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INVITACION

Una limusina estaba aparcada delante del edificio donde vivía.

Sakura cruzó la calle con Tommy en los brazos y se dirigió al portal. Justo entonces, una de las portezuelas del vehículo se abrió y dio paso a Sasuke Uchiha.

Estaba tan inmaculado como siempre, con el traje que llevaba en la oficina y un abrigo de cachemira. Al verlo, la joven lamentó llevar unos vaqueros viejos y una chaqueta de mercadillo, aunque apartó ese pensamiento al instante. Llevara lo que llevara, se dijo que no habría podido impresionar a un hombre que lo tenía todo y que salía con modelos de fama internacional.

–Hola, Sakura.- el joven se limitó a mover la cabeza.

–Hola.

–No sabía que tuvieras perro...- la chica lo dejó en el suelo.

–Pues lo tengo –dijo–. Dale la pata a Sasuke, Tommy.

Para sorpresa del Uchiha, el perro se sentó y le dio la pata.

–De todas formas, no es exactamente mío –continuó ella–. Es uno de los perros del refugio... me gustaría quedármelo, pero el casero no me lo permite.

–Pues te vendría bien.

– ¿Por qué lo dices? –preguntó ella mientras abría el portal.

–Porque este no es buen barrio para una mujer sola.

– ¿Crees que no me había dado cuenta?

La pelirrosa empezó a subir por la escalera, ofreciéndole una vista magnífica de su trasero. Sasuke la siguió y pensó que tenía un cuerpo precioso.

–No me agrada la idea de que vivas aquí. Es una pena que no te puedas quedar con el perro.

–Sí, lo es, pero el casero es muy estricto al respecto. De hecho, tendré que salir más tarde para devolvérselo a Shizune.

– ¿Quién es Shizune?

–La mujer que lleva el refugio. Trabajé allí durante unos meses, en un programa de la cárcel, y la ayudo siempre que puedo. Tiene toda una red de voluntarios que se encargan de buscar personas que quieran adoptar los animales.

–Y de hacer cojines –comentó él con humor.

–En efecto.- sonrió la joven.

Al llegar al tercer piso, Sakura sacó la llave y abrió la puerta de su apartamento. Tommy se tumbó en una alfombra que había junto a una cama y el Uchiha echó un vistazo al lugar. La alfombra sobre el suelo de linóleo era el único lujo.

–No puedo creer que tu familia sepa que vives en un sitio como este y no haga nada –dijo él.

–Bueno, es más cómodo que vivir en un hostal. ¿Te apetece un café?

El joven sacudió la cabeza.

–No, gracias. Acabo de tomarme uno.

Al acercarse a la ventana, Sasuke se dio cuenta de que su respiración formaba nubes de vaho. Por lo visto, el apartamento tampoco tenía calefacción.

–Puedes quitarte el abrigo. Te prometo que no te lo robaré.

–Prefiero dejármelo puesto. Aquí hace frío.

La ojijade sonrió mientras encendía el fuego de la cocina. Sasuke era tan friolero que Itachi siempre se reía de él.

– ¿Y bien? ¿Qué querías? Dijiste que necesitabas hablar conmigo- la chica se sentó en la silla de madera, que tenía junto a una inestable mesa del mismo material.

–Quiero hacerte una oferta.

– ¿Una oferta?- la joven lo miró dudosa.

Sasuke asintió.

–He decidido que este año voy a dar una fiesta de Navidad en el castillo. No es que me apetezca mucho, pero me pareció que ya era hora.

Ella lo miró con extrañeza.

– ¿Insinúas que no has dado una fiesta desde...?

Él volvió a asentir.

–Desde hace tres años –contestó.

–Ah...

Sakura se quedó tan asombrada que tardó un momento en reaccionar. Y, cuando lo hizo, se apresuró a volver a su conversación original.

– ¿Y qué quieres de mí?

–Quiero que la organices.- la chica lo miró sorprendida.

– ¿Yo? ¿Quieres que organice tu fiesta?- susurró asustada.

–Y que te encargues de la decoración.- dijo con determinación.

–Pero...- dudó nuevamente.

–Itachi y tú os encargabais siempre de esas cosas –le recordó–. Solo te pido que lo vuelvas a hacer.

Sakura estaba realmente asombrada.

– ¿Sabes lo que me estás pidiendo, Sasuke? ¿Sabes lo que la gente dirá cuando se enteren de que la he organizado yo?

Él arqueó una ceja.

–Jamás me ha importado lo que piensen los demás –declaró con firmeza–. Es la solución perfecta, Sakura. Sé que tú sabrás darle un ambiente verdaderamente navideño... Además, a Itachi y a ti os encantaban esas tonterías. Sugiero que te quedes en AeroCarlton hasta el viernes y que te mudes al castillo después.

– ¿Qué me mude al castillo?

–Por supuesto. No puedes organizar la fiesta desde aquí.

Sakura recordó el placer de pasar las Navidades en Bolderwood, la diversión de elegir un árbol, decorarlo y comer dulces junto al fuego, en el gran salón. Pero la idea de volver al castillo sin su mejor amigo le pareció inadmisible. No se lo merecía. Había matado a su Itachi y, de paso, había destrozado la vida de Sasuke.

–No puedo. Sería un error. Ofendería a muchas personas.

–Si no me ofende a mí, ¿por qué va a ofender a los demás? Eres demasiado sensible, Sakura. Deja de vivir en el pasado.

– ¡Pero si tú mismo dijiste que no me puedes perdonar! –protestó ella–. ¿Cómo esperas entonces que me perdone a mí misma?- se levantó de la silla y comenzó a dar vueltas por el pequeño lugar.

El azabache suspiró y la miró, él no iba a dar su brazo a torcer.

