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4.


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CAPÍTULO CUATRO 
El mensaje  

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Escuchar aquella voz, con aquella dulzura que tanto la caracterizaba, me hizo sentirme como una niña pequeña de nuevo. No pude evitar sonreír con algo de melancolía, mientras luchaba para no echarme a llorar. No quería que nada me impidiese verla bien. No sabía si iba a volver a verla.

—Abuela. —solté en un susurro tembloroso.

Su dulce sonrisa se amplió, mientras nos miraba a ambos. Jake parecía estar a punto de sufrir un colapso interno, por como tenía abiertos los ojos. Seguramente yo no tenía mejor cara.

"Como has crecido, mi niña. Estás preciosa. Y tú también estás muy guapo, Jacob,"

Jake balbuceó algo que no logré entender, pero aparentemente ella sí que lo entendió. Era tan surrealista que sentí que me iba a dar vueltas la cabeza.

—Espera, abuela. —pronuncié lentamente, intentando que no se me trabara la lengua. —¿A qué te refieres con que ha llegado el momento?

Se puso seria, logrando que me preocupase. ¿Un espíritu serio? Eso no me decía nada bueno.

"Voy a deciros donde está mi querida amiga y debéis llamarla lo antes posible, pues nuestra amada tribu está en peligro. No tardará mucho en explotar la bomba."

Intercambié una mirada asustada con Jake. No supe cómo, pero se las arregló para acariciar mi espalda con suavidad, intentando calmarme.

"Escuchadme, niños, porque la maldición de nuestra tribu no es lo único con lo que chocaréis próximamente."

—¿A qué te refieres, abuela? —pregunté, en un hilo de voz.

Cerró los ojos unos segundos, soltando un suspiro. Duró unos segundos así, tan quieta como las posturas que los vampiros adoptaban en algún momento. Luego, abrió los ojos.

"Algo extraño se aproxima, no va a tardar mucho en llegar. Pero no todo lo extraño tiene por qué ser malo. Quiero que lo recordéis bien, niños, porque lo extraordinario siempre provoca batallas, incluso dentro de nuestra propia alma."

—¿Qué se supone que debemos hacer? —cuestionó Jake, en un susurro.

"Debéis pensar, no solo usando vuestra mente, sino también vuestros corazones. Los corazones siempre tienen una fuerza mucho superior, porque no suelen equivocarse. Hacedle caso los vuestros y no lamentaréis nada."

Por cómo estaba hablando, algo me decía que era mucho peor de lo que podía llegar a imaginarme. Temblé ante la mirada que me dedicó.

"Escúchame, mi niña, todos los alfas tienen que tomar decisiones en algún momento de su vida y no siempre es fácil hacerlo. Quiero que cuando te llegue el momento, te dejes llevar por tu instinto. Confía en él más que en nada, en qué es lo que te dice, en lo que tu corazón te susurra. Y solo entonces, toma la decisión. ¿Podrás hacerlo, cariño?"

—Yo... —musité, notando como se me formaba un nudo en la garganta al escuchar lo que decía. Se me ponían los pelos de punta. —Creo que sí.

"Elisabeth, eres mucho más fuerte de lo que crees. Tienes la sangre de los Wolf corriendo por tus venas, y siempre has demostrado tu fuerza. No dejes que esta flaquee. No lo sabes, pero posees la sabiduría de todos nuestros antepasados. Tu loba lo sabe, lo siente. Todas las decisiones que tomes tendrán sus consecuencias, pero no todo tiene que ser malo. Puedes obtener algo precioso de algunas, así que no temas equivocarte. No nos equivocamos, simplemente tomamos las decisiones y estas acaban distinto a como nosotros lo esperamos. Eso no es un error, es parte de la vida. No todo será un camino de rosas, lo sabes. Solo no temas, no estás solas."

