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5. Aceptó otra vez

Con el joven siendo mirando por aquellos grisáceos ojos afiliados como un alcón y, sobre todo pensar en que él podría desmoronar la amistad que tenía con algunos conocidos de la universidad, además de entrar en discordia con su familia por lo que iba a acontecer; era mucha la presión que cargaba por esos débiles hombros semejantes a los de una mujer en plena pubertad. Sin embargo, los beneficios que daba ese sacrificio valieron la pena para aquel joven que pedía a gritos una vida mejor aceptara.

—Bien lo pensaré. Necesito aclarar algunas cosas en mi mente —respondió para que Christopher le dejara de insistir «Con él mirándome como si me fuera a devorar, no podré pensar bien las cosas y terminaré estropeando todo» —divagó varios segundos en su mente, ya que el mayor le impedía conseguir la concentración que necesitaba, para analizar la situación en la que se había metido.

—Perfecto. Serás muy afortunado en tener a este cuerpo tropical como novio —presumió de si mismo todo arrogante —¿Puedes darme tu respuesta en la noche? —le preguntó luego de besar su frente como si se despidiera de uno de sus amantes nocturnos.

—¡Todavía no estamos frente a tus padres, aprovechado! —exclamó Eros sorprendido por el acto que había realizado el mayor sin su consentimiento.

—Recuerda. Avísame sobre lo que hablamos, nos vemos belleza —enunció antes de salir por la puerta guiñándole un ojo con con picardía, ignorando el enfado efímero que le propinó al chico.

—¡Pudrete marica! —gritó enfurecido luego de que Chris saliera de su recidencia —¿Tendré que aguantar a este hombre? —se cuestionó tras llevar las tazas y el sobrante de las galletas a la cocina.

Eros al fin quedó solo en su humilde y pequeño espacio, y se dedicó a limpiar lo que se había ensuciado en la hora del almuerzo. Eran las dos de la tarde y faltaba poco para que el chico terminara lo que comenzó, en una media hora acabó en la cocina y se dirigió a su habitación que era el único lugar que estaba separado junto con el baño. Él ordenó los papeles que anteriormente estaban regados en su cama, los organizó y al cabo de unos treinta minutos, se postró en su pequeño pero acogedor colchón para darse una merecida siesta.

Una vibración atormentó los veinte minutos que había estado el joven en brazos de morfeo y, ese tiempo fue suficiente para estropear tanto su cabello como su humor. Revisó con rapidez las notificaciones de su celular, y vió que cierto individuo le había enviado no uno, ni dos, sino diez mensajes de los cuales la mayoría eran corazones y emoticones de amor.

«Hermoso ¿cómo estás?» —citó uno de los mensajes enviados por el mayor.

«¿Estas ocupado ahora? ¿Decidiste lo que harías? No me falles, si conejito» —le cuestionó en el segundo mensaje.

«Estoy todavía en la oficina, quiero verte, besarte y comerte. Lo siento es que eres tan hermoso y delicioso» —expresó el mayor todo meloso en otro mensaje.

—¡Pero quien se cree! —exclamó con furia al leer aquellos mensajes —¿Ahora soy su concubina, para que me hable de esa forma? —enunció indignado, tras ver los demás mensajes que recibió y pudo comprobar que aquel hombre le faltaban algunos tornillos en el cerebro, eso según su criterio.

El teléfono del rubio nuevamente vibró, anunciando un nuevo mensaje, que por desgracia era de la misma persona que le había hablado.

«Eros respóndeme, sé que viste mis mensajes ¡Háblame! dime algo, no me dejes en visto, no seas cruel conmigo» —dijo lo que se vió en la pantalla el moreno, con ansias de que el conejito le diera al menos una señal de vida.

—Sabes que...si acepto tu propuesta, lo dije anteriormente cuando nos conocimos y te lo aclararé ahora, ya estás conforme ¿dime? —respondió gruñón, enviándole una nota de voz al ojos grises, quien mando un emoticón de felicidad, luego de otro de un gran corazón rojo.

En su oficina, estaba un Chris con su traje de pingüino feliz, ya que todo estaba yendo justo como él la había planeado, su secretaria Monet entró de improviso y encontró a su jefe haciendo el baile de la victoria, a pesar de que el moreno era caracterizado por ser un hombre frío e inexpresivo, a la hora de trabajar aquellos rumores inculcados por los empleados de la compañía fueron erróneos al momento de que la señorita comenzó a servirle de asistente a Christopher.

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