–Han pasado tres años, a veces me parece que fue ayer, pero han pasado tres años. Y tenemos que seguir adelante... Acepta mi oferta. Haz que estas Navidades sean un tributo a la memoria de Itachi.

Sakura no supo qué decir. El recuerdo de Itachi le dolía tanto que se encontraba al borde de las lágrimas.

–Por Dios, Sakura quédate quieta–ella paró rápidamente y volteó a mirarlo, él continuó, impaciente–. ¿Crees que a mi hermano le habría gustado que vivieras en un agujero como este?

–No, sé que no le habría gustado. Pero no puedo hacer nada al respecto –respondió con dignidad.

– ¿Que no puedes hacer nada? –preguntó él, atónito–. ¿Qué diablos te ha pasado? Siempre fuiste una luchadora. Sinceramente, esperaba más de ti.

Sus palabras la hicieron reaccionar. Sasuke había apelado a su orgullo, a su confianza en sí misma, y no tenía más remedio que recoger el guante.

–Está bien. Si quieres que lo haga, lo haré, pero...

– ¿Pero?

–Luego no te quejes si la gente dice que estás loco.

El ónix miró a Tommy. El perro estaba tan relajado en la alfombra que parecía que se había fundido con ella.

–Ya te he dicho que no me importa lo que diga la gente- volteó nuevamente hacia la ventana.

–Sin embargo...

–No busques problemas donde no los hay, Sakura. –Él se giró hacia ella y la miró a los ojos–. Además, tu estancia en el castillo podría tener consecuencias que seguramente no has valorado. Puede que te ofrezca la oportunidad de volver a ver a tu familia.

Ella sacudió la cabeza.

–Se disgustarían mucho al verme. Dejaron bien claro que no me quieren en sus vidas... pero es su decisión. Si lo quieren así, tendré que asumirlo y seguir adelante.

Sasuke no dijo nada. Aún estaba asombrado por lo que había hecho. Ofrecer a Sakura a la organización de la fiesta era una forma de ayudarla a ella y de ayudarse a sí mismo, porque tenía la esperanza de que le ayudara a superar la atroz vulnerabilidad que sentía cada vez que pensaba en su difunto hermano, una debilidad que no podía aceptar y con la que ya no podía vivir.

Pensó en toda la gente que le había recomendado que acudiera a un terapeuta para superar su dolor y torció el gesto. No era su estilo.

No quería hablar de cosas tan íntimas con un desconocido ni, por otra parte, creía que necesitara ayuda profesional por un suceso que, aunque trágico, formaba parte de la normalidad de la vida.

Sasuke se sentía completamente capaz de superarlo sin ayuda de nadie. Y se dijo que después de Navidad, cuando Sakura Haruno se marchara, habría dado un paso adelante en su proceso de recuperación.

– ¿Puedo llevar a Tommy al castillo?

Sasuke frunció el ceño. Le gustaban los animales, pero no los quería en su casa. Solo había hecho una excepción con Itachi, a quien permitió tener un conejillo de Indias y un pez.

–Te prometo que no te dará problemas. Solo te lo pido porque nadie lo quiere adoptar y porque Shizune no tiene espacio para él. Le harías un gran favor... y quién sabe, puede que alguno de tus empleados se quede con él.

El azabache miró al perro, que roncaba plácidamente.

– ¿De qué raza es?

–Es mestizo –respondió ella con una sonrisa enorme–. Y tiene tan buen carácter que adora a los niños... De hecho, estoy pensando que podría contribuir a la fiesta de Navidad. Quedaría muy bien si le pongo un gorro de Papá Noel o lo disfrazo de reno.

Sasuke soltó un bufido. La idea le pareció realmente absurda.

–Llévalo si quieres, pero no te equivoques, no me lo voy a quedar.

Sakura rio, encantada. Tomó al perro entre sus brazos y lo llenó de besos.

–Descuida, no esperaba que te quedaras con él... Y te prometo que lo mantendré lejos de ti. Sé que no te llevas bien con los perros. Itachi me contó que te mordió uno cuando eras un niño.

A él le molestó el recordatorio. En primer lugar, porque le disgustaba que hablaran de él a sus espaldas y, en segundo, porque le hizo preguntarse qué otras cosas le habría contado su hermano pequeño.

–Tendré que hablar con Temari, mi agente de la condicional. No puedo salir de Londres sin su permiso –añadió la joven–. Tengo que ir a verla cada mes.

–Solo estarás fuera un par de semanas. Dudo que le importe.

–Estoy en libertad bajo palabra, Sasuke. Si no cumplo las normas, me devolverán a la cárcel.

Él apretó los labios.

–Está bien... Te daré un poco más de tiempo. Me encargaré de que un coche pase a recogerte el domingo por la tarde.

-Bueno.

-Hmp- el joven se acercó a la puerta- Nos vemos Sakura- murmuró él sin voltear a verla.

-Adiós Sasuke- dijo entre susurros la chica.

El azabache cerró la puerta y la habitación se quedó tan fría y vacía como si el sol se hubiera puesto de repente. Sakura bajó al perro, el cual se acomodó nuevamente en la alfombre y ella se sentó frente al fuego, estremecida. ¿Qué había hecho? ¿Por qué había aceptado su propuesta? Pero, sobre todo, ¿por qué se lo había ofrecido Sasuke?

Supuso que quería cerrar el círculo. Y lo comprendió perfectamente, porque la tragedia de la muerte de Itachi tenía que haber sido especialmente dolorosa para un hombre tan reservado como Sasuke Uchiha.

De todas formas, pensó que el Uchiha estaba en lo cierto al afirmar que no se podía vivir en el pasado. Tanto si le gustaba como si no, la vida continuaba y ella tendría que aprender a seguir adelante con ella.

