Capítulo 18: No lo diré
—Amiel, basta... —el mayor no dejaba de besarla, ella tampoco deseaba que dejara de hacerlo, pero era consciente de terminaría dejándose envolver por el pasado.
—Quédate... —él sólo se separaba de ella para recuperar el aliento.
—No puedo —dijo deteniendo al mayor antes de que volviera a besarla con euforia, como si su vida se acabara—. Además, soy la Muerte.
—¿Por qué debes ser tú? —arrugó el entrecejo con enfado— Dios sólo es un rufián que te obligó a hacer esto. No debías ser lo que eres.
—Fue mi decisión. Dios no tuvo que ver en esto.
—¡Ese maldito te apartó de mi lado! —sus puños apretaban la ropa en los hombros de 616, pero no la lastimaba, y sus colmillos se notaban. Ella sonrió compasiva y a él le dolía esa expresión— Mejor ve a dormir, todavía estás herida, así que necesitas hacerlo. Hablaremos por la mañana —se estaba retirando, pero fue sujetado del brazo por las manos femeninas que le pidió esperar—¿Qué pasa? —dijo inclinándose hacia su cara— ¿Quieres un beso de buenas noches?
—¡No! —sonrojada, lo soltó de inmediato— Dame mi ropa —Amiel sonrió, abrió un cajón en el que se encontraba lo que pedía la joven, entregándoselo—. La lavaron e incluso la cosieron.
—Sabía que querrías tu ropa. Así que le pedí a Hiram que lo hiciera.
—Dale las gracias por mí —sintió melancolía, él asintió y se iba—. ¿No podrías quitarme los grilletes?
—Que descanses, mi Estrellita —Amiel se despidió sonriendo.
—Bueno, tenía que intentarlo —dijo la chica también sonriente. 616 cambió su vestimenta, se metió a la cama arropándose con las sábanas disponiéndose a dormir—. No creí que volvería aquí.
Así la noche pasó sin más incidentes, 616 no se preocupaba por el hecho de estar desaparecida y ausente de su trabajo, ya que la cubrirían en su labor, sin embargo, se preocupaba por su amigo, Gon, pues él estaba muy apegado a ella.
Ya por la mañana, todos los hermanos vampiros se encontraban en la oficina de la casa. La tensión en el espacio era notoria, sobretodo por lo que discutían.
—Debe irse —mencionó Adif, rozando lo hostil.
—No —Amiel no sonría y no cambiaría de opinión.
—Hermano, piénsalo bien —decía Hiram—. Si ellos regresan van a atacarla, y tú estarás en problemas.
—Yo no quiero que se vaya —añadió Adir, al lado de Amiel.
—Ella no se irá —y él sonreía para su hermana, regresó el semblante serio a sus hermanos—. Y si tanto les preocupa a los demás, dejare de ser el líder. Pueden poner a quien quieran.
—Hermano...
El mediano iba a hablar cuando alguien irrumpió abruptamente la entrada de la oficina. Era una pareja que aparentaba una edad de cuarenta y tantos. Una mujer pelirroja estaba sosteniendo a un hombre con una herida a un costado de abdomen.
—¡Amiel! —vociferó la mujer pelirroja.
—¡Tía Lena! —dijo Hiram preocupado, al igual que se pusieron el resto de los hermanos— ¿Qué le ha ocurrido al tío Sem?
—Fue Jaziel —respondió el hombre herido—. Nos encontramos a uno de los sirvientes. Nos contó todo, incluyendo lo que sucedió con Izan. Quisimos tranquilizarlo, pero fue imposible.
—Amiel, explícanos. ¿Qué hace esa tipa aquí? Con justa razón está furioso —volvió a hablar la mujer.
—¿Dónde está él? —preguntó Amiel intranquilo.
—No lo sabemos, corrió para acá en cuanto escuchó que mataste a su hermano por ella.
Con rapidez, el mayor se levantó del asiento para ir a la habitación de 616. Mientras tanto, la Muerte despertaba despreocupada en su cama, estaba bocarriba, al abrir los ojos encontró a un chico rubio con apariencia de diecisiete años, con los brazos extendidos hacia arriba sosteniendo en sus manos un pugio, la hoja medía unos veinticuatro centímetros de largo y seis de ancho, que resultaba un arma ideal para apuñalar.
