—Adir, tranquilízate —el mayor de los hermanos trataba de calmar a su hermana, que no paraba de llorar, de implorar.
Su terror oculto relucía como nunca por el hecho de recordar aquellos maldecidos momentos que su padre marcó, y que solo sintió el alivio cuando ya no estaba más para torturarla. Pasó siglos en soledad calmándose, le costó ir poco a poco ganándose la tranquilidad de dormir sin revivir su infierno, ahora no quería que todo eso fuera en vano.
—Hermana, por favor, mírame. ¿Qué sucede? —el mellizo intentaba lo mismo que su Amiel, pero parecía que nada funcionaba.
—¿Qué estás diciendo, niña? —Arath reclamaba por la actitud de la chica casi al punto de parecer ofendido— ¿Acaso no quieres ver a tu padre? Volverás a estar en sus brazos —añadió de forma como si quisiera endulzar el momento.
—¡No! ¡No quiero que vuelva! —bramó Adir rompiendo en más lágrimas.
—Adif, tómala, iré a buscar a Estrellita, ella quizás logré tranquilizarla —el mayor entregó a su hermanita al mellizo y se dirigió a buscar a 616, pero antes pidió algo a su otro hermano—. Hiram, vigila a Arath.
El mediano asintió posando sus ojos como halcón a su encargo. En la habitación, la Muerte se había cambiado el vestido por su ropa habitual, sacó el crucifijo y se dirigió a la ventana, tomó el barrote de la cortina y la usó para romper la ventana. Ahora no había marcha atrás, sabía que los demás lo escucharon, así que se apresuró a salir por ahí. El mayor corrió a la habitación y trató de abrir la puerta, pero esta estaba bloqueada por una silla. Sin más uso la fuerza para derribarla y entrar. 616 se distrajo al escuchar el sonido de la puerta siendo rota, su pie resbaló y cayó estrellándose contra el suelo.
—Demonios —se quejó mientras se reincorporaba tomando la cruz, clavándola en el suelo. La chica se persignó—. Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, otórgame protección contra el mal. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo. Amén —miró arriba.
—¿Qué haces? —Amiel se asomaba por la ventana, trató de bajar, pero no pudo, algo le impedía salir de la casa.
616 había formado una barrera para impedir que los vampiros salieran de la casa y ella poder escapar antes de que la protección de esta se debilitará. Empezó a correr con el tubo del cortinero en sus manos para defenderse de los Dips que la atacasen, aunque sus órdenes habían sido de que sólo la sometieran sin matarla.
Sin embargo, no contaba con que tres Antediluvianos habían salido antes de que la barrera se creará. Se trataba de Salomé, Hiram y Adir. La melliza tenía su sombra convertida en arma, una ballesta, la cual disparó una flecha rozando el brazo de 616. Fue ahí que la chica volteó a ver atrás sólo para dilucidarlos.
—¿Adir? —mencionó confusa.
La melliza y Hiram estaban bajo la habilidad hipnótica de Salomé. Los miembros de la familia de Arath sometieron a los de la familia de Amiel, fue por eso que la mujer logró hacerse con el par de hermanos.
—Hiram, ordena a los Dips destrozar a la Muerte —manifestó Salomé en orden, con aire de superioridad.
El mediano hizo un silbido y cinco perros corrieron hacia la chica, 616 usó el tubo y se defendió de los canes, golpeándolos y matándolos, y así siguió corriendo, entonces Salomé, ordenó a la melliza seguir disparando sin atinarle, pues quería jugar con la Muerte, quien esquivaba lo mejor que podía a la par que más Dips la atacaban.
Esto parece que no tiene fin, pensó mientras se defiende de los perros y esquiva las flechas de la melliza.
—¡Adir! ¡Detente! —Amiel gritaba desde el balcón de la habitación, pero era inútil, ella no lo escuchaba.
—Esto es, maravilloso —desde dentro de la casa, Arath se regocijaba de lo que pasaba de forma guasona.
La melliza seguía disparando contra su amiga, sin conocimiento. La mujer volteó a ver a Arath, quien asintió en señal de que era hora de dar el golpe de gracia. Salomé regresó la vista a la chica y ordenó a Adir: Mátala.
La menor apuntó a la espalda de 616 en el punto que da a su corazón, con una respiración calmada veía fijamente su objetivo, fue entonces que estaba por disparar.
¡ADIR!
La voz de su mellizo logró sacarla del trance, bien pudo dejar que ella disparara contra la chica, sin embargo, sabía lo mucho que su hermana apreciaba a la que llama Estrellita y no quería que Adir sufriera. Aún así, fue demasiado tarde, la flecha había sido disparada, y aunque no dio en el corazón, si atravesó por debajo de su diafragma.
