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Capítulo 17: Quédate

En la mansión de los Antediluvianos se llevaba a cabo una cena. En la mesa, Hiram y los mellizos estaban sentados cerca de Amiel, mientras que 616 se hallaba alejada en el extremo del enorme comedor, quedando de frente ante el mayor. Ninguno de los vampiros llevaba puesta su vestimenta medieval, al contrario, tenían ropa casual, como las personas del tiempo actual, los únicos que vestían ropas raras eran las chicas, pues a Adir le encantaban la ropa que parecían de muñecas.

Los sirvientes dispusieron los alimentos, cabe mencionar que estos sirvientes también eran vampiros, pero no Antediluvianos. Todos comenzaron a comer, a excepción de la Muerte.

—¿No vas a comer? —preguntó Amiel, despreocupado a la mirada enfadada de su invitada.

—No —negó cortante.

—Oye —mencionó Hiram, irritado—, mi hermano cocinó esto él mismo para ti. Se agradecida y trágatelo.

Ella respondió alzándole el dedo medio, lo que le molestó al chico.

—Cálmate, Hiram —el mayor sonreía, sin apartar la mirada de 616—. Está bien, las Muertes no sienten cosas como el hambre. Sólo lo hice por los viejos tiempos.

—Pero hermano, ella es una insolente.

—Basta —dijo tranquilo, pero con eso, el mediano se mantuvo a raya.

—Hermano, hermano —Adir demandaba atención del mayor—, ¿te gusta como vestí a Estrellita?

—Sí, está muy linda —regaló su sonrisa, le daba gracia la forma de ser de su hermana menor.

—Aunque las esposas y el collar le quitan un poco el encanto —añadió cruzando los brazos, haciendo un puchero.

—Hablando de eso —habló 616 dirigiéndose al mayor, a la vez que alzaba los brazos—. Amiel, ¿qué significa esto?

—Es verdad, aunque estuviste viviendo con nosotros esos años, nunca te mostré mi habilidad.

El mayor levantó su mano formando un puño, en este comenzó a aparecer una cadena, el cual se fue extendiendo hasta que llegó al trozo que colgaba del grillete que se encontraba en el cuello de la chica. Estaba sorprendida, ella con una mano agarró la cadena que se había materializado y unido a su collar.

—Te habrás dado cuenta que tampoco puedes usar tus habilidades. Eso es debido a la mía, puedo suprimir tus poderes.

—Básicamente es como si fueras una simple mortal —añadió Adif. Sería muy fácil matarte así, completó en su mente.

—Sí, bueno, pues apreciaría que me las quitaras y dejaras que me vaya —mencionó la chica al mayor, sonriendo como si fuera amable.

—Lo siento, no puedo hacerlo —las palabras borraron el gesto de 616.

—¿No puedes, o no quieres?

—Es más lo segundo —Amiel respondió con toda honestidad llevando a su boca una copa de vino, con la mano donde tenía la cadena.

616 frunció el ceño y sonrió con malicia, jaló un poco el metal haciendo que el mayor se echara el líquido y tosiera un poco.

—¡Hermano! —los tres hermanos menores de Amiel alzaron la voz al mismo tiempo.

—¡¿Qué crees que haces?! —replicó Adif, ofendido, dirigiéndose hacia 616.

—¿Estás loca? —esa fue Adir, pasando una servilleta para limpiar a su hermano, pero él alzó la mano haciendo entender que no era necesario.

Los varones la miraban y maldecian por su grosería, estaban seguros que Amiel no pasaria por alto la acción, sin embargo, los hermanos se quedaron sorprendidos, ya que Amiel parecía no estar molesto, pues ponía una pequeña sonrisa viendo a la chica mientras ella sólo cruzaba los brazos relajada. Normalmente si alguien hacía una grosería como esa al mayor, ese alguien ya estaría muerto, pero Amiel se lo dejaba pasar a 616, lo que a Adif y a Hiram les enfurecía.

—Bajen las armas —Amiel ordenó a sus sirvientes, pues estos rodeaban a 616, algunos con cuchillos, espadas o pistolas—. Te has vuelto un poco agresiva.

La chica se mantenía en silencio y calmada, hasta el momento en que Adif habló.

—Tal vez se deba a ese humano. Hiram, ¿cuál es su nombre?

—Elrick —le responde el mediano.

—¿Un humano? —preguntó el mayor ya sin sonreír.

—Así es, hermano, al parecer ella anda de perrita faldera atrás de un humano —mencionó el mellizo con tono burlón, haciendo que Amiel mirara a la chica molesto.

—¿En verdad, Estrellita? —sin quitar la mirada, él puso una leve sonrisa.