-Ha llegado el momento de continuar mi vida- dijo mirando hacia arriba- Itachi, ayúdame en esto- cerró los ojos dejándose llevar.

–Tengo entendido que solo estarás aquí hasta el viernes –dijo Ino Yamanaka a la mañana siguiente, mientras repasaba los documentos que Sakura había pasado a máquina–. Veo que eres muy amiga del señor Uchiha...

–Yo no diría que seamos amigos. Sasuke sigue siendo mi jefe.

-No se refleja del todo- dijo la rubia, para volver a su oficina.

-Que mujer más odiosa- susurró la pelirrosa, para luego volver a su trabajo.

A pesar de sus intentos por restar importancia al asunto, el ambiente se fue cargando a lo largo de la semana y Sakura se vio obligada a escuchar más preguntas impertinentes de las que deseaba responder.

Cuando llegó el viernes, se sintió inmensamente aliviada. Tenía que ver a su agente de la condicional, así que pudo salir de la oficina antes de tiempo.

– ¿Te vas a alojar en un castillo medieval? –preguntó Temari, atónita.

–No es medieval... Aunque lo llamen «castillo», Bolderwood es una mansión de la época victoriana –explicó.

–Una mansión que pertenece al hermano de Itachi Uchiha – declaró con una sonrisa–. Sasuke debe de ser un hombre muy comprensivo.

–En absoluto. Sé que nunca me perdonará por lo que pasó. Y no le culpo.

–Pues no lo entiendo...- la rubia se removió en la silla.

–Simplemente cree que los dos necesitamos superarlo y volver a la normalidad. Le ha parecido la mejor forma de conseguirlo.

Temari asintió.

–Aun así, me parece muy generoso de su parte.

-No lo sé- susurró la pelirrosa- pero dime cómo va tu vida- cambió rápidamente de tema.

-Jajajajajá muy inteligente Sakura- rió la rubia- Con Shikamaru estamos en planes de tener otro bebé- dijo orgullosa.

-¿Otro más?

-Sí, además la pequeña Akira es muy tranquila, pasa durmiendo- suspiró Temari- creo que es igual a Shikamaru.

-Eso está más que decirlo- ambas estallaron en risas.

La tarde de la pelirrosa pasó entre risas y una que otra lágrima, pero de la grata compañía de Temari, la que se había vuelto una muy buena amiga.

Dos días después, mientras viajaba a Bolderwood en una limusina, con Tommy dormido a sus pies, Sakura se dijo que Temari tenía razón. Sasuke había demostrado ser un hombre notablemente generoso.

Sin embargo, también pensó que no era tan sorprendente. A fin de cuentas, le había ofrecido su casa a Itachi cuando se quedó solo en el mundo, a un chico al que, hasta entonces, solo había visto un par de veces.

Sasuke Uchiha, el hombre de la fachada dura e inflexible, el hombre al que sus competidores temían y respetaban por igual, tenía un corazón de oro.

El nerviosismo de la chica fue aumentando a medida que se acercaba a Bolderwood. Estaba asustada y entusiasmada ante la perspectiva de volver a ver las tierras de su infancia. ¿Se atrevería a visitar a su padre y a sus hermanas? Había considerado seriamente la posibilidad, pero no le parecía una buena idea. Tenía el convencimiento de que ni siquiera se dignarían a recibirla.

Al pensarlo, se acordó de su amigo y de una frase que le dedicaba con frecuencia: «Tienes una actitud muy negativa».

Pero Itachi nunca había entendido su situación. Aunque su madre había muerto y su padre se había desentendido de él, había crecido con más amor y apoyo del que Sakura había recibido en toda su vida. No sabía lo que significaba sentirse permanentemente excluido, no se había acostumbrado a desconfiar de la gente y esperar siempre lo peor.

Momentos después, la limusina se detuvo brevemente ante las gigantescas puertas de hierro de Bolderwood, que se abrieron poco a poco. A Sakura se le hizo un nudo en la garganta cuando avanzaron por el camino y los faros del vehículo iluminaron la mansión. Con cuatro torres y un verdadero bosque de chimeneas de época isabelina, su arquitecto había incluido elementos de casi todos los estilos anteriores a su construcción.

Siempre le había parecido un lugar muy romántico. Y muy íntimo, porque a pesar de que el Uchiha tenía un montón de personal a su servicio, nunca había organizado más actos sociales que la fiesta de Navidad.

Sango, la esbelta morena de treinta y tantos años que ejercía de ama de llaves en el castillo, recibió a Sakura en la puerta.

–Señorita Haruno... –dijo con cierta incomodidad–. La llevaré a su habitación para que pueda deshacer el equipaje.

–Preferiría que me tutearas, Sango –la pelirrosa se ruborizó sin poder evitarlo–. ¿Qué tal estás? ¿Cómo va todo?

–Bueno, las cosas han estado bastante tranquilas desde tu última visita –respondió mientras la llevaba hacia la escalera–. Todos nos alegramos de que se vuelva a celebrar la fiesta de Navidad.

La pelirrosa se llevó una sorpresa al ver que la iban a alojar en el mejor dormitorio de invitados. Era una habitación enorme, con baño propio, que se encontraba en una de las torres de la mansión. El fuego estaba encendido y daba un tono anaranjado a los muebles de caoba y a la gigantesca cama con dosel.

– ¿Por qué me has traído aquí? –preguntó en voz baja.

–Porque me lo ha ordenado el señor Uchiha.

La ojijade se quedó helada.

– ¿Sasuke? ¿Es que está aquí?

–Sí, creo que en su habitación.