616 sintió el punzón que penetró su espalda y poco a poco se detuvo. Observó como la punta de una flecha la había perforado. Amiel bajó rápidamente y observó desde la puerta principal a su amada. Adir, estaba confusa, hace poco estaba dentro de la casa y ahora fuera con su ballesta en manos.
—¿Qué ha pasado? —se preguntaba desorientada— ¿Estrellita?
Prontamente logró visualizar su flecha clavada en el espalda de la mayor, fue entonces que se dio cuenta de lo que había hecho. Comenzando a llorar y regresando su sombra, la menor intentó correr hacia su amiga, pero fue sometida por Salomé, que la tiró al suelo.
—¡No! ¡Déjame! ¡Tengo que ir con Estrellita! —decía suplicando por ser liberada— ¡Estrellita! ¡Lo siento! ¡Perdóname!
616 se da la vuelta para ver a Adir y sonreírle en señal de que no la culpaba, luego miró hacia la casa, a donde estaba Amiel y siguió sonriendo, pero sus piernas cedieron, cayendo de rodillas para luego desplomarse en el suelo.
—¡Estrellita! —Adir se asustó, tenía miedo de haber matado a su amiga.
—Cierra la boca —la mujer estrelló la cabeza de la menor contra el suelo, no la dejó inconsciente, pero sí aturdida.
Amiel no creía lo que veía, 616 estaba tirada y podría desaparecer en cualquier momento, así que levantó su puño apareciendo la cadena que envolvía su mano: Te libero.
La cadena se dispersó haciendo que los grilletes en las muñecas y el cuello de la joven también lo hicieran, liberando sus poderes, pero no era suficiente para que ella se curara rápido, después de todo los vampiros estaban malditos, por lo tanto su arma, el cual era la sombra de la criatura, también lo estaba, y la flecha aún permanecía en el cuerpo de 616. El regreso de sus poderes sólo evitaba que ella desapareciera en ese momento.
—Ordena a tus perros que ataquen —ordenó la mujer a Hiram, él cuál obedeció por la hipnosis.
Los Dips corrían hacia la chica, Amiel gritaba a su hermano para que despertara, pero era inútil. Adir, quien se encontraba en el suelo, alcanzó a ver la cruz que estaba formando la barrera en la casa, así que hizo aparecer su ballesta y disparó destruyendo el crucifijo, rompiendo la barrera.
Amiel rápidamente salió de la casa, los miembros de la familia de Arath intentaron detenerlo, sin embargo, Lena, Sem y Adif se interpusieron sacando sus sombras. Adif tenía un arco, Sem un martillo de guerra (el cual la cabeza era de doble cara, con uno de los lados como un martillo típico y el otro es un warpick), y por último, Lena poseía las Sai, que eran dos dagas con filo y punta, con dos largas protecciones laterales también puntiagudas, unidas a la empuñadura.
El mayor con una sola mano lanzó con fuerza a Salomé, apartándola de sus hermanos. Intentó tomar a Hiram, pero la mujer volvió para pelear con Amiel, mientras tanto los perros se acercaban a 616, ella estaba muy débil por la herida y no tenía la fuerza para levantarse, su cuerpo le pesaba y apenas podía estar consiente de su alrededor, donde el tiempo parecía estar deteniéndose. Fue entonces que escuchó una voz, una mujer joven de larga cabellera con vestimenta humilde que parecía ser de la edad media, se paró frente a ella.
—Amor —mencionó suave, con cariño—, debes de levantarte. No puedes quedarte aquí.
—No puedo. Mi cuerpo no responde. Estoy cansada —la fatiga le marcaba el ritmo.
—Oh, cariño, sé que quieres descansar. Pero no puedes hacerlo ahora. Si no te levantas, esas criaturas llegarán aquí, y si te das por vencida, desaparecerás.
—Estoy cansada de eso, de esta vida. Estoy cansada —hizo una pausa por su lloriqueo contenido— de ser la Muerte.
—No puedes darte por vencida. Aún hay muchos que te necesitan.
—Nadie me necesita —respondió frustrada—. Nadie necesita a algo como yo.
—Claro que sí. Si desapareces, ¿qué pasará con ese chico, Elrick? Aún necesita que lo cuides. ¿O tu amigo Gon? Él espera tu regreso. ¿Qué me dices de las almas? Necesitan de alguien que les guíe. Y también —la mujer se puso de lado para hacer a 616 mirar a la melliza—, está esa chica, Adir.
—Adir... —musitó, la vista de la joven se aclaraba por unos momentos para dilucidar a su amiga, quien lloraba por ella.
—Si su padre es revivido, y tú no estás aquí, ¿quién va a protegerla?
—Lo siento, perdóname —dijo con una voz quebrada, tratando de contener su llanto.
—¿Por qué no lloras? —la mayor sonreía con amabilidad.