Noté como me picaban los ojos, por las lágrimas que estaba reteniendo. No sabía cuánto necesitaba las palabras de mi abuela, no lo sabía hasta que las estaba escuchando. Era como un frío bálsamo para las quemaduras. Me estaba relajando, aunque solo fuera de forma leve.

Ella sonrió. Mi abuela, Amelia, esbozó una de sus dulces sonrisas, marcando sus hoyuelos.

—Gracias, abuela. —murmuré, con la voz temblorosa.

"Serás una grandiosa alfa, mi adorada nieta. Jamás olvides de donde viene nuestra fuerza y todo irá bien. Yo siempre estaré velando por ti, pero puedes hacerlo sin mí." se acercó y sentí una suave brisa en la cara, mientras ella acariciaba mi mejilla. Su mirada se desvió a Jake, quien parecía menos sorprendido que antes. "Ambos podréis sobrepasar cualquier obstáculo. Sois el dúo perfecto. Nadie se complementará mejor que vosotros dos. Sé que lo haréis bien. Llevaréis a nuestra tribu a otro nivel."

—Amelia... —musitó Jake, sorprendido.

—Abuela... —la llamé en un susurro, logrando que me mirase. —¿Podremos volver a verte?

"Solo cuando sienta que lo necesitáis, mi pequeña. Te aseguro que la mitad de las veces que crees que yo he hecho algo, en verdad has sido tú. No pongas esa cara, ya te he dicho que eres y serás una grandiosa alfa. Solo tienes que creer en ti, como nosotros lo hacemos. Todo saldrá bien, ya lo verás."

—Gracias, abuela.

Cerré los ojos al sentir una suave presión en mi frente. Podía notar como me daba un beso en la frente, y por eso no pude evitar que un lágrima traicionara por mi mejilla derecha. Su voz se volvió eco.

"Recuérdalo, pequeña, eres y serás una gran alfa."

Luego de un tiempo con los ojos cerrados, los abrí lentamente. Abrí la boca, haciendo que un pequeño sollozo saliera de mis labios. Ella ya no estaba, aparentemente había vuelto al collar o había desaparecido simplemente.

Jake me rodeó entre sus brazos, apoyando su mentón en mi cabeza. Me arrulló suavemente, mientras me aferraba a él y sollozaba en silencio. Me sentía en paz, pero mi mente les daba vueltas a sus palabras como si fuera una lavadora haciendo la colada. Comenzó a tararear en voz baja, mientras me apretaba contra él. En algún momento dado dejé de sollozar y me limité a disfrutar de la seguridad que me transmitían sus brazos.

—Tengo miedo, Jake. —admití en un susurro, haciendo una mueca de desagrado al decirlo en voz alta.

—Yo también lo tengo, amor. —musitó, su voz algo amortiguada, pues tenía la boca apoyada en mi pelo. —Pero todo saldrá bien, como ha dicho tu abuela. Sea lo que sea lo que venga, lo superaremos. —me apartó levemente de su cuerpo para mirarme a los ojos. —No pienso irme a ninguna parte. Estoy aquí, para ti. Para siempre.

—¿Lo prometes? —cuestioné en un susurro.

—Lo prometo.

Y limpió la lágrima que se había escapado de mis ojos, antes de juntar sus labios con los míos de forma suave, calmando mis monstruos internos.


















Me removí en la cama al no notar el calor corporal de Jake. Abrí los ojos, frunciendo el ceño al preguntarme cuando me había quedado dormida. Seguramente me había quedado dormida entre sus brazos, luego de haberme cansado de sollozar. No notaba los ojos pesados y por eso agradecía ser metamorfa.

Escuché sonido viniendo desde el piso de abajo y por eso me senté, con la espalda apoyada en la pared. No estaba cansada, pero me sentía algo rara. Era como si mi cuerpo no quisiera hacer nada de nada, además de quedarme en la cama hasta que se me pasara. Era raro en mí. Normalmente saldría de la cama solo para buscar a Jake.

