Capítulo 12: Viejo Conocido - Parte 3
Elrick corría lo más rápido que sus pies le permitían mientras su amiga lo protegía, sus lágrimas salían, pues se sentía impotente ya que no tenía forma de ayudarla.
Maldición. Maldición... 616... lo siento, repetía culpándose por no ser capaz de hacer algo por ella.
En el parque, la Muerte seguía peleando contra los tres Dips restantes, no le daban tregua y cada vez que se lanzaban sobre ella menos tiempo tenía para poder reaccionar.
—¿Qué ocurre? Estás lenta —el vampiro se burlaba, reía con sólo ver el agotamiento de la joven. Desgraciado, la joven le maldecía en sus adentros al estar cansada, pues las heridas le molestaban—. Vamos —volvía a apuntar para hacer otro disparo, pero no quería matarla, todavía no, porque no era suficiente dolor.
616 se dio cuenta, así que se hizo a un lado antes de que le atinase, mas al hacerlo un Dip saltó sobre ella tirándola contra el suelo, trataba de arrancarle la cara con su hocico. La chica lo evitaba interponiendo el palo de la guadaña, el animal seguía insistiendo ferozmente para morderla, y aunque 616 prevenía que esto sucediera, las garras de la bestia se incrustaban en su abdomen, haciendo que maldijera y aguantara dejar salir el sollozo.
—¿Por qué te esfuerzas en proteger al humano? —616 no respondía, pues estaba más ocupada lidiando con el perro— Tal vez pelees en serio si sólo desaparece.
Con un silbido, Hiram ordenó a uno de los Dips ir tras Elrick.
—¡Detente! —bramó alterada. Hiram chasqueó la lengua, hizo otro silbido ordenando al Dip que quedaba correr directo a la cara de la chica— ¡Con un demonio! —vociferó sacando la fuerza para balancerse, levantar a la bestia que tenía encima y estamparlo contra el otro Dip.
Los animales soltaron un quejido y 616 aprovechó para cortarlos, no obstante, no se detuvo y corrió tras el último Dip que perseguía a su amigo, olvidándose de Hiram, lo que hizo enojar al vampiro.
—¿Qué es lo que ves en él?
El Dip encontró al muchacho, lo tenía arrinconado en un callejón sin salida ni escapatoria alguna, la bestia saltó y en ese momento fue rajado por la Muerte.
—616... —Elrick musitó sorprendido al ver el estado desgastado de la chica.
—No te detengas, idiota... —jadeaba— Él sigue aquí..., entra a la Iglesia... —su voz salía entrecortada, pues sentía que ya no le quedaba fuerzas.
—Pero...
—¡Ya! —gritó, pero fue un grito débil y trémulo. Elrick apretó sus puños y continuó, 616 se sostuvo con su guadaña, maldiciendo porque no dejaba de sangrar, sintiendo que sus piernas flaquearían en cualquier momento, y que la consciencia peleaba para no tomar descanso.
Se reincorporó con dificultad y caminó en dirección a la Iglesia, ella descansaría allí, después de todo podría entrar. Mientras tanto Elrick llegó casi sin aliento. No había gente, sólo tres personas: un Padre y dos monjes, que lo observaron alterado.
—Hijo, ¿qué ocurre? ¿Estás bien? —preguntó acercándose el Padre.
—Yo... —¿Qué les voy a decir?, el chico no sabía qué hacer. ¿Cómo iba a explicar que estaba escapando de vampiros y que la Muerte estaba peleando con ellos, y más encima que son amigos? Definitivamente le creerían que loco.
616 estaba llegando al lugar, sentía alivio de estar cerca, creyendo que estaba a salvo, sin imaginarse que Hiram se encontraba en el edificio al frente del templo, y que la observaba conteniendo una enorme rabia al ver la forma patética de su rival al haber sido herida por estar protegiendo a un insignificante humano.
—Me decepcionas —arrastró las palabras, no se permitía apartarle la mirada— . Y pensar... —suspiró— que mi hermano te quería para él —apuntó y disparó.
La Muerte apenas había dado un paso dentro de la Iglesia cuando la bala dio en su espalda, haciendo que por el shock ella se volviera visible y cayera desplomada al suelo. El ambiente silencioso de la Iglesia se vio interrumpido por el sonido del metal de la guadaña y del cuerpo de 616 golpeando el piso, todos voltearon y vieron a la chica tendida, inmóvil.
Elrick tartamudeó, después gritó llamándola, se acercó corriendo hasta su amiga, tomándola en los brazos. —Oye, despierta, vamos, estamos en la Iglesia.