El ama de llaves se fue y la pelirrosa contempló el lugar con asombro mientras Tommy se tumbaba en una alfombra. Le parecía increíble que Sasuke la hubiera alojado en un dormitorio que, normalmente, reservaba para los invitados importantes.

–No te pongas demasiado cómodo, Tommy. No nos quedaremos mucho tiempo.

Salió de la habitación, avanzó por el pasillo, llamó a la puerta de la habitación del Uchiha y esperó de brazos cruzados. Como no contestaba, abrió la puerta y entró, pero se detuvo en seco al ver que Sasuke salía en ese momento del cuarto de baño sin más ropa que unos calzoncillos.

Durante unos segundos, se quedaron boquiabiertos y mirándose a los ojos. Sakura pensó que tenía un cuerpo impresionante, con un pecho musculoso y un estómago tan liso como una tabla de planchar.

Pero se fijó particularmente en la línea de fino vello negro que desaparecía bajo la goma de los calzoncillos.

–Oh, lo siento. No pretendía...

–Al menos, cierra la puerta.

Ella cerró la puerta, tan colorada como un tomate. Se sentía verdaderamente avergonzada. Se le había quedado mirando como una tonta, como si no hubiera visto a un hombre medio desnudo en toda su vida.

Y, lamentablemente, era verdad. Tenía veintidós años y una falta de experiencia que suponía una ofensa a su orgullo. Durante su adolescencia, había estado tan obsesionada con Sasuke que ni siquiera había vivido la fase juvenil de la experimentación y, más tarde, la cárcel impidió que tuviera ningún tipo de relaciones sexuales.

– ¿Se puede saber qué pasa? –preguntó él.

–Que me has alojado en el dormitorio de los invitados importantes, Sasuke. No me parece una buena idea.

El chico alcanzó unos pantalones y se los puso. Mientras se subía la cremallera, Sakura pensó que nunca le había parecido ni más tranquilo ni más seguro de sí mismo.

–Deja que sea yo quien decida si es o no es apropiado.

– ¡Pero esa es la cuestión! –Declaró ella con vehemencia–. Que tú nunca haces lo que es apropiado.

Él arqueó las cejas.

–Esta es mi casa y aquí se hace lo que yo digo.

La arrogancia del Uchiha enfureció a la Haruno.

–No lo discuto, pero no puedes despreciar los sentimientos de los demás. ¿Qué dirá la gente cuando se entere?

–No es asunto suyo, Sakura.

–Tienes un verdadero problema de actitud...

Sasuke sonrió y alcanzó una camisa.

–Eso es cierto. Nunca he soportado que me digan lo que tengo que hacer.

–Yo no te estoy diciendo que...

–Claro que me lo estás diciendo. Eres una mandona. Siempre lo has sido.

Sasuke la miró de arriba abajo y deseó quitarle la ropa, ponerle lencería de encaje y seda y tumbarla en la cama.

– ¡Yo no soy una mandona!

–Si tú lo dices... –declaró con humor–. Pero no te equivoques conmigo. Yo no acato órdenes de nadie. Te he puesto en esa habitación porque lo he querido así.

–Llévame a un dormitorio más... modesto.

El azabache se puso la camisa mientras la imaginaba con unas braguitas mínimas y un sostén transparente.

–No.

–Te lo ruego, Sasuke. No soy una invitada de honor. Solo soy una empleada... Debería alojarme en las habitaciones de los criados.

–No –repitió–. Y no insistas, porque no voy a cambiar de opinión.

–Pero dirán que...

–Eres una chica inteligente. Aprovecha la situación en tu favor.

– ¿En mi favor? –declaró, frustrada–. Si me tratas como a un invitado especial, darás pie a todo tipo de habladurías.

Sasuke avanzó hacia ella con la camisa abierta.

–Corrígeme si me equivoco... ¿No has estado tres años en la cárcel? ¿No te parece que ya has pagado por lo que hiciste?

Sakura bajó la mirada.

–Sí, claro que sí.

–Te juzgaron, te sentenciaron y te enviaron a prisión. ¿Por qué te empeñas en seguir pagando? –Preguntó con impaciencia–. He ordenado que te llevaran a esa habitación porque, si yo te trato con el respeto que mereces, los demás se verán obligados a seguir mi ejemplo y a tratarte del mismo modo.

–No es tan sencillo... protestó.

–Por supuesto que lo es –replicó con firmeza–. No permitas que tu inseguridad complique las cosas.

Las palabras de Sasuke hirieron su orgullo.

– ¡Yo no soy insegura!

–Sakura, siempre has sido un saco de inseguridades.

– ¡Eso no es cierto!

– ¿Ah, no?

–Bueno... ¡no es totalmente cierto!

Él dio un paso adelante y le acarició los labios.

–Está visto que no se puede decir la verdad...

La joven retrocedió, sobresaltada.

–No me toques, Sasuke.

Él sonrió e inclinó la cabeza con la intención evidente de besarla.

– ¿Que no te toque? –Dijo en voz baja–. Estás deseando que te toque, Sakura. Tú y yo sabemos que lo estás deseando.

No fue nada... ¿O sí?

Sasuke le puso la mano en la parte baja de la espalda y la apretó con fuerza contra su cuerpo. El calor y el contacto ferozmente físico derribó las defensas de la joven incluso antes de que la besara y las arrasara por completo.

Nunca habría imaginado que un beso pudiera ser tan placentero. La pasión del Uchiha la conjuró y despertó en ella una necesidad desesperada.

Respondió a su beso con ansiedad, insegura por su falta de experiencia y asustada ante la posibilidad de que se apartara, como ya había hecho antes. Pero la penetrante invasión de su lengua había conseguido que la sangre le hirviera en las venas y que su corazón latiera con desenfreno.

Nada le había parecido nunca tan necesario.