Los ruidos se volvieron más nítidos y pude percibir que no eran simples sonidos aleatorios. Eran voces. Y unas que conocía muy bien. Mi padre, mi madre y mi marido. Sí, todavía debía repetirlo en mi mente para habituarme, porque a veces me parecía surrealista.

"Deberías habernos llamado antes." Decía mi padre, algo irritado.

"Frank, te ha dicho que acaba de despertase." Lo regañaba mamá.

"Iré a despertar a Lizzie." Escuché musitar a Jake, luego de soltar un largo suspiro.

"¿No sería mejor dejarla descansar?" cuestionó mamá, preocupada.

"Estoy seguro de que está despierta." Señaló papá, y me lo imaginé de brazos cruzados. "Y que nos está escuchando."

Retuve un resoplido, porque claramente tenía razón. Pero era involuntario. Luego de la transformación, todos y cada uno de los sentidos mejoraban considerablemente. Y sí, cuando decía todos y cada uno, me refería literalmente a todos.

Escuché unos pasos subiendo las escaleras, y no necesité mucho para reconocerlos como los de Jake. Además, su suave aroma llegaba mucho antes que él. Me preguntaba cómo podía haber vivido antes sin poder olerlo. No era su colonia, ni su sudor ni nada por el estilo. Era como si su piel tuviera una fragancia totalmente distinta a la del todo el mundo.

—Buenos días, amor. —Jake esbozó una sonrisa pero solo hice una mueca a cambio. Soltó un suspiro. —Nos escuchaste, ¿verdad?

—¿Por qué los llamaste, Jake? —pregunté en un susurro.

—En realidad llamaron ellos. —admitió, rascándose la nuca con algo de nerviosismo. —¿Recuerdas que hace unos días prometimos ordenar la biblioteca del sótano... Pues ese día es hoy.

Solté un quejido, mientras cerraba los ojos, fingiendo que me iba a dormir. Escuché sus pasos acercarse, para luego sentir la yema de sus dedos acariciando mi rostro. Se me hizo imposible retener una pequeña sonrisa, y estaba segura de que él también estaba sonriendo.

—Deberíamos contarle lo de la abuela. —musité, sin abrir los ojos.

—Saben que ha pasado algo cuando no llamaste para avisarlos de que podían venir. —confesó, haciendo que abriera los ojos, topándome con los suyos oscuros. —Será mejor que bajemos. Tu padre no está de muy buen humor.

—¿Y cuándo lo está? —pregunté con algo de sarcasmo.

Sonrió de forma ladeada durante unos segundos, mientras salía de la cama. Me puse una sudadera por encima del pijama, logrando que soltara una risa entre dientes. Obviamente lo miré con los ojos entrecerrados, pero él besó mi sien con suavidad, callando cualquier queja que pudiera salir de mí.

Me tomó de la mano, entrelazando nuestros dedos, para luego salir de la habitación. Bajamos las escaleras y luego me dejé llevar por Jake al salón. Papá estaba sentado en uno de los enormes sofás, mientras mamá parecía acomodar algunos marcos de fotos de las estanterías. Ambos giraron las cabezas para mirarnos en cuanto entramos.

Mamá dejó el marco que tenía en la mano en su sitio y se acercó a mí. Me envolvió entre sus brazos, haciendo que me invadiese ese calor maternal que tanto me aliviaba. Tuve que soltar la mano de Jake para devolverle el abrazo, y lo vi hacer una mueca. En cuanto me separé de mi madre, me di cuenta de que papá me estaba analizando con la mirada. Parecía buscar algo.

—No estoy embarazada, papá. —hablé, mirándolo con una ceja alzada.

—No me culpes por asegurarme de que mi hija no tenga un bebé cuando ni siquiera ha cumplido los veinte... ¡Auch! —papá se quejó cuando mamá le dio una patada en la espinilla. —¿A qué ha venido eso, mujer?

—Prometiste comportarte. —señaló mamá, mandándole una mirada de advertencia. Luego, volvió su mirada a nosotros. —Nos preocupamos cuando no recibimos vuestra llamada. Creíamos que había pasado algo.

