Capítulo 1: Lo que soy
Si haces buenas acciones irás al cielo, si eres malo en vida, tu destino es el infierno, ese es un pensamiento que te arraigan desde la infancia.
En realidad existen diferentes destinos dependiendo de tus acciones. También existen seres que tienen el poder de permanecer entre los vivos sin que estos puedan verlos, a excepción de animales y niños pero, conforme los humanos van creciendo pierden la habilidad de verlos y olvidan la existencia de estos seres.
Existe una criatura que tiene el permiso especial de cruzar La Frontera, la línea que separa al mundo de los vivos con los muertos.
¿Puedes alterar el resultado?
Sí, sí puedo.
¿Lo harías?
No. Está completamente prohibido cambiar el destino de alguien.
¿Quién eres?
Mi antiguo nombre... lo olvidé. Pero en el trabajo me identifican con un número, podrías decir que ese es mi nombre ahora.
¿Qué eres?
Soy aquello que te recogerá después de que tu tiempo en el mundo de los vivos se haya agotado.
*Alguien hace un anuncio a través de un altavoz en una gran sala donde hay varias personas* Atención, sujeto número 616, diríjase al punto de recepción enviado a su dispositivo.
El 616 es mi número de empleado. ¿Cuál es mi trabajo? Soy la Muerte, o mejor dicho, una de las Muertes. ¿Acaso creían que sólo un ente puede encargarse de todas las almas del mundo? Apenas y se conocería la palabra morir si así fuera.
Una chica con pantalón oscuro y cónico, de botas tipo militar y sudadera oscura con capucha, cargaba al hombro una guadaña, de palo recto y una hoja de plata reluciente. Se apareció en medio de una carretera, varios automóviles estaban parados, era una larga fila y las personas dentro salían y otras ya estaban fuera viendo al frente, a los desafortunados que no lograron frenar a tiempo o la mala suerte de que otros les embistieran.
—Veamos que hay aquí —sonrió levemente y con conmiseración mientras avanzaba a un punto en especifico de la carambola recién acabada. No prestaba atención a los heridos.
El accidente automovilístico que había ocurrido lo provocó una camioneta, chocó contra un auto donde viajaba una familia conformada por el padre, la madre y dos hermanos (una chica de dieciocho años y un niño de diez). El auto a su vez impactó contra otro vehículo donde viajaba un joven de veinte años, los autos de atrás fueron golpeando a los de enfrente, como un efecto domino.
La chica se acercó al auto de la familia y miró dentro, nadie podía verla, a excepción del niño.
—¿Eres un ángel? —preguntó el pequeño con una linea de sangre a un costado de la frente.
—¿Te parezco uno?
—Eres muy linda —mencionó con una leve sonrisa que la criatura imitó—. ¿Podrías ayudar a mi familia?
La chica tenía ojos rojos, lo cuales empezaron a brillar para examinar el tiempo de vida de la familia.
—Tranquilo, niño —dijo con voz suave, sonriendo—, tu familia estará bien.
—Que bueno..., gracias —el niño se desmayó, la muerte no mentía, nadie en esa familia moriría ese.
—Yo no hice nada —se levantó observándole dormir—. Bueno, veamos acá.
La chica se acercó hacia la camioneta y con el brillo aún en sus ojos examinó a un señor.
—Un hombre de treinta y cinco años, ebrio, fumador, golpeador y un desastre total de humano —su boca se torció por un instante en una mueca de enfado—. Vaya, tiene toda una vida por delante aún. ¡Qué sorpresa!
Eso último lo dijo de forma sarcástica e irónica, pues el hombre todavía no moriría hasta después de muchos años.
—Si este tipo va a vivir demasiado —hizo una pausa mientras examinaba el lugar—, supongo que a quien me llevaré será a una buena persona...
La chica escuchó un ruido atrás de ella, al voltear vio al joven del otro auto que había sido chocado. Estaba sacando a la familia del vehículo, anudándoles dando primeros auxilios.
