Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

21


————————

CAPÍTULO VEINTIUNO
Problemas, problemas y más problemas

————————

Cuando quisimos darnos cuenta, los tres primeros meses pasaron. El aspecto que tendría el hilo del destino en el telar de las Parcas iba tomando mejor pinta. Las hebras de la familia, amigos y vecinos se entretejían hasta formar un tapiz hermoso, deslumbrante, compuesto por sus propios y brillantes colores de complemento.

En concreto, mi mente pensaba en el telar de Bella. Había algunas hilazas que habían terminado por incluir en su vida. Un ejemplo, éramos nosotros, los licántropos. Por supuesto, Jacob, Seth, Joe o yo misma sí que se los esperaba, pero no otros viejos amigos como Quil y Embry, que acabaron de convertirse en parte de la tela cuando vinieron a nuestro lado. Incluso Sam y Emily terminaron por mostrar cierta cordialidad.

Las tensiones entre todas las familias se redujeron en buena parte gracias a Renesmee. Era un ser demasiado adorable como para llegar a odiarla.

Del mismo modo, se entrelazaron las vidas de Sue y Leah Clearwater, otras que seguramente mi amiga no había previsto. Sue parecía haber tomado sobre sus hombros la tarea de suavizar la transición de Charlie hacia el mundo de fantasía. Solía acompañarle a casa de los Cullen la mayor parte de los días, aunque en realidad nunca pareció cómoda con el comportamiento de su hijo en particular y de la manada en general. No tenía por costumbre hablar, y se limitaba a merodear en torno a Charlie con ademán protector. Ella era la primera persona a la que él miraba cuando la niña hacía algo inquietante, demasiado avanzado para su edad, lo cual sucedía a menudo. En respuesta, Sue dirigía una mirada significativa a Seth como si dijera: << Vale, tendrás que contarme a qué se debe esto>>.

Leah era la única que se mostraba algo reacia a que todos nos fusionásemos en una misma familia. Pese a eso, se quedaba en donde estaba, con cara de pocos amigos y sin decir ni una sola palabra. Bella me había preguntado en una ocasión por qué no se largaba, y la respuesta era muy obvia.

<<Su lobo interior está en tensión por si algo nos pasa a Jake o a mí>>, le había explicado, mientras peinaba los rizos de Renesmee. << Es un acto reflejo. Una casa llena de vampiros y los lobos Alfa por el medio… es normal que esté tensa>>.

Mis padres también habían entrado en la ecuación. Mi padre estaba realmente entusiasmado con conocer a Carlisle oficialmente, pues mi abuela le había hablado mucho de él antes de morir. Ambos compartían muchas cosas sin llegar a darse cuenta de ello, haciendo que olvidasen sus diferencias más obvias. No eran un vampiro y un licántropo con sangre de Alfa, sino dos hombres.

Lo mismo pasaba con mi madre y Esme. Ambas portaban esa aura de calidez maternal que tanto nos gustaba a los demás. Además, como nosotros estábamos mucho por allí y Nessie tenía una parte humana, Esme le había pedido a mi madre que le enseñara a cocinar más platos. Obviamente aquello fue como darle un premio a un niño pequeño, y mi madre se mostró más que encantada. Era realmente increíble verlas revolotear por la cocina, y simplemente hablando de decoración. Parecían amigas de hacía años.

Sin embargo, había un punto débil en esa alegría. El tiempo.

Renesmee pronunció su palabra justo cuando tuvo una semana de edad. La palabra fue <<mami>>, y aunque debería haber puesto a Bella de lo más feliz, lo cierto era que los progresos de la niña la aterrorizaban. Y no ayudó el hecho de que le siguiera su primera frase, sin pararse ni siquiera a respirar.

—¿Dónde está el abuelito, mami?

