6: Renacimiento.
Últimamente he estado tranquilo, aunque no he perdido mi actitud fría y seria, claro que no. He ido con la banda a platicar y están enseñándome a tocar la guitarra, cosa que ni siquiera ellos sabían, por lo que le conté a Frank y el llamo a un maestro personal. No sé cuánto cueste, pero la forma en la que enseña me da la sensación de que es muy costoso.
Decidí perforarme una oreja en este tiempo, solo es un anillo. No tengo ni la más mínima idea de cómo se llame, Trabis me dijo que me lo pusiera, y tenía el dinero así que... ¿Por qué no?
Eso sí, fue un dolor de los huevos, pero al final termine satisfecho con el resultado. Se ve bien para mí y a Frank no le molesto en lo absoluto, el solo quiere que sea feliz, es muy atento. Creo que debería dejar de ser tan frio con él, después de todo, es mi padrastro, y en todo este tiempo no lo he tratado con el debido respeto, aunque realmente no le hablo mucho.
Se preguntaran, ¿Cuánto tiempo ha pasado? Déjenme decirles que han pasado cinco meses. Muy rápidos para ser verdad. Sinceramente, no quiero recordar nada de los primeros meses, cuando aún lo extrañaba. Ahora no lo necesito, sé que ahora no volverá a mí. Sé que no llegara. Debería conseguirme otra pareja, no sé, una chica o algo porque. ¿Quién ve a dos hombres besándose? Claro que nadie, para mi es confuso, pero dejo ser a quienes lo son. Ni siquiera sé porque llegue a enamorarme de él.
Bien, ignorando este problema para que se valla con la mierda por el escusado, hablemos de lo demás que seguí haciendo estos cinco meses. Aparte de las clases de música, Frank me comenzó a inculcar la educación, a lo que no me negué, pues tendría que trabajar en algún momento y realmente sin educación no terminare en ningún lado. Esperen, si terminare en un lado, bajo un puente.
Fue más o menos así...
Me encontraba sentado en el sofá alrededor de las tres de la tarde, era sábado, por lo que estaba aún en ropa interior por toda la casa. Si, acababa de despertarme. En eso, llego Frank con unas cajas y las dejo por un lado.
- Oye, Thomas. ¿Estudias? - Me pregunto de la manera más cálida posible.
- Ehm... No. - Respondí sin ningún tipo de problema con eso, por lo que suspiro y saco un par de libros de las cajas. Esos libros era un pedazo de plástico, los cuales mostraban un holograma con el texto y los dibujos.
- Veamos... Tendremos que empezar con matemáticas. Pues no creo que te dejen ir a la primaria con dieciocho años. - Rio un poco y sacó un libro que decía "Matemáticas" y me lo dio.
- ¿Qué hago con esto? - Pregunte, pues realmente, jamás vi un libro en mi vida.
- Léelo, quiero que lo leas todo, hasta terminarlo y que memorices todo. Al final te aplicare un examen. - Se levantó y acaricio mi cabeza, tomando una taza de café y bebiéndola.
- Si necesitas algo o no entiendes, avísame. - Susurro mientras se retiraba.
Mierda, ahora tendría que leer, cosa que se me dificultaba, pues solo leía cosas básicas como las que me mostro Mamá Elisabeth. Me los mostraba en... Libros. Bueno, si había visto un libro antes, pero eran de papel y estaban bastante viejos.
Pues lo leí, lo leí todo. Termine por aprender matemáticas en un mes, claro que nunca descanse e incluso me desvele estudiando. Ahora entiendo como las personas detestan el colegio.
Pasaron los meses y ya sabía de español, matemáticas, inglés, biología, química, física, geografía y demás cosas. Prácticamente estaba listo para ir al colegio. Solo una cosa, debería ir a la preparatoria primero, pues no tenía un conocimiento tan alto, aunque leí en un libro que los "AA" tenían un poder de conocimiento más alto que el de los humanos, llegando a aprender más rápido que ellos. Por eso aprendí tan rápido, ahora todo tiene sentido.
