3: ¿Padre?
Otro día en el orfanato. Me levante sin esperanzas de hacer nada más que mi típica rutina, nada importante en realidad. Cuando me desperté, sentí un aroma realmente dulce, no era tan desagradable para mi gusto, pero se sentía muy fuerte y cerca. Me fue una sorpresa que Mamá Elisabeth y varios niños del orfanato me llevaron una tarta a mi cuarto, ¿Por qué el detalle?
-¡Feliz cumpleaños, Thomas! – Todos corearon aquella frase, me miraban con felicidad, aunque Mamá Elisabeth estaba sonrojada por alguna razón, ah, mi cuerpo, siempre duermo descamisado, a lo mejor es por eso, sucede seguido.
Todos me miraban con felicidad, pero sinceramente, no me sentía del todo feliz, aunque me alegraba que casi todos vinieran a dejarme este pastel,-el cual me comí como desayuno- pero aun así seguía algo triste, como todos mis días. Unos niños tuvieron la amabilidad de traerme una pelota, un luchador de juguete, un carrito y un avioncito. Todos los artefactos, aunque suenan obsoletos, no lo eran. La pelota era de un material químico no toxico que hacía que nunca se ponchara o reventara, el luchador era prácticamente un androide en miniatura, el coche era impulsado mentalmente por medio de una cinta que va en la cabeza y el avión era de la misma marca que el coche, se impulsaba con la misma cinta.
Después de usarlos un poco, mi reproductor ya estaba cargado, me puse a oír música tranquilamente en mi cuarto sin la esperanza de que algún chiquillo me molestara o Mamá Elisabeth me mandara a hacer algo, cosa que no hizo desde que cumplí 15. Ahora la tarde era para mí, yo solo, en mi alcoba, con música, nadie que pudiese molestarme.
O eso era lo que yo pensaba...
Alguien tocaba la puerta, la cual no oía por la música. Un hombre de alrededor cuarenta entraba al orfanatorio y saludaba a Mamá Elisabeth y sonreía, aunque se le veía algo cansado.
- Disculpe, me gustaría ver a los niños... - Susurro mientras que miraba a uno que otro ir por allí.
Mamá Elisabeth le sonrió y afirmó, dirigiéndolo a todos los cuartos para que viera a los pequeños. Después de minutos, me aburrí y decidí salir, no había notado la presencia del adulto hasta que lo vi, se encontraba a punto de tocar la puerta, si no fuese porque me aleje un poco, el hombre hubiese golpeado repetidas veces mi frente. Mamá Elisabeth miro al hombre algo inaudita, ya que el hombre me miraba de la misma manera, pero, ¿Quién era?
Después de unos segundos de silencio incomodo, el hombre hablo.
- ¿Él también está en adopción? – Pregunto mientras miraba a Mamá Elisabeth, ella algo nerviosa le confirmo, que yo estaba en adopción desde dieciocho años. ¿Me adoptarían? ¿Es este mi nuevo padre? ¿Por qué tardo casi dos décadas en venir por mí? El hombre me sonrió y acaricio mi peluda mejilla, después de eso, me abrazo con cariño, como si fuese alguien para el teniendo más de cuarenta y cinco segundos de que lo conocí.
- ¿Dónde firmo? – Preguntó sin decir nada más que eso. Después de segundos, Mamá Elisabeth llevo al hombre a su oficina donde firman los trámites y yo miraba como se iba a tal lugar. Sentía miradas clavarse en mí como una bala de plata, curiosamente mata a los hombres lobo. Eran los niños, me miraban con tristeza, ¿Por qué? En fila todos comenzaron a abrazarme y a llorar, sabían que me iría, sin duda fue doloroso verlos llorar. Pero lo que más me dolió, fue tener que despedirme de Mamá Elisabeth, ella lloraba al igual que los niños, pero ella se despidió en privado de mí. A pesar de verse llorando, sonreía.
- P-Pórtate b-bien, Thomas... El c-cuidara de ti de ahora en a-adelante... - Susurraba mientras me abrazaba y lloraba sobre mi ropa, sintiendo sus lágrimas caer en mi vestimenta. No lo resistí, a pesar de ser algo frio, comencé a llorar abrazándome de ella.
Después de varias horas, empacando y despidiéndome de todo, tenía que irme con el hombre llamado Frank, el cual vivía en otra ciudad, no lejos de aquí, estaba a casi una hora de camino en auto. Subí a su auto, subí las maletas a la cajuela y nos fuimos de aquel lugar, sentía dolor, pero a la vez felicidad, era un sentimiento raro.
- Thomas, ¿cierto? – Intentaba dialogar conmigo, él era ahora mi padre.