A mí por poco me había dado un infarto, pues su segunda frase había ido en mi dirección. Se me había quedado mirando y luego había sonreído. <<Tía Lizzie, ¿me peinas?>>, me había preguntado. Por poco Jacob me había tenido que pegar un codazo para que reaccionara. No sabía que me había impactado más, si su voz clara y aguda de soprano, como me había llamado o el hecho de que me hubiera hecho una pregunta con tanta naturalidad.

Algo parecido ocurrió cuando caminó por primera vez, poco más de tres semanas después. Se había quedado mirando a Alice durante un buen rato, observándola con interés mientras su tía arreglaba ramos de flores en los jarrones dispersos por la habitación, bailoteando de un lado para otro con los brazos llenos de flores. La niña se puso de pie, sin tambalearse lo más mínimo, y cruzó la habitación con casi la misma gracia.

Joe había estallado en aplausos, porque esa era claramente la reacción deseada por Renesmee. La manera en la que él estaba vinculado a ella convertía sus propias reacciones en algo secundario; su primer acto reflejo era siempre darle a la niña cualquier cosa que necesitara, pero luego, sus ojos reflejaban el mismo pánico que los míos, los de Jacob o los de Bella y Edward. Lo imitamos y también aplaudimos en un intento de esconder el pavor, para que ella no lo percibiera.

Edward y Carlisle se sumergieron en una investigación dirigida a obtener todo tipo de respuestas, con el fin de saber que era lo que podíamos esperar. No había mucho que pudiera encontrarse y nada que confirmar.

Alice y Rosalie comenzaban el día con un desfile de modas. Renesmee nunca se ponía lo mismo dos veces, en parte porque las ropas rápidamente se le quedaban pequeñas y en parte porque Alice y Rosalie querían crear un álbum de fotos que diera la impresión de reflejar una infancia de varios años en vez de semanas. Para ello, tomaban miles de fotografías, documentando cada fase de su acelerado crecimiento.

A los tres meses, Renesmee mostraba el aspecto de un niño grande de un año o de uno pequeño de dos. No tenía las formas propias de un niño de esa edad, pues era más esbelta y graciosa y guardaba unas proporciones más equilibradas, como las de un adulto. Sus tirabuzones de color bronce le llegaban hasta la cintura y no podía soportar la idea de cortárselos, aunque Alice lo hubiera permitido, que no era el caso. Renesmee era capaz de hablar con una entonación y una gramática impecables, pero rara vez se molestaba en emplearlas, porque prefería simplemente mostrarle a la gente lo que quería. No solo andaba, sino que también corría y bailaba, e incluso sabía leer.

Según los cálculos de Carlisle, el crecimiento de su cuerpo iba disminuyendo de forma paulatina, aunque su mente continuaba su prodigioso salto hacia delante. Sería una adulta en menos de cuatro años, incluso aunque fuera a más el ratio de decrecimiento. Cuatro años. Y una anciana a los quince. Eso era lo que Bella pensaba, pero yo me negaba. Renesmee era tan sana, vital, brillante, deslumbrante y feliz que me costaba pensar que fuera a tener tan pocos años de vida.

Carlisle y Edward habían investigado ya todo lo que podían a distancia y ahora estaban preparando para seguir las viejas leyendas en sus mismas fuentes. Iban a regresar a Brasil, y empezar allí mismo. Los ticunas tenían leyendas sobre niños como Renesmee, y si habían existido otros como ella, quizás quedara algún cuento sobre el ciclo vital de estos niños semimortales…

Aunque nunca vi venir el drama tan rápido. Salir con Renesmee a cazar era de lo más entretenido, para ser honestos. Ella era mucho más rápida de lo que aparentaba, y escuchar a mi hermano quejarse por eso era demasiado para mí. Realmente no era capaz de controlar mis risas, mucho menos Jacob o Seth. Y a ellas se sumaban las de Bella y la propia Renesmee, tan cantarinas y musicales que hacían olvidar a todo el mundo que crecía demasiado deprisa.

