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22.


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CAPÍTULO VEINTIDÓS
Organizando

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Dejamos a los vampiros quietos como estatuas para salir disparados. No lo pensé mucho, cuando quise darme cuenta estaba sobre mis cuatro patas y la ropa detrás de mí, convertida en una línea de jirones. Jacob aterrizó a mi lado, me miró y luego ambos echamos a correr como dos posesos. Seth y Leah ya estaban avisados por mi hermano, por lo que se limitaron a correr en círculos, asegurándose de que nada pudiera atacar a los Cullen en nuestra ausencia.

Mientras corríamos, captamos un rastro que se curvaba en un amplio arco; se extendía por el este de la casa, pero luego se dirigía hacia el norte al otro lado del río, y después de nuevo hacia el oeste durante unos cuantos kilómetros. Y era una efluvio que reconocía debajo de aquel desagradable aroma de tomates podridos; era el de Alice y Jasper.

¿A dónde narices habían ido?

Me impulsé hacia delante, sorteando troncos caídos, mientras buscaba el efluvio de los demás lobos. Debía hablar con Sam, aunque sabía que ellos no querrían mantenerse al margen ahora que Nessie era parte de la vida de nuestros lobos. Me irritaba no olerlo, aunque tampoco captaba a Paul o a Jared, lo que me hizo preguntarme donde estaban cuando ya habíamos cruzado l que se suponía que era el territorio de la Push. Y digo se suponía, porque habíamos borrado esas líneas desde la imprimación de mi hermano.

¿Dónde demonios se han metido?, le pregunté a Jacob, quien corría a mi lado.

No tengo ni idea, pero esto no me gusta nada.

Capté ruido hacia el norte, el mismo que hacen las patas al correr. Era un lobo, de eso no había duda. Jacob lo captó y ambos corrimos hacia allí, buscando el olor. Este no tardó en llegar a nosotros, y aunque no era el que buscábamos, nos servía igual. Era Embry, quien nos había notado y había salido de su área para saber si algo iba mal.

¿Chicos? ¿Qué hacéis aquí?, preguntó confundido, mientras llegábamos a una especie de claro. ¿No ibais a estar con Nessie todo el día?

Cambio de planes, farfullé.

¡Liz! ¡Jake!, era Quil, ¿Qué hacéis por aquí?

Eso mismo le estaba preguntando yo, memo, le bufó Embry.

Lo siento, lo siento.

Chicos, ¿sabéis donde está Sam?, pregunté, frenando sus peleas.

¿Sam? No, no sé nada de él desde medianoche, respondió Embry.

Quil bajó el morro y rascó la tierra con una pata con gesto ausente. Eso hizo que lo mirase con los ojos entrecerrados.

Quil…

¡No sé nada!, gimoteó entre dientes. ¡No me mires así, Liz! Me da mal rollo.

Esto es serio, Quil, replicó Jacob, irritado. Necesitamos hablar con Sam.

¡Lizzie!

¿Joe?

¡Encontré a Sam!

Los cuatro nos miramos, para luego salir corriendo en la dirección de la que provenían los pensamientos de mi hermano. Al correr hacia él, no tardamos demasiado en notar los aromas de Leah y Seth, como me esperaba, aunque luego captamos más. El de Sam, Paul y Jared, quienes apestaban un poco a ansiedad.

Me fijé en que el gran lobo negro tenía algo debajo de una pata, algo blanco. Parecía una hoja de papel, como la de un libro o una libreta. No podía ver que estaba escrito, pues la zarpa de Sam la tapaba por completo.

¿Qué estás liando ya, Uley?, cuestioné.

Tengo que hablar contigo, con vosotros, giró la cabeza hacia Embry. ¿Sabes dónde están Collin y Brady?

Ni idea, deben de haberse quedado fritos en forma humana.

¿Qué ocurre, Sam?, preguntó Jacob, perdiendo la paciencia.

Justo después de medianoche, Alice y Jasper vinieron y pidieron permiso para cruzar nuestras tierras hasta el océano. Les concedimos el permiso y yo mismo los escolté hasta la costa. Entonces se metieron en el agua y no han regresado desde entonces. Mientras viajábamos, Alice me dijo que era de suma importancia que lo supieras, Liz, y que teníamos que hablar con los Cullen. Me dijo que le diera esta nota. Y que la obedeciera como si todas nuestras vidas dependieran de ello.

Me quedé helada luego de escuchar a Sam.
¿Alice y Jasper se habían ido?

¿Habían dejado a los Cullen?