—No tengo derecho a hacerlo, yo te maté.
—No es verdad. Yo ya estaba muerta, lo sabes. Me liberaste. Dejarme existir como Devorador no era lo correcto.
—Tengo miedo —su voz rota salió casi en susurro—. Tengo mucho miedo. Aunque hayan pasado ocho siglos, me haces mucha falta... Mamá.
—Mi niña, mi adorada **inaudible**, yo siempre estaré contigo. Ahora arriba, debes continuar, eres fuerte. Eres mi hija, tú eres su hija.
¿Por qué nunca puedo escuchar mi nombre?, se preguntaba a sí misma mientras que con esfuerzo se erguía, al mirar hacia su madre, ella ya no estaba. —Tienes razón, no puedo desaparecer, no aún.
Con valor, observó cómo las bestias se acercaban, sin embargo 616 estaba dispuesta a no permitirse darse por vencida.
Amiel logró quitarse de encima a la mujer rubia lánzala lejos, dándole la oportunidad de tomar a su hermano menor de los hombros.
—¡Hiram!
—¿Qué? —el menor al fin salió de la hipnosis, estaba confundido.
—¡Rápido! ¡Detén a los Dips!
La mirada de ambos, al igual que la todos se posaron sobre la Muerte. Ella estaba de rodillas, pero temeraria ante la situación.
—No. No voy a desaparecer. Esta vez no. ¡No voy a morir otra vez!
Sorprendentemente los canes dejaron de avanzar, se quedaron quietos, no hubo quien no quedara pasmado, incluyendo a 616.
De pronto, el suelo comenzó a temblar, un tanto alejado de la chica, la tierra se agrietaba en cinco lados formando un círculo alrededor de ella, tres podían verse por enfrente y dos por detrás, de cuyas aberturas emanaban una luz anaranjada que irradiaba cierto calor. Hubo un silencio profundo por unos segundos hasta que de las grietas empezaron a aparecer unas patas con garras , y luego, las enormes criaturas a las que le pertenecían esas garras. Grandes felinos parecidos a pumas con dientes puntiagudos, espinas sobre la base de su cabeza y cola de reptil, surgían con rugidos abriéndose paso a través de la tierra.
—¿Qué hacen aquí? —se preguntaba la Muerte, y no solo ella.
—¡¿Qué están haciendo aquí?! —Arath alzaba la voz casi con indignación, perplejo ante las bestias.
—¿Por qué los mando? —se preguntaba Amiel.
—Hermano. ¿Qué son esas cosas?
Los únicos que sabían que eran esas criaturas eran Arath, Amiel, Sem, Lena y 616.
—Cath Satan —respondió Amiel, incrédulo—. Son sirvientes del infierno.
—¿Del infierno? ¿Por qué están aquí?
Yo también me lo pregunto. Ellos sólo sirven a un ser. A Satán, agregaba en su interior.
Las bestias de atrás de 616 caminaron al frente, uno de ellos se detuvo al lado de la chica y la observó detenidamente, ella lo miraba de vuelta, estaba confundida, no entendía el porqué de la aparición de los sirvientes del diablo.
La criatura miró al frente y caminó con los demás, luego sus pasos se volvieron rápidos hasta que corrieron hacia los Dips, estos hicieron lo mismo y comenzaron una pelea.
Uno de los perros iba a atacar por un lado de 616, uno de los felinos se dio cuenta y corrió hasta la chica, cazando en el aire al can. El enorme gato desgarró ferozmente al Dip frente a la Muerte, quien miraba con asombro todo. La criatura la miró y las otras lo hicieron también, pues ya se habían encargado de los Dips que estaban tras de la chica. Se comenzaron a acercar a ella, algunos gruñendo bajo.
—¡Estrellita! —gritó Amiel, obteniendo la atención de ella— Huye —añadió el mayor con una sonrisa.
La joven sabía que era la mejor opción, pero ¿a dónde? ¿cómo? En su estado no podía sólo correr si esas cosas la perseguían, además, parecía ser que sólo le prestaban atención a ella, así que no tenía que preocuparse por que atacaran a Amiel o alguien más.
Los Cath Satan se acercaban más y 616 no sabía qué hacer, hasta que sólo pensó en una cosa.
Con su mano en el suelo se forzó a abrir un portal debajo de ella, por el cual cayó y luego cerró para que esas criaturas no la siguieran. 616 sólo podía pensar en un lugar en el cual quería estar.
Una vez se fue, Amiel se ponía en posición de ataque por si esas cosas los atacaban a ellos. Por supuesto, sus hermanos y sus tíos hacían lo mismo, pero la familia de Arath tenía pavor de enfrentar a las criaturas, pero estas no les tomaban importancia a los vampiros. Volvieron a entrar en los hoyos por los que salieron, la luz anaranjada se apagó. Habían regresado al infierno, así que todos pudieron relajarse, al menos por no tener que pelear contra esas cosas. Pero Amiel y Adir estaban preocupados por su Estrellita.