Desesperado intentaba que la chica reaccionara. Las tres personas se acercaron para ver mejor qué ocurría, los monjes no lo entendían, entonces el Padre ordenó que las puertas fueran cerradas de inmediato, orden que los monjes acataron con confusión.
—Rápido, hay que llevarla abajo —el chico también se encontraba confundido por la reacción del Padre—. Hay que actuar rápido si queremos salvarla.
—S-¡Si! —Elrick tomó en sus brazos a su amiga y siguió al Padre.
Unos de los monjes agarró la guadaña para llevarla también a la habitación de abajo, pero esta era pesada, así que el otro monje tuvo que ayudarlo a levantarla y aún así tuvieron dificultad para transportarla.
—¿A dónde vamos? —preguntó preocupado mientras bajaban por unas escaleras en espiral y algo anchas.
—No te preocupes, puedes confiar en mí —Elrick quería confiar, pero tenía miedo. Veía que las paredes y los escalones eran antiguos, incluso podía jurar que eran más viejos que la iglesia.
Al final de las escaleras había un puerta gruesa de madera, parecía ser que era antigua. El Padre sacó una llave un poco grande y la introdujo en la cerradura de dicha puerta, la cual al abrir produjo un rechinido.
El Padre entró y encendió la luz, en el centro de la habitación había una mesa grande de piedra. A Elrick le parecía ser una mesa extraña, le recordaba a esas mesas donde se hacían sacrificios.
—Ponla en la mesa —le dijo el Padre mientras encendía veladoras blancas.
—¿Qué planea hacer?
—No hay tiempo de explicaciones, haz lo que digo.
—¿No hay tiempo de explicaciones? ¡Hace poco casi me mata un vampiro y sus perros que también son vampiros! ¡Y mi amiga resultó herida sólo por protegerme! —en ese punto la voz de Elrick se escuchaba quebrada.
—Tu amiga ¿eh? Pues si quieres que esté bien. Déjame ayudarla.
Elrick no sabía absolutamente nada, no sabía qué era bueno o malo para 616, así que sólo podía confiar en el viejo Padre. Está bien...
El joven rápidamente hizo lo que el señor le pidió, cuidadosamente recostó a 616 y el Padre se acercó a examinar el cuerpo de la joven.
—Está muy herida —dijo en voz baja.
—Ella recibió disparos por mí.
—¿Disparos? —el contrario asintió— Antes dijiste que te perseguían vampiros ¿no?
—Ah, sí —Elrick pensó que el Padre lo creería un loco— No soy un demente. Lo que le dije es la verdad.
—Te creo.
—¿Me cree? —preguntó pasmado.
—Padre, hemos traído esto —mencionó uno de los monjes.
—Pero es muy pesado —añadió el otro quien ayudaba a cargar la guadaña.
—Bien, déjenla ahí y suban a tener todo en calma allá arriba —los monjes asintieron y regresaron.
El padre se dirigió hacia una especie de armario y sacó un maletín, en su interior había instrumentos que parecían ser de doctor. Rápidamente se puso a trabajar.
—¿Qué piensa hacer? —preguntó preocupado el joven.
—Voy a ayudarla —el mayo sacó unas pinzas—. 616, ¿me escuchas? Soy yo.
El joven se encontraba intrigado al escucharlo decir el numero de la joven, se comenzó a cuestionar cómo es que la conoce, de hecho se cuestionaba quién era ese sujeto que apenas vio a la Muerte pareció no sorprenderle y saber exactamente lo que pasaba.
La chica abrió un poco los ojos, pero estaba aturdida, para sus ojos fue difícil enfocarse.
—Puede que no me reconozcas, es comprensible, después de todo han pasado más de cincuenta años. Pero tranquila, está vez voy ayudarte.
—S-Sam... —jadeante, la chica alcanzó a mencionar un nombre con una sonrisa amable.
—Así es —mencionó el Padre también con una sonrisa por el hecho de que la Muerte lo recordara—. Lo siento, puede que esto te duela, pero es necesario que saque las balas. ¿Entiendes?
616 asintió con la cabeza, completamente tranquila, por lo que el viejo inició la extracción de la primera bala, empezando por el hombro. La chica hizo una expresión de dolor acompañado de un quejido.
—¿No deberíamos darle algún tranquilizante? —preguntó Elrick, inquieto.
—Ellos son seres de otro plano, las drogas no funcionarán en sus cuerpos —logrando sacar la primera bala, lo depositó en un caso—. Bien, lo estás haciendo bien, 616, tranquila, terminaremos pronto.
—Padre...
—¿Si? —dijo mientras estaba sacando la bala de la pierna, la chica soltó otro quejido por el dolor.
