22. Solo unas horas más
—¡Hola Michelle! —saludé al ver a mi amiga en el cajero.
—Que tal chocolatito ¿Cómo está la cosa más dulce del lugar? —enunció preguntando mi estado de ánimo.
—¿Dulce? ¿Yo? Si claro —declaré sarcástica —Más dulce es aquel mouse de vainilla que ésta seca y cansada chica —añadí correspondiendo al abrazo que me regaló.
—Deja de bromear, es verdad lo que digo, y aquí tienes —rechistó dándome mi delantal.
De ahí fuí a atender mesas, y cierta persona me saludó como si fuera mi amigo, el idiota ese de Nell, yo lo único que hice fue agitar mi mano como si fuera una de esas personas que saludas y no sabes quién es; y por si fuera poco estaba llamándome haciendo señas ¿Acaso soy un perro? ¿No puedes usar la boca? ¿Te comió la lengua una de las mujercitas que andan tras de ti?
Me dirijo hacia él, ya que es el único que no tiene una orden lista, por lo que veo ya todos los que hay Ori los atendió, y era la única mesa que estaba sin un plato, cuando llegue allí se me quedó viendo a cada cinco segundos y luego se fijaba en el menú.
Está más que obvio que me estás coqueteando.
—Buenas tardes, hermosa —soltó de su boca —Hoy estás más buena que la última vez que te vi, si fueras un pastel, te hubiera devorado hace mucho —balbuceó.
¡Oh Dios! ¿Porqué tuve que heredar el trasero de mi madre? Solo me ha traído miradas morbosas y perversas de hombres mayores ¡Gracias genética!
—¿Que pasó? quedaste impactada por mis palabras, preciosa.
—¿Qué va a ordenar, ya se ha decidido, señor? —pregunté ignorando sus pobres intentos de piropos.
Apretó los dientes indignado y me miró como si yo fuera un desafío extremo, pobrecito si cree que voy a derretirme como las féminas que están en la tienda que no dejan de mirarlo con ojos de perrito embobadas, como si hubiera una droga intoxicando el aire. Se equivocó de chica
—Bien, me decidí. Tráeme un pastel de queso y una malteada de menta, querida —enunció queriendo tomar mi mano sin ningún progreso ya que la aparté con rapidez.
—Como usted diga señor, vuelvo en un momento con su orden —hablé con calma. Aunque por dentro deseé tirar el florero de la mesa en su cabeza.
Volví al área de caja y fuí y le indique la orden de Nell, a papá ya que él se encargaba especialmente de prepararle al gigoló ese el postre, de lo otro e encargó Marcelo y me lanzó una semilla de fruta al momento de dejar la cocina. Pensé en desquitarme pero no pude, ya ha pasado más de medio día y solo faltan unas horas para que sea sábado; estoy ahnelando ir a la feria de este año, aunque aún no conozco a mi conductor y protector durante mi estancia en la actividad, pero de seguro no es una mala persona.
En lo que papá preparaba el pastel yo me quedé con mi cotilla y le enseñé mi galería de fotos, una exclusiva de todos los maquillajes y vergüenzas que pasa Alia y el grupo de pláticas de mi aula. Sin duda, nos regocijamos al ver tanta variedad y material para la creación de memes; Michelle se quedó viendo en mi teléfono y yo limpiaba las mesas que estaban siendo desocupadas y Ori cuando limpió los platos (su trabajo usual luego de limpiar y entregar ordenes).
Ahí hay estaba de nuevo ese rico estúpido, mientras yo limpiaba se me quedaba viendo; ¿ahora qué con esa mirada? No ve que las clientas me miran feo por su culpa, aunque me vale madres, el que las está atendiendo es Orión no yo.
—¡Idiota! Toma el pedido —gritó mi muy inútil hermano. Se nota el amor que le tengo, no le devolví la ofensa; odiaba el hecho de esperar más tiempo a que ese mequetrefe observandome con lujuria.
¡Simplemente no lo soporto!
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