616 se levantó con enojo del comedor, uno de los sirvientes se abalanzó con un cuchillo para someterla, pero fue ella quien lo embistió contra la mesa, tomó el cuchillo del sirviente y se lo clavó en la cabeza.
Todos quedaron en silencio, el cuchillo se esfumó, pues este era la sombra del vampiro. Ya muerto, el cuerpo comenzó a desintegrarse, la Muerte lanzó el cadáver a un lado.

—Maldita —Hiram tomó su sombra siendo una espada Longsword, él y Adif estaban en posición para atacar a 616.

—Que nadie la toque —habló Amiel.

—¿Qué? Pero... —con una mirada penetrante del mayor, Hiram no tuvo más remedio que hacer regresar su sombra.

—Mi Estrellita, por favor, siéntate —la chica no dejaba de poner una cara de ira—. Sobre ese humano... —fue interrumpido.

—Se los advierto —amenazó tomando un cuchillo que era parte de los cubiertos en la mesa—. No se atrevan a hacer algo contra Elrick, de lo contrario, no me tentaré el corazón para matarlos a todos ustedes.

—¿Crees que tendrás oportunidad cuando tus poderes están sellados? —preguntó la melliza con preocupación de una batalla.

—Que no pueda usarlos no significa que no pueda pelear. Incluso si ahora parezco una mortal —616 sonrió confiada levantando el cuchillo, incluso se mostró salvaje—, créanme que sigo siendo letal.

—¡Veamos si es cierto! —Adif alzó la voz listo para pelear, pero el mayor golpeó la mesa sumiendo el ambiente en silencio.

—Mi Estrellita —Amiel se levantó poniendo una leve sonrisa, caminaba hacia la joven—. Arrodíllate.

Justo cuando ella quiso responder, sintió que de la nada sus piernas perdieron fuerza, haciéndola caer de rodillas y poner las manos en el suelo, dejándola desconcertada. Amiel llegó junto a ella, se agachó y tomó el cuchillo devolviéndolo a la superficie de madera.

—Lamento hacer esto —dijo con un suspiro—. Además de sellar tus poderes, también puedo darte órdenes.

616 se esforzaba por levantarse, pero nada ocurría, su cuerpo no respondía a sus propias ordenes. El mayor desapareció la cadena, y al lado de la chica le dio un golpe por la espalda, a la altura de debajo de su cuello, lo que la hizo caer por completo al suelo y quedar un poco aturdida. Después Amiel la cargo en brazos y se la llevó subiendo las escaleras a la habitación.

—Rayos... —decía Hiram— No entiendo por qué nuestro hermano está tan obsesionado con ella —Adif le apoyó.

—A mí me gustaba cuando Estrellita vivía con nosotros —añadió Adir, decaída y una pequeña sonrisa entristecida—. También me gustaba la idea de que ellos dos se quedarán juntos.

—Ella no tiene derecho a quedarse aquí. No después de lo que se atrevió a hacer con nuestro padre.

En casa de Elrick, Gon se encontraba sentado viendo hacia el patio, sus alas estaban recogidas y su cola la tenía enroscada en su pata. El joven se acercó a él y se sentó a su lado, el can se inclinó para acurrucarsele.

—Estoy muy preocupado —mencionó Gon con un leve chillido.

—Yo igual —Elrick le acariciaba la cabeza con suavidad.

—Recibí noticias de ella.

—¿En verdad? ¿Y qué pasó? —preguntó curioso y esperanzando, viéndolo fijamente, esperando una buena noticia.

—No son muy buenas. Esteban, la Muerte Blanca con el número 1, reportó que 616 había peleado con un Antediluviano. Se supone que ella debió de haber ido hoy para hablar de ese asunto con los jefes mayores, pero no se presentó. Eso extrañó a todos ya que nunca ha tenido alguna falta, ni tampoco había solicitado una contención antes.

Los ojos del humano se abrieron un poco con intranquilidad, su suspiro salió pesado, haciendo que sintiera una opresión en su pecho.

—Y lo más preocupante es que mi vinculo con ella está bloqueado, y lo que encontraron hoy mientras la buscaban lo empeora.

—¿Lo qué encontraron? ¿Qué encontraron?

—Su guadaña, dispositivo y también —suspiró—, restos de un cadáver.

—¡¿Qué?! —su corazón y respiración se aceleró tras eso último.

—Estamos seguros que no es 616, porque de ser así yo ya lo habría sabido, ya que nuestro vinculo se hubiera roto.

—Entonces ¿de quién es ese cadáver?

—Sospechamos que era un Antediluviano. Cuando a un vampiro les da el sol o mueren, sus cuerpos se comienzan a desintegrar, quedando sólo restos de cenizas. Las Muertes, en cambio sólo desaparecen.