Intercambié una mirada con Jake, quien asintió con la cabeza mientras se acercaba a mí y rodeaba mi cintura con uno de sus brazos. Suspiré, no sabría decir si por su toque o por el tema que tendríamos que tocar. Me seguía pareciendo tan surrealista que una parte de mí creía que lo había soñado.

Mamá se sentó al lado de papá, ambos esperando a que dijéramos algo. Jake y yo nos sentamos en el sofá de enfrente, su brazo todavía entorno a mi cintura. Entre mis padres y nosotros había una simple mesita baja con algunas macetas y revistas que había dejado allí porque no sabía dónde meterlas.

—Es tan surrealista que ni siquiera acabo de creerme que realmente pasara. —murmuré, a modo de advertencia y de preludio.

—Y lo dices cuando eres una alfa y una de tus mejores amigas es una vampiresa. —señaló papá, dándome una mirada incrédula. Esquivó, por muy poco, la patada de mamá. —Cuéntanoslo.

Jake me dio un suave apretón en su agarre en la cintura, una señal de que estaba ahí para mí. Justamente lo que me había prometido el día anterior.

—Hemos visto a la abuela. —solté de sopetón, como si realmente no fuera para tanto. —La hemos visto y hemos hablado con ella.

Papá abrió los ojos más de la cuenta, mientras mamá le daba una mirada significativa. Me sentí en una especie de deja vu al ver como parecían comunicarse con la mirada.

—¿Qué os dijo? —preguntó mamá con suavidad.

—Prácticamente nos avisó de que algo malo pasaría. —musité, mirando hacia la alfombra debajo de mis pies. —Tanto en la tribu como en Forks.

—¿Se refería a...? —papá se ahogó solo y no fue capaz de acabar su pregunta.

—Dijo que nos diría donde estaba su querida amiga. —expliqué, mientras recordaba las palabras que ella había dicho. Claramente, sabía a quién se refería. —Y que debíamos contactar con ella lo antes posible, puesto que la bomba no tardaría demasiado en estallar.

—¿Os dijo dónde estaba? —cuestionó papá, sonando más ansioso que antes. Por eso elevé la mirada. —¿Dónde la podemos encontrar?

—No nos lo dijo. —intervino Jake por primera vez.

—¿Qué?

—No lo dijo con palabras. —musité, mi mente estaba en un pequeño viaje astral. Era un sentido extra el que me decía que la abuela realmente me había dicho dónde estaba su amiga. —Pero tengo la sensación de que sé dónde está esa información.

—¿Entonces a que esperamos? —papá se puso de pie de un salto.

—A contárnoslo, querido. —respondió mamá, dándole una mirada algo escéptica. —Si no te lo hubieran contado, te habrías puesto como un basilisco y no habría nadie que te aguantase durante unas horas.

Papá rodó los ojos, quizás de manera algo exagerada. Por mi parte, retuve una risa, puesto que sabía que mi madre tenía razón. Si algo odiaba mi padre, era saber la información a medias o enterarse tarde. Se ponía insoportable, justo como mamá había insinuado.

—Vamos. —me levanté, logrando la atención de los tres. —Algo me dice que está en la biblioteca del sótano.

Ni siquiera había acabado de hablar cuando papá ya había salido disparado en aquella dirección. Lo seguí, luego de escuchar el suspiro de mamá. Ella y Jake se apresuraron en seguirnos, aunque mi padre parecía un coche de carreras en plena prueba de cronómetro. Por eso no me extrañó demasiado al ver la puerta del sótano abierta.

Bajé las escaleras, algo empinadas y por eso temí caerme de bruces, escuchando el crujido de la madera. En mi fuero interno rezaba para que no se partiera ningún escalón mientras descendía con cuidado. Una vez en el suelo del sótano, pasé la mirada por la enorme estancia, viendo que papá se había encargado de encender todas las luces que había encontrado a su paso y ahora estaba pasando las páginas de un libro.

