Capítulo 13
Tan estúpido como suena, odiaba que Suna estuviera enojado conmigo. No me gustaba sentirme arrepentida cuando intentaba hablar con él, tener la ansiedad de decir las cosas incorrectas o que se le ocurriera alguna frase capaz de herirme. Siempre habíamos sido buenos moléstandonos el uno al otro, pero al final nunca nos lastimamos realmente; había ciertos límites que no podíamos cruzar, por alguna extraña razón, y ninguno de los dos los había pasado nunca.
Intenté hablar con él antes de que comenzaran las clases y entre los cambios de hora, pero nada. Suna me ignoró por completo, y si intentaba acercarme a él, se alejaría aún más.
Cuando sonó la campana de la hora del almuerzo, Suna salió corriendo del aula. Casi tuve que correr para alcanzarlo. Agarré su manga para que se detuviera.
—Deja de correr. —Dije sin aliento. —Necesito hablar contigo.
Resopló y se volvió hacia mí. —¿Qué quieres? Si la gente nos ve juntos, pensarán que somos amigos. Y no queremos eso, ¿verdad?
Resistí el impulso de poner los ojos en blanco y lo miré.
¿Había estado molesto por eso? ¿Pero por qué? Después de todo, no éramos amigos.
—Quiero disculparme por la forma en que actué ayer. Estabas tratando de ser... decente... conmigo y yo, digamos que no te lo puse fácil. Lo siento —le espeté.
Bueno, ahora que me disculpé, ¿por qué no desaparece este sentimiento abrumador en mi pecho? —Me pregunté a mí mismo.
Suna solo me miró, o más bien, miró mis dedos que todavía agarraban la tela de su camisa. Lo dejo ir.
—¿Ya terminaste? —Preguntó, moviendo sus ojos a mi cara.
Abrí la boca para hablar, pero no salió nada. La cerré de nuevo y le devolví la mirada.
Su expresión era fría y en blanco como de costumbre, pero yo no estaba tan acostumbrado como los demás. Aunque los ojos de Suna estaban diseñados para transmitir una sensación de aburrimiento y apatía perpetuos, odiaba el hecho de que los estuviera volviendo hacia mí ahora.
Quiero decir, tal vez no me gustó cuando él se estaba divirtiendo a mis expensas, pero al menos su mirada tenía algo de casual cuando me miraba. Era como ser uno de los pocos favorecidos que tuvo el placer de descubrir que la impenetrable y estoica Suna Rintarou, de hecho, tenía emociones dentro de él.
Qué pensamiento más estúpido.
—¿No vas a decir nada? —Murmuré cuando estaba a punto de irse. Me sentí bastante patética. ¿No fue suficiente disculparse? ¿Qué más quería de mí?
—¿Qué quieres escuchar? —Preguntó.
—¿Hablas en serio, Suna? —Suspiré, exasperada.
—Mira, estoy perdiendo la hora del almuerzo por hablar contigo, así que dime qué más quieres y terminemos con esto.
—¡Solo quiero que me digas si aceptas o no mi disculpa!.
—Lo acepto.
—Entonces, ¿por qué me tratas así?.
Suna me estudió, observando toda mi figura, de la cabeza a los pies y de los pies a la cabeza. —Te trato como trato a todos los demás. ¿Debo darte un trato especial?
¿Estaba hablando en serio? Esta vez fui yo quien lo cuadró. ¿Fue esto una broma? ¿Era este un juego para ver hasta dónde llegaría? ¿Estaba tratando de demostrar algo?
—Olvídalo. —Resoplé, volviendo al salón de clases para tomar mi almuerzo.
Cual sea que fuera el plan de Suna, no iba a dejar que se me subiera a la cabeza.
—¿Estuviste en el baño hoy también? —Preguntó Kumiko mientras me sentaba frente a ella para comer.
—No. —Murmuré. —Estaba hablando con Suna.
Le conté lo que había sucedido la noche anterior y la forma en que Suna había actuado justo antes en el pasillo.
—Lo siento, pero ¿qué sabe Suna de tu familia? —Preguntó mi amiga.
Traté de pensar en las cosas que le había dicho y las cosas que me había guardado para mí, preparando una respuesta creíble.
Entonces me pregunté, ¿por qué le estoy mintiendo a Kumiko?
Suspiré. Debería haberle dicho todo desde el principio, pero incluso entonces me sentí completamente abrumado por los sentimientos. Me sentía así cada vez que pensaba en mi padre y en mi tío. Quería contarle todo a Kumiko, realmente quería... Pero no pude. No en ese momento.
—Miko. —Murmuré, con la cabeza gacha. —Hay algunas cosas que no te he dicho.
Mantuve mis ojos fijos en el suelo, pero podía apostar que mi amiga tenía una mirada muy confusa en su rostro en ese momento.
—¿Qué?
Respiré hondo y la miré. —Descubrí que mi padre biológico está muerto. Lo único que me queda es un tío, ni siquiera sé si debería considerarlo como tal, ya que era el hermanastro de mi padre, pero no se pondrá en contacto conmigo.
Kumiko hizo ademán de hablar, pero la interrumpí. —Te prometo que te lo contaré todo con gran detalle, pero no ahora. Si lo hago, creo que podría empezar a llorar. —Traté de reír para calmar la tensión.
Kumiko se puso de pie y vino a abrazarme. —¿Por qué no me lo dijiste de inmediato? —Preguntó en voz baja.
—No lo sé. —Respondí. Si le hubiera dicho la verdad (mi paranoia, mi miedo a aburrirla, la vergüenza que sentía ...) me habría dicho que estaba siendo una tontería y que debería habérselo dicho de todos modos. Ella habría tenido razón, por supuesto, pero realmente no quería escuchar eso en ese momento.
Volvimos a comer ya hablar de otras cosas. Me di cuenta de la leve incomodidad entre nosotros, pero la ignoré. Sabía que ahora Kimiko estaba curiosa y preocupada, pero tendría que esperar un poco más. Actué como siempre lo hacía, la única forma sutil que conocía de hacerle saber que estaba bien.
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