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CAPÍTULO TRES
LA MANADA
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Despertarme en una habitación, en una cama y con ropa que no conocía no era precisamente lo que tenía en mente. El miedo se apoderó de mi nada más abrir los ojos y no reconocer la estancia. Sabía que era una casa de La Reserva, ya que todas tenían pinceladas similares, pero eso era todo lo que me decían las cuatro paredes que me rodeaban.
Casi solté un grito cuando la puerta de la habitación se abrió y Jared Cameron entró con una pequeña sonrisa pintada en los labios. Con los ojos como platos, cogí la manta más cercana y me tapé desde la cabeza a los pies, haciendo que él soltara un sonido muy parecido al bufido de un gato.
—No voy a hacerte daño, Liz.
Seguí mirándolo, asustada, mientras apretaba la manta contra mi pecho, gesto que no pasó desapercibido para Jared, ya que cerró los ojos brevemente y suspiró. Dio varios pasos hacia atrás, hacia la puerta, aún mirándome. Sacó medio cuerpo de la habitación.
—Échame una mano, ¿Quieres? Creo que no se fía de mi.
Fruncí el ceño al verlo volver a entrar en la habitación, pero sentí como se me tensaban los músculos al ver quién entraba detrás de él.
Embry Call.
Me miró, frunció el ceño y le dirigió una mirada asesina a Jared, que alzó las manos, en señal de paz. Oí como mi amigo de toda la vida soltaba un bufido, parecido al que emiten las serpientes cuando te acercas mucho. Luego, me volvió a mirar, cambiando su mueca seria por una pequeña sonrisa, como aquellas que solía esbozar en la cafetería cuando Jacob o Quil decían alguna tontería y ambos nos mirábamos, intentando saber si les faltaba un tornillo o si iban enserio.
—¿Embry?—
Ambos se mostraron asombrados de que dijera algo, ya que se miraron unos segundos. Embry se acercó a mi lentamente, recordándome los gestos de Jacob antes de que empezara a sentir como algo me quemaba.
Me mordí el labio al pensar en Jacob. Seguramente estaría como un loco intentando localizarme.
—Hey, Lizzie, ¿Cómo te sientes?
Decidí ignorar la presencia de Jared, observándonos a los dos con los brazos cruzados, para sólo prestarle atención a quien aún consideraba mi amigo.
—¿A parte de que me he despertado sabe dios donde y que él no para de mirarme cual acosador?—solté, sarcástica.—Estoy genial. Como si me hubiera atropellado un camión, pero genial.
Embry puso los ojos en blanco, como cada vez que yo hacía un comentario sarcástico.
—Vale, sí, escogí mal la pregunta, lo siento.—bufó.—Echaba de menos tu sarcasmo, Lizzie.
Quise reprocharle que se hubiera alejado de nosotros, pero mi conciencia me dijo que cerrara el pico, por lo que me limité a sonreír y morderme el interior de la mejilla.
—¿Podéis dejaros de chorradas?—intervino Jared.
Ambos nos giramos a mirarlo a la vez. Un gruñido salió del fondo de mi garganta, haciendo que una mueca se formara en su cara, mientras Embry lo fulminaba con la mirada.
—No me apetece que me comáis, ¿vale?—expresó Jared, haciendo movimientos con las manos.—Pero Liz tiene que conocer al resto, Embry, por si no lo recuerdas.
Embry hizo una mueca que no supe descifrar, asintiendo, para luego mirarme.
—Te prometo que no te voy a dejar sola.—me dijo tranquilo.—Y que todo va a salir bien.
Lo miré angustiada, sin saber a que se refería, pero unas prendas impactaron contra mi cara, haciendo que me olvidara de lo que iba a preguntar. Volví a emitir un gruñido, esta vez más bajo y largo.
—Deja de hacer eso, Jared.—oí a Embry reñirlo.—Sabes lo explosiva que puede estar.
—Cielo santo, ahora tiene una niñera, lo que me faltaba.