- S-Si... Así me llamo... - Respondí mirándolo mientras conducía. El hombre era mayor a los treinta años, sus cabellos eran negros, con el cabello corto. Sus ojos eran marrones, su barbilla estaba adornada por una barba poco poblada estilo candado. Su mirada era algo cansada, de allí por lo que creía que semejaba a los cuarenta años de edad. Vestía de forma rural, con una camisa de cuadros roja y pantalones de mezclilla, acompañado de una gorra y zapatos de trabajo.
- Genial, me gusta tu nombre. Soy Frank. – Este no perdía la vista del volante, pues aunque estábamos volando, habían bastantes autos o aves en el aire. El hombre parecía tener lágrimas en los ojos, pero se le miraba demasiado alegre. Solo me senté mejor, y mira hacia afuera, viendo cómo se alejaba mi hogar, el orfanato. Sentí un gran remordimiento al dejar a Mama Elisabeth, pues ella siempre fue mi madre por así decirlo y sentí afecto por ella, mucho.
- Iremos a Los Ángeles, espero y te sientas cómodo. – Respondió de forma rápida mientras daba vuelta. ¡¿LOS ANGELES?! ¿Qué carajo iré a hacer en Los Ángeles? Me alejare de mi ciudad natal, la cual nunca les dije cuál era, que imbécil de mi parte. Nací en Fresno, lo sé, una ciudad pequeña a comparación de Los Ángeles. ¿Pero qué más da?, ahora todos mis planes, esperanzas y sobre todo, Louis se iban por el caño.
- Disculpa, pero... ¿Por qué viniste hasta acá solo para adoptarme?, ¿No pudiste conformarte con cualquier mocoso? – Rezongue un poco molesto, pues me impresionaba que viajara tanto solo para conocerme y adoptarme, pero a la vez me parecía una idiotez y una pérdida de tiempo, en serio. El hombre soltó una carcajada, lo cual me pareció un poco irritante, pues sentía que no me tomaba en serio.
- Yo no quiero a un niño humano, te quiero a ti, hijo. – Exclamo revolviendo mis cabellos mientras seguía riendo un poco más. ¿Hijo? Amigo, estas mal, yo no soy tu hijo, soy un lobo el cual adoptaste así como así en un orfanato humilde. Aunque, quizá lo de "Hijo" sea por una forma de llamar, se usa mucho en las personas seniles, y este hombre no se veía tan adulto que digamos.
- ¿Y para que un "AA"? Eres de esos tipos extravagantes que buscan que presumir, ¿No? – Sin duda, era algo egoísta y frio, el tiempo y la soledad me formaron así. El hombre rio un poco más, por favor, deja de reír.
- ¿Por qué? Porque quiero sentir lo que se siente criar a un "AA". Veras, nunca tuve un hijo como tu... - Permaneció en silencio y su sonrisa se borró de inmediato. ¿Qué dije? O claro, mi frialdad de seguro le ofendió. Volvió su mirada al frente, por lo que me quede confundido por unos momentos, pero... No dijo nada más, solo veía al frente con una mirada de angustia, sinceramente, me asusto un poco.
Recargue mi cabeza en el vidrio y continúe mirando la ciudad pasar, mi ciudad pasar. Cerré los ojos un poco mientras decidí ponerme los audífonos y hacer que el mundo se callara por un momento, no tenía ganas de oír, hablar, ni interactuar con nada ni nadie en ese momento.
En ese momento, oía una canción de mi álbum, hace tiempo que no la oía y pensé que ya la había eliminado. A Louis le encantaba escuchar esa canción, no era de Metal como las que yo acostumbraba oír, era un poco más suave el tono, pero no dejaba de ser Rock. Era del grupo Three Days Grace, y la canción se llamaba Life Starts Now... Oírla me trae muchísimos recuerdos, sobre todo por la letra. Cuando me veía demasiado deprimido, simplemente Louis la ponía para recordarme que podía seguir adelante, incluso llego a cantármela con su guitarra, pues era cierto, podía seguir adelante... O al menos eso era lo que me hacía creer...
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*Multimedia~Con letra en español si quieres leer, si no, solo escúchala.*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
No tenía ni idea de lo que sucedía, me encontraba dormido, pero según Frank, comencé a llorar dormido. Dice que no se atrevió a despertarme, pues no parecía pesadilla, y realmente no lo era, porque según él, solo soltaba lágrimas y respiraba de forma un poco alterada, pero no lo suficiente como para que me despierte, además de que conducía.
Horas después, sentí una mano cálida en mi rostro que me acariciaba despacio mientras una voz repetía mi nombre. Abrí los ojos, pues suponía que intentaba despertarme, y lo logró. Era Frank, me avisaba que ya habíamos llegado.
