Capítulo 19: En Familia
La noche estaba llegando, 616 se había quedado en la habitación del mayor todo el día leyendo un libro que Amiel tenía sobre su escritorio.
—¿Te gusta? —preguntó el mayor al abrir la puerta. Ella lo miró atentamente— ¿Qué pasa?
—Peleaste —soltó con una mueca.
—No —sonrió
—Esa sonrisa me lo confirma —rodó los ojos—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Y con quién peleaste?
—Con Arath —confesó acercándose con la sonrisa como si de un niño inocente se tratase.
—Le dijiste acerca de que estaría en la cena de mañana, ¿no es así?
—Así es. Fui a advertirle que nadie debe atacarte.
—No debiste hacerlo —replicó volviendo a leer el libro.
El mayor se sentó en la cama, sin dejar de ver con una sonrisa a la joven. —¿En qué parte vas?
—Ya estoy terminando de leerlo. Los protagonistas son unos idiotas.
—¿Por qué lo dices?
—Por favor —mencionó irritada—, un supuesto amor de tres días de conocerse que termina en suicidio doble porque uno no se cercioró de que el otro realmente se encontrara muerto. Por muy romántico que quieran hacerlo ver, esto es muy tonto.
—¿No crees que su amor haya sido real?
—Mi problema está en el suicidio de Romeo. Además, no creo que el amor surja de la nada.
El mayor rio retirando el libro de las manos de 616, poniéndolo a un lado sobre la cama. —No has cambiado. Y dime, ¿te probaste el regalo?
—Sí —616 se sonrojó.
—Bien, espero verte mañana con eso. ¿Vamos a cenar?
—No es necesario que vaya, yo no como.
—Sólo tienes que acompañarnos —dijo levantándose y extendiendo la mano a la chica, la cual ella tomó.
Su mano sigue siendo firme, pensó la joven con nostalgia. En la mesa se encontraban sentados los seis Antediluvianos, Amiel y 616 se unieron, la chica se sentó al lado del mayor, en el ambiente se notaba pesadez, en especial porque Jaziel no dejaba de ver a la Muerte con desprecio e instintos asesinos a flor de piel.
—¿No vas a comer? —preguntó la mujer pelirroja, de nombre Lena.
—No, estoy bien —trataba de poner la mejor sonrisa que podía.
—Amiel, ella no debe estar aquí —habló el hombre, pareja de Lena.
—Tío Sem. Lo respeto porque fue la mano derecha de mi padre y siempre ha buscado lo mejor para nuestra familia. Pero esos comentarios no me interesa escucharlos.
—Comprendo que desees tenerla contigo porque la amas, pero precisamente por eso no debería estar cerca tuyo, los demás van a ir detrás de ella, incluso podrían matarnos a todos nosotros.
—Ellos tienen razón, Amiel —menciona la Muerte queriendo hacerlo entrar en razón.
El mayor simplemente hacía de oídos sordos, pues no iba a ceder ante la petición de ninguno. Después de la cena, 616 se retiraba a la habitación, en el camino fue frenada por la pareja de tíos.
—Vete cuánto antes de aquí —dijo Sem.
—Nos pones en riesgo a todos —añadió Lena.
—¿Creen que no lo sé? El más afectado va a ser Amiel. Pero ahora mismo no puedo hacer mucho —la chica les mostró sus muñecas—. Como pueden ver, estoy atada. Aunque intente irme, Amiel va someterme —la pareja se miró, no había forma de hacer cambiar a su sobrino—. Ayúdenme a encontrar una forma de irme de aquí, ya después veré yo como deshacer su habilidad. Lo importante es que el resto del clan no me vea aquí cuando lleguen.
Ambos asintieron para ayudar a la chica y se retiraron, 616 entró a la habitación dirigiéndose al balcón, ahí se sentó a ver el firmamento, rememorando sus recuerdos con pesar.
—Incluso esto no ha cambiado —el mayor entró, como siempre con una sonrisa cada que la veía.
—Siempre me ha gustado ver las estrellas.
—Lo sé, es por eso que te llamo mi Estrellita. Además es mejor que llamarte por un número.
—Déjame ir —dijo casi en súplica.
—Ya hablamos sobre esto —suspiró cansado—. No lo haré.