—Lárgate.—le gruñó Embry.
Saqué las prendas de mi cara, aún procesando lo que acababa de pasar. Embry estaba sentado en la cama, a unos metros de mi y me miraba.
—Cámbiate, ¿vale? No creo que quieras que te vean con las pintas que llevas.
Lo miré mal, haciendo que se riera.
—¿A quien le estoy robando la ropa?—pregunté, apartando la manta.
—Son de los Clearwater, pero no te preocupes, fue idea de Sue.
Sonreí brevemente al pensar en esa familia.
Los Clearwater eran amigos de mi familia y de los Black desde siempre, por lo que todos nos conocíamos. Harry solía ir como mi padre, Billy y el jefe Swan de pesca. Sue hacía el mejor pescado frito de todos, aunque mi madre intentara copiarle la receta, sin éxito. Leah era la hija mayor, un poco arisca al principio, pero se podía decir que me llevaba bien con ella. Y luego estaba Seth, el pequeño, un poco más mayor que mi hermano, pero igual de adorable. Era una ternurita con patas aunque él lo negara.
Me levanté de la cama, dándome cuenta de que sólo tenía una camiseta larga que me cubría lo justo. Eso hizo que Embry mirara hacia otro lado, con las mejillas sonrosadas, haciendo que una carcajada saliera de mi.
—Por dios, Embry, ¿ahora te da vergüenza?
Lo oí bufar, haciendo que me tomara todo mi autocontrol no echarme a reír como una posesa.
—No lo entiendes, Liz.—habló, entre dientes.—Después de la primera transformación, tu cuerpo cambia. Y el tuyo lo ha hecho.
—¿Qué?
—Míralo tú misma, Lizzie.—expresó, señalando con una mano un espejo.
Dudé, mirando brevemente a Embry, que parecía esquivarme. Solté un bufido y me acerqué al espejo, donde ahogué un gemido de sorpresa. Mi amigo tenía razón.
Mi pelo parecía más largo, más sedoso, más castaño y más brillante. Había crecido unos palmos, las caderas estaban más anchas y para mi sorpresa, tanto el pecho como el trasero eran más grandes. Por no decir que unos pequeños músculos aparecían en brazos y piernas. Parpadeé, confundida, y olvidándome de la presencia de Embry, levanté la camiseta. Mi barriga estaba plana, con principios de abdominales.
Me quedé congelada mirando mi reflejo, hasta que el grito ahogado de Embry me sacó de mi trance. En un abrir y cerrar de ojos estaba a mi lado, bajando mi camiseta, con el ceño fruncido.
—¿Qué mosca te ha picado, Embry?
Miré el reflejo de mi amigo en el espejo, que se mordía el labio inferior y cuyos ojos se habían oscurecido un poco.
—Lizzie, soy tu amigo, pero también soy hombre, ¿recuerdas? —murmuró.—Así que, por dios te lo pido, recuerda que estoy delante y no hagas eso.
El único efecto que tuvieron las palabras de Embry fue la carcajada involuntaria que salió de mi.
Ignorando su mirada, siguiéndome, y también su intento de advertencia, caminé de vuelta a la cama, donde miré la ropa que Jared me había tirado. Dejándome llevar por mi lado oscuro, me quité la camiseta que cubría mi cuerpo, escuchando en el acto como el corazón de Embry se aceleraba. Sonriendo de lado, me vestí lentamente, riéndome del hombre lobo que se revolvía inquieto a unos metros de mí. Cuando acabé, me giré a mirarlo, aún con la sonrisa de lado.
—Jacob me va a arrancar la cabeza.—lo oí balbucear para él.
No entendí porque metió a Jacob en el medio, pero eso no causó que mi sonrisa divertida se borrara de mi cara. Se hizo más grande al ver como Embry se removía.
—¿Qué te pasa, Em?—me reí, divertida.
Embry soltó un bufido.
