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20. A escondidas

—Pequeño mocoso, eso fue hace años, deja de culparte, eran otros tiempos habían más prejuicios en la sociedad. Lo amas, si lo amas, tu mirada me lo dijo cuando los ví almorzando aquella vez.

—Entonces soy así de obvio, que lamentable —enunció entristecido y angustiado —No sé que hacer para que me mire, para que me crea, para que confíe en mí y abra su corazón, tengo miedo de forzarlo otra vez.

—Mi pequeño travieso, que hiciste. Sabes que el corazón no se manda, el vuela solo y se enamora solo, no puedes forzar al amor.

—¡Pero que hago para que me crea! No quiero atarlo a un contrato estúpido para que no se aleje de mi, sabes lo duro que es besarnos en público y después de eso verlo limpiar su boca con enjuague bucal, es frustrante de muchas formas. No sé que hacer para enamorarlo.

—Hijo, no lo fuerces, no lo engañes, no lo codicies, mientras más quieras agarrarlo más se soltara, acaso crees que el estaría feliz besando a un hombre por puro compromiso, debes de considerar sus sentimientos, no sólo los tuyos son importantes, los de él también. Considerate afortunado de tener un hombre cuyo estado mental puede lidiar contigo, no todos los seres humanos somos tolerantes.

—Pero... —enunció.

—Christopher Nolan, déjese de idioteces, usted ya es un adulto comporte se como tal —respondió Elis ya sentada en la mecedora que estaba al lado de la mesita de noche de la sala de estar, esto lo hacía ella para no importunar al delicado oído de su marido.

Se escucho un profundo suspiro de parte de él, y un crujido por parte de la puerta entreabierta de su habitación, Eros estaba escuchando todo y no podía creer lo que sus ojos estaban viendo, el rostro desdichado y vulnerable de aquel hombre que lo torturaba con los coqueteos sutiles y constantes en la oficina, como si nada más se le importara ligar, esa noche el rubio descubrió que Chris le ocultó cosas, muchas cosas.

Y se quedó ahí pasmado al escuchar aquello, y no fue hasta que el ojos grises colgará que el menor dejó de espiar.

¿Qué había sido todo eso?

Ahora si era un revoltijo la mente de Eros, demasiada información para poder procesar toda al mismo tiempo. Eran impactantes aquellas verdades, pero porque él las había guardado para si mismo ¿Amor? Alguien que esta enamorado haría esa clase de cosas para poder estar junto a la persona en cuestión, para la mente algo inexperta del ojos verdes, era realmente algo poco creíble el haber descubierto parte de la verdadera naturaleza de su jefe.

Eros no dijo nada y guardo silencio sobre lo que había acontecido, pasaron los días y aún se sentía la estática de los dos, chocaban como rayos en una tormenta eléctrica. Cuando ya él no pudo soportar el peso de esas palabras que había escuchado aquel sábado en la noche, decidio tener respuestas...

—Aquí tiene los papeles que se firmaran hoy.

—Gracias bebé, ya puedes retirarte.

—¿Chris que me ocultas?

—¿A que te refieres? —cuestionó prestando atención a los folios blancos.

—Porque hablaste con la señora Elis el día en que prepare mis maravillosos mariscos —enunció de golpe, tratando de aparentar no saber más detalles (aunque claramente sabía todo).

—De que hablas conejito.

—Vas a seguir actuando como si nada hubiese pasado, así quieres jugar. Pensé que las cosas estaban claras entre los dos y tu... —gritó de golpe enfurecido, se sentía traicionado y engañado y sus brillantes ojos se oscurecieron junto con todo su rostro.

—¿Hablas del sábado? Eros, calma, te lo explicaré todo más tarde, no queremos hacer un escándalo en la oficina ¿Verdad? —respondió.

—Bien, todo sea por el bien de mi imagen laboral —habló —Pero, prepárate para contarme exactamente que diablos tienes en esa cabeza tuya —le amenazó al oído con dulzura. —Ahora bien, tenga una buena tarde presidente —Finalizó dejando al mayor en una buena encrucijada.

¿Y ahora que hago?

Ese pensamiento recurrente por el resto del día en la mente de Chris y lo peor de todo era que no sabía por donde empezar para no desmoronar el castillo de arena que había construido en las turbulentas aguas de las mentiras y trucos ideados para engatusar a un pobre chico, que estuvo al borde de la desgracia si no hubiera sido por él.

«¿Qué será de mi ahora? ¿Qué haré con Eros? ¿Por donde empiezo? Será mejor decirle la verdad? ¿Qué hará Eros al respecto? ¡Necesito encontrar respuestas!» —Pensó el ojos grises sumergido en la desesperación.

Pronto, muy pronto, sería la hora de salida, por desgracia ambos hombres compartía vivienda y transporte, aunque no era el caso todos los días, sin embargó este no fue la excepción, al salir de la oficina, directo al estacionamiento, Eros camino hacia el auto del mayor, como aquella vez, hace algunos meses, cuando todo este embrollo empezó.

—Hola conejito —enunció con aires de galán.

—A otro perro con ese hueso, vámonos, hay cosas que discutir.

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