—Maldita sea, Amiel, te estás poniendo en riesgo —616 replicó levantándose y caminó al centro de la habitación, el mayor la seguía sin expresión—. Y no sólo a ti, también a tus hermanos, a tus tíos y al molesto de Jaziel.
—No te preocupes por eso.
—¡Sí me preocupo! —gritó alterada— Tú me preocupas.
El mayor se sorprendió al ver la expresión de preocupación de la joven, y sin resistirse la tomó entre brazos y la besó de nuevo. 616 no opuso resistencia y rodeó el cuello de Amiel con su brazos, correspondiendo con un deseo urgente.
—Voy a protegerte con mi vida —juró durante el momento que se separan para tomar aire, pero 616 le miró afligida—. Descansa —dijo sin más, saliendo de la habitación, dejando a 616 dentro con los cuatro Dips para que la cuidasen.
Amiel se dirigió deprisa a otra habitación, cerrando tras de sí la puerta como si no quisiese que algo le alcanzara, se recargó de la entrada e inspiró profundo, después tapó su boca y mordió el interior de su labio.
—Rayos, quiero morderla.
Eran alrededor de las ocho de la noche, y la pareja estaba ayudando a la Muerte a que escapara. Sem hablaba con Amiel en la oficina mientras que Lena estaba guiando a 616 para que saliera por la cocina. En cuanto a los Dips, la pelirroja poseía la habilidad de paralizar en cuanto miraba a los ojos de los demás, pero sólo lograba hacerlo durante quince minutos, y ya habían gastado diez haciendo que todos no se dieran cuenta sobre el plan de escape.
—Hay que darnos prisa, Sem está distrayendo a Amiel, y Hiram a los mellizos y a Jaziel —le menciona Lena a la chica, con nerviosismo. 616 se sorprendió de saber de la participación de Hiram en su huida—. Sí, él está ayudando, podría controlar a los Dips, pero Amiel se daría cuenta.
616 agradeció apresurada a salir por la puerta de la cocina, estaba aliviada al tomar el pomo y girarla, sin embargo, la chica se palideció al abrirla, pues en la entrada, alguien estaba parado.
—¿Vas a algún lado? —un hombre con la misma vestimenta medieval y de cabello negro con corte de media melena, yacía ahí, sonriendo guasón.
—Arath... —dijo la mujer pelirroja en casi un aludido.
—Prima, ué agradable verte—el hombre extendió sus brazos para abrazar a su familiar, mientras más personas aparecían en la entrada, todos viendo con odio a la Muerte—. Todos tranquilos. Hemos venido en son de paz, a no ser que la dama aquí presente desee otra cosa —señaló con sorna a la chica que fruncía el ceño con frustración.
Fue entonces que Amiel entró a la cocina junto a Sem, seguidos de los tres hermanos y Jaziel.
—¡Tío Arath! —vociferó emocionado Jaziel, yendo a abrazar al hombre— Qué bueno que ya estés aquí.
—Por supuesto, no me perdería esta reunión por nada. ¿Verdad, sobrino Amiel? —se dirigió sonriendo, mirando fijamente al mayor.
En ese momento, los Dips bajaron las escaleras hasta la cocina, el tiempo de la parálisis ya había terminado. Amiel vio a la menor, quien sólo desvió la vista haciendo que el mayor soltara un suspiro.
—La cena estará lista en unos momentos, por favor pasen.
Todos los presentes entraron, una mujer alta y rubia cerró la puerta y miró mal a la Muerte antes de seguir a los demás. Amiel se quedó en la cocina con 616, quien aún no lo veía a la cara y se acercó a ella.
—Ve a cambiarte.
Ella no dijo ni una palabra, se retiró a la habitación acompañada de los perros, pero esta vez no los dejó entrar, así que se quedaron haciendo guardia en la puerta. 616 se sentó al borde de la cama y puso sus manos en la cabeza.
—Esto no se puede poner peor —quitó sus manos y miró por la ventana con la vista al cielo estrellado—. ¿No podrías echarme una mano?
La chica escuchó que algo caía debajo de la cama, al revisar encontró que dos tablones de manera se desprendieron de la base de la cama, ella los tomó y caminó hacia la ventana.
—¿En serio? ¿No pudiste mandarme algo mejor? —dijo burlándose. La barra que sostenía la cortina de la ventana se desprendió golpeando su cabeza— Sólo estaba bromeando —añadió sobándose donde cayó el golpe.
La chica observó la cuerda que amarraba la cortina y la tomó usándola para unir los dos tablones de madera formando una cruz. Con cuidado de no ser escuchada, rompió uno de los espejos en la habitación y con el pedazo de vidrio hizo un gravado en la tabla horizontal, escribió: «In nomine Patris» que significa «En el nombre del Padre». Luego dejó el crucifijo debajo de la cama para esconderlo y usarlo en caso de ser necesario.
Suspiró cansina, observó el obsequio que le había dado Amiel y se resignó a usarlo. El regalo consistió en dos cosas: Una, un par de zapatos de tacón de estilo danza latina con brillo. Lo otro se trataba de un vestido largo de noche color negro con tul de encaje, mangas cortas de hombros caídos, con escote en V por enfrente y embellecimiento con volantes. 616 estaba sonrojada, pues se vio en el espejo de cuerpo completo, realmente le gustaba como lucia, pero le daba pena salir así.
—¿Puedo pasar? —Adir tocaba la puerta, obtuvo la aprobación de la Muerte— ¡Wow! ¡Te ves hermosa, Estrellita! —la contraria agradeció avergonzada— Vamos, te estamos esperando —finalizó tomando la mano de la chica y llevándola abajo mientras los Dips las seguían.
En la antesala, Amiel esperaba a su amada, quedó boquiabierto cuando la visualizó bajando las escaleras, y aunque los demás vampiros le desagradara, admitían (en sus adentros) que tenía belleza.
—Te vas a tragar una mosca, sobrino —dijo Lena, un poco bromista.
—Ah, sí... —el mayor se levantó para recibir a 616, Adir le entregó la mano de ella a su hermano y se fue junto a su mellizo.
—Deja de verme así —pidió la Muerte avergonzada sin ver a su cara.
—Estás... —fue interrumpido.
—Estás hermosa —Arath separó las manos de la pareja, tomando y dándole un beso en la mano de la chica.
—Gracias —ella no disimuló la mueca en cuanto apartó su mano, a lo que hubo unos cuantos murmullos alrededor.
De una vez todos pasaron a la mesa a cenar, la Muerte se sentó al lado de Amiel, y Arath en la silla que daba frente al mayor.
Como de costumbre, 616 no comió, todos hablaban de cosas del pasado, o del estilo de vida que llevaban, en cierta forma el ambiente era tranquilo a pesar del rencor que se percibía hacia la Parca, hasta que la cena terminó sin incidente alguno. Eran alrededor de las diez, 616 pensaba que todo había acabado, ya que todos se habían levantado de la mesa. Creía que se retirarían de la casa.
—Bien, es hora del entretenimiento de la noche —mencionó Arath burlesco.
—¿Entretenimiento? —la chica estaba confundida, miró al mayor y notó el semblante de pesadumbre en él— ¿Amiel?
—Salomé, ve a traerlo —ordenó Arath, dirigiéndose a la mujer rubia y luego habló a la Muerte—. Este es un regalo para ti, por tu regreso.
—¿Un regalo? —se extrañó, sintió un punzón en el estomago que le preocupaba, su intuición no le decía nada bueno.
Arath encaminó a los presentes hacia afuera y la mujer de nombre Salomé caminó hasta una limusina, de allí sacó a alguien encapuchado y amarrado de las manos.
616 se asustó porque creía que se trataba de Elrick, pero al quitarle la capucha logró ver que era otra persona, pero que parecían tener la misma edad. Agradeció que no se tratara del muchacho, aunque igualmente la sensación desagradable no se iba.
—¿Qué significa esto? —buscaba la explicación en los rostros de los conocidos, pero en especial de Amiel.
—¿Acaso Amiel no te lo dijo? —dijo el vampiro con más burla.
—¿Decirme qué? —lo miró, él rehuía de su vista— Amiel, ¿a qué se refiere? —el mayor no respondió la pregunta de la joven.
—Hicimos un trato —Arath continuó al ver que su sobrino no respondería—. A cambio de dejar pasar por alto el hecho de que regresaras, Amiel debe dejar que matemos a un humano frente a ti, sin que tú intervengas.
—¿Qué? No, Amiel... ¿por qué aceptaste eso? —esos ojos decepcionados apuñalaban el interior del mencionado, mirada cargada de suplicas de interrupción.
—Lo siento —mencionó Amiel, finalmente, con la voz ronca.
—¡Al diablo tus disculpas! —alzó la voz con impotencia— ¡No se atrevan a...!
—¡De rodillas!
El mayor dio la orden haciendo que 616 cayera arrodilla. La mujer soltó al aterrado muchacho humano y le indicó que debía correr. En un principio, el chico no entendía, pero acató la orden y comenzó a huir.
—Hiram —habló nuevamente Amiel con la vista en la espalda del humano—. Ordena a tus Dips que lo persigan.
—¿Qué? Hermano, ¿estás seguro?
—Sí. Sólo hazlo —palabras que provocaron la alteración de a quien ama.
—¡Amiel! ¡Detente! ¡Hiram, te lo ruego!
—Dime —mencionó el mediano apretando los puños—. ¿Así suplicó mi padre cuando lo crucificaste?
—Espera... —susurró casi en un aullido.
Con un silbido de Hiram, los sabuesos vampirescos corrieron a toda velocidad tras el humano, quien soltó gritos de terror y agonía cuando los perros lo atraparon y comenzaron a destrozarlo.
616 no apartó la mirada, estaba atónita, apretaba los puños y los dientes de la impotencia al ver como el alma del hombre se transformaba rápidamente en un Devorador provocado por la horrible muerte que sufrió. Los Dips aun así continuaron atacando y destrozando a lo que ahora era una bestia. Con decepción y dolor, la chica volteó a ver al mayor.
—¡Oh! Qué bellos sonidos, la dulce melodía de un ser llegando a su final. ¿No es maravillosa?
Dijo con todo descaro Arath, a la vez que sus acompañantes se regocijaban por ver a la Muerte que tanto odiaban no poder hacer nada por estar despojada de sus poderes y sometida ante ellos. Adir y Sem se acercaron a ella.
—Bien, con eso termina nuestra noche —menciona Arath haciéndose el guasón, dando un par de aplausos con elegancia.
Amiel le regresó el control de su cuerpo a 616, quien se levantó apretando los puños y la cabeza en alto. Ella se dio la vuelta y se alejó para subir las escaleras a la habitación del mayor, él la siguió y agarró de su brazo para hablar con ella, sin embargo la joven arremetió con una bofetada, asombrando a los presentes.
—¡Te dije que no podía regresar aquí! —él tenía la mano en su mejilla, pero las múltiples punzadas de ardor en la zona no le dolían tanto cuando las comparaba con desprecio en los ojos de la chica— ¡Maldita sea, ¿por qué nunca me escuchas?! —sin más fue directo a la habitación, escuchándose azotar la puerta, dejando atrás al mayor.
Los presentes estaban sorprendidos, pero especialmente lo estaban Amiel y su familia, quienes sabían que 616 jamás le había levantado la mano.
Ella una vez dentro se quitó los zapatos y los lanzó directo al espejo largo, ella se miró a través de los trozos de vidrio que quedaron esparcidos, mirándose el rostro lloroso.
—Mi Estrellita —mencionó Amiel, con la voz poco firme. No obtuvo respuesta—. Abre la puerta, por favor —llamó con golpecitos a la puerta, sin embargo la orden de que se fuera la recibió con enfado—. Si no accedía, todos te atacarían, y a mis hermanos y tíos también.
—No me estés jodiendo —le tembló la voz—. Hace un par de días me decías que matarías a tu propia familia por mí, ¿y ahora me dices que te preocupas por ellos? ¿A qué demonios estás jugando? —el vampiro permaneció unos momentos en silencio, el entrecejo arrugado era por preocupación, pero sobre todo decepción de sí mismo.
—Siempre me han importado —dijo, en voz baja—, pero no quiero que ellos se aferren a mí y busquen venganza si un día muero a manos de Arath o de cualquiera.
—Entonces no debiste buscarme de nuevo.
—Mi Estrellita... —un golpe fue dado a la puerta junto al levantamiento de la voz de la chica.
—¡Deja de llamarme así! ¡Soy la Muerte 616!
—Lo siento —apretó los puños.
—Déjame sola —se sentó contra la puerta.