—Ya veo —con cierto alivio tomó su cabeza.

—La extraño —bajó la cabeza volviendo a recostarla en el humano.

—Lo sé, Gon, lo sé —decía abrazando al Cadejo, incapaz de creer que consideraba rogarle una vez más a Dios.

De vuelta en la casa de los Antediluvianos, 616 estaba de regreso en la cama con dosel cuyo techo tenía pintado un cielo estrellado. Había pasado alrededor de unos treinta minutos en los que ella había dormido un poco. Amiel estaba sentado en una esquina de la cama leyendo un libro, se había cambiado la ropa por el anterior incidente con el vino.

—Buenas noches —mencionó con suavidad y una leve sonrisa.

La chica se reincorporó lentamente, sentándose al borde de la cama con la mirada al suelo. Amiel cerró su libro y se acercó a ella.

—¿Dónde está mi ropa? —no le veía a la cara.

—Estaba casi hecha harapos. No podía dejarte así.

—Tampoco es para que me hayan puesto esto.

—¿No te gusta? Adir se esforzó mucho en encontrar uno que se ajustara a tu estilo. Odias los que son coloridos.

—Gracias —susurró, su rostro fue levantado con delicadeza por el hombre.

—¿Por qué? —preguntó extrañado, revelando una sonrisa y mirada profunda que incrustaba en 616— Dale las gracias a Adir.

—No hablo de la ropa.

—¿Entonces?

—Estoy segura que tú fuiste quien curó mis heridas. Siempre lo hacías cuando vivía aquí.

—No tenía problema con hacerlo.

—Quiero pedirte algo.

—¿Qué cosa? —él estaba más cerca de su rostro.

—Por favor, no le hagan nada a Elrick —el contrario frunció el ceño, se alejó y soltó el mentón de la joven.

—¿Por qué te importa? —preguntó con la mirada seria y puesta en los ojos rojos.

—Porque es mi amigo.

—Entiendo —desvió la vista al suelo no muy convencido de la respuesta.

—Amiel. ¿Por qué me trajiste de vuelta?

—Porque quise —regresó enseguida a cruzar las miradas con esa contestación instantánea.

—Sabes bien que no soy bienvenida aquí.

—Mientras yo este a cargo siempre lo serás para mí.

—Puede que seas el líder de tu clan, pero eso no quita que el resto de tu familia me odie.

—Tendrán que aceptarlo —sonrió tranquilo—. Además, Adir no te odia

616 mordió su labio por dentro, recostó la cabeza en el brazo del mayor con un semblante triste. ¿Por qué no me odias?, se preguntó estando segura y a la vez no de su respuesta. Con el pasado que comparten, por el crimen que cometió, debía odiarla.

—No hay forma de hacerlo —dijo él, ella cerró sus ojos, apretó la tela de la ropa del mayor.

—Pero yo lo maté. Yo asesiné a tu padre... —sus labios fueron sellados en un beso  cálido y desesperado, donde al principio ambos se observaron sin apartar las miradas, pero después se dejaban llevar por el vivaz encuentro.

—No me importa —musitó cerca de su boca—. De cualquier forma si no lo hubieras hecho tú, lo habría hecho yo algún día —ella se paró y alejó con la mirada baja.

—Sabes que tengo que irme de aquí antes que los demás regresen.

—No debes preocuparte por ellos. Estás aquí porque quiero.

—¿Y crees que Jaziel lo va a aceptar? Por mi culpa mataste a Izan, su hermano mayor, él era su adoración.

—Ese imbécil se lo buscó. Se atrevió a tocarte —el mayor se colocó de frente a 616, tomándola de la mejilla—. No voy a permitir que nadie te lastime.

—Amiel, detente. Ellos son tu familia.

—Tú puedes ser parte de ella también. Quédate con nosotros, quédate conmigo.

—Es imposible, y lo sabes —dijo quitando la mano del mayor sin soltarlo.

—824 —dijo en voz baja, ella no entendió, por lo que él repitió—. 824 años.

—¿A qué te refieres? —preguntó confusa la joven.

—Mi familia ya no recuerda por cuánto tiempo hemos vivido. Tampoco lo recuerdo yo. Pero no he dejado de contar desde que te fuiste.

—Amiel... —musitó sorprendida, entristecida y conmovida.

—Te fuiste de esta casa hace 824 años. Y en dos días, se cumplen 827 años de cuando te conocí.

El mayor tomó del rostro a 616 y depositó nuevamente en ella un beso, uno más anhelado que el anterior, más suplicante y ladrón. La Muerte no lo alejó, al contrario, ella correspondía a Amiel sumergiéndose en un momento largo y apasionado, trayendo otra vez recuerdos felices y dolorosos.

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