Finalmente entre a la preparatoria, dándome cuenta de que Trabis cursaba en esa, pero en último semestre, pues él tenía la misma edad que yo y si curso bien su educación. Hablaba con el de vez en cuando, pero era limitado.
Llegue a mi primera clase, donde me darían un curso de matemáticas común, llamado Steven. El profesor era un adulto, quizás de treinta o cuarenta años. De cabellos castaños y un poco pasado de peso, típico de un profesor. Nada, la clase era normal, y me gusto la forma en la que califica e tipo, por lo que deje que pasara el tiempo y así llegara el próximo profesor.
El siguiente nos daría física, la cual no perfeccionaba pero entendía. Era una mujer llamada Natalia, de tez morena y cabellos rizados. Bastante agradable y cómica. Minutos después nos tocaría la clase de computación, con un profesor bastante estricto y un poco viejo. No recuerdo su nombre, pues los chicos de la clase lo apodaron "Señor T", pues era de tez morena y parecía mucho a un personaje emblemático del milenio pasado. Sin duda, odiare la clase por el maestro.
Entre los recesos cortos, la gente me notaba de forma rara, como si fuese un bicho, quizás por ser el único "AA" de la clase. Además de ser el mayor, pues la mayoría llevaba la edad de quince años. Solo un idiota se atrevió a acercarme, solo para insultarme.
- ¿Qué pasa? ¿Se te perdió el zoológico? - Preguntaba con un tono desafiante mientras se reía en mi cara. Claro, no estaba solo, llevaba a otros dos estúpidos detrás de él. El idiota cuyo nombre no vale la pena recordar no media más de un metro con cincuenta centímetros. Era un enano. Solo basto con ponerme de pie para que al tipo comenzaran a temblarle las piernas.
- Te estoy hablando, cachorrito. - Exclamo mirándome a los ojos. Podía sentir su miedo, aunque realmente sería divertido asustarlo, para no meter las narices donde no le conviene.
- Lo siento, no creo en los duendes, no los escucho. - Apenas termine de hablar y la clase comenzó a reír en voz baja. No es que estábamos en clase, si no que ese tipo tenía fama de ser el brabucón.
- ¿Cómo me dijiste, imbécil? - Respondió encabronado el tipo, golpeando mi pupitre. A eso, me acerque al tipo y lo acorrale contra la pared.
- Vamos, intenta golpearme si puedes, pero aquí. - Susurre apuntando a mi cara, pues dudaba que alcanzara. Y si, termino en una pelea corta, pues con un simple empujón termino por caerse con el tira papeles.
- Mira, no estoy de humor para tus idioteces niño, vete a joder a otra persona. - Exclamo con un tono frio para asustarlo, pasando a ir por su mochila y decidir irse de pinta las demás clases. Me sentí tan malo en ese momento.
Después llego la profesora de inglés. ¿Han oído hablar de que la profesora de inglés es la más hermosa de todos los maestros o profesores? Pues ella no era la excepción. Buen cuerpo, buen rostro y muy simpática, aunque no debería meterme con profesoras, sería un tanto... Aprovechado. Ah, y era una linda pantera.
Era curioso que de todos, yo fuera el que sabía más de inglés, pasando a ser el preferido de la profesora, que suerte, ¿no?
Después de la clase, una chica se sentó a mi lado, la cual intentaba sacarme plática, pero olvidaba que tenía mis audífonos puestos. Al quitármelos, note que era una chica de tez blanca, ojos color miel al igual que su cabello. Vestía una camisa negra con una estampa de la banda Nirvana la cual estaba por debajo de una sudadera gris, además de unos pantalones rotos y tenis tipo Converse.
- Hola, me llamo Ariel. - Exclamo la chica, dándome la mano, dejando ver sus unas, las cuales tenían esmalte negro.
- Hola, Thomas. - Susurre tomando su mano para estrecharla.