Nada le había parecido nunca tan correcto.

–Per l'amor di Dio, Sakura... –dijo en italiano–. Me vuelves loco.

– ¿Tan terrible soy?- bromeó la joven.

Sasuke sonrió, inclinó la cabeza y la volvió a besar. Luego, soltó un gemido que vibró dentro de su poderoso pecho mientras sus manos se aferraban a las caderas de Sakura, apretándolas contra él y haciéndola terriblemente consciente de su erección. Su aroma almizclado la embriagaba por completo cuando le mordió un labio. Ella se estremeció y frotó los senos contra la dura pared de su pecho.

No se dio cuenta de que le había bajado la cremallera del pantalón hasta que la prenda cayó al suelo y él la tomó entre sus brazos y la tumbó en la cama con un movimiento sorprendentemente fluido. A la pelirrosa le incomodó un poco, porque demostraba que tenía mucha más experiencia que ella y porque había terminado en la cama sin tener ocasión de decidir al respecto, pero renunció a la posibilidad de retomar el control.

Mientras el Uchiha le quitaba los zapatos, ella se apoyó en los cojines con nerviosismo, aunque preparada para lo que iba a pasar. Entonces, él se quitó la camisa y la dejó a un lado. Los ojos de ella devoraron su torso de color miel, tan bello que bastó para borrar los últimos retazos de su sentido común.

Extendió los brazos con intención de acariciarlo, pero él le empezó a desabrochar los botones de la blusa, besándola cada vez que soltaba uno. Poco después, la blusa y el sostén desaparecieron y dejaron de ser un obstáculo. Él le acarició los pezones con las dos manos y ella soltó un gemido que Sasuke interpretó como una invitación para descender sobre sus pechos e insistir con el delicioso tormento, pero, esta vez, con la lengua. Excitada, ella llevó las manos a sus hombros y se aferró a ellos.

–Tócame si quieres, cara mia...

Ella se ruborizó, pero apartó las manos de sus hombros y, para sorpresa del azabache, las llevó directamente a su erección. Él comprendió lo que quería y se apartó el tiempo justo para quitarse los pantalones y los calzoncillos. Sakura cerró los dedos sobre su sexo y lo acarició con dulzura; era duro e increíblemente suave. Pero eso no le pareció suficiente. Aunque carecía de experiencia, dejó su ignorancia y su miedo a un lado e inclinó su rosada cabeza para hacer lo que más le apetecía.

Él gimió cuando la boca suave de la Haruno se cerró sobre su miembro viril.

–Oh, Sakura...- ella sonrió al escuchar su nombre de los carnosos labios del Uchiha.

Tras dejarla hacer durante unos segundos, él la apartó y la miró a los ojos.

–Quiero tenerte. Quiero tenerte ahora –dijo–. ¿Y tú? ¿También lo quieres?

Ella respondió sin la menor sombra de duda.

–Sí.

Los dedos de Sasuke avanzaron por la cara interior de sus muslos y ella se quedó inmóvil, completamente dominada por el deseo, preguntándose si alguien habría sentido alguna vez el placer que ella sentía en ese momento. ¿Sería siempre así? ¿O es que sus años de cárcel la hacían desear de un modo desesperado?

–Adoro tu cuerpo, Sakura. Eres tan bella...

Ella sonrió e intentó no pensar en las dudas que de vez en cuando, incluso entonces, asaltaban su mente. Solo iba a hacer el amor, nada más y nada menos. Solo era sexo. No podía ser tan ingenua como para creer que de aquel encuentro amoroso pudiera surgir una relación más profunda. Solo iba a explorar la conexión que siempre habían tenido. Solo iba a culminar lo que siempre había deseado.

Él la volvió a besar y le quitó las braguitas. Después, metió una mano entre sus piernas y la acarició durante unos instantes antes de introducirle suavemente un dedo y acariciarle el clítoris con el pulgar.

–Estás tan húmeda...

Ella intentó refrenar sus impulsos, pero las oleadas de placer eran demasiado intensas como para poder soportarlas en silencio.

Dejó escapar una serie de pequeños gemidos desesperados y se retorció con fuerza, como si estuviera febril, lejos ya de cualquier posibilidad de recuperar el control.

De repente, el Uchiha rompió el contacto y se alejó, dejándola frustrada y más impaciente que nunca. Pero solo se había apartado para ponerse un preservativo.

Volvió rápidamente con ella y le separó las piernas una vez más.

La penetró con un movimiento potente y seguro que le arrancó un grito de dolor y le dejó una sensación de incomodidad tan inesperada como inoportuna.

Sasuke se quedó helado.

– ¿Es que soy el primero? –preguntó, atónito.

Sakura se sintió tan humillada que tuvo que hacer un esfuerzo para mirarlo a aquellos ojos de color azabaches.

–Bueno, no es para tanto... –acertó a decir–. No le des importancia.

– ¿Que no le dé importancia? –declaró él, todavía desconcertado–. ¿Y cómo esperas que reaccione?

Él no lo podía creer. Sakura Haruno, la jovencita a la que siempre había imaginado una experta en materia de relaciones sexuales, seguía siendo virgen. Por lo visto, la vida siempre podía deparar una sorpresa más.

–De ninguna manera –respondió, orgullosa–. Además, ya no tiene remedio.

–Pero...- rebatió, pero no termino la frase, porque ella lo interrumpió.

– ¿Sí?

Sasuke la miró con desconfianza.

– ¿Por qué me has elegido a mí? ¿Por qué lo has querido hacer conmigo?

La pelirrosa subió las caderas y cerró las piernas alrededor de su cuerpo en un intento de hacerle olvidar sus preocupaciones. El Uchiha le puso las manos en los hombros e hizo ademán de querer salir de ella, pero se rindió cuando Sakura repitió el movimiento y lo envolvió definitivamente con su calor y su humedad.