¿Así de simple?

¿Chicos?, nos llamó Embry, pero ni Jacob, ni Seth ni yo le contestamos.

Incluso Leah y mi hermano se habían quedado mudos.

¿Qué pone la nota?, pregunté.

Sam apartó la zarpa, dejándonos ver la reconocible caligrafía de Alice.

“No tratéis de encontrarnos, no hay tiempo que perder. Recordad: Tanya, Siobban, Amun, Alistar y todos los nómadas que podáis hallar. Nosotros buscaremos a Peter y Charlotte de camino. Sentimos muchísimo dejaros de esta manera, sin despedida ni explicaciones, pero es el único modo de hacerlo. Os queremos”

Volví a quedarme paralizada en silencio, salvo por el sonido de nuestros corazones y respiraciones.

¿Está todo así de peligroso?, preguntó Sam.

, musitó mi hermano.

¿Tanto como para abandonar a tu familia?, preguntó de nuevo.

Ni siquiera Edward, que puede leer la mente, sabe que es lo vio, señalé, intentando que mis conexiones internas conectaran de nuevo.  Alice no es cobarde ni insensible. Tuvo que ver algo que la hiciera pensar un plan tan… extraño.

Supongo que los Cullen trataran de mantenernos fuera, ¿no?, ironizó Paul.

Lo intentaron, señaló Jacob.

Por supuesto en vano, pinchó Seth.

No vamos a huir, ¿no?, inquirió Embry.

No, no podemos, farfullé, todavía un poco ida. Aún sin que Nessie no fuera la impronta de mi hermano, no podríamos ignorar algo de ese calibre.

¿Algo de ese calibre? ¿A qué te refieres?, preguntó Sam.

Miré a Jacob, quien parecía algo confundido.

¿Cuánto sabéis del mundo de los chupasangres?, ayudó mi hermano, con tono algo sombrío.

De los que están en Italia, aclaró Leah, sorprendiéndolos.

Espera, espera, espera, jadeó Jared.

¿Los Vulturis?, Sam ahora parecía sorprendido de verdad.

Sí, vienen todos. Los tres reyes, toda la guardia y hasta las esposas.

Billy y Frank siempre han dicho que las esposas nunca abandonan Italia, señaló Quil, entre sorprendido y asustado.

Y no se equivocan, masculló Jacob, los Cullen también han dicho lo mismo.

¿Pero por qué vienen? Siempre creí que los Cullen eran de los más… civilizados, dudó Sam.

¿Os acordáis del vampiro de rastas que matamos para salvar a Bella?, cuestionó Jacob, trayendo a las mentes el recuerdo. Tenía algo con una de las vampiras a las que los Cullen consideran familia. Ella iba a venir para disculparse con ellos pero vio...

Vio a Renesmee cogiendo copos de nieve, gimoteó mi hermano.

Seth se colocó a su lado y Joe se apoyó en su costado.

No veo lo malo, masculló Paul.

Cogiendo copos saltando más de tres metros, aclaró mi hermano.

Los Denali perdieron a su madre por un niño inmortal, así que cuando ella vio a Renesmee, pensó que era uno de ellos, expliqué con un nudo en la garganta. Los niños inmortales se quedan estancados en la edad a la que son mordidos, y no entienden de instrucciones. Una de sus rabietas puede destrozar una aldea entera.

Pero Renesmee no es así, farfulló Embry, incluso nosotros hemos podido ver sus cambios.

No creo que los italianos vengan a charlar sobre eso, musitó Jared.

No, semejante batallón no viene a una charla, razonó Sam, y su mirada se ensombreció. Supongo que les has dicho que estamos dentro, ¿no, Liz?

Sí, y no les hace demasiada gracia, respondí.

Tienen la esperanza de que simplemente sea suficiente con una exposición de testigos, aclaró Jacob.

Eso también lo podemos hacer, señaló Sam, aunque no le caigamos demasiado bien.

Nos confunden, aportó Seth, con los Hijos de la Noche. Quizás si les mostramos que no somos dependientes, se puedan largar sin más.

Sí, puede, admití, resoplando. Pero debemos tener en cuenta que las cosas se pueden torcer en algún momento. No me enfadaré si alguno sale pitando en ese momento.

Nosotros no somos de los que huyen, resopló Paul.

No, pero será mucho peor que la batalla contra el ejército de neófitos, señaló Jacob, casi chirriando los dientes ante el recuerdo. No tenemos demasiada información, pero la guardia de los Vulturis tienen dones. Seguramente sean ofensivos.