—¿Cómo es que la conoce? —Elrick hacía preguntas para sentir que no perdía la poca calma que le costaba contener.
El viejo se quedó unos momentos en silencio. Después de sacar por completo la bala, procedía a extraer la última, la cual se hallaba alojada en su espalda.
—Sólo falta una.
Con cuidado colocó a 616 de lado y metió las pinzas en el agujero de la espalda. Esa herida le provocaba especial dolor a la chica, que con su mano apretó una orilla de la mesa, agrietándola. Debido al suplicio 616 terminó quedando inconsciente.
—¡616! —Elrick se asustó, su calma se había esfumado ya.
—Tranquilo, sólo se ha desmayado.
Finalmente lograron extraer la última bala. Esta era diferente a las otras dos, pues mientras las primeras eran normales, la tercera era de plata pura y parecía tener algo grabada en ella.
—Por suerte, ella ya estaba dentro de la Iglesia cuando la bala le dio.
—¿A qué se refiere? —preguntó confuso el chico.
—Las balas están malditas. Al momento de haber entrado a un lugar sagrado, la maldición se redujo.
—¿Cómo es que sabe esto? ¿Y cómo es que conoce a 616?
—Conozco cosas acerca del otro plano y sobre 616. Ella me salvó cuando era adolescente.
Los ojos casi como platos se le formaron a Elrick, ahora estaba aún más intrigado y tenía mucha curiosidad sobre la relación del Padre y su amiga.
Hiram volvía a la mansión en la que vivía junto a su familia, seguía molesto, y tenía algo de sangre, pues en el camino decidió beber un poco del vital líquido de una persona que encontró por ahí. Se limpiaba con la mano, en otra ocasión esa acción le hubiera desagradado, pero su enfado con la Muerte pudo más con él.
—Esa perra —replicaba bajito pero furioso.
—¿Dónde fuiste, Hiram?
—Her-Hermano... —susurró paralizándose de inmediato. No lo había visto, pero no necesitaba verlo para sentirse inquieto.
—Responde. ¿Dónde fuiste? —lo vio bajando las escaleras con una gran calma. Su hermano era un hombre de porte imponente, vestía igual que Hiram, pero las miradas entre ambos eran muy diferentes. La mirada de su hermano mayor calaba hasta los huesos.
—Yo...
—¿La seguiste? —interrumpió llegando abajo.
—S-Sí —el vampiro menor se estremecía por la mirada penetrante del mayor.
—¿Le hiciste algo? —ante la pregunta, Hiram tragó en seco antes de tomar valor y responder.
—Hermano, deberías olvidarte de ella. Fue patética, por un simple humano... —no pudo terminar de hablar cuando su hermano lo tomó por el cuello y lo empujó hasta hacer que su espalda chocara contra la pared— Amiel, no me dejas respirar.
—No me importa lo que tú creas. ¿Qué fue lo que le hiciste?
—Le... disparé... con la... pistola maldita... —con dificultad Hiram apenas podía responder.
El mayor apretó un poco el cuello a su hermano, su mirada cada vez era más oscura, y ni siquiera tenia que iluminarla para conseguir estremecer.
—¿Desapareció? —hubo un pequeño tembliqueo en la que a Hiram le pareció que fue por ira.
—No. Y si ella sobrevive después de eso estará muy débil.
Habían sido contadas las ocasiones en las que Hiram se sintió indefenso, pero que fuera su hermano el provocador de una de ellas le parecía absurdo y una broma de mal gusto. Amiel lo jaló y después lo empujó haciendo que cayera al suelo, sus ojos irradiaban violencia. Sin embargo no hubo más jaloneo, ni palabras, solo había la amenaza en el silencio. El se retiraba a su habitación para dormir, o al menos para intentarlo y calmar su cólera, pero antes, el menor le hizo una pregunta.
—¡¿Por qué la deseas tanto a ella?! —Amiel se detuvo y lo miró por encima del hombro— Puedes conseguir a quien quieras, hacer tu vampiresa a cualquiera. ¿Por qué ella precisamente?
—Lo sabrás a su debido tiempo. Mientras tanto, rézale a Dios, a Satán o a quien desees. Porque si ella desaparece, consideraré que tú te irás con ella.
Hiram tenía miedo, conocía perfectamente a su hermano y le costaba dudar que Amiel no fuera a matarlo si hacía algo que le enfureciera.
Nunca había sabido la razón por la que Amiel quería a la Muerte 616, pero pareciera que la desea más que nada en el mundo. Así que por eso, estaba considerando incluso rezar.
—Después de todo por lo que pase. Maldita sea. No te mueras.
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