
Capítulo 110: Ministerio
POV Jade/Hermione
El sol estaba poniéndose por detrás de las copas de los árboles del Bosque Prohibido, y mientras caminaba decidida por la extensión de césped, seguida de Kyle, las largas y oscuras sombras del bosque ondulaban sobre la hierba detrás de nosotros como si fueran capas.
— Está escondida en la cabaña de Hagrid, ¿verdad? — aventuró Umbridge, impaciente.
— Claro que no — repuse en tono mordaz — Hagrid podría haberla puesto en marcha accidentalmente.
— Ya — dijo asintiendo con la cabeza; su emoción iba en aumento — Sí, claro, seguro que la habría puesto en marcha, ese híbrido es un bruto. La mujer rio. —Bueno, ¿dónde está? — preguntó con un deje de incertidumbre en la voz al ver que seguía caminando a grandes zancadas hacia el bosque.
— En el bosque, ¿dónde quiere que esté? — contesté, y señalé los frondosos árboles — Había que guardarla en un sitio donde los estudiantes no pudieran encontrarla por casualidad.
— Sí, claro — concedió Umbridge, aunque parecía un poco preocupada — Claro, claro... Muy bien, pues... vayan ustedes dos delante.
— Si hemos de ir nosotros delante, ¿puede prestarnos su varita? — preguntó Kyle.
— Nada de eso, señor Edevane — repuso Umbridge con falsa ternura, y le clavó la punta en la espalda — Me temo que el Ministerio valora mucho más mi vida que la de ustedes dos.
Cuando llegamos bajo la sombra que proyectaban los primeros árboles, vi los nervios de Kyle, pues entrar en el bosque sin varitas le parecía algo mucho más imprudente que todo lo que habían hecho aquella tarde. Sin embargo, me limité a lanzar a Umbridge una mirada de desprecio y nos metimos sin vacilar entre los árboles; caminaba tan deprisa que Umbridge se veía en apuros para seguirnos a causa de lo cortas que eran sus piernas.
— ¿Está muy lejos? — preguntó la bruja cuando la túnica se le enganchó en unas zarzas.
— Sí, ya lo creo — contestó Hermione — está muy bien escondida.
Los recelos de Harry iban en aumento. La llevaba por el camino que conducía a la guarida de Aragog. Ya que por aquí estaba segura de que encontraría lo que necesitaba, aunque Kyle parecía ansioso. Detrás de nosotros, Umbridge tropezó con un árbol joven caído. Seguí andando y grité volviendo un poco la cabeza.
— ¡Ya falta menos!
— Baja la voz, Hermione — murmuró Kyle, y aceleró el paso para alcanzarme — Alguien podría oírnos...
— Eso es precisamente lo que quiero, que nos oigan — repuse con una sonrisa diminuta; Umbridge intentaba darles alcance sin preocuparse por el ruido que hacía — Ya verás...
Seguimos caminando un buen rato, hasta que nos adentramos tanto en el bosque que la densa cúpula de árboles impedía el paso de la luz.
— ¿Falta mucho? — preguntó Umbridge con enojo.
— ¡No, ya falta poco! — grité cuando entrabamos en un claro húmedo y oscuro — Sólo un poquito...
Entonces una flecha surcó el aire y se clavó en el tronco de un árbol, produciendo un ruido sordo, justo por encima de mi cabeza. De pronto oímos ruido de cascos; notamos que el suelo del bosque temblaba y Umbridge soltó un grito y se abrazó a Kyle para que le sirviera de escudo. Él, sin embargo, se soltó y se dio la vuelta. Entonces vimos cerca de cincuenta centauros que salían de todos los rincones, con los arcos cargados y levantados, apuntándonos a los tres. Kyle y Umbridge retrocedieron hacia el centro del claro; la cara de sapo emitía leves gemidos de terror. Kyle me miró de reojo.
— ¿Quién eres? — preguntó una voz.
El centauro de pelaje marrón, Magorian, se había separado del círculo que los demás formaban alrededor de nosotros y caminaba hacia nuestro encuentro con el arco levantado. A la derecha de Kyle, Umbridge seguía gimoteando y apuntaba al centauro que se le estaba acercando con la varita, que le temblaba violentamente en la mano.
— Te he preguntado quién eres, humana — repitió Magorian con brusquedad.