Trataremos de recabar más información, solo por si se da el caso de que tengamos que usar los dientes, bromeé, logrando que alguno se riera entre dientes. Y tengo la esperanza de que alguno de los testigos de los Cullen también tengan alguno útil.

A todo esto, ¿A dónde ibais con tanta prisa?, preguntó Embry.

A llamar a Saleba, suspiré. La necesitamos casi tanto como cuando curó a mi hermano. Espero que no se enfade…

No lo creo, parecía comprensiva, opinó Jared.

Asentí con la cabeza con gesto ausente. Todavía no me hacía demasiada gracia tener que llamarla, pero se estaban acumulando los problemas. Primero el batallón de los Vulturis y luego mis ojos rojos. Era demasiado para mí.

Llevadle la nota a los Cullen, indiqué, luego de estar en silencio. Nosotros iremos a llamarla.

Si necesitáis ayuda, ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Sí, Seth, Leah, recorred el perímetro… solo por si acaso.

Ambos asintieron con la cabeza.

Te has vuelto toda una Alfa, se burló Embry.

Cierra el pico si no quieres que te lo cierre de un guantazo.

Se echó a reír entre dientes, por lo que rodé los ojos. Miré a Jacob para luego clavar las garras en la tierra y salir disparada de nuevo. Ya estaban todas las indicaciones dadas, ahora había que ponerse manos a la obra. Cada uno sabía que debía hacer, aunque luego cambiaran de parecer.

Como había dicho, no me iba a enfadar si alguno salía corriendo cuando las cosas con los Vulturis se pusieran chungas. Ellos no tenían por qué acabar sentenciados a muerte. Nosotros teníamos una atadura con los Cullen, no solo por la imprimación de mi hermano, sino porque Nessie era mi ahijada. Había prometido que no dejaría que nadie le hiciera daño, e iba a cumplir mi promesa.

Llegar a casa de mis padres nos llevó más tiempo del que pensábamos, puesto que habíamos perdido la práctica en correr largas distancias. Después de todo, el perímetro que habíamos dibujado alrededor de la casa de los Cullen no era precisamente amplio; simplemente el que una manada pequeña podía cubrir. Aunque, para nuestra suerte, mis padres estaban en el jardín, arreglando algunas plantas, cuando llegamos.

—¿Lizzie? ¿Jake? —papá parecía confundido. —¿Qué hacéis aquí?

Intercambié una mirada con Jacob.

¿Cómo nos íbamos a comunicar con ellos, teniendo en cuenta que nuestra ropa había quedado reducida a la nada?

—¿Podéis cambiar de fase para hablar? —insistió papá.

Di una vuelta sobre mí misma para enseñarle que no tenía ninguna prenda atada a ninguna de las dos patas traseras. Mamá parecía a punto de reírse por cómo estaba apretando los labios. Mi padre no parecía tan contento, pues tenía el ceño fruncido por encima de sus ojos marrones.

—Iré a por algo de ropa. —indicó mamá, desapareciendo en el interior de la casa.

—¿Qué os tengo dicho de entrar en fase con la ropa puesta? —nos regañó papá, con los brazos en jarras. —La ropa no nace de los árboles, niños, y tampoco el dinero.

Rodé los ojos y Jacob resopló a mi lado. Papá continuó echando sapos y culebras por la boca, regañándonos por ser partidarios del capitalismo del mundo, mientras podía escuchar la tenue risita de mi madre desde el interior de la casa. Él la ignoró, o se hizo el sordo, mientras caminaba por el jardín como si fuera alguna clase de animal salvaje encerrado.

Mamá apareció minutos después con dos pilas de ropa, cada una en una mano. Le dirigió una mirada divertida a mi padre, quien no se enteró, y nos dejó las telas delante. Posó una mano sobre mi cabeza y me miró con ternura, tanta que me dio ganas de echarme a llorar. Luego, hizo lo mismo con Jacob, quien trató de mantenerse lo más firme que pudo.

—Os esperamos dentro. —nos indicó, para luego tomar a mi padre del brazo y meterlo en casa.

Me reí entre dientes, para luego acercarme a la pila de ropa. La revolví con el morro, viendo que mi madre había sido lo suficientemente lista como para darme ropa que no importaba demasiado si se rompía o si no. La tomé entre los dientes, giré sobre mi eje y me metí entre los arbustos más altos que encontré, escuchando la risa lobuna de Jacob.