—¡Mierda! —la chica se hizo a un lado rápidamente antes de que el muchacho le enterrara el puñal, en cambio sólo lo clavó en la almohada— Ja-Jaziel...
—¿Cómo te atreves a volver? —su voz baja se escuchaba rabiosa, los ojos se desbordaban de la furia y el dolor, incluso su piel blanca tenía coloración sonrojada— Primero al tío Lamec..., y ahora mi hermano mayor. ¡¿Acaso quieres matarnos a todos?!
La chica se levantó de la cama saliendo por el lado contrario, el chico se lanzó cruzándola, a lo que 616 lo rodeó, tomó sus botas y salió de la habitación cerrando la puerta mientras se ponía sus zapatos.
—Carajo —musitó—, por eso le dije que no podía regresar —la puerta fue atravesada por el puño del joven, la chica se alejó de esta y Jaziel agarró el pomo abriendo la puerta y saliendo de la habitación.
—Por tu culpa mi hermano... —hizo una pausa queriendo negar lo que se le dijo— Izan está muerto —el pugio era la sombra del chico, de esta salió una parte de ella formando otro puñal—. Te voy a desangrar, maldita perra.
Ella se puso en ofensiva, iba a sacar su guadaña, sólo que había olvidado que no tenía su arma con ella, ni que no podía usar sus poderes. Maldijo en sus adentros.
Jaziel corrió con ambos pugios empuñados y lanzó el primer corte, 616 desvió el brazo del joven con la mano, a lo que el chico intentó cortar su estómago con el puñal de la otra mano.
La Muerte dio unos pasos hacia atrás, Jaziel no se detenía y seguía lanzando cortes, 616 aprovechó una abertura en el ataque del muchacho propinando un puñetazo en la cara, logrando hacerlo retroceder.
—¡Jaziel! ¡Detente!
Amiel ordenó a su primo, pero él no lo escuchaba. Soltó un pugio lanzándolo en dirección a la cara de la joven, ella lo esquivó, pero recibió un pequeño corte en su mejilla, en ese momento, Jaziel trató de apuñalarla, sin embargo ella logró detenerlo siendo arrinconada contra el barandal de madera del segundo piso.
La estructura cedió ante el peso de ambos sujetos, ocasionando que cayeran juntos. Aún así los dos se reincorporaron. Jaziel llamó su otro puñal, el cual regresó como sombra hasta su mano, continúo persiguiendo a 616, que chocó contra la pared sin salida. El muchacho arremetió con fuerza para apuñalarla, pero Amiel se interpuso deteniendo el acometido con su mano, siendo atravesada por el pugio.
—Amiel... —dijo en voz baja 616— Tu mano...
—¡No la defiendas! —bramó con rabia el muchacho— ¡No la defiendas después de lo que hiciste!
—Sabes que está prohibido tocarla. Tu hermano se atrevió a herirla. Ahora, detén tu rabieta.
—¡No! ¡Voy a matarla ahora mismo!
—¿En verdad? —dijo el mayor con un aura oscura, se notaba su enojo. El pugio regresó a ser la sombra del joven y este estaba aterrado.
—¡Amiel! —la Muerte alzó la voz y el mayor volteó a verla, ella le sonrió con aparente alegría— Estoy bien. No fue nada.
—Vamos arriba —toma de la muñeca de la chica con la mano que no estaba herida y la llevó arriba, a su propia habitación.
El chico, por su parte no se podía ni mover del miedo, todos estaban presentes allí. Ellos también sentían la rabia de Amiel.
—Te dije que era mala idea que siguiera aquí —mencionó 616 una vez dentro del dormitorio.
—Él no volverá a hacer algo contra ti —la dirigió al centro del cuarto—. ¿Tienes alguna otra herida aparte de tu mejilla? —le preguntó abriendo un botequín.
—Te he dicho que estoy bien —la Muerte le tomó de la mano, era una sensación electrizante entre ambos. Ella comienzó a curarlo—. Tú eres el que está herido ahora.