- Estas tibio... - Susurro mirando mis manos.
- ¿Perdón? - Aquel comentario no me había quedado claro del todo, pues necesitaba oírlo de nuevo.
- N-Nada. - Exclamo sonrojándose y sacando su mano de la mía, llevándosela entre las piernas.
- Ah... Ok... - Exclamo mirando de nuevo a mi horizonte, ya sabes, ese lugar donde miras un punto inespecífico y te quedas mirándolo por horas.
- Sabes, eres lindo para mí. Eres un lindo lobo. - Susurro abrazándose a mí.
Realmente no supe por qué se abrazó a mí, pero deje que lo hiciera. Al notar sus brazos, pues se había recorrido la manga por el agarre llegue a notar unas heridas en sus brazos. No eran las heridas de un Emo, las que suelen hacerse con una navaja, eran mordidas y rasguños.
-¿Quién te hizo eso? - Pregunte acariciando sus brazos. A lo que la chica se apartó rápidamente, cubriendo sus brazos de forma rápida.
- ¿Qué cosa? - Respondió haciéndose la tonta. No lo note, pero en la puerta estaba un muchacho, el cual estaba mirando todo. Quizás de mi misma estatura que yo y tenía una vestimenta "Elegante".
- Ariel, ven. - Exclamo entrando y jalando de ella. Supuse que era su novio, uno que simplemente le envenenaba, pues después de ver sus heridas y la actitud del chico, supuse que no le gustaba ser de esa forma.
Minutos después, la chica llego con los brazos aún más cubiertos.
- No deberías estar con él, sol te esta envenenando. - Susurre acariciando sus cabellos y secando una que otra lagrima de la chica.
- No te metas. - Susurro quitando mi mano de su rostro. No insistiría, no era mi problema, por lo que deje que ella lo solucionara cuando creyera que fuese necesario.
Después de varios minutos, nos tocaba la clase de Literatura, la última clase antes de retirarnos a nuestras casas. Todo era tranquilo, inclusive había regresado el enano, el cual no dejaba de verme con un rostro de odio, bastante divertido.
Todo fue normal hasta que llego el profesor. Un "AA" zorro rojo, de ojos amarillos, bastante alto, casi dos metros diría yo. Vestía una camisa de cuadros roja con negro por afuera y una camisa sin mangas blanca por dentro. Sus pantalones eran unos jeans un poco ajustados, pero no lo suficiente. Usaba un par de tenis negro sin agujetas. Tenía un buen físico, era atractivo y todo. Hasta que...
- Buen día, mi nombre es Louis Smith, su maestro de literatura.
No. No es cierto. Es una mentira. Es un error. Una equivocación. Una coincidencia. No es verdad. Ese zorro... Era Louis. ¿Cómo creen que me sentí? No, no era felicidad. Impotente. Impotente de darle un buen golpe en el hocico.
Cuando termino la clase me acerque a él y lo mire atentamente.
- Hm... ¿Que desea, joven? - Pregunto mirándome a los ojos. Estaba seguro que le parecía familiar, solo que era un tonto como para darse cuenta.
- ¿Puedes pasar lista de nuevo? Quiero que nombres mi nombre completo. - Susurre mirándole con enojo e impotencia, debía esperar a que todos se fueran.
- Ehm, sí. - Exclamo tomando la lista y mirando levemente mi apellido.
- Woods. - Ese era el apellido de Frank, me lo puso como lista.
- Completo. - Susurre de nueva cuenta para que lo leyera. Después de que lo volviera a leer, me miro a los ojos.
- Thomas Woods... - Susurro mirándome con asombro.
¿Creen que esta es la escena hermosa de las películas donde después de años sin verse se abraza la pareja y vuelven a ser felices? Déjame decirte que no esta vez.
- Louis... - Susurre antes de golpearle. El zorro solo se hizo atrás, frotando su hocico.
- Carajo... - Susurro mirándome nuevamente.
- Te odio...
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