El sótano era realmente enorme, mucho más grande que algún apartamento de Port Angeles e incluso de Seattle. La decoración se parecía a la de un salón, en su gran mayoría, con una pequeña porción de estancia para lo que habría intentado ser un despacho. Había una puerta cerrada, en la que sabía que había una cama y poco más. Me daban escalofríos entrar allí, porque sabía que era donde tío Clark había estado.

—¿Amor? —me llamó Jake, y fue cuando me di cuenta de que llevaba un rato parada en el medio del sótano.

—Debemos buscar entre los libros de la abuela. —murmuré, pasando mi vista por las cajas llenas de libros y papeles, la mitad de los cuales ni sabía de qué iban. —Papá, los de la abuela, no los del abuelo.

—Ya te escuché. —refunfuñó, aunque seguía leyendo algo. —Me estaba asegurando de que papá había guardado su diario y no quemado como me había jurado que haría.

—¿Diario? —repetí incrédula, acercándome a él. —Creía que solo la abuela tenía uno.

—Bueno, diario no es seguramente la mejor palabra para describir lo que tu abuelo escribió en este cuaderno. —admitió, cerrándolo y agitándolo como si fuera una maraca. —Apuntaba todo lo que le parecía importante. La mayor parte de las cosas son sobre cosechas y las lunas. También hay algunas leyendas de otras tribus, aunque no me preguntes por qué le interesaban tanto.

—Está claro que porque no somos los únicos metamorfos que existen. —murmuró mamá, y la vi con una mano en su mentón. Era la pose que adoptaba cuando estaba pensando en algo muy concreto. —Después de todo, no solo los hay que nos transformemos en lobos. Creo que, literalmente, hay metamorfos de todos los animales que se nos puedan ocurrir.

—Eso estaría bien leerlo otro día. —refunfuñé, quitándole el libro de las manos a Jake y dejándolo en su sitio. —Ahora debemos centrarnos en los libros de la abuela. No me gustaría que nos tomase demasiado tiempo encontrar a su amiga.

—¿Al menos sabemos algo de ella? —preguntó Jake, mientras tomaba uno de los libros que sabía que mi abuela había encuadernado a mano. —Su nombre, dónde nació... algo.

—Sé con certeza que nació en Canadá. —habló papá, con las manos en las caderas, los brazos en forma de jarra. —No estoy seguro, pero creo que por la zona de Vancouver. Y creo que su nombre empezaba por S.

—Algo es algo. —murmuró mamá, encogiéndose de hombros.

Suspiré, tomando un libro y sentándome en el suelo. Había algún sofá, pero estaba lejos de las cajas y no me apetecía tener que andar levantándome para coger un libro y luego sentarme. Al estar cerca de las cajas podía agarrarlos más rápido y no tenía que hacer viajes innecesarios. Además de serlo, también robaban tiempo. Y algo me decía que necesitábamos hasta el último minuto para aquella investigación.

Todos y cada uno de los libros de aquella caja estaban encuadernados a mano por mi abuela. Cada uno tenía una portada distinta, un dibujo que estaba cosido con hilo dorado, aunque todos eran de color marrón cuero. Estaban escritos a mano, con la distintiva caligrafía de mi abuela. Algunos tenían la fecha en un margen, dándonos información de cuando la abuela lo había escrito. Otros, estaban escritos por otra letra que no conocía, pero que se parecía. Seguramente era la de su padre o la de su madre.

Por increíble que pudiera parecer, los Quileute siempre habían sabido escribir. Se decía que, incluso cuando los rostros pálidos todavía no eran capaces de escribir letras, nuestros antepasados ya eran capaces de al menos dibujar unas cuantas. Los escritos más viejos estaban en un viejo idioma de la tribu que se había perdido hacía tiempo. La abuela no lo sabía demasiado y papá nada de nada.