Al salir del coche aun adormilado, note una casa un tanto grande, quizá igual de grande que el orfanato, ya no era una casa, era una mansión. Tome mi maleta y continúe mi camino, entrando por aquel lugar de forma lenta. Era demasiado para mí, una cocina pequeña, donde apenas tenía dos sillas, suponía que era para ambos. Era pequeña, pero se podía caminar a gusto dentro de esta.
Pase a la sala, donde había un sillón reclinable, un sofá rojo, y una pequeña mesa dentro, todo a su respectiva distancia, realmente cómodo. Contaba con un monitor holográfico en donde se podía ver desde el internet accionando el teclado que estaba en la mesa o simplemente televisión accionándolo con la voz.
- Anda, camina sin miedo, es tu casa después de todo. – Respondió mientras dejaba varias cosas en el sofá. Solo asentí con una cara de idiota por lo asombrado que me encontraba. Me dirigí a un cuarto que estaba entre un pasillo, antes de subir por las escaleras, era un estudio. Tenía un taburete donde dibujar planos o algo así, un escritorio con otro computador, este ahora más pequeño. En este lugar solo se podía habitar una persona, pero claro, seguía siendo espacioso para mí, sin contar que poco después me daría cuenta de que había una cama en esa habitación.
Salí de aquella habitación y me dirigí a la que se encontraba en frente, un baño. Era muchísimo más espacioso que el que se encontraba en el orfanato. Tenía tina, regadera e incluso Jacuzzi. Tenía un gran espejo en donde arreglarse, aunque este parecía servir más para una mujer que para un hombre.
Mis pies y mi curiosidad me llevaron al segundo piso, donde se veía un cuarto sin puerta al fondo y otras dos puertas, el pasillo de este parecía más un balcón. Me adentre en la primera habitación, suponía que era la de Frank, porque había una cama matrimonial en esta y varios objetos de trabajo, comencé a sospechar de que era un arquitecto. No quise meter el hocico donde no debía, por lo que me salí casi de inmediato y me dirigí a la segunda habitación. Esta era unas escaleras a la azotea, donde se encontraban varios objetos en cajas, a mí no me concierne lo que allá dentro, por lo que solo le di una husmeada con la mirada y baje.
Finalmente me dirigí a la última habitación, no tenía puerta, por lo que antes de entrar note una silla que levitaba. Era de color blanco y dentro tenía un cojín color rojo. De un lado había un gran espacio, sinceramente, no le encontré el uso a este, solo había un tomacorriente y una ventana, donde se encontraba instalado un telescopio. Del otro lado había una pantalla holográfica y un asiento de juego. Este podía girar, elevarse y temblar dependiendo del videojuego que se inserte en la consola. Varias cartas de memoria donde se adentraba el videojuego y unos cascos especializados. Mas a la derecha, pegada a la pared se encontraba una cama, era casi igual de grande que la de Frank, a su lado un reloj despertador sobre un mueble. Las luces podía apagarlas si aplaudía, sinceramente, un paraíso.
- ¿Te gusta? Es tu cuarto... - ¿Mi cuarto? ¿En serio? No soy digno de esto, o eso era lo que pensaba en ese momento. Claro que no tarde ni cinco segundos en sonreír y lanzarme de cara a la cama, la cual era como acostarse en una nube.
- Espera, hiciste todo este cuarto... ¿Para mí? – Estaba que no me lo creía, pues nunca tuve un cuarto tan grande. Pero si, una sonrisa en su rostro se hizo visible, indicándome que estaba en lo correcto.
- Todo para mi hijo, Thomas... - Susurro con los ojos un poco llorosos, aun así se acercó a mí y me abrazo, sintiendo un calor en mi pecho. Realmente me quería, no era un juego. Solo tenía una opción, corresponderle el abrazo de forma gentil.
Cayó la noche después y me encontraba tendido semidesnudo en mi cama nueva, mirando hacia el techo color blanco que se iluminaba por la luz de la luna que entraba por la ventana. Recordaba todos esos momentos que viví en el orfanato, me sentí solo de nuevo. Tenía todo aquello, ero era material, nunca tuve a alguien que realmente me quisiera además de Mamá Elisabeth, Frank...
Louis...
Mierda, si Louis viene, ira directo al orfanato, y no me encontrara. Maldición, mi única esperanza y deseo restante se estaba haciendo un sufrimiento, pues ahora era más que imposible volver a verlo. Me abrace a mi almohada y coloque mi rostro en esta, ahogando mi llanto como lo hice con hace cuatro años.
Lo único que podrá regresarme la felicidad es eso, aunque realmente...
Estoy perdiendo todo tipo de esperanza a que ese zorro volviera a verme...
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