—Bien, esto ha sido muy recreativo, ¿no creen? —profirió guasón Arath.
—Lárgate —Amiel estaba furioso, no tenía reparo en mostrarlo—. Me encargaré de ti luego.
—Valientes palabras, sobrino —Arath hizo un chasquido con los dedos indicando que se irían de ahí—. Sabes dónde encontrarme si quieres morir.
Con eso, él y su familia se fueron. Arath no se retiró porque estuviera confiado, se fue, porque tenía miedo de la furia de su sobrino. Así que debía prepararse para el enfrentamiento que tendría con Amiel.
Mientras tanto, Elrick se encontraba en la cama con Gon acurrucado al lado, él hacia sonidos de tristeza, pues extrañaba a su dueña. Eran las once de la noche, y a ambos les costaba consolidar el sueño.
—Ya han pasado tres días —mencionó Gon al aire, desanimado. El humano intentaba mantenerlo en calma—, y aún no sabemos su paradero.
De pronto, en el techo se abrió un portal, ambos miraron arriba. Gon se levantó rápido poniéndose en guardia. 616 salió de allí y cayó directo contra el suelo, tosiendo sangre.
—¡616! —gritaron Elrick y Gon al unisonara al ver a su amiga caer ante ellos.
—Elrick... Gon... —mencionó con dificultad, viendo borroso a sus amigos.
Elrick rápidamente bajó de la cama y se acercó a la joven, Gon hizo lo mismo dándole un pequeño empujón a la cabeza de su ama.
—¿Qué ocurrió? ¿Dónde has estado? Tú... tienes una flecha.
—Dime algo... que no sepa... —dijo débil, pero burlona.
—Llamaré a Leila. Ella nos ayudará.
El can llamó por su comunicador a la Muerte Ámbar número 190, quien se sorprendió al haber escuchado la noticia sobre su amiga.
-¿En verdad? Voy para allá.
—Sí. Por favor, ven pronto —después de eso la llamada terminó y regresó con 616—. Todo va a estar bien. Vas a estar bien.
—Gon...
—Sí, sí. Soy yo. Lo siento, lo siento mucho, no pude estar a tu lado.
—No es cierto, siempre has estado conmigo —dijo con una sonrisa acariciando a su amigo—. Ahora estás a mi lado. Lamento no haber sido una mejor dueña.
—¿De que hablas? Eres la mejor que pude haber tenido. Nunca me has dado órdenes y me tratas como alguien igual a pesar de que no lo somos. Tú eres mi ama y yo tu sirviente. No hables como si te despidieras —un pequeño chillido triste se le escapó.
—Hay que sacarle la flecha —opinó Elrick tomando la saeta con una mano y sosteniendo a 616 con la otra, jaló un poco y con cuidado. Sin embargo la chica gritó de dolor, pues la flecha parecía no ceder—. No sale.
—No trates de sacarla —Leila había llegado, y juntó a ella, otra muerte. Esta era un chico castaño de aparentemente la misma edad que Elrick, con una túnica color azul.
—¿Quién es él?
—Un compañero y amigo de Leila y de 616. Pero dejemos las explicaciones para después. Ahora lo importante es ella —respondió el chico señalando a la joven, esta Muerte era con quien 616 hablaba antes de ser atacada por Izan.
—La flecha está maldita. No puedes sacarla sólo así, la dañarás más si lo intentas —añadió Leila arrodillándose junto a su amiga, emanando su poder para poder ayudarla un poco.
—¿Entonces que hacemos?
—Debemos purificarla —mencionó la Muerte Azul.
—¿Purificarla? ¡No! —vociferó confundiendo a los demás— ¿Estás diciendo que llamarán a las Muertes Blancas? ¡No pueden! ¿Qué harán con ella?
—Será contenida —respondió Leia—, es posible que sea doloroso para ella, pero...
—¿Pero qué? —replicó asustado.
—Va a haber problemas si se enteran de ti y tu relación con una Muerte. Ella puede ser castigada y no sabemos si vayan a purificarla cuando sepan la verdad.
—¿Qué más podemos hacer? —dijo Gon habiendo puesto su cabeza encima de la de su ama.
El joven aprieta los puños.
—Esperen. ¿Sólo las Muertes Blancas pueden purificar? ¿Un Padre podría hacer eso?
—¿Eh? Sí, podría hacerlo —mencionó sorprendida de la idea—, pero ¿dónde vamos a conseguir a un Padre?
—Yo tengo uno —Elrick tomó en brazos a su amiga y cuidadosamente la levantó y puso sobre la cama—. No te preocupes, 616. Vamos a salvarte.
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