— ¡Soy Dolores Umbridge! — contestó con una voz chillona que delataba su miedo — ¡Subsecretaria del ministro de Magia y directora y Suma Inquisidora de Hogwarts!
— ¿Eres del Ministerio de Magia? — inquirió Magorian mientras los centauros que los rodeaban se movían inquietos.
— ¡Exacto — exclamó Umbridge con voz aún más chillona — así que mucho cuidado! Según las leyes aprobadas por el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, cualquier ataque de híbridos como ustedes contra seres humanos...
— ¿Cómo nos has llamado? — gritó un centauro negro de aspecto feroz a quien era Bane. A su alrededor, los demás murmuraban furiosos y tensaban las cuerdas de sus arcos.
— ¡No los llame así! — regañé, indignada, pero Umbridge hizo como si no me hubiera oído. Sin dejar de apuntar con su temblorosa varita a Magorian, continuó.
— La ley Quince B establece claramente que "Cualquier ataque de una criatura mágica dotada de inteligencia cuasi humana, y por lo tanto considerada responsable de sus actos..."
— "¿Inteligencia cuasi humana?" — repitió Magorian mientras Bane y otros centauros rugían de rabia y piafaban (alzar las patas delanteras) — ¡Lo que acabas de decir es un grave insulto para nosotros, humana! Afortunadamente, nuestra inteligencia sobrepasa con creces la de ustedes.
— ¿Qué hacen en nuestro bosque? — bramó el centauro gris de rostro severo que había visto en mi última incursión en el bosque — ¿A qué han venido?
— ¿Su bosque, dices? — replicó Umbridge y rodé los ojos con molestia, ahora temblaba no sólo de miedo, sino también de indignación — Permíteme recordarte que si viven aquí es únicamente porque el Ministerio de Magia les ha cedido ciertas tierras...
Inmediatamente, una flecha pasó volando tan cerca de la cabeza de Dolores Umbridge que le arrancó unos cuantos pelos; ella soltó un grito desgarrador y se llevó las manos a la cabeza mientras varios centauros proferían gritos de aprobación y otros reían escandalosamente. El sonido de sus fuertes relinchos, que resonaba en el claro apenas iluminado, y la imagen de sus cascos piafando resultaban muy inquietantes.
— ¿De quién dices que es este bosque, humana? — rugió Bane.
— ¡Repugnantes híbridos! — gritó ella sin quitarse las manos de la cabeza — ¡Bestias! ¡Animales incontrolados!
— ¡que cierre el hocico! ¡necia! — le grité, pero era demasiado tarde, ella apuntó con su varita a Magorian.
— ¡Incárcero!
Unas cuerdas que parecían gruesas serpientes saltaron por los aires y se enroscaron con fuerza alrededor del torso del centauro, sujetándole los brazos éste soltó un grito de cólera y se encabritó, intentando liberarse, mientras los otros centauros cargaban contra Umbridge. Kyle y yo nos tiramos al suelo, limitándonos a oír los cascos de los centauros que tronaban alrededor nuestro, pero éstos saltaban por encima de nosotros, gritando y aullando de rabia.
— ¡Noooo! — chilló Umbridge — ¡Noooo! ¡Soy la subsecretaria... no pueden... suéltenme, bestias inmundas... ¡Noooo!
Vimos un destello de luz roja Umbridge había intentado aturdir a uno de los centauros; entonces la bruja gritó con todas sus fuerzas. Alzamos la cabeza y vi que Bane había levantado del suelo a Umbridge tomándola por la parte de atrás de la túnica. La mujer se agitaba y vociferaba, muerta de miedo, y se le cayó la varita de la mano.
— ¡Ahora! — rugió una voz junto a mi oreja, y un fuerte y peludo brazo apareció de la nada y me levantó del suelo. A Kyle también la habían levantado. Por encima de los lomos y de las cabezas de los centauros de diversas tonalidades, vimos cómo Bane se llevaba a Umbridge y desaparecía con ella entre los árboles. La cara de sapo no paraba de chillar, pero fuera de sentir pena, sentí una gran satisfacción, su voz se fue haciendo cada vez más débil hasta que el estruendo de cascos que nos rodeaban ahogó sus gritos y dejamos de oírla.
— ¿Qué hacemos con éstos? — preguntó el centauro gris de rostro severo que me sujetaba.
