Capítulo 1
Pocas cosas en la vida eran capaces de molestarme infinitamente.
Una de ellas era, sin dudar, Suna Rintarou.
Otra bola de papel voló hacia mi escritorio. Finalmente decidí darme la vuelta y poder mirar de mala forma al chico que estaba sentado dos filas detrás de mí. Suna sonrió burlonamente, para luego volver a mirar a la maestra como si nada hubiera pasado, feliz de simplemente haberme distraído.
Voltee los ojos por la irritación que me causaban las acciones del chico, devolví mi atención a la pizarra para seguir con las clase.
Qué niño.
Suna y yo nos conocíamos desde el primer año de secundaria, cuando (desafortunadamente) terminamos en la misma clase. Apenas me habló durante el primer año, pero sus bromas o simples actos que hacía para molestarme crecieron cada vez más hasta convertirse en el insoportable idiota que era ahora. Me preguntaba cómo podía soportarlo mi hermano Osamu en clase o en la práctica de voleibol e incluso fuera de la escuela, ya que siempre estaban juntos.
Después de que terminó la clase, la última lección del día, caminé hacia el gimnasio. Estudio allí todos los días mientras mis hermanos practican. Preferiría ir a casa para estar sola hasta la noche. Pero nuestros padres trabajaban hasta tarde, así que si los gemelos estaban fuera, la casa estaba completamente vacía y silenciosa.
Cuando terminó la práctica, me uní a Osamu para ir a casa juntos.
—¿Se queda? —Pregunté, señalando a Atsumu, viendo su intención de practicar sus servicios.
—Como de costumbre. —Respondió el otro gemelo.
Suna vino hacia nosotros.
—Vamos. —Sentenció Osamu.
No me sorprendió cuando Suna se unió a nosotros. Venía casi todas las noches a cenar a nuestra casa, por el motivo que fuera. Cuando le pregunté a mis hermanos la razón, simplemente dijeron: —Su casa está muy lejos. Además, él es nuestro amigo, nos gusta estar con él.
Obviamente que no estaba de acuerdo, pero tristemente nadie preguntó mi opinión sobre el tema. Lo único bueno era que cuando mis hermanos estaban cerca, Suna no me molestaba tanto. Sabía que me defenderían si me veían molesta, así que solo me lanzaba algunos comentarios sarcásticos o me decía alguna tontería, despecho infantil cuando los gemelos no miraban.
No había asientos en el autobús, pero no importaba. No era un viaje largo de la escuela a nuestra casa, así que me puse los auriculares mientras Suna y Osamu charlaban tranquilamente.
Después de solo un par de minutos, Suna me quitó uno de mis audífonos y se lo puso para escuchar mi música.
—No esperaba que tuvieras tan buen gusto musical, Izumi-chan.
Retiré los auriculares y lo apagué. —Te dije que dejaras de llamarme así.
Suna respondió algo, pero no lo escuché ya que había subido el volumen al máximo.
Cuando llegamos a casa, corrí a mi habitación para cambiarme. El uniforme escolar era lindo, pero incómodo. Me puse unos pantalones de chándal y una camiseta de Tsumu ¿O era de Samu? - de quien sea - pero me puse una camiseta vieja de alguno de mis hermanos.
Suna me había visto con la ropa que usaba habitualmente cuando estaba en casa sin hacer nada en innumerables ocasiones, tanto que las bromas sobre ellas se habían vuelto monótonas y él había dejado de hacerlas. Además, no podía decirme nada, ya que siempre vestía así cuando salía del gimnasio.
Los chicos se dieron una ducha mientras yo comenzaba a cocinar. Osamu solía ser el chef, así que calenté las sobras de la noche anterior.
Suna entró a la cocina con el pelo mojado y una toalla alrededor del cuello.
—¿Qué estás cocinando, Izumi-chan? —Preguntó mientras se acercaba y asomó la cabeza por encima de mi hombro para echar un vistazo.
—Llámame así y envenenaré tu comida.
—Podría cambiar mi plato por el de Osamu.
—No le harías eso a tu mejor amigo. —Lo desafié apuntándole el pecho con una cuchara de madera.
—Todo vale en el amor y la guerra, Izumi-chan. —Respondió, levantando las manos como si le estuviera apuntando con un arma. Una sonrisa juguetona apareció en su rostro.
Bajé la cuchara y volví mi atención a la comida, resoplando. —Pareces un perro con el pelo mojado.
Suna se apoyó contra la encimera de la cocina a mi lado. Lo miré por el rabillo del ojo mientras movía su cabello castaño hacia atrás con la mano.
¿Era un chico lindo? Sí, mucho. Tenía una vista lo suficientemente buena como para notarlo.
¿Pero también era un molesto pedazo de mierda? Absolutamente.
Osamu entró en la cocina justo cuando yo apagaba la estufa y ponía cosas en la mesa. También hice un plato para Atsumu y lo cubrí, esperando que no se enfriara demasiado cuando llegara a casa.
Comimos en silencio y pasamos el resto de la noche jugando videojuegos en la sala.
Atsumu llegó dos horas después y se llevó la cena a su habitación sin hablar mucho, lo cual era inusual. Estaba a punto de levantarme e ir a comprobar si estaba bien, pero Osamu fue más rápido.
—¿Pasó algo que no me di cuenta en la práctica? —Le pregunté a Suna, cayendo hacia atrás en el sofá.
Se encogió de hombros y bajó el joystick. —Últimamente ha estado un poco distante. Creo que tiene que ver principalmente con el hecho de que Osamu decidió no seguir con el voleibol después de la escuela.
—Mhm. —Dije perdida en mis pensamientos.
Era divertido ver a mis hermanos pelearse por pequeñas cosas, pero odiaba cuando peleaban seriamente, lo cual pasaba mucho últimamente.
—Ya se arreglarán, ya verás. —Se tranquilizó Suna.
Espera, ¿Suna me estaba tranquilizando? Esto era algo nuevo.
—¿Está seguro? —Yo pregunté.
—Sí. Son los gemelos Miya de los que estamos hablando después de todo.
Quizás tenía razón. No lo habría admitido, por supuesto, pero esas palabras me tranquilizaron un poco.
Suna se fue tarde, como de costumbre. Le dije buenas noches a Osamu y subí las escaleras para lavarme los dientes y dormir. Escuché ruidos provenientes de la habitación de los gemelos, así que llamé suavemente a la puerta y entré.
Atsumu estaba acostado en la cama viendo un video de voleibol en la computadora. Hizo una pausa para centrar su atención en mí.
—¿Todo bien, pequeña?
Asentí y me senté a su lado. —Sólo quería ver cómo estabas. ¿Tienes ganas de hablar?
Atsumu me sonrió levemente. Parecía realmente cansado. —Realmente no. Estaba a punto de ponerme a dormir.
Lo miré por un momento. Sabía que estaba mintiendo, pero no dije nada al respecto. El hecho de que no estuviera montando una escena significaba que estaba realmente triste.
Le di un beso en la mejilla y le deseé buenas noches, luego me fui a mi habitación.
Por alguna razón me vinieron a la mente las palabras de Suna: "Ya se arreglarán, ya verás". Solo entonces logré quedarme dormida.
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