—Tú... —musitó al observarlo, en especial a su rostro. Notó que el joven tenía un cristal enterrado en el estómago y sonrió con amargura—. Así que es a ti a quien debo recoger —miró al cielo entre las columnas de humo de los vehículos—. Vaya, si que te gusta el humor negro, ¿no es así, Dios?
La Muerte se sentó en el descapotable de un auto y esperó a que una vez el muchacho, mayor de veinte años, ayudara a la familia y se cercioró de que estaban bien, se recostó al lado del niño.
—Tranquilos, estarán bien. Me quedaré con ustedes —decía al menor que dormía.
—Es muy irónico dijo en voz baja sin dejar de verlo.
Ella volteó a ver al señor que había provocado el accidente, el hombre estaba tratando de alcanzar su botella de licor, impetuoso.
—¡Ajá, lo tengo! —vociferó con emoción después de agarrar la botella como si de un premio se tratara. El joven lo había escuchado, y lo miró compasivo, no dijo nada. Se esforzó en sacar su billetera, abriéndolo para mirar una pequeña fotografía que se guardaba, sonriendo con ternura.
La joven regresó su vista al chico, quien había tomaba la mano del pequeño y no dejaba de ver dentro de la billetera. Poco a poco comenzó a perder la conciencia, la Muerte sabía que comenzaba a morir, como también sabía que le quedaban pocos segundos de vida para poder llevar su alma.
—No necesito ver esto —masculló molesta bajando del auto—. Ahora vuelvo —dijo caminando hacia el borracho.
—¿Qué? No te voy a dar —mencionó el hombre abrazando su preciada botella de alcohol.
—No quiero eso —dijo controlando la irritabilidad. Contaba que quedaban los segundos para que el alma del joven saliera.
La mano de la chica se tornó en un color negro brillante formando puntas filosas en sus dedos.
—Y no necesitas esto —dibujó una sonrisa vil y divertida dejando ver sus colmillos filosos.
—¿Qué eres? —el hombre estaba horrorizado, abrazaba su botella todavía, pero ahora como un niño a su osito de peluche.
Se acercó hasta la puerta maltrecha, que guindaba apenas de una bisagra. El hombre reaccionó de su miedo y la desesperación le hacía manotear con una sola mano, pues la otra estaba ocupada aferrando todavía la botella de alcohol, que tenía una grieta y el liquido goteaba.
5
Con la mano, la chica atravesó el pecho de aquel hombre. No había sangre, pero de su interior sacó un reloj con una cuenta regresiva. En poco tiempo el hombre soltó la botella y quedó inconsciente.
4
Con el reloj en la mano la chica comenzó a caminar alejándose del hombre.
3
Regresó con el muchacho.
2
Se arrodilló frente a él y sin dejar de mirar su cara con curiosidad acercó la mano a su pecho que ya casi no subía.
1
Le introdujo el reloj en el pecho.
0
Una nueva cuenta regresiva comenzó.
—¡¿Qué está pasando?! —el alma del hombre había salido de su cuerpo, estaba desconcertado.
—Una vida llena de pecados —no lo veía—. En el calabozo te van a disfrutar.
—¿Q-qué? —de debajo de los pies del hombre se abrió un portal, y de este salieron cadenas que lo envolvieron, dejándole inmóvil, arrastrándolo hacia abajo mientras gritaba aterrado.
El chico ahora respiraba tranquilo, las ambulancias llegaron, así como bomberos y policías. El equipo de ayuda y rescate empezó a hacer lo suyo y atendieron a todos. El joven, con los ojos entrecerrados del cansancio, vagamente alcanzó a ver a la chica, pero no pudo hablar.
Cambiar el destino de la vida está prohibido, pero... ¿acaso no es injusto que paguen justos por pecadores?
Yo soy la Muerte, recibo las almas y abro el portal que los llevará a su destino. Pero por hoy, no pude ignorar a un humano bueno.
×~×~NOTAS DE AUTOR~×~×
Preciosa protada realizada por:
lenasletters
Gracias chica. La amo.✨🥰❤️
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