Aquel día, no había ido con ellas de caza, ni Jacob. Edward se había puesto en un modo insoportable de que debíamos seguir estudiando a pesar de estar con Renesmee. No hubo manera de replicar, pues Alice podía ver ciertas cosas de mi futuro, luego de que Saleba hubiera confesado el secreto. Por lo que, de vez en cuando, cuando Renesmee leía o algo por el estilo, teníamos la vigilancia del lector de mentes para asegurarse de que hacíamos algo útil con nuestro tiempo libre.

Todos estábamos en el salón de los Cullen. Renesmee estaba tocando el piano con su padre, mientras me leía uno de los libros que Rosalie prácticamente me había tirado a la cabeza. Con la cabeza apoyada en el pecho de Jacob, quien estaba leyendo un manual de mecánica que Emmet le había dejado. Por eso no prestamos atención a lo demás, al menos no hasta que escuchamos como un jarrón se rompía en miles de trocitos. Hacía pocos segundos que Alice lo tenía entre las manos.

Al instante, todos los pares de ojos volaron a la tensa espalda de Alice. Sus ojos estaban en parte aquí y en parte perdidos en el futuro, dilatados, fijos, llenando de tal modo su rostro delgado que parecía que se le iban a salir. Mirarla a los ojos era como asomarse desde el interior de una tumba hacia fuera.

Escuché jadear a Edward. Un sonido roto, medio ahogado.

—¿Qué? —rugió Jasper, saltando a su lado en un movimiento borroso por su rapidez, aplastando los cristales rotos bajo sus pies. La agarró de los hombros y la sacudió con fuerza. Ella pareció balancearse en silencio entre sus manos. —¿Qué es, Alice?

Emmet se movió, con los dientes al descubierto, mientras sus ojos se precipitaban hacia la ventana, anticipando un ataque.

No hubo más que silencio procedente de Esme, Carlisle y Rosalie, quienes se habían quedado tan paralizados como Bella.

Jasper sacudió de nuevo a Alice.

—¿Qué pasa?

—Vienen a por nosotros—susurraron Alice y Edward a la vez, sincronizados de forma perfecta. —, y acuden todos.

Silencio.

Por puro instinto, mi mirada voló a Bella. Ella parecía ser la más rápida de todos en procesar la información, lo supe por el cambio en su mirada. Miró a Renesmee como si quisiera apresarla en sus brazos, esconderla detrás de su piel y hacerla invisible.

—Los Vulturis. —gimió Alice.

—Vienen todos. —gimió Edward, casi al mismo tiempo.

—¿Por qué? —susurró Alice, más para ella que para nosotros. —¿Cómo?

—¿Cuándo? —preguntó Edward con un hilo de voz.

—¿Por qué? —inquirió Esme a su vez, como si fuera un eco.

—¿Cuándo? —insistió Jasper, con un gruñido que sonó igual que el hielo al astillarse.

Los ojos de Alice no pestañearon, pero fue como si un velo los hubiera cubierto, quedaron completamente inexpresivos. Solo su boca mantenía aquella expresión horrorizada.

—No tardarán mucho. —replicaron Alice y Edward a la vez. Luego, ella habló sola. —Hay nieve en el bosque y en la ciudad. En poco más de un mes.

—¿Por qué? —Carlisle fue el que preguntó esta vez.

Esme contestó.

—Ha de haber alguna razón. Quizás si pudiéramos…

—No tiene nada que ver con Bella. —repuso Alice con la voz cavernosa. —Vienen todos: Aro, Cayo, Marco, todos los miembros de su guardia, incluso sus esposas.

—Ellas nunca abandonan la torre. —le contradijo Jasper, con voz monótona. —Jamás, ni siquiera durante los años de la rebelión del sur. Ni cuando los vampiros rumanos intentaron derrocarlos. Ni cuando fueron a cazar a los niños inmortales.

—Pues ahora sí vienen. —murmuró Edward.