Los vampiros no son heridos con facilidad, al igual que las Muertes, armas comunes no les hacen nada, pero sí las que están benditas, malditas, y las propias armas que se forman de las sombras.
—Listo —mencionó con suavidad 616 después de vendar la mano de Amiel.
—Gracias —Amiel sonreía enternecido, miraba la mano que fue curada con delicadeza y eso le daba cierta felicidad, porque Estrellita seguía tratándolo con primor, como en el pasado.
—Sabes que las cosas se pondrán peor si el resto llega.
—Te protegeré —prometió serio.
—No podrás.
—Claro sí —dijo acercándose a la chica, besándola. Ella desvió la mirada estando un poco sonrojada—. Hoy te quedarás en mi habitación.
—Oh no. De ninguna manera.
—Tienen prohibido entrar aquí —hubo un corto periodo de silencio—. No me quedaré dentro —616 suspiró vencida, y aceptó. Su mirada se posó sobre una mesilla, en la cual había un obsequio—. Es para ti. Pensaba dártelo mañana en la noche. El clan vendrá —los ojos de 616 se conectaron con incredulidad a los de él.
—¿Es que tú eres idiota o te haces? —Amiel enarcó una ceja ante esa pregunta— Estás viendo que tu familia me odia, ¿y todavía quieres hacerme entrar en la boca del lobo? ¿Y acaso piensas dejarme los grilletes puestos cuando estén aquí? —extendió los brazos— Van a atacarme y no podré hacer nada si vienen todos juntos... —paró de hablar, pues el mayor la abrazo.
—Si ellos quieren hacer algo en tu contra, tendrán que matarme primero —Esto está mal, pensó ella sintiendo la calidez del contrario—. Debo salir, pero descuida, pondré Dips fuera de la puerta y dentro de la habitación por cualquier cosa, además dos de ellos te seguirán a cualquier lado para evitar incidentes —O para evitar que me vaya, la chica volvió a añadir en su mente.
—Toma —el mayor le entrega el regalo a la chica, quien lo aceptó con curiosidad—. Ábrelo.
616 lo abrió con cuidado. Sus ojos mostraron su sorpresa y pena—. No. No voy a ponerme esto. El traje de Lolita Gótica ya era suficiente para mí.
—Sólo úsalo, te verás hermosa —él rio y ella le desvió la mirada—. Bien, volveré por la noche y todos cenaremos juntos —se despidió de la menor besando su cabeza—. Hasta pronto, mi Estrellita.
616 le observó irse, incluso desde la ventana, cuando ya no estaba seguía mirando en dirección al antiguo roble por el que cruzó Amiel, mientras que ella no soltaba la tela roja y brillante que acunaba en su pecho.
Amiel se había ido, caminaba en el bosque sin prisa, su visión todavía le permitía visualizar a la distancia que 616 seguía en la ventana. Miró al cielo despejado, el sol le daba en la cara, pero no le quemaba. Cierto era que los vampiros no podían caminar bajo el sol, al menos no si sólo salían. Pero la familia de Amiel podía permanecer caminantes durante el día si usaban un amuleto encantado que les permita caminar bajo el astro, y pasar desapercibidos entre los humanos.
El mayor dejó a seis Dips cuidando de 616. Dos de ellos en la puerta y los otros cuatro dentro de la habitación, ellos acompañarían a la chica a todos lados y atacarían sin omisión a cualquiera que tratara de hacerle daño.
—¿Puedo pasar? —Adir tocó la puerta de la habitación.
—Sí, adelante —ella leía un libro, así que lo apartó para atender a la melliza.
—Hola. ¿Cómo estás? —ambas sonrieron, la melliza rapidamente y sin pena se sentó en la cama, frente a 616— Perdón por como actué cuando nos reencontramos, pero tenía que hacerlo.
—Está bien, no importa, y respecto a tu pregunta, estoy bien —se encogió de hombros—, al menos hasta mañana en la noche.
—Mi hermano Amiel no dejará que te lastimen, y yo tampoco.
—Adir —suspiró—, no hay forma de que no salga mal todo esto. Debo irme de aquí antes de que el resto del clan llegue.
