mujer se descolgó su collar en el cuál había una piedra roja, lo acercó a la chica, el cual comenzó a brillar, asombrándola a ella y a otras criaturas más que estaban en la habitación.

—No lo puedo creer —su incredulidad se transformó en cierta alegría—. Este es nuestro día de suerte —añadió confiada y burlona por lo que ya fantaseaba ejecutar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro