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3.


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CAPÍTULO TRES
Magia

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Me desperté con la cabeza dándome vueltas como si me hubiera metido dentro de una lavadora, por lo que me tuve que quedar sentada, esperando a que se me pasara. Me maldije mentalmente, para luego hacerme una nota mental de que en la próxima fiesta a la que fuera no iba a beber tanto o lo lamentaría. Y eso que no había bebido demasiado, al menos no hasta que los novios se habían ido. Luego, bueno, ya no podía decir que no bebí.

Pestañeé varias veces cuando se me pasó la cabeza, buscando a Jake por la habitación, pero no estaba en ningún sitio. Ni siquiera estaba en el baño y eso me extrañó, pues habíamos decidido que no haríamos nada de guardias por la resaca. Miré de reojo el reloj de mi mesilla, sorprendiéndome porque era casi la una del mediodía.

Apreté las sábanas contra mi cuerpo, evitando sonreír como una estúpida adolescente enamorada —aunque lo era —, mientras buscaba alguna pieza de ropa con la que cubrirme. Lo cierto era que tardé unos instantes en ser capaz de localizar una, preguntándome cómo narices hacía Jake para lanzar alguna prenda hacia lo alto del armario. Retuve una risa al ver sus pantalones de traje colgando del armario, por lo que sacudí la cabeza con diversión.

Me levanté de la cama, dejando caer las sábanas y me estiré, haciendo crujir mis huesos levemente. Agradecí tener mi alta temperatura corporal, o de ser humana me habría estremecido al salir desnuda de la cama, —no extrañaba para nada notar esos cambios de temperatura —. Caminé hacia el tocador, agarrando la camisa que mi lobo había usado para la boda de nuestra amiga humana y me la puse. Olía a él y a los cientos de flores distintas que había puesto Alice por todos lados, era un agradable aroma, sin duda.

Me acomodé el pelo mientras salía de la habitación, descalza y simplemente vistiendo la camisa de mi marido. Bajé las escaleras trotando y entré a la cocina, pues de ella venía un suave aroma que hacía que mis tripas rugieran como si tuviera un lobo dentro. Bueno, llevaba desde la cena de la boda sin comer nada y ya era hora de llenar mi estómago. Me apoyé en el marco de la puerta y me mordí el labio inferior, cruzando los brazos por encima de mi pecho, mientras observaba la escena que tenía lugar justo delante de mí.

Jake estaba cocinando, no sé lo qué, pero parecía concentrado en lo que hacía. Tenía el torso desnudo, como era normal en él, y vestía unos simples pantalones vaqueros cortos. Estaba descalzo y a juzgar por cómo había acomodado su pelo, de cualquier manera, me hacía saber que no se había levantado demasiado pronto. Iba a acercarme a él, hasta que me fijé en algo que tenía en la espalda. Y tuve que apretar los labios para no reírme.

Al menos cinco líneas rosas bajaban desde sus omóplatos hasta su espalda baja, aún cicatrizando, aunque no durarían demasiado. Aquellas líneas estaban acompañadas de algunas manchas más largas, moratones. De ser humano, seguramente tendrían un color entre verde y morado, antes de volverse negros.

—Buenos días, Jake. —pronuncié, luego de tragar saliva.

Ladeó su cuerpo y esbozó una sonrisa. Apretó la mandíbula luego de mirarme de arriba abajo.

—Buenas tardes, más bien. —señaló, sonriendo con burla, haciendo un gesto con la cabeza hacia el reloj de la cocina. —Hemos dormido demasiado.

—Bueno, te recuerdo que no nos dormimos hasta tarde. —le recordé, mientras me acercaba a él, sin despegar mi mirada de sus oscuros ojos. —Así que tampoco es tanto delito.

Asintió, desviando su mirada unos segundos hacia la sartén con comida, asegurándose de que no se quemaba por prestarme atención. Luego, volvió a mirarme.

—¿Cómo te encuentras? —su tono salió medio burlón, y claramente entendí al vuelo a qué se refería. —¿Te duele al andar, cariño?

Idiota engreído.

—Muy gracioso. —refunfuñé, rodando los ojos, para luego acariciar levemente su espalda. —Tu espalda no tiene muy buena pinta. Parece un cuadro de arte abstracto.

Se echó a reír, negando con la cabeza varias veces, seguramente ya lo había visto en el espejo del baño. Lo vi apagar el fuego de la sartén, y me pareció una buena idea. Desde luego, por el olor, la comida ya estaba.

—Creo que somos un poco animales. —señaló, mientras alzaba ambas cejas.

—Sí, pero no hemos roto nada.

—Cariño, no recuerdas que tuve que arreglar el colchón, ¿eh? —retuvo una risa al ver mi mueca de realidad, pues me había dado cuenta de que lo que decía era verdad.

—Bueno pero... —me quedé unos segundos, pensando en que algo debía seguir entero o realmente me sentiría como un animal salvaje. Se me iluminó la mente, luego de haber repasado el mobiliario de nuestra habitación mentalmente. —El cabecero sigue de una pieza.

—Veremos cuánto dura.

Esta vez fui yo la que me reí, mientras ambos llevábamos la comida a la mesa. Realmente ni me fijé en lo que era, tenía tanta hambre que me comería hasta una de las odiosas ensaladas de espinacas que cierta persona había insistido en que me sentarían genial.

De algo me tengo que morir y no pienso permitir que sea por comer esas cosas del demonio.

Salí de mis pensamientos cuando Jake me llamó:

—Nena.

—¿Ah?

Alcé una ceja al verlo acercarme una pastilla, hasta que me di cuenta de lo que era y solté una risa algo nasal. Él me observó, mientras comía un bocado de huevos revueltos.

—Puedes no tomarla. —ofreció, esbozando una sonrisa algo perversa. Una que me hizo saber en qué estaba pensando. —Y... aumentamos la familia.

Me dio un tick en un ojo, por eso me apresuré a meterla en la boca y beber un sorbo de agua, todo bajo la atenta mirada de mi lobo. Parecía divertido, aunque yo sabía que, en el fondo, no bromeaba.

Mamá me advirtió de que aquellas estúpidas pastillas no me harían demasiado bien, pero lo cierto era que me sentía estupendamente. Además, tuve que darle una mirada significativa para que entendiera lo que pasaba en nuestra casa. Ella tampoco quería que le diera algo a mi padre por ser abuelo tan joven.

—Bella nos dejó un mensaje. Ya llegaron. —murmuré, leyendo mi teléfono, el cual estaba a mi lado. Solía dejarlo en la mesa de la cocina y prestarle cero atención. Luego tenía que aguantar las quejas, así era mi vida con aquella tecnología. — Están al sur de Brasil, según lo que le ha podido sacar a Edward, en una isla. Isla Esme, para ser exactos. —solté una risa, sorprendido. —Caray, Carlisle le regaló una isla a Esme por su aniversario. Increíble.

Eso es batear a otro nivel.

—No hay nada como tener dinero. —masculló, con algo de malestar.

—Ya hemos hablado de ese tema, Jake. —señalé con cuidado para impedir que se irritara, dándole una suave mirada. —Me da igual.

—Pero-

—No, enserio. El dinero me da igual. Fueras pobre o rico, te iba a querer igual. —lo interrumpí, antes de dar otro sorbo de agua, pues tenía la garganta reseca de la noche anterior. Igual debería tomarme un caramelito de menta. —Nos las apañaremos.

Jake se me quedó mirando mientras comía, para luego soltar un suspiro. Él no opinaba lo mismo, lo sabía bien. Se quejaba de que no podía hacerme los regalos que él quería porque el dinero en la Reserva no era mucho. A mí me daba igual, y me daría, porque el dinero o lo material no era lo importante.

Luego de comer y de lavar todo lo que habíamos manchado para ello, no nos quedó más remedio que darnos una ducha. No podía echarme todo el día simplemente vistiendo su camisa, por mucho que él insistió en que por su parte no habría problema. Tuve que cerrarle la puerta del baño en la cara para que no intentase ducharse conmigo.

Ambos sabíamos que si entrábamos en la ducha los dos juntos no saldríamos en un buen rato. Él era plenamente consciente, pues su lívido estaba muy alto, demasiado. Aunque, según había estado leyendo, era algo normal en lobos alfa luego de una unión. Eso no era que me relajara mucho pero al menos me decía que no era mi lobo que había perdido la cabeza por algo tan mundano. Sin embargo, si no tenía algo de cuidado, algo podría torcerse un poco. Y con torcerse, me refería a lo que él había hecho referencia: ampliar la familia.

Aquella idea no me asustaba tanto como pudiera llegar a asustar a una persona. En cierto modo, sería tener un hijo con el amor de mi vida, y eso no sonaba para nada mal, pero había ciertas cosas que pinchaban mi burbuja. Una de ellas, era que sentía que éramos muy jóvenes para ser padres. Ni siquiera teníamos el futuro asegurado como para ponernos a criar a una pequeña personita. Algo dentro de mí me decía que no era el momento, pero no era un rechazo definitivo. Era uno temporal.

¿Qué si se lo había dicho a Jake? Oh, él lo sabía perfectamente. Él también estaba dividido en el tema. Una parte de él, y ni él mismo sabía lo grande que era, no quería pararse a detenerlo. Suponíamos que era su parte animal, pues la mía llevaba inquieta desde que nos habíamos casado. Tampoco me impresionaba demasiado, pues nuestra sangre no era tan normal como la de otros lobos.

Y luego recordaba algunas palabras que los ancianos solían decir sobre la imprimación.

"La imprimación tiene lugar entre dos personas que son plenamente compatibles. Es la seguridad de que la especie, la nuestra, prosiga. Siempre se ha dicho que se da entre aquellas almas que más posibilidades de procrear tendrán."

Procrear... que simple era decirlo. Aunque claro, tengamos en cuenta que quienes lo decían eran padres. Y, algunos de ellos no se habían imprimado de nadie, pero se sentían con la libertad de decirlo. Aquello me parecía realmente increíble. Hablar a la ligera de algo que solo sabías de oídas... si eso no era ser hipócrita, que viniera alguien y me lo dijera. De todas formas, mi mente ya lo había asumido desde que sabía que era de sangre metamorfa.

La monotonía volvió a nuestras vidas y realmente no esperaba que la echara tanto de menos. Llevaba desde antes de la batalla contra los neófitos sin tenerla y la había echado en falta. Básicamente nuestros días se basaban en despertarnos algo tarde —no por ser de sangre alfa, sino porque Jake no me dejaba dormirme a la hora que yo quería —, ir a casa de mis padres o a la de Billy, alguna que otra obligación con la manada y tratar de hablar con Bella. Digo tratar porque lo cierto era que era más fácil tener una audiencia con el papa que con ella.

Aquella tranquilidad me daba mala espina. Era como la falsa esperanza antes de que una enorme tormenta arrasara un campo. Algo iba mal, lo sentía en mis huesos. Mentiría si dijera que no estaba alerta. Lo estaba, lo máximo que podía para no preocupar a Jake.

Me levanté con una mala sensación, mucho antes de que mi lobo lo hiciera. Me fui a lavar la cara para tratar de quitarme aquellos pensamientos, pero sentía algo dentro de mí removerse inquieto. Hasta que me di cuenta de que una extraña luz salía del collar de mi abuela, algo que hizo que me pusiera nerviosa sin querer. Papá no me había avisado de aquello y no sabía qué hacer.

—¿Amor? —la voz de Jake me hizo dar un brinco en el sitio, asustada. Me miraba con los ojos algo dormidos, pero confundido. —¿Qué le pasa a tu collar? Está brillando.

—No tengo ni idea de lo que le pasa. Lleva así un rato. —admití, hablando tan deprisa que no estuve segura de pronunciar bien todas las palabras. —Me estoy poniendo nerviosa.

—Ven, ven aquí.