No estaba segura de cuántas horas habían pasado. Había cambiado de posición varias veces. Me había levantado para que no se me entumecieran las piernas y había caminado por el sótano sin dejar de leer. Había comido, cuando mamá había decidido que era el momento de hacer una pausa. Aquella la aprovechamos para asearnos, hacer cualquier necesidad básica y asegurarnos de que los chicos no nos necesitaban.

Por fin, di con algo que me hizo encender mis alarmas internas. Honestamente, tuve que leer el párrafo varias veces, pues mi abuela en algunas ocasiones usaba demasiadas florituras para decir algo simple. Además, tenía la mente cansada de leer cientos de cosas, que aunque me habían parecido interesantes, me habían cansado hasta cierto modo.

—Lo tengo. —canturreé, esbozando una sonrisa de victoria. Alcé la mirada del libro solo para ver cómo se acercaban. —Tenías razón, papá, su nombre empieza por S. Se llama Saleba, y como has dicho, nació en Vancouver, Canadá. La abuela no dice la fecha exacta, quizás porque a las brujas no les gusta que se sepa su edad. —casi suspiré al leer lo que habíamos estado buscando. —Aquí pone como debemos hacer para contactar con ella.

—A juzgar por tu mueca, parece complicado. —observó mamá.

Elevé la mirada de las letras escritas por la abuela y asentí.

—Según la abuela, las brujas son algo desconfiadas cuando alguien les pide algo, en especial las de sangre pura. Los Vulturis llevan desde el siglo trece buscándolas, para deshacerse de ellas o para...—hice una mueca de desgrado, casi sintiendo bilis subir por la garganta. —engendrar vampiros con poderes. O al menos para intentarlo, porque nunca ha dado resultado. Por eso están tan escondidas y es tan difícil dar con ellas. Ninguna quiere arriesgarse a que la pillen por banda.

—Es comprensible. —asintió Jake, de brazos cruzados.

—¿Qué más dice? —preguntó papá.

—Debemos demostrar que somos metamorfos Quileute y que somos de la sangre de la abuela. Según lo que dice aquí, ella lo sabrá solo con mirarnos a los ojos, pero para eso, hay que pasar su guardia. —leer los párrafos al pie de la letra nunca había sido mi fuerte, ni siquiera cuando iba a clase con regularidad. —Si no mostramos que nuestras intenciones son puras, nos atacarán con sus poderes. Y, según la abuela, Saleba posee unos poderes extraordinariamente poderosos. Una sola de sus bolas de energía sería como si un vampiro neófito nos embistiera cual búfalo enfadado.

Luego de aquello nos quedamos en silencio. Por mi parte, rumiaba lo que había leído, pensando en cómo sería la amiga de la abuela. No había ninguna descripción física de ella ni de su carácter, solo rasgos que todas las brujas compartían.

¿Cómo íbamos a hablar con una persona que no sabíamos cómo era en verdad?

—Me pondré en contacto con ella e intentaré que venga. —habló papá, haciendo que todos saliéramos de nuestros pensamientos. —Seguramente no me tome enserio por no ser el alfa, pero en cuanto vea a Lizzie, estoy seguro de que no tendrá ninguna duda.

—¿Crees que atenderá tu llamada? —preguntó mamá, algo preocupada.

—Solo tengo que decirle con seguridad que soy hijo de Amelia Wolf. —señaló, mirando los libros de la abuela de forma fugaz y algo melancólica. —Eso logrará llamar su atención lo mínimo para que quiera asegurarse de que no miento.

—Será difícil pedirle que venga a Forks. —murmuré, haciendo una mueca de desagrado. —Seguramente sepa de la existencia de los Cullen y temerá que los Vulturis puedan dar con ella.

—Debemos intentarlo. —pronunció papá, con aquella voz que me avisaba de que estaba decidido a conseguir algo. —Tú misma lo has dicho. La abuela te avisó de que debíamos contactar con ella. No podemos rendirnos. No aceptaré una derrota.