Cerré los ojos y me concentré en el fuego para cambiar de fase. Me estremecí, por pura inercia, cuando estuve sobre dos patas en vez de cuatro. Agarré la ropa y me la puse, para luego estirar los músculos. El vestido de color verde lima tenía casi tantos años como yo, por eso a mi madre no le dolía demasiado si lo hacía trizas. A pesar de ser tan viejo, se adaptaba perfectamente a mi cuerpo, algo que agradecía. Y un punto a favor, fue que pude estar descalza, algo que siempre me había gustado.

A Jacob le había dado unas bermudas vaqueras que debían de ser de mi padre cuando tenía nuestra edad. Tenían algunos rotos cerca de los bolsillos, y me pregunté si sería así de fábrica o si se los había hecho él en un intento de “ser guay”. Viniendo de mi padre, realmente me esperaba cualquier cosa.

Me acerqué a Jacob, quien se estaba peinando el pelo con una mano y llevaba unos segundos mirándome. Me sonrió levemente, aunque sus ojos negros brillaban con preocupación. Seguramente le preocupaba Nessie tanto como a mí, y es que era realmente inevitable que ambos nos hubiéramos encariñado de nuestra ahijada. Me rodeó con los brazos, para luego besarme. Duró menos de lo que me gustaría por estar mis padres cerca, pero menos era más.

—Espero con ansias el momento en el que el karma nos deje en paz. —comentó, mientras caminábamos hacia la casa.

Me reí entre dientes, mientras cruzábamos el umbral de la puerta trasera. Por el olor, supe que mis padres estaban sentado en el salón, por lo que nos dirigimos hacia allí. Al llegar, la televisión estaba encendida en cualquier canal de deportes y mi padre lo observaba con gesto aburrido. Al menos hasta que mi madre agarró el mando y la apagó, causando sus quejas.

—¿Qué ocurre? —nos preguntó mamá, ignorando a mi padre. —Nos sorprende que hayáis venido así sin más.

—Tenemos problemas. —farfullé, mirando la alfombra. —No solo nosotros, creo… que se puede decir que todo Forks los tiene.

—¿Qué ha pasado?

—Alice ha visto que los Vulturis vienen a por los Cullen. —soltó Jacob, con menos tacto del que debería.
Le pegué un codazo en las costillas, pero sabía que a veces la delicadeza no era lo suyo. Sin embargo, esta vez había venido muy bien, pues yo no habría sabido como decirlo de forma tan escueta.

—¿Los Vulturis? —el rostro de mi madre se llenó de preocupación. —Pero si la familia Cullen es una de las más decentes en cuanto a vampiros.

—Vienen todos: Aro, Cayo, Marco, toda la guardia, e incluso las esposas.
—Eso es… —papá había palidecido varios tonos. —Eso es imposible. Las esposas jamás abandonan la torre.

—¿De que acusan a los Cullen? —preguntó mamá.

—Estamos seguros de que los acusan de crear un niño inmortal, Nessie. —murmuré entre dientes, apretando los puños con fuerza. —Una de sus primas de Denali iba a venir a pedirles disculpas por su comportamiento en la boda de Bella y Edward cuando… vio a Nessie cogiendo copos de nieve.

—La madre de los Denali creó un niño inmortal, y pagó el precio. —siguió Jacob, mientras me acariciaba la espalda de arriba abajo. —Por eso ella fue a ver a los Vulturis, para enseñarles lo que había visto.

—Así vienen en plan batallón…—suspiró papá, cerrando los ojos unos segundos.

—Los Cullen van a pedirles a sus amigos que vengan como una especie de exposición de testigos. —continué explicando, algo sorprendida de no ahogarme con mi propia saliva. —No quieren condenar a muerte a ninguno, pero creo que Edward y Carlisle son conscientes de que si se lo piden, y son tan amigos como dicen, ellos acabarán por aceptar. Al menos, eso creo yo… en cuanto conozcan a Nessie…

—Es imposible que alguien quiera destruir a esa niña…—musitó mamá, con la voz rota. —Es un encanto de niña.

—Lo sabemos, pero hay vampiros que no son tan… apegados a la vida humana como lo son los Cullen. Por eso esto es tan peligroso…—hice una mueca. —No sabemos cómo reaccionarán contra Nessie… y por eso no podemos alejarnos de ella mucho tiempo. Cuando empiecen a llegar los testigos… bueno, Nessie nos necesitará.

—No creo que solo hayáis venido a contarnos eso…—señaló papá, mirándonos con los ojos entrecerrados. —Hay algo más, lo veo en vuestros ojos.

