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67. Como si fueran décadas

Han pasado ¿Tres? ¿Cuatro años? No estoy seguro. Mi memoria a veces es un poco floja, como si fuera vejete de ochenta años, y apenas estoy rondado mis veinticinco.

Muchos sucesos entre Talía y yo han ocurrido... Como el día de su cumpleaños cuando la llevé a otro país, ese día fue excitante. No dejaba de perseguirla por él hotel. También esta el día de año nuevo cuando le regale un colgante de corazón, pero tuve que cambiarlo por uno que tuviera una maldita calavera; en esos momentos pensaba que ella era fan del rock o música satánica, incluso traté de llevarla a misa. Mala idea. No dejó de morder mis dedos después de que salimos de allí ¿Era un tiburón o una piraña de quien me enamoré? Aún después de tantos años sigo preguntándome aquello.

Nuestra apuesta creo que la gané. Pero no estoy seguro. Ella y yo solo hemos tenido besos por obligación debido a la unión de las compañías de nuestras familias, y uno que otro besuqueo entre los dos a la fuerza, ya que, ella siempre se resistía.

Ella ya es una mujer. Con un buen, buen, buenísimo trasero. Le creció redondito y erguido, aunque se niega a mostrar sus pechos. Esos si se quedaron pequeños, solo crecieron un poco. Pero eso no importa, ella es perfecta así. Así me la comeré, y será un delicioso festín.

De vez en cuando salimos a citas. Paseamos por el parque y sí, los malditos, hijos de su madre de los paparazzis no nos dejan en paz, desde que se supo que el abuelo de Talía tenia heredera no dejaron respirar a mi morena, muchas veces tuve que llevarla a casa pero al cumplir los diecisiete comenzó a practicar con el auto de su padre. El director Sirhe le compró un auto negro, sí, no un rosa pastel como acostumbran las chicas de la ciudad. Un negro como la parca.

A partir de ahí. Mis servicios como su chofer ya no fueron requeridos, y varias veces yo era el que la iba a invitar, con el pretexto de que teníamos que asistir en un evento.

—¿Qué haces ahí parado tenemos que entrar gigoló idiota?

—No importa cuantos años pasen, tu siembre con esa actitud de potra salvaje. —Comenté acomodando ni saco —Ya sé hermosa. Ven toma mi brazo, tenemos que dar unos buenos shows esta noche —le indiqué para que nos uniéramos con nuestras manos.

Bellísima como siempre. Ese vestido negro, como gran parte de su personalidad hacían un juego letal a esas caderas que portada con orgullo. Me encantaba verlas balancearse. Pero en ese momento solo podía ver su rostro fingiendo alegría, y como no, los rostros enojados de las mujeres que he probado. Ella ignoraba todo, y solo se concentró en ser una buena prometida.

Tantos años intentando capturar su corazón y solo obtuve besos y leves mejillas sonrojadas de su parte...

En fin, era la fiesta de aniversario de la ciudad y como la pareja del momento los últimos años, éramos el centro de atención, así que nuestros enemigos estaban al acecho...

Muchas mujeres y hombres nos saludaban con la intención de avergonzarnos. Pero no lo lograban, ellos terminaban o a nuestra merced o con un fuerte repudio hacía nosotros.

Al llegar la hora de la cena, todos estaban acomodados en sus asientos asignados. Los modales que Talía había cultivado tenían pocos fallos, y yo estaba cada cinco minutos mirado su escote en su espalda baja ¡Maldita sea este deseo carnal! Tantos roses a si cuerpo y no he obtenido ese "tesorito" suyo ubicado entre sus piernas.

—¿Quieres concentrarte pedazo de mierda? —me interrogó al oído antes de que me cayera sopa en el pantalón.

—¡Uy! ¿Qué conversación tendrán los tórtolos que el novio quedó helado? —insinuó una señora de unos sesenta al vernos así. Que ingenua es señora, ojalá viera a través de este acto.

—¿Mi amor quieres que te dé a probar de mi sopa? —le contesté —Me dejarás colgado dulzura —insistí para que me siguiera el juego.

—Esta bien. Déjame probar un poco cariño —Obedeció a mí improvisación abriendo su boca y sus deliciosos labios —¡Esta suculenta! ¿De qué es? —exclamó maravillada (aunque eso también era, más falso que un cielo granizado en primavera).

Las risas de los mayores en nuestra mesa, y sus rostros mostrando una ternura genuina por nuestra supuesta "unión"; era lo que ella buscaba. Satisfacer a los demás y dejar una excelente impresión. Y en un noventa por ciento siempre lo lograba.

La ceremonia culminó con un baile de salón, un vals suave y pegajoso.

Ese momento fue el que aproveche y le robé unos cuantos besos y caricias en su cuello y oídos. Esos eran probablemente sus puntos débiles, bueno eso fue lo que supuse, pero su reacción era fingida, no sentía nada. Solo mis besos pudieron calentar sus mejillas esa noche.

Una mágica noche...

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