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II


—Le juro que no sabía nada.

Sabía que me mentía en mi propia cara, y no podía entender cómo aquel chico que múltiples veces había alojado en mi casa era capaz de mentirle al rostro de una madre desesperada.

—No estás diciendo todo— dije tajante.

—Irina, ya basta— me interrumpió Lydia, quitando a su hijo con un brazo. —No sabes cuánto compadezco tu dolor, pero basta. Dimitri no sabe.

—Tu hijo está mintiendo.

—¡Basta!— gritó, haciendo saltar incluso a Dimitri. Le abrazó con fuerza y me miró enfurecida. —Creo que es hora de que te vayas.

Mi corazón se acongojó ante la envidia de ver a Lydia abrazando a su hijo, protegiéndolo de la maldad del mundo de la cual yo no pude proteger a Nikolay.

Tomé mi bolso con furia y me levanté del sillón de Lydia.

—Tú estás a tiempo de revisarle los brazos a Dimitri— las lágrimas comenzaron a aflorar ante mis ojos, y ante mis palabras cada vez resultaba más real asumir que Nikolay había muerto. —Yo ahora sólo puedo buscar consuelo en encontrar un por qué para Nikolay.

Lyidia aflojó el agarre de su hijo y miró fijamente el piso, sin ser capaz de reaccionar. Me acerqué a la puerta y la cerré velozmente antes de largarme a llorar en los escalones del pórtico de su casa.

Las cosas de Nikolay llevaban una semana sin ser tocadas. Nadie había querido acercarse a su cuarto, mucho menos mover algo de allí. Nadie cuestionó que no hubiese entrado, ni que no hubiese querido revisar ni siquiera su mochila... pero aquella tarde sentí el primer atisbo de curiosidad que me llevó a descubrir algo mucho más grande.

Dimitri se sentó al lado mío, dubitativo. Sus pequeñas manos abrazaron mis hombros e intentaron consolarme, y ante el gesto, no pude evitar sino sentirme derretir en mi tristeza. Jamás me había estado tan desamparada en la vida.

—Nikolay hablaba de una ballena— comenzó él, desconcertándome por completo. Dimitri miraba fijamente el horizonte. —No entendí bien de qué se trataba, pero intentaba seguirle el juego. Muchos chicos lo hacían en el instituto.

Una ventisca removió mi cabello y mis lágrimas, obligándome a frotar los ojos. Y en ese momento me sentí aún más perdida y sola, abandonada a mi suerte en un mar de confusión. A lo lejos, sólo las palabras de Dimitri sonaban por sobre el chiflido del aire, y frente mío comenzaba a dibujarse un laberinto de dudas del cuál no tendría cómo escapar.

—Hablabamos siempre sobre ello en VKontakte. En verdad creí que él estaba solo jugando a probar que era más valiente— continuó Dimitri. Su voz frágil se quebró por un segundo, pero sólo por un segundo. Luego volvió a ser acallada por chiflidos del viento. —Por favor, no le cuente a mi madre.

—¿Sabes qué sucedió?— pregunté a Dimitri, ignorando por completo su preocupación. Era como si mi propia voz no fuese mía, como si aquellas dudas nacieran de alguien fuera de mí.

El sonido del mar crujir al chocar contra una ola me descolocó. Miré hacia el costado, en busca de Dimitri, pero ya no le veía a mi lado. En cambio, me enfrentaba a un risco en mis espaldas, desde donde nacía un mar infinito que rodeaba por completo el acantilado. En el centro, un laberinto se tejía y las nieblas inundaban su interior, pero desde sus entrañas escuchaba una voz que me llamaba, que me invitaba a seguirle, y que prometía guiar mi camino.

—Decía que la ballena era más que nosotros— la voz de Dimitri retumbó como si viniese del mismo cielo.

—Pero ¿por qué?

Un trueno crujió entre las nubes, como si se hubiesen molestado ante mi intromisión, pero ya no tenía cómo dar vuelta atrás. Ya no me detendría hasta encontrar la verdad.

No necesitaba saber qué había pasado por la cabeza de Nikolay cuando tomó la decisión de saltar, porque sin importar lo que dijeran los peritos, alguien empujó a mi Nikolay... y necesitaba saber quién fue.

_________

En el centro, un dibujo. A su alrededor, sólo penumbra. El silencio del cuarto era apenas interrumpido por el sonido de las olas a la lejanía, las cuales chocaban contra el acantilado.