Después, cerró los ojos y se dijo que no iba a permitir que él arruinara el momento que siempre había soñado. Ni siquiera sabía por qué le inquietaba tanto que fuera virgen. Quizás pensaba que su inexperiencia la empujaría a pedirle más cosas de las qué él estaba dispuesto a dar. Al fin y al cabo, había oído que las vírgenes tenían tendencia a encapricharse en exceso de sus amantes y a buscar lazos más allá de lo físico.

–Esto no es lo que yo quería... –dijo él.

–Bueno, no siempre conseguimos lo que queremos –declaró, excitada–. No rompas la magia, Sasuke...

Dividido entre el deseo de estrangularla y de hacerle el amor durante una semana entera, Sasuke soltó una maldición en italiano. Por una parte, nunca había deseado a nadie como la deseaba a ella, por otra, siempre se había negado a hacer el amor con mujeres vírgenes o especialmente vulnerables porque no quería aprovecharse de su situación.

Al final, se dejó llevar por el deseo y se empezó a mover con suavidad, acelerando el ritmo. La excitación de ella aumentó poco a poco, hasta que una fuerza incontrolable estalló en su interior y se extendió por su cuerpo como si le hubieran puesto una inyección de felicidad pura. Aún sentía los espasmos cuando él llegó al clímax.

Ella lo tomó entre sus brazos, con fuerza, deseando fundirse con él.

–Ha sido... ha sido tan diferente, bella mia... –dijo él con voz entrecortada.

Momentos después, Sasuke se levantó y se dirigió al cuarto de baño mientras ella se quedaba en la cama, pensando en lo que había dicho.

Diferente.

No era precisamente un cumplido. Pero en lugar de sentirse herida, se sentó, esperó a que Sasuke volviera a la habitación y declaró con una despreocupación calculada:

– ¿Diferente? Solo ha sido un poco de diversión.

Él se quedó helado.

– ¿Cómo? ¿Qué has dicho...?

–Que solo ha sido un poco de diversión.

El chico entrecerró los ojos.

–Por Dios... ¡acabas de perder la virginidad!

Ella se encogió de hombros.

–Y la semana que viene será Navidad, Sasuke.

–No te entiendo.

– ¿Ah, no? Dime, ¿cuántas chicas de veintidós años conoces que sean vírgenes? Ya era hora de que diera el paso.

La actitud desafiante de Sakura irritó a Sasuke. Lejos de mostrarse vulnerable, hablaba como si llevara una armadura que la protegiera y como si hubieran hecho el amor porque ella había decidido que quería perder la virginidad. Se sintió tan ofendido que se arrepintió de haberse dejado llevar por el deseo.

–Te aseguro que no quería tener el honor de ser tu primer amante –le confesó, muy serio–. De hecho, si hubiera sabido que eras virgen, jamás te habría tocado... pero supuse que tenías experiencia.

Los ojos jades de Sakura se clavaron en él. Hasta el momento, había conseguido disimular y mostrarse tranquila y despreocupada, aunque sus verdaderas emociones distaban mucho de serlo.

–No la tenía, pero ya he resuelto ese problema.

–En cualquier caso, lo último que necesitas ahora es otro revolcón –dijo él con firmeza.

– ¿Y quién eres tú para decirme lo que necesito?

–Mira, Sakura...

–Olvídalo, Sasuke –lo interrumpió–. Si me prestas algo de ropa, volveré a mi dormitorio y te dejaré en paz.

El Uchiha entró en el cuarto de baño y salió con un albornoz negro, que lanzó a la cama de mala manera. Ella apretó los labios, alcanzó la prenda y se la puso rápidamente para ocultar su desnudez; luego, ató el cinturón y recogió su ropa con tanta dignidad como pudo.

Terminada la tarea, se levantó de la cama y una punzada dolorosa en su intimidad la hizo temblar.

-¿Te encuentras bien?- preguntó con voz fría el Uchiha.

Ella se paró nuevamente y sin responder salió de la habitación y cruzó rápidamente hacia la suya.

Tiró la ropa sobre la cama y se dirigió hacia la ducha.

Aún estaba asombrada por lo que había sucedido entre Sasuke y ella, de algún modo, el espíritu de la adolescente que había sido había tomado el control de su cuerpo y había triunfado sobre la mujer adulta.

Sakura se restregó la piel con fuerza, como si así pudiera borrar el recuerdo de sus caricias. Cuando se secó, se puso unos vaqueros y un jersey y se sentó junto a la chimenea, al lado de Tommy.

Por fin había perdido la virginidad. Pero se sentía estúpida y confundida por un torbellino de emociones contradictorias.

Mientras acariciaba al perro, se dijo que no derramaría ni una sola lágrima por Sasuke Uchiha, pero le era imposible no hacerlo, la indiferencia con la que la había tratado el último momento la hizo sentirse cada vez más y más insignificante.

Sus ojos Jades se llenaron de saladas lágrimas, las cuales no tardaron de correr por sus ya sonrosadas mejillas.

-Itachi- susurró hacia el viento- me haces tanta falta- se acurrucó y enterró su rostro entre sus rodillas.

Comenzó a analizar todo lo ocurrido ese último tiempo, había aceptado un trabajo para recomenzar su vida, pero el destino le tenía preparada una mala jugada, y el dueño era Sasuke, luego el Uchiha le ofrece un trabajo y ella no podía decir que no... y para variar había perdido su virginidad con el hombre que más había amado en su adolescencia.

No podía mostrarse vulnerable ante él, así que se comportaría como si no hubiera pasado nada, como si fuera un episodio insignificante y sin relevancia alguna que estaba deseosa de olvidar.