— Son jóvenes — respondió una voz lenta y lúgubre tras de mi — Nosotros no atacamos a los potros.
— Pero ellos son los que la han traído hasta aquí, Ronan — replicó el centauro que sujetaba con firmeza a Kyle — Y no son tan jóvenes... Éste casi ha alcanzado la edad adulta. — Zarandeó a Kyle, a quien tenía cogido por el cuello de la túnica.
— ¡oh, vamos! — solté relajada y troné mi columna con una sonrisa llena de paz — eso se sintió bien, bueno, volviendo a esto, todavía nos quedan tres años para ser lo que ustedes dicen, además nosotros no pensamos como ella, mucho menos trabajamos para el ministerio, y si, tal vez fue malo traerla, pero de qué otra forma nos librarían de esa mujer, tortura y discrimina a los magos que no somos sangre pura y casi me ataca con crucios.
— ¿Lo ves, Ronan? ¡Ya tienen la arrogancia de los de su raza! Pretendían que hiciéramos el trabajo sucio, ¿no es así, niña humana? ¡Pretendían utilizarnos como esclavos para que alejáramos a sus enemigos, como unos obedientes perros de caza!
— ¡como si eso fuera posible! ¡yo estaba buscando a Aragog, no a los centauros! Seguro que él querría arreglar cuentas con la persona que atacó a Hagrid — solté molesta — sí, tal vez me perdí un poco, pero estoy aliviada de que hayan sido ustedes, además, esa loca odia a los potros y nos estaba usando como escudo, yo nos los rebajaría a compararlos con esa loca. Aún así, agradezco su ayuda.
— ¡Nosotros no ayudamos a los humanos! — gruñó el centauro que sujetaba a Kyle; luego retrocedió un poco y los pies de Kyle se separaron un momento del suelo — Nosotros somos otra raza y estamos orgullosos de ello. ¡No vamos a permitir que salgan de aquí y alardeen de habernos utilizado como criados!
— ¡Nosotros nunca haríamos eso! — dije furiosa soltándome del agarre del centauro quien retrocedió — jamás van a ser esclavos, ni criados, ni mucho menos, estoy harta de las conjeturas, de que siempre crean y dicten como debo de actuar, ustedes no me conocen, y yo a ustedes tampoco, sé muy poco de ustedes, y con la impresión de que serían buenos es que he venido.
— ¡Han venido aquí sin que nadie se lo pidiera, deben pagar las consecuencias! —Aquellas palabras fueron recibidas con un rugido de aprobación, y un centauro de pelaje pardo gritó —¡Llevémoslos con la mujer!
— Nosotros no hemos hecho nada malo, no hemos utilizado amenazas ni varitas, lo único que queremos es volver al colegio, tengo que salvar a un amigo idiota y cabeza dura que está a punto de escapar a una misión suicida.
— ¡No todos somos como el traidor Firenze, niña humana! — gritó el centauro gris, y sus compañeros volvieron a soltar relinchos de aprobación — ¿Acaso creías que no éramos más que unos bonitos caballos parlantes? ¡Somos un pueblo antiquísimo que no permitirá invasiones de magos ni insultos! Nosotros no reconocemos vuestras leyes, no reconocemos su presunta superioridad, somos...
Pero no presté atención cuando me crucé de brazos, porque en aquel instante se oyó un crujido tan fuerte en el borde del claro que todos, los chicos y los cincuenta centauros que allí se encontraban, se dieron la vuelta. El centauro que sujetaba a Kyle lo dejó caer al suelo y cogió su arco y su carcaj. Kyle corrió hacia mí en el momento en que dos gruesos troncos de árbol se separaban y la monstruosa figura de Grawp, el gigante, aparecía entre ellos.
Los centauros que estaban más cerca de Grawp retrocedieron; el claro se había convertido en un bosque de arcos listos para disparar: todas las flechas apuntaban hacia arriba, hacia la enorme y grisácea cara que los contemplaba desde debajo del espeso dosel de ramas. Grawp tenía la torcida boca entreabierta formando una mueca; los amarillentos dientes, del tamaño de ladrillos, destacaban en la penumbra, y los ojos sin brillo y del color del lodo del gigante se entrecerraron cuando miró a las criaturas que tenía a sus pies. De los tobillos le colgaban unas cuerdas rotas. Grawp abrió un poco más la boca.