Me agarró con suavidad del brazo al ver como me temblaban las piernas. Me llevó hacia la cama y me hizo sentarme, para luego él tomar asiento a mi lado. Ambos miramos con confusión el collar, que no dejaba de emitir una luz entre blanquecina y azul. No sabía que estaba pasando y eso me ponía mala.

El dije se agitó con violencia, haciendo que ahogara un grito. Una potente luz blanca nos envolvió, haciendo ambos tuviéramos que taparnos los ojos, pues era demasiado cegadora como para ser soportable. No sabría decir cuanto tiempo estuvo así, pero luego desapareció de la misma manera con la que había aparecido. De repente.

Me quedé mirando al collar, pensando en qué narices había pasado. Sentía la mano de Jake en mi muslo algo tensa, seguramente él estaba pensando lo mismo. El dije estaba frío cuando lo toqué con dos dedos, como si no hace muchos segundos se hubiera agitado con violencia.

Me di por vencida, pensando en que aquello había sido una reacción del espíritu de la abuela. Pero, ¿una reacción a qué? ¿Qué podía perturbar a un espíritu? Y aquello solo hizo que mi desconfianza aumentara, mientras giraba el pequeño lobo entre mis dedos, buscando qué había mal como para que hubiera pasado aquello.

Intercambié una mirada con Jake, quien tenía el ceño totalmente fruncido por encima de sus oscuros ojos. Parecía tan desconcertado como yo por lo que había pasado, por eso solté un suspiro. Apoyé la cabeza en su hombro, recibiendo al instante unas suaves caricias en el pelo, mientras cerraba los ojos. Tenía que intentar calmar mi mente antes de intentar seguir con el día.

Al menos, eso fue hasta que escuché un ruido que me hizo abrir los ojos de golpe. Abrí la boca, sorprendida, mientas un pequeño jadeo de sorpresa abandonaba mi garganta. No podía creerme lo que tenía delante de mí, lo que mis ojos estaban viendo tan nítido. Me pareció que estaba soñando, pero el frío del dije me recordó que no era así. Era real. Lo que veía era real.

De pronto, me entraron unas intensa ganas de echarme a llorar. Mi mente recordó las palabras que me había dicho mi padre cuando le había preguntado sobre el tema, como si fueran una especie de mantra. Las repetí en bucle, esperando a qué algo pasara, pues yo seguía sin apartar la mirada.

Y sentí vibrar hasta el más pequeño de mis huesos cuando abrió los labios y habló, su voz sonando tal cual la recordaba:

"Llegó el momento, mi pequeña Elisabeth."


¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.

Bueno, creo que este capítulo es corto (me refiero en comparación con los demás) pero intensito.

Por un lado, tenemos a Jacob con sus insinuaciones sobre aumentar la familia. Sobre esto he leído algunos comentarios que me han hecho gracia, lo admito. Pero esto es claro; no es el momento para cachorros. Ya iréis entendiendo por qué lo digo. Por ahora quedaros con la idea.

Por otro, tenemos un poco de magia. Las últimas escenas, lo admito, están inspiradas en dos series que a mi madre le gustan mucho (y a mi también, para que negarlo). Una es Embrujadas y la otra es Entre Fantasmas. Con eso creo que ya os digo una pista enorme sobre lo que ha pasado pero...

¿Qué crees que ha pasado? ¿Quién es la persona que le dice la última frase a Lizzie? Y, no menos importante, ¿a qué se refiere?

¡Os estaré leyendo!

Bueno, ¿qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Podéis apoyar la historia (y a mí, dah) si le dais a la estrellita. Es mi forma de saber que os gusta el capítulo y la historia en sí. La verdad es que me informa de que lo que escribo no solo me gusta a mí, sino a más gente jeje. Aprovecho para darle las gracias a todas las personitas que siempre votan los capítulos, ¡gracias a vuestro apoyo, la historia de no deja de crecer! Mil gracias <3.

Nada más por mi parte, pero ya sabéis que...

¡Nos leemos en comentarios!

~I 👑

|Publicado|: 15/06/2021

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