Lo primero que percibo al despertar son los rayos del sol y la pared gris del techo, me siento en la cama y...otra vez dormí sin quitarme la ropa, me maldije varias veces por eso, incluso me quedé con los tenis y todavía no he desempacando mis hermosos libros.

Me levanté y tome mi celular para ver la hora, eran las seis, un domingo me levanté a la seis de la mañana ¿Qué está pasando conmigo ahora? En fin, aproveché para ordenar mis nuevos libros en el librero y me encantó la vista, me hacía relajarme ver tantos ejemplares en un mismo lugar; y todos son míos.

Después de eso me acosté por unas horas más...

—Talia cariño levántate —escuché a una voz masculina llamarme.

Al abrir mis dos bolas marrones en lugar de ojos, grité.

Nell estaba en mi cuarto, con un ramo de rosas y con un traje puesto.

Al parecer mi gritó fue ignorado, así que tuve que lidiar con mi prometido a horas de la mañana.

¿Por qué me pasa esto a mí?

—Nell necesito bañarme vete de aquí —le indiqué.

—Claro querida, me voy, te espero en la cocina —respondió obediente.

¿Y que mosca le picó? Le plante la oportunidad perfecta para hacer una de sus actuaciones y actos de seducción y en vez de eso dejó el chance. Esto está raro, muy raro.

Bueno, me di un baño y me puse un pantalón negro largo, mis tenis de ayer y una camiseta púrpura con calaveras blancas; en cuanto a mi cabello, pues lo dejé en afro, le puse un poco de gelatina y bajé a la cocina.

—Buenos días hija —habló papá desde la mesa.

—¿Cómo dormiste hija? —preguntó mi adorado tormento, sirviendo el desayuno.

—Buenos días —dije —Si estoy bien —le respondí a mi mami.

Nell se quedó esperando a que le hablara, las rosas que trajo estaban decorando la mesa puestas en un jarrón sencillo, y su rostro rebosante de energía pareció contagiar el ambiente.

¿Qué tanto gusta de mí?

Me senté junto a él, ya que no hubo de otra y comencé a tomar mi cereal con leche, papá tomaba su café y leía el periódico y mamá terminada de preparar unos huevos.

—¡Buenos días familia! —interrumpió con ahínco mi hermano al entrar a la cocina.

—Te quedaste sin silla por levantarte tarde —bufó mamá —Ve a tomar una del comedor, y que no se te ocurra arrastrarla —advirtió.

Esbocé una sonrisa, gracias a Nell el pervertido de mi hermano tuvo que desayunar como si fuera un visitante, alguien de añadidura. Fue una agradable mañana.

A las diez, Nell me contó a que vino; quería tener una cita formal, como esas que salen en las películas de romance; yo pues no tenía de otra y tuve que aceptar, ya que mis padres sabían de antemano dado que él estuvo desde las siete de la mañana, incluso ayudó a mamá con el jardín, eso según el chisme que me dijo papá al oído antes de que me reuniera con él.

¡Tampoco hoy podré leer! ¿Es que ni siquiera puedo tener un día en paz?

Estábamos en la sala de estar, y no dejaba de escuchar pitidos hechos por mi hermano.

—Discúlpame Nell es que una molestia está interrumpiendo mi paz —dije yendo a donde estaba el “insecto” molesto.

Estaba oculto en la cocina fuí, le jale la oreja y lo pellizque, él se quejó y yo volví al sofá a continuar con los planes de hoy, Nell comentó que quería ir a la feria del libro y como yo ya había dado un recorrido ayer, él quería ir y comprar algo para leer...

—¿Y tú leés? ¿Sabes que es un libro? —le interrogue al escucharlo sugerir ir a la feria.

—Si cariño, no leo tanto pero me gusta un poco, es bueno saber algunas cosas y entretenerse ¿Pensabas que solo iba de fiesta en fiesta? Tengo más días de trabajo que fiestas después de todo soy un heredero de una compañía como tú querida, con la estrecha diferencia de que yo me ocupo del negocio y tú todavía no —añadió tocando mi nariz con su dedo índice.

—Pues si lo pensé, pensé que eras un degenerado que se acuesta con cualquier trasero gordo que se tambalea sobre él —conteste con franqueza.

Él río por varios segundos y me dijo:

—Como hombre tengo mis necesidades pero no es que lo hago con cualquiera, además ahora debo ser paciente y controlarme, tengo a una linda prometida y no le quiero ser infiel.

Por un momento me sonroje cuando enunció esas palabras, pero luego se esfumó esa sensación de vergüenza y felicidad en cuanto saltó mi padre con unos pasteles; hoy también está horneando, nunca descansa.