— Jagi. — Soltó y sonreí. Agarré a Kyle por un brazo calmándolo; los centauros, por su parte, se habían quedado callados y observaban al gigante, que movía de un lado a otro la inmensa y redonda cabeza mientras seguía mirando entre ellos como si buscara algo que se le hubiera caído. — ¡Jagi! — dijo otra vez con insistencia.
— ¡Vete de aquí, gigante! — gritó Magorian — ¡No eres bien recibido entre nosotros! — Aquellas palabras no impresionaron ni lo más mínimo a Grawp. Se enderezó un poco (los centauros tensaron aún más los arcos) y gritó —¡JAGI! — Unos cuantos centauros parecían preocupados.
— Kyle. Creo que intenta decir Hagrid — solté medio nerviosa mientras uno de los centauros me escuchó.
Entonces Grawp se fijó en nuestra presencia, en medio de aquel mar de centauros. Agachó un poco más la cabeza y nos miró fijamente.
— Hermy.
— ¡Ay, madre! — exclamó Kyle, que parecía a punto de desmayarse, y apretó tanto mi brazo que empezó a dormirse — ¡te conoce!
— ¡HERMY! — rugió Grawp — ¿DÓNDE JAGI?
— ¡No lo sé! — grité — ¡Lo siento, Grawp, no lo sé! ¡una bruja fea y aterradora lo persiguió hasta el bosque y lo perdimos!
— ¡GRAWP QUIERE JAGI!
El gigante bajó una de las inmensas manos. Retrocedí todo lo que pude al estar rodeada. La mano pasó rozando a Kyle y derribó a un centauro blanco como la nieve. Eso era precisamente lo que los centauros estaban esperando. Los dedos extendidos de Grawp se encontraban a un palmo de Kyle cuando cincuenta flechas salieron volando hacia el cuerpo del gigante y le acribillaron la enorme cara, le hicieron gritar de ira y de dolor y consiguieron que se enderezara mientras se frotaba la cara con las manazas rompiendo las astas de las flechas, aunque así se le clavaban aún más las puntas.
Grawp se puso a vociferar y a golpear el suelo con sus inmensos pies, y los centauros se dispersaron; unos goterones de sangre, del tamaño de pedruscos, cayeron cerca Kyle; luego ambos echaron a correr tan deprisa como pudieron para refugiarse bajo los árboles. Una vez allí se volvieron para mirar; Grawp trataba de agarrar a los centauros a ciegas mientras la sangre resbalaba por su cara. Los centauros salieron en estampida hacia los árboles del otro lado del claro.
Suspiré derrotada, con ayuda de las botas de Valtorr llegué hasta Grawp esquivando ataques, para sorpresa de los centauros, y con un pequeño toque este cayó dormido. Amortigüe el golpe, y con un movimiento de mano las flechas se fueron, me concentré en sanarlo y con un portal, lo trasladé rápidamente hacia su zona.
— Hagrid tiene que volver, así que si las cosas salen bien, volverá, me voy — solté con hostilidad y me aproximé hacia Kyle, llevándomelo por un portal al encuentro con Harry.
||...||
— Justo como pensé — solté viendo como Tom que regañaba a Harry se quedaba callado y volteaba a mi y me abrazaba.
— Estas bien — me estrechó contra él.
— Hermione. — soltó Ginny aliviada.
— No hay tiempo, iremos, pero tienen que obedecerme en todo lo que indique, soy el único miembro de la orden presente — indiqué y Harry frunció el ceño, pero asintió — vamos.
Abrí el portal, este daba al lugar donde fue atacado Arthur Weasley. Todos parecían sorprendidos, pero Neville sonrió al igual que Luna, sabía que ahora Neville sabía que yo había sanado a sus padres, tenía planes. No sabía que había pasado con Kreacher, pero lo hablaría después.
— Tengan sus varitas preparadas — ordené — Harry ¿hacia dónde? — lo saqué de sus pensamientos mientras contemplaba todo.
— Es... en el pasillo número noventa y siete — dijo mirándome de repente, asentí.
Avanzamos con lentitud girando la cabeza hacia atrás a medida que recorríamos los largos pasillos de estanterías, cuyos extremos quedaban casi completamente a oscuras. Había unas diminutas y amarillentas etiquetas pegadas bajo cada una de las esferas de cristal que reposaban en los estantes. Algunas despedían un extraño resplandor acuoso; otras estaban tan apagadas como una bombilla fundida.