—Por favor, hablemos.
—¿Hablar? —se mofó con sarcasmo, gruñó enfadada— Lárgate a hablar con tu maldito clan. Seguramente te están esperando para hablar sobre ese asunto.
—¿Ese asunto? ¿De qué hablas?
—Ellos jamás te aceptaron como su líder. Están tratando de traerlo de vuelta.
—¿A quién? —preguntó confuso e intrigado.
—A Lamec.
—¿Qué estás diciendo? —frunció el ceño, incrédulo— Eso es imposible.
—No lo es —suspiró tomando su cabello con una mano—. Hace poco más de una semana detuve un ritual de reencarnación. Es verdad que no pude ver si se trataba de tu padre, pero no fue necesario porque todavía recuerdo su esencia. Era él.
—Si vuelve lo convenceré de que no te haga nada, así podemos dejar este lugar y vivir juntos.
—No entiendes, idiota —masculló la ultima palabra. Amiel sabía que trataba de no ser tan grosera—. Tú padre no debe volver. Jamás. Y si regresa lo volveré a matar. No importa si cien veces lo resucitan, cien veces lo mataré. Te juro que no permitiré que ese desgraciado siga en la Tierra.
Amiel estaba sorprendido, no entendía esa forma ni la razones para que ella sintiera tal remordimiento hacia su padre, ya que si bien en el pasado no fueron de tener la mejor relación de convivencia, al menos se respetaban. Aunque ahora que lo pensaba, más bien llevaban un buen teatro considerando lo que les trajo a la situación en el presente.
—Nunca entendí porqué lo mataste —dijo Amiel, interesado—. Y sinceramente no me importa, aunque me sorprendí cuando lo hiciste. Creí que tenías una buena relación con mi padre. ¿Qué fue lo que sucedió para que le quitaras la vida?
—Eso no te lo puedo decir —en su cara se formó una expresión de odio y asco—. Ahora vete, quiero estar sola.
En la sala, los vampiros estaban hablando felizmente sobre el momento. A Adir, Sem y Lena les daba asco todo lo que ocurrió, a Hiram y Adif no les agradó, pero en cierta forma se sintieron bien al ver sufrir a la persona que mató a su padre; en cuanto a Jaziel, él lo disfrutaba plácidamente, su sonrisa era una risueña y emocionada, como un niño.
—La cara de esa estúpida fue genial —decía el menor con emoción—. Fue increíble lo que hiciste, tío Arath.
—No fue gran cosa —él alzaba su copa de sangre—. Debíamos dejarle en claro cuál es su lugar.
En ese momento, Amiel bajó observando la buena atmósfera entre los invitados. Se dirigió enojado hacia su tío, y lo enfrentó mientras el contrario todavía permanecía sentado en el sofá.
—Explícame —exigió recibiendo miradas ofendidas—. ¿Por qué tratas de regresar a la vida a mi padre? —todos los presentes se sorprendieron al escuchar al mayor preguntar sobre eso.
—¿Qué has dicho, hermano? —dijo Hiram, anonadado.
—¿Revivir a papá? ¿En verdad? ¿Es posible? —Adif, el mellizo, estaba feliz.
—Arath, ¿qué significa esto? —Lena preguntó, también sorprendida, resistiéndose a creer lo que sugerían.
—Así es, prima —sonrió, y sus dientes y colmillos relucieron enormemente—, haremos volver a tu hermano. Y volverá a tener el control del clan —él miró a su sobrino—. No lo tomes personal, Amiel, pero no eres el indicado para que dirijas a la familia.
—¡No! —un grito de terror por parte de Adir escandalizó a todos. La chica jalaba sus cabellos, su cuerpo tenía leves espasmos y su respiración era errática.
—¡Hermana! —vociferó con consternación Adif, quien preocupado se acercó a su melliza—¿Qué pasa?
—No, no, no... Él no puede volver —Adir corrió hacia su hermano Amiel y lo abrazó aterrada—. Por favor, Amiel. ¡No quiero que vuelva!
Todos estaban confundidos, la melliza tenía miedo, pero nadie conocía la razón, al menos nadie en la familia, sólo había alguien que conocía el terror que Adir sentía hacia su padre. 616 le juró jamás revelar su secreto, y era algo que sin duda, iba a guardar por toda la eternidad.
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