–No debería haber ido a su dormitorio –se dijo en voz alta.

Se arrepentía de haber desafiado y provocado a Sasuke. En ese momento, le había parecido que la cuestión de su alojamiento era de gran importancia, pero ahora le parecía que era un asunto trivial y que no merecía el esfuerzo que le había dedicado.

Alguien llamó a la puerta e interrumpió sus pensamientos, se secó las lágrimas de la cara rápidamente. Era una criada, que llevaba una bandeja con comida.

–El señor Uchiha ha dicho que tendría hambre...

La criada dejó la bandeja en la mesa que estaba junto a la ventana y, a continuación, destapó el plato.

–No deberías haberte molestado –dijo ella–. Podría haber bajado al comedor.

Sakura miró el pollo y la boca se le hizo agua a su pesar. De adolescente, se sentía incómoda cuando los criados le servían la comida durante sus visitas a Bolderwood, pero, con el tiempo, sus opiniones se habían vuelto más racionales. Servir en el castillo no era ninguna vergüenza; sabía que Sasuke pagaba bien y que ofrecía buenas condiciones de trabajo.

–Habría sido una tontería, señorita. Somos muchos y solo tenemos que cuidar de dos personas...

La chica le dedicó una sonrisa encantadora, y Sakura supo en ese momento que desconocía su relación pasada con la familia Uchiha.

Cuando la criada se marchó, la pelirrosa se sentó y se puso a comer.

-Delicioso- murmuró al saborear el pollo.

Cuando terminó de comer, sacó una libreta y empezó a tomar notas sobre la organización de la fiesta. Pensó que debía empezar por contratar los servicios de una empresa de catering y por visitar el vivero que normalmente surtía de plantas y flores al castillo. Pero no sabía cómo iba a ir de un lado a otro, porque le habían retirado el permiso de conducir.

–Bueno, ya lo pensaré en su momento.

Abrió la maleta y sacó sus pertenencias, tarea que apenas le llevó cinco minutos. A continuación, llevó a Tommy al piso inferior y, siguiendo las instrucciones del ama de llaves, le dio de comer en una habitación de la parte trasera antes de sacarlo a pasear por los jardines.

La luz era tenue y no se oía nada salvo el sonido de sus propios pasos en el camino de grava. Todo aquel sitio estaba abarrotado de recuerdos dolorosos, y sintió una angustia intensa cuando divisó la pradera donde Itachi y ella tomaban el sol cuando estudiaban para preparar los exámenes de fin de curso. Los exámenes que Itachi no pudo llegar a hacer.

Aquella noche, durmió de un tirón. Estaba tan cansada que el agotamiento borró temporalmente todas sus preocupaciones. Cuando despertó, se llevó una sorpresa al descubrir que casi eran las nueve, que aún sentía el eco de su primera experiencia amorosa y que no estaba de humor para celebrar la pérdida de su virginidad.

Se duchó, se puso un jersey y unos vaqueros y se metió la libreta en el bolsillo de atrás de los pantalones antes de bajar en compañía de Tommy, para que hiciera sus necesidades. Al volver a la mansión, Sango la acompañó al salón para servirle el desayuno.

– ¿Podría hablar contigo cuando termines de comer?

Sakura asintió. Suponía que querría hablar de los preparativos de la fiesta.

–Por supuesto... ¿Sabes si Sasuke está aquí?

–Ya se ha marchado. El helicóptero lo recoge todos los días a las siete en punto de la mañana.

A Sakura no le sorprendió que el azabache trabajara todos los días; aunque era un hombre rico, había crecido en la pobreza y había pasado por momentos de gran inseguridad. Además, ni siquiera había comprado el castillo de Bolderwood para él, sino para Itachi, pensando que necesitaba un sitio al que pudiera llamar «hogar».

Después de desayunar, llamó a la empresa de catering que se había encargado de la comida de la última fiesta y organizó una reunión para el día siguiente. Ya se dirigía a las escaleras cuando el ama de llaves reapareció.

–Quiero enseñarte algo –dijo con incomodidad–. Quizás puedas ayudar...

Sakura arqueó una ceja.

–Por supuesto.

La pelirrosa notó que Sango estaba extrañamente tensa y se preguntó por qué. La respuesta llegó al cabo de un par de minutos, cuando el ama de llaves la llevó al antiguo dormitorio de Itachi y abrió la puerta de par en par. Estaba tal como su amigo lo había dejado. Como si no hubiera pasado el tiempo.

– ¿Por qué no has guardado sus cosas?

–Quise hacerlo, pero el señor Uchiha se negó. Al principio, entraba en la habitación y se quedaba en ella unos minutos... sin embargo, no ha vuelto desde hace dos años. Y no me parece bien que siga así.

Sakura respiró hondo y echó los hombros hacia atrás.

–No te preocupes, yo me encargaré. Trae unas cuantas cajas y bolsas, por favor. Revisaré sus pertenencias y guardaré lo que me parezca de valor.

–Te estoy muy agradecida. Sinceramente, no me atrevía a hablar otra vez con el señor Uchiha. Es una cuestión demasiado dolorosa para él.

Sakura asintió y se puso manos a la obra.

Pasó su mano derecha por sobre la colcha de la cama, era suave y de un bello color azul, Itachi siempre utilizaba ese color, ya que decía que ese color representaba la calidad de la noche, la tranquilidad y la relajación que a él tanto de gustaba.

Se sentó en ella y miró la foto que estaba posada en la mesita de noche, en ella aparecía Itachi abrazándola, esbozó una gran sonrisa.

Su amigo le daba la fuerza de seguir adelante, y no rendirse ante nada.

-Por ti seré feliz Itachi- susurró para levantarse de la cama y comenzar a ordenar.