Intercambié una mirada con Jacob, llena de ansiedad. ¿Cómo iba a decirles a mis padres que era un fenómeno? A parte de ser Alfa, también me tocaba ser un bicho raro. Todo en un pack, como en una de esas películas malas en las que la sangre sale a chorros, como si fuera una manguera.

—Hay algo mal con Lizzie…—masculló Jacob.

Quizás no debería haber escogido esas palabras, puesto que el rostro de papá se llenó de furia. Sus ojos oscuros comenzaron a chispear como si tuviera rayos dentro.

—¡¿Estás embarazada?! —chilló.

—¿Qué? ¡No! —que yo sepa, pensé, pero no lo dije por mi orgullo. —¿Por qué siempre piensas que estoy embarazada?

—¡Por qué sé lo que es estar imprimado! —gruñó con cara de pocos amigos. —Y ahora no me vengáis a decir que vosotros sois unos santos y blablablá.

—Frank. —lo detuvo mamá. —Deja que hablen y olvídate de tus acusaciones precipitadas.
Papá la miró ofendido, pero ella no
le hizo ni caso. No le quedó más remedio que resoplar, cruzarse de brazos e hinchar las mejillas como si fuera un niño pequeño. No, ni siquiera Nessie hacía esas cosas, y era mucho más joven que él.

—Durante unos minutos…—vacilé, mirando a Jake para buscar apoyo. Él me sonrió y asintió. —… según parece, mis ojos estuvieron rojos.

—¿Rojos? —papá frunció el ceño con confusión. —¿Cómo rojos?

—Como los de Bella. —aclaró Jacob.

Ambos se quedaron en silencio, cada uno mirando hacia un lado. Papá miraba hacia la estantería que teníamos detrás, mientras que mamá tenía la mirada clavada en la mesita del centro. Me removí algo incómoda, apoyándome en Jacob, quien no dudó un segundo en rodearme con un brazo.

—Me suena de algo…—masculló papá, para luego frotarse las sienes. —¡Agh! Pero no consigo acordarme.

—Frank—mamá pareció dudar. —, quizás sea mejor llamarla de nuevo.

Estaba claro que ambos se referían a Saleba, no había nadie más de la que pudieran hablar con aquellas expresiones tan sombrías. Seguramente a ninguno de los dos no se les hacía demasiada gracia volver a molestar a una bruja de sangre pura, quien seguramente tenía muchas cosas mejores que hacer que estar ayudándonos todo el rato.

—¿Tu abuela te ha dicho algo? —preguntó papá.

—Desde antes de curar a Joe no se me ha aparecido más veces. —respondí, soltando un suspiro. —Pensé que lo haría después de que Joe se imprimara de Nessie, pero… no lo hizo.

Papá asintió, ahora con gesto ausente. Mamá colocó una mano en su rodilla, llamando su atención. Intercambiaron una larga mirada, como si estuvieran discutiendo mentalmente. Luego de unos segundos, papá suspiró en forma de rendición, mientras una pequeña sonrisa se formaba en los labios de mamá.

—Está bien… entonces la llamaremos. —aceptó papá.

—De hecho—intervine, haciendo que ambos me mirasen. —, hemos venido a eso. A llamarla.

—No, cariño. —mamá negó con la cabeza. —Es mejor que vosotros volváis con los Cullen, por si Bella o Nessie os necesitan.

Papá asintió.

—Nosotros llamaremos a Saleba.
—¿Estás seguro de que querrá hablar contigo? —cuestionó Jacob, alzando una ceja.

—No tengo ni idea de que insinúas, pero ten cuidado, jovencito. —papá lo apuntó con un dedo, mientras lo miraba serio. —Domino artes marciales.

Mamá rodó los ojos de forma exagerada, mientras yo apretaba los labios para no echarme a reír. Jacob parecía intentar retener su risa, pero su rostro lo delataba completamente. La diversión estaba escrita en su frente con rotulador y en mayúsculas.

—Volved con los Cullen. —nos indicó mamá. —Nosotros nos encargamos.

Holii :D

Os dejo este capítulo más relajado, porque los siguientes son bastante intensos. Sabréis lo que pasa con Lizzie y todo lo que eso supone en el problema de los Vulturis.

Estuve leyendo vuestras teorías en el capítulo anterior, y puedo decir que hay algunas que se acercan un poco.

Pero no digo más.

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Nada más por mi parte, pero...

¡Nos leemos en comentarios!

PD: El próximo capitulo será el viernes sobre las 22pm (hora europea).

~I 👑

|Publicado|: 17/08/2021

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