—Olvidaba lo mucho que te gusta reírte de mí.
—Es uno de mis pasatiempos favoritos, Em.
Lo oí lloriquear, como un perro, haciendo que me divirtiera aún más.
Sonriendo, me acerqué a él, que aún continuaba lloriqueando. Borré mi sonrisa divertida y la cambié por una de verdad. Lo oí soltar un sonido de sorpresa cuando mis brazos lo rodearon y apoyé la cabeza en él. Dudó unos segundos, pero luego pasó sus brazos por mi espalda y apoyó una mejilla en mi pelo.
—Te eché de menos, Em.
—Y yo a ti , Lizzie. No sabes cuanto.—soltó un suspiro.—Y siento haberme alejado de vosotros, pero no fue algo que yo pudiera elegir. Supongo que ahora me entiendes, ¿no?
—Sí, supongo que sí.
Soltó un risa, para luego besar mi coronilla y deshacer el abrazo.
—Vamos, hay gente que quiere conocerte.
Eso hizo que comenzara a ponerme nerviosa, mordiendo mi labio inferior y jugando con mis manos. Embry, que al igual que Jacob me conocía muy bien, lo notó y me sonrió brevemente.
—Te van a adorar, Lizzie.
—¿Estás seguro?
—Completamente. Y si no es así, le patearé sus peludos traseros por idiotas.
Haber conocido al resto de la manada había sido de lo más incómodo, mucho más de lo que podría haber llegado a pensar. Era la única mujer, lo que ponía mis pelos de punta y me había puesto aún más nerviosa. Gracias a dios que tenía a mi lado a Embry, quien había cumplido su palabra, aún ignorando las miradas de su Alfa. Todos se habían mostrado amables, incluso Paul, quien aún no me inspiraba mucha confianza.
Lo mejor de todo había sido conocer a Emily Young, la impronta de Sam, cuyo instinto de madre y calidez habían conseguido que me relajara y me sintiera mucho mejor. Aunque Embry me había advertido de no quedarme mucho tiempo mirándola, por la cicatriz de su cara, ella misma me había contado lo que había pasado, restándole una importancia que para Sam era evidente.
—¿Me estás haciendo caso, Liz?
La voz de Sam hizo que dejara de pensar en las musarañas y lo mirara confusa. Paul, a su lado, soltó una pequeña risa, haciendo que Uley lo mirara mal unos instantes.
—La verdad es que no.—dije con una pequeña sonrisa inocente.
Embry, a mi lado, sonrió de lado mirando a Jared, quien puso los ojos en blanco.
—Te estaba diciendo que hemos hablado con tus padres y que lo mejor para ti es que te quedes unos días con nosotros, sin ir al instituto y cerca del bosque.—habló Sam.— Es lo más seguro, dadas las circunstancias.
—¿Cómo que has hablado con mis padres?—exclamé, al borde de un ataque.
—Tranquilízate, Lizzie.
—Tus padres no son tontos, Liz. Sabían que esto iba a pasar .—siguió hablando Sam, ignorando la advertencia de Embry para que me calmara.— Pero esperaban que tardara un poco más de tiempo en pasara.
—¿Sabían que me iba a convertir en perro enorme y no me dijeron nada?—estaba completamente alucinada.
Oí el suspiro de Embry a mi lado.
—Toda la tribu lo sabe, Liz.—dijo Sam, como si fuera lo más obvio del mundo.—Es cierto que no siempre se sabe quien porta el gen, pero todas las familias con adolescentes deben estar preparadas por si pasa.
Me llevé las manos a la cabeza y suspiré derrotada. Era demasiada información para mi.
—¿Y mi hermano?—murmuré, angustiada—¿Él también?
—Tu hermano está perfectamente, preocupado por ti, pero está bien.—expresó Sam, calmándome ligeramente.—Y no sabemos si él también. Pero dado que tú te has transformado, es cuestión de tiempo que lo sepamos.