Pasamos por la estantería número ochenta y cuatro..., por la ochenta y cinco... agudizábamos el oído, atentos al más leve sonido que indicara movimiento, sabía que Sirius no estaría aquí, pero si los mortífagos, y no se las dejaría fácil.
— ¡Noventa y siete! — susurró Olivia. Se apiñaron alrededor del final de la estantería y miraron hacia el fondo del pasillo correspondiente. Allí no había nadie, yo les cuidaba desde este lado.
— Está al final de todo — dijo Harry — Desde aquí no se ve bien. — Y los guio entre las dos altísimas estanterías llenas de esferas de cristal, algunas de las cuales relucían débilmente cuando ellos pasaban por delante. — Tendría que estar por aquí cerca — afirmó Harry en voz baja, convencido de que cada paso que daba era el último, y de que iba a ver la irregular silueta de Sirius sobre el oscuro suelo — Podríamos tropezar con él en cualquier momento...
— Harry... — insinuó Ginny, vacilante, pero él no se molestó en contestar.
— Por aquí... Estoy seguro... — repitió. Habían llegado al final de la estantería, donde había otro candelabro. Allí no había nadie. — Podría estar... — susurró Harry con voz ronca escudriñando el siguiente pasillo — O quizá... — Corrió a mirar en el siguiente.
— Harry... — insistió Olivia esta vez.
— ¿Qué? — gruñó él.
— Me parece... que Sirius no está aquí. — dijo ella.
Nadie dijo nada. Harry estaba muy angustiado, lo sabía. Tom estaba expectante mientras sujetaba firme mi mano, y con una señal todos sujetaron con firmeza sus varitas. Harry corrió hacia el otro lado pasando junto a nosotros, solo lo observamos sin hacer comentarios, ya lo esperaba. No había rastro de Sirius por ninguna parte, ni señales de que se hubiera producido allí alguna pelea.
— ¡Harry! — exclamó entonces Ron.
— ¿Qué?
— ¿Has visto esto? — le preguntó Ron.
— ¿Qué? — repitió Harry, pero esta vez con interés. Se acercó a donde estaban los demás, un poco más allá de la hilera número noventa y siete, pero sólo vio a Ron, que examinaba atentamente las esferas de cristal que había en la estantería. —¿Qué ocurre? — inquirió Harry con desánimo.
— Lleva... lleva tu nombre — contestó Ron. Harry se acercó un poco más.
Ron señalaba una de las pequeñas esferas de cristal que relucía con una débil luz interior, aunque estaba cubierta de polvo y parecía que nadie la había tocado durante años.
— ¿Mi nombre? — se extrañó Harry.
Se acercó a la estantería. Como no era tan alto como Ron, tuvo que estirar el cuello para leer la etiqueta amarillenta que estaba pegada en el estante, justo debajo de una de las esferas. Había una fecha de unos dieciséis años atrás escrita con trazos finos, y debajo la siguiente inscripción:
S.P.T. a A.P.W.B.D.
Señor Tenebroso y Harry Potter
— ¿Qué es? — preguntó Ron con inquietud — ¿Por qué está escrito ahí tu nombre? — Echó un vistazo a las otras etiquetas de aquel estante —. Mi nombre no está —observó con perplejidad — Ni los de ustedes.
— Creo que no deberías tocarla, Harry — opinó Olivia, quien ya se había puesto nerviosa.
— ¿Por qué no? — repuso él — Tiene algo que ver conmigo, ¿no?
— No lo hagas, Harry — dijo de pronto Neville.
Harry lo miró. El redondo rostro de su compañero estaba cubierto de sudor. Daba la impresión de que ya no podía aguantar más misterio.
— Lleva mi nombre —insistió Harry.
Harry la tomó, pero no pasó nada. Los demás se colocaron alrededor de Harry y contemplaron la esfera mientras él le quitaba el polvo, Kyle, Tom y yo nos pusimos a la defensiva, mientras yo ya tenía la apariencia necesaria para una pelea sin varita. Y entonces, de entre toda la oscuridad frente a nosotros una voz que arrastraba las palabras se hizo presente.
— Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, muy despacio, y dame eso.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
Gracias por leer, esperen la continuación a media noche hora de México. 💜💜💜
Nos leemos pronto 💜🤗😊✨
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