Me pasé las manos por el pelo, asintiendo. Mentalmente me sentía agotada, aunque físicamente estaba como para derribar un tanque de un golpe. Sin duda, no solo el agotamiento podía ser físico.

—¿Cuándo lo harás? —le preguntó Jake, con curiosidad.

La mirada de papá me hizo saber que él ya sabía perfectamente cuando hacerlo.

—A media noche, cuando el cielo esté tan oscuro como la boca de un lobo.

¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.

¡Yo por aquí otra vez! 

Sí, actualizando dos veces en la misma semana, ¡qué milagro! Decidí portarme un poco bien y subiros dos capítulos esta semana :)))

Bueno, creo que este capítulo me ha salido un poquito intensito. Bueno, un poco... muchito :).

Okay, vayamos por partes (ay, que turbio, esa frase la dice Annibal Letter....iugh).

¡Ya sabemos que la extraña voz es en realidad Amelia! Sí, sí. Es ella. Bueno, en verdad es algo así como su fantasma, espíritu, alma... como queramos llamarle. Esto vuelve a estar inspirado en las dos series que mencioné en el anterior capítulo (son Embrujadas y Entre Fantasmas). Me pareció buena idea traer a Amelia del mundo de los muertos y que ayudara a Lizzie. 

Creo que lo mejor del capítulo es la segunda parte. Honestamente, adoro escribir escenas con los Wolf. Frank es el modo que tengo para descargar el sarcasmo que controlo en Lizzie, y Aline es el controlador del nivel de sarcasmo. Y Jake simplemente mira :). Nah, él ya sabía de antemano dónde se estaba metiendo jaja.

Puede, y solo puede, que haya hecho una pequeñísima referencia al usar Vancouver como lugar de nacimiento de Saleba (pequeñísima referencia, sí, sí). En verdad es la primera ciudad que se me pasó por la cabeza, teniendo en cuenta que es uno de los lugares en las que ciertas escenas de la Saga se rodaron (no lo digo yo, lo dice el libro de Secretos de la Saga Crepúsculo que mi madre me regaló). 

Espero que poco a poco vayáis entendiendo que es lo que pasa con la maldición de los Quileute. Si lo vais procesando, creo que es evidente lo que le pasó Clark (el hermano pequeño de Frank y el tío de Lizzie & Joe). La verdad es que meter esta parte no lo tenía planeado hasta no hace mucho, y eso que la mitad de la historia la tengo diseñada desde 2020. Ya veis que a veces se me va la cabeza.

Bueno, ¿Qué os ha parecido? 

¡Espero que os haya gustado!

Como siempre, ya sabéis que estaré pasándome por todos los comentarios que dejéis. Siempre los leo y procuro contestaros. Después de todo, SoulMate crece como historia gracias a vosotrxs, así que ¿Qué menos que agradecéroslo contestándoos? Y hablando de crecer, me fijé en que ya van más de 180k leídas. Realmente me va a explotar la mente. Muchas gracias por apoyar la historia <3.

¡Ah! ¡Antes de despedirme tengo que comentaros dos cositas!

La primera es que estoy dando pequeñas pistas del próximo fanfic que subiré. Las podéis encontrar en mi muro, aunque creo que de pequeñas no tienen nada vaya. Yo os recomiendo seguirme para enteraros de cuando suba el nuevo proyecto, porque espero encontraros por allí <3 (si es que os gusta el fandom, si no no obligo a nadie a que le guste :().

Lo otro que quería comentaros es que he hecho público un portfolio. No soy editora ni nada por el estilo, simplemente me gusta el mundo de la edición. Os invito a que os paséis de vez en cuando para ver los gráficos que vaya subiendo. Me haría muy feliz que os pasarais y le dierais un poquito de amor jiji.

(En verdad me hace ilusión que apoyéis cualquier cosa que hago, si es que soy muy básica).

Nada más por mi parte, pero ya sabéis que....

¡Nos leemos en comentarios!

~I 👑

|Publicado|: 18/06/2021

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