El sonido de mi teléfono hizo que todos saltáramos en el sitio, empezaba a odiar mis sentidos desarrollados. Tragué saliva y quise que la tierra me tragara cuando vi el nombre de Jake en el identificador de llamadas.
—Lleva varios días llamando.—murmuró Embry.
Me mordí el labio inferior y solté un gemido de angustia. Inconscientemente le pasé el móvil a Sam, quien asintió, para luego descolgar.
No presté atención a lo que le decía a Jacob, ya que estaba apoyada en Embry, intentando no echarme a llorar. Oí que le decía que tenía mononucleosis y que me encontraba mal, por lo que no se le ocurriera intentar ir a verme. Oí la voz de Jacob, gritando histérico al otro lado de la línea, haciendo que soltara un gemido y que unas cuantas lágrimas comenzaran a salir de mis ojos. Embry me frotó la espalda, intentando que me calmara, mientras Sam no cesaba de decirle a Jacob por activa y por pasiva que había sido decisión de mis padres que no hubiera visitas. Me sentí la peor amiga del mundo cuando Sam me devolvió el móvil y se sentó enfrente mía.
—Es lo mejor.— aseguró Sam.—Tanto para él como para ti.
—Yo...yo...yo no quiero hacerle daño a nadie.—hipé.
—No vas a hacerle daño a nadie.—me dijo Embry, aún frotándome la espalda.
Comencé a agobiarme al ver a todos mirándome, entre apenados y preocupados. Noté una sensación en el inicio del estómago que me hizo saber que me iba a transformar.
Asustando a Embry, me levanté de un salto, empujé las puertas correderas y eché a correr. Ignoré los gritos de Emily y Embry y seguí corriendo. Jadee cuando noté que ahora lo hacía mucho más rápido y a cuatro patas. Salté troncos y subí rocas por todo el lugar donde el olor me era conocido, ya que sabía que el territorio de los Cullen no estaba muy lejos y no me apetecía toparme con ninguno de ellos.
Me sentí libre mientras mis cuatro patas corrían sin cesar, dejándome ver que mi resistencia era cien veces mejor que la que tenía antes. Sin darme cuenta había llegado a un lago, donde dejé de correr. Me acerqué al agua y me quedé mirando mi reflejo. Era la primera vez que me veía como loba y la verdad es que el color de mi pelaje me gustaba mucho. Me sorprendí cuando al pensar en sonreír, el lobo del reflejo echó la lengua hacia un lado. Me hizo tanta gracia que de mi salió un sonidito breve, parecido al de una carcajada.
Me tiré al lago y comencé a nadar, sorprendiéndome de que la temperatura del agua no me afectaba, gracias a mi pelaje. Me permití estar unos minutos en el agua, para luego salir y sacudirme. Me estaba haciendo mucha gracia.
Después de beber un poco decidí seguir corriendo y probar mis nuevas habilidades. Sentía que podía ir corriendo hasta la otra punta del mundo sin cansarme. Me gustaba correr así, sintiendo la hierba y las rocas en las almohadillas de mis patas. Era una sensación muy rara, pero gratificante.
Acababa de descubrir algo que me había quitado la tristeza de alejarme de los míos.
Me gustaba ser loba
¡Y ya vamos por el capítulo tres publicado! Espero que os haya gustado tanto como a mi escribirlo.
Hemos visto como Lizzie se ha integrado en la manada, aunque parece ser Jared no le cae muy bien. Parece que a Lizzie le gusta molestar a Embry bastante. También, vemos su reacción ante la recomendación de Sam de estar lejos de su familia. No será fácil para ella, desde luego. Y ya veis que con Emily se lleva genial jeje.
¿Que opináis? ¿Que creéis que va a pasar en el siguiente capítulo?
Ya os aviso que se viene el drama 7u7. No digo más y lo digo todo je.
Nos leemos en comentariosss❤️
¡Hasta el próximo capítulo!
~I 👑
|Publicado|: 17/01/2020
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