—Pero mi hermano no quiere que te vayas, y yo también quiero que te quedes —dijo soltando unas lágrimas.
—Lo siento —616 se acercó a abrazarla—, pero ya no hay forma de que las cosas sean como antes. Maté a tu padre, el clan me perdonó una vez dejando que me fuera con la condición de no regresar. Si me quedo, no sólo tendré problemas yo, ustedes también, especialmente Amiel.
—Es injusto, tú lo mataste porque... —616 detuvo las palabras de Adir y la miró con severidad.
—Y lo volveré a hacer sin duda alguna.
En ese momento, Hiram también tocó la puerta, interrumpiendo a ambas chicas.
—Adir, estás aquí. ¿Por qué estás llorando? —observó resentido a la Muerte— ¿Le has hecho algo?
—¡Ella no ha hecho nada! —replicó con enojo la hermana— Déjenla en paz.
—No sé porqué la defiendes tanto. Es una asesina.
—Nosotros no tenemos derecho a decirlo.
El ambiente se volvió uno tenso, Hiram no dejaba de mirar mal a 616 y Adir hacía lo mismo hacía Hiram.
—¿Y qué se te ofrece Hiram? —preguntó la mayor para cambiar el tema.
—Vine a hablar contigo.
—¿Hablar? ¿Tú? —añadió la melliza de forma burlona.
—No es asunto tuyo. Déjanos solos.
—No, no confío en ti —se cruzó de brazos.
—Los Dips están aquí.
—Los Dips siempre te escuchan, tú puedes hacer que ellos te obedezcan a costa de las órdenes de los demás.
—Pero no lo haré —rodó los ojos—. Nuestro hermano dejó dicho que no podemos hacer nada contra esta tipa. Así que respetaré eso.
—¿En verdad? —le miró con ojos entrecerrados.
—Sí.
—¿Me lo juras?
—Sí.
—¿Con el meñique? —alzó el puño con el meñique levantado.
—¡Adir!
—Ya, ya, está bien. Te creeré, pero estaré afuera —con eso la menor salió de la habitación.
—Esta niña... —se quejó masajeando su sien.
—Sólo es cinco años menor que tú —dijo 616 riendo.
—Y yo soy mucho mayor que tú.
—¿Qué quieres decirme? —preguntó sentándose a la orilla en la cama.
—No es algo que quiera hablar, es algo que quiero darte, o mejor dicho, regresarte.
—¿Regresarme?
El chico le entregó una pistola, ese era el arma con el que le disparó a la chica hace algunos días.
—No la quiero —ella frunció el ceño rehusando tocar la pistola.
—No es cuestión de que la quieras o no. La necesitarás para mañana. Mi hermano está muy seguro de hacer la cena, pero ambos sabemos que el clan no estará nada contento con verte de nuevo. Y las cosas se te van a complicar si Amiel no te quita las ataduras.
—Puedo defenderme.
—Sólo tómala por si acaso, además te pertenece. Esa es la pistola que mi hermano te regaló cuando aún vivías con nosotros, de cuando eras...
—De acuerdo —cortó tomando el arma, observándola con enfado.
—Quiero preguntar una cosa.
—¿Qué?
—¿Por qué lo mataste? —fue directo, y de esa misma forma la miraba, pero ella a la cara de Hiram, no— Responde, nos lo debes.
—Bueno —alzó el rostro para ver al chico y puso una sonrisa—, sólo me dio la gana probar mis poderes.
—Hija de puta —el vampiro mostró sus colmillos, estaba furioso, los Dips comenzaron a gruñir al sentir la ira de Hiram.
—¡Hiram! —la melliza entró de golpe a la habitación.
—¡Ella definitivamente tiene que irse! —escupió ofendido, mientras se volteaba y camina fuera del lugar.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Adir dirigiéndose a 616, quien ya no mostraba sonrisa alguna.
—Quería una respuesta sobre su padre.
—¿Qué le dijiste?
—Asesinato por gusto.
—Estrellita...
—Te juré que no diría la verdad. Y voy a mantener ese juramento sin importar qué.
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