Me acerqué a la hoja de papel arrancada y la tomé entre mis manos. Podrían mostrarme quinientos dibujos iguales, pero entre todos ellos siempre podría reconocer el de Nikolay. Era una ballena, pintada con un lápiz pasta azul que de seguro consiguió del escritorio de su padre.

No podía comprender todo lo que me rodeaba, tampoco el porqué de tan extraño dibujo, pero tomé el lápiz que se encontraba unos pasos más allá y dibujé otra ballena por sobre el piso. Apenas terminé de trazar las últimas líneas, una luz penetró la penumbra y dejó entrever una puerta entre tanta oscuridad. Aún cegada por la iluminación, dejé el dibujo de Nikolay junto al mío y me encaminé a cruzar al nuevo desafío.

"Нарисуй кита на листе бумаги"
Dibuja una ballena en una hoja de papel y envíasela al administrador.

__________

Estaba consciente de que ya no me encontraba en la realidad, pero por alguna razón, continuar me parecía más real que nunca.

Las texturas que sentía entre mis dedos, los sonidos del mar que embriagaban mis sentidos, incluso el miedo que se apoderaba de mi ser a ratos. Todo era muy real, casi tan real como cuando estaba mi hijo a mi lado.

Cuando decidí entrar en el desafío de la ballena, jamás lo hice con la intención de entender los motivos de Nikolay, pero sin querer ya los había encontrado. Porque el corte que acababa de realizar en mi piel se me antojaba como más real que mi vida misma, y el dibujo que se había trazado en mi antebrazo no era más que un reflejo de ese sentimiento.

Y en ese momento creí que quizá no era tan malo. Quizá incluso valía la pena llegar al final de todo esto y dejar de cuestionar el por qué mi hijo ya no estaba conmigo y, en su lugar, seguirle en su camino.

En ese mar de confusiones; en ese laberinto de ideas inconexas, verdaderamente parecía una opción viable seguir la ruta que me indicaba la ballena, y caminar al encuentro de Nikolay. Pero entonces pensé en Dimitri, en Anna, y en algún otro Nikolay que estuviese allí, deseando entrometerse en el laberinto de la ballena y seguir a ciega su pista.

"Сделать себе больно"
Debes hacerte daño.

Aunque por sobre todo, pensé en mí, en cuanto daño este juego ya había causado en mi vida. Yo no le debía nada a la ballena, pero la ballena me debía demasiado a mí.

Ya era hora de pagar.

________

El canto de una ballena sonó entre las paredes, haciendo vibrar el piso bajo mío. Mis brazos sangraban por entre las vendas desde el último corte que me había realizado, pero el dolor era apenas una punzada frente a la adrenalina ante la que me estaba enfrentando.

A medida que más avanzaba, los sonidos se intensificaban. El canto cetáceo era incluso más fuerte que antes y ahora no tan sólo vibraban las paredes, sino que también mis oídos... y mis huesos, y cada célula de mi cuerpo. Todos los átomos de mi ser se remecían en conjunto con la voz de la ballena y hervían ante la idea de hacerme con su encuentro.

Встреча с "китом"
Encuentro con la "ballena"

Otro paso más, y un canto más agudo hizo presencia. Me detuve ante el nuevo sonido, como si algo familiar hubiese aparecido ante él. La ballena cantó nuevamente, como si estuviese llamándome a continuar, como si supiese que me había detenido a pensar.

¿Por qué suena como si fuese Nikolay?

Entonces, se abrió el laberinto ante mí y la imagen de una camioneta de color azul se dibujó ante mis ojos. En vez del rugir de un motor, sonó el canto de una ballena, y antes de que pudiese llegar a ella comenzó a perderse por la carretera que se borraba tras su paso, mezclándose con la neblina. Desesperada, ante ver cómo se acababa el piso en el que estaba parada, le intenté seguir el paso.

La ballena cantó en júbilo, deseosa de que no parara de perseguirla y siguiese a ciegas su rumbo. Corrí tras de ella por largos minutos, que entre la niebla se transformaban en horas, y luego en días. Apenas veía algo frente a mis narices más que el brillante color de la camioneta, que no dejaba de parecerme similar. Había perdido por completo el sentido de la realidad, pero estaba segura de tener el recuerdo de esa camioneta desde antes. En el preciso momento en el que pude reconocer dónde le había visto, desapareció ante mis ojos.

Segundos más tarde, yo también desaparecí en el borde del acantilado.

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