Sango volvió poco después con las cajas y la ayudó a separar las cosas y a guardarlas.

Durante el proceso, encontró un álbum que estaba lleno de fotos donde aparecían Itachi y ella; Sakura sonrió, con los ojos empañados por la emoción, y pensó que era la primera vez en tres años que podía pensar en su difunto amigo sin sentir angustia.

Un buen rato después, mientras paseaba con Tommy por los jardines, vio los rosales en flor y se le ocurrió una idea. Volvió al castillo en busca de unas tijeras, dejó el perro al cuidado de Sango, cortó unas rosas y se dirigió al pequeño y antiguo cementerio de la localidad, que se encontraba a unos cien metros de distancia. Quería visitar la tumba de su mejor amigo y dejarle las flores que nunca le había podido llevar.

Ya estaba entrando en el cementerio cuando vio que una rubia salía de un deportivo que estaba aparcado delante de una casa. La pelinegra la miró y frunció el ceño, pero ella no le dio importancia y siguió hasta la tumba del Uchiha menor. Se llevó una sorpresa al encontrar la estatua de un ángel sobre la cabecera de la lápida. A él siempre le habían gustado las estatuas de ángeles.

–Eres tú, ¿verdad?

Sakura se dio la vuelta y miró a la pelinegra del coche, que la había seguido. Era muy atractiva, y lleva ropa de diseñador.

–Lo siento... ¿nos conocemos?

–Claro que no. Soy Natsumi Geller. Tú y yo nunca nos movimos en los mismos círculos sociales –respondió con sarcasmo–. Pero yo te conozco de todas formas... Tú eres Sakura Haruno, la chica que mató al hermano pequeño de Sasuke. ¿Cómo te atreves a venir aquí?

La pelirrosa se quedó pálida, pero no se dejó intimidar por la mujer.

–Quería ver su tumba. Es posible que su muerte fuera culpa mía, pero Itachi era mi mejor amigo –explicó con tristeza.

–Pues me parece que tu presencia en este lugar es de muy mal gusto. Tus lágrimas de cocodrilo no pueden cambiar lo que hiciste. Nunca olvidaré la cara de Sasuke aquella noche... ¡Estaba destrozado!

–Sí, claro... supongo que sí –dijo con un hilo de voz–. Pero no hago nada malo viniendo aquí.

– ¿Que no haces nada malo? ¡Qué desvergüenza!

La pelinegra le lanzó una mirada llena de desprecio y se marchó.

Derrotada, Sakura dejó las rosas sobre la tumba de Itachi y se sentó en un banco. Sabía que no podía cambiar el pasado y que tendría que aprender a vivir con lo que había hecho, pero albergaba la esperanza de que la gente la perdonara algún día y de que le diera la oportunidad de demostrar que podía ser algo más que la suma total de sus errores, por graves que fueran.

-Cómo me hubiese gustado que esto no sucediese- murmuró- cómo me gustaría cambiar el pasado y que tú estuvieses aún aquí conmigo... Sé que no es posible, pero me quedo con los lindos recuerdos de haber tenido tu amistad ante todas las cosas... Perdóname.

Volvió al castillo en paso lento, entró y comprobó las habitaciones que se iban a usar durante la fiesta y habló con Sango para indicarle los muebles que debían retirar.

-Necesito que saquen ese, por favor- apuntó un mueble de madera- y aquel de la izquierda.

-No se preocupe, le diré a Taylor...- Sango salió del comedor, dejándola sola.

-Todo debe quedar perfecto- susurró y ensanchó una sonrisa.

Después, siguió tomando notas e hizo más llamadas por teléfono. Al final del día, estaba muy satisfecha con su trabajo.

Como no se quería cruzar con Sasuke cuando volviera a casa, se llevó a Tommy a dar un largo paseo. Un todoterreno lleno de barro se detuvo junto a ella en uno de los caminos; su conductor la saludó amablemente, un pelirrojo de hermosos ojos aguamarina, que se presentó como Gaara Sabaku No, el encargado de la propiedad.

–Yo soy Sakura Haruno, la encargada de organizar la fiesta. Encantada de conocerte, Gaara.

El hombre sonrió.

–Estamos encantados de que Sasuke se haya animado a recuperar la tradición de las fiestas de Navidad. Si te puedo ser de ayuda, llámame. Estoy a tu disposición.

-Gracias- dijo en una sonrisa la joven.

-Bueno, no te quito más tiempo, debes estar ocupada- sonrió- fue un gusto conocerte Sakura... Adiós- dijo con un inclinamiento de cabeza.

Adiós Gaara- dijo la chica moviendo la mano.

Tras despedirse del pelirrojo, Sakura dio media vuelta y se dirigió al castillo. Ya empezaba a anochecer.

Entró por una de las puertas traseras y dio de comer a Tommy.

Ya se disponía a subir a su dormitorio para darse una ducha cuando Sango apareció por la puerta que daba a la cocina. Estaba nerviosa y tensa.

– ¿Qué ocurre, Sango?

–Que el señor Uchiha se ha enfadado mucho al ver que hemos vaciado el dormitorio de Itachi. Le he dicho que ha sido culpa mía, que te lo pedí yo y que tú te has limitado a ayudarme... pero creo que no me ha escuchado.

La Haruno palideció.

–Oh, no...

-Sakura no sé qué hacer, creo que...

-Sh!- la calló Sakura- tranquila, yo me haré cargo- dijo apoyando una mano sobre el hombro de la chica.

Un minuto después, mientras avanzaba por un pasillo, oyó la voz de Sasuke.

– ¿Se puede saber qué diablos has hecho?- Sakura se dio la vuelta y lo miró.

CONTINUARA...

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