—Pero, ¿por qué? —repitió Carlisle de nuevo. —¡No hemos hecho nada! Y si lo hemos hecho, ¿Qué puede ser que justifique todo eso?

—Somos tantos—respondió Edward, desanimado. —, que querrán asegurarse de que…—no terminó la frase.

—¡Eso no explica la cuestión crucial! ¿Por qué?

Apreté los labios en una línea. El inicio de la conversación mientras leía giraba en torno a su prima de Denali, Irina o algo así. ¿Cómo narices había acabado con una visión sobre los Vulturis viniendo como si fueran bolas de demolición?

—Ve hacia atrás, Alice—le suplicó Jasper. —, busca lo que ha ocasionado esto, busca.

La interpelada sacudió lentamente la cabeza, con los hombros hundidos.

—Ha venido de la nada, Jazz. No les estaba buscando a ellos, ni siquiera a nosotros, sólo rastreaba a Irina. Ella no estaba donde yo esperaba que estuviera…—la voz de Alice se desvaneció, con los ojos perdidos de nuevo. Se quedó mirando a la nada durante un segundo largo.

Y entonces, alzó la cabeza con brusquedad, los ojos tan duros como el pedernal. Escuché como Edward contenía el aliento.

—Ella decidió dirigirse a ellos—nos informó Alice. —, Irina acudió a los Vulturis. Y entonces ellos resolvieron… Es como si la hubiesen estado esperando. Como si ya hubieran tomado la decisión, y solo aguardaran por ella…

Se hizo el silencio de nuevo mientras dirigíamos la información. ¿Qué demonios les habría dicho Irina a los Vulturis que diera lugar a la visión atroz de Alice?

—¿Podemos detenerla? —preguntó Jasper.

—No hay forma. Ya casi ha llegado.

Dejé de escuchar, concentrada en el rostro de Bella. Se iba deformando poco a poco, conforme iba pensando algo con detenimiento. Fruncí el ceño cuando la vi arrojarse sobre el ahora cuerpo dormido, cubriéndola con su cuerpo, enterando su rostro en sus rizos. Y no necesité mucho más para pensar lo mismo que ella.

—Pensad en lo que ella vio aquella tarde—exclamó en voz baja, interrumpiendo lo que fuera que Emmet había empezado a decir. —¿Qué le parecería Renesmee a alguien que hubiera perdido a su madre debido a los niños inmortales?

Todos volvieron a quedar en silencio cuando comprendieron lo que ella ya había adivinado. Y mi hipótesis se confirmó con un estallido en mi mente.

—Un niño inmortal. —susurró Carlisle.

Edward se arrodilló a su lado y las cubrió a ambas con un abrazo.

—Pero está equivocada—continuó Bella. —, Renesmee no es como los otros niños. El crecimiento de ellos se había detenido, pero ella es justo lo contrario. Ellos estaban fuera de control, pero ella jamás ha hecho daño a Charlie, Sue, ni les muestra cosas que puedan alterarlos.

Renesmee es capaz de controlarse, de hecho lo hace bastante mejor que muchos adultos. No habría razón…
Continuó parloteando a la espera de que alguno de los vampiros exhalara con alivio, confiando que aquella tensión helada que flotaba en la habitación se relajara, pero solo se volvía cada vez más fría. Incluso su voz débil terminó por desvanecerse.
Nadie habló durante un buen rato.

Y entonces, Edward susurró.

—Está no es la clase de crimen por la cual ellos hacen un juicio, amor. —le dijo en voz baja. —Aro verá la prueba de Irina en sus pensamientos. Ellos vendrán a destruir, no a razonar.

—Pero están equivocados. —insistió con terquedad.

—No esperan a que se lo demostremos.

La voz de Edward era tranquila, dulce, como terciopelo… y aun así el dolor y la desolación eran perfectamente distinguibles en el sonido. Su voz era como los ojos de Alice antes, como el interior de una tumba.

Fruncí el ceño con molestia, mientras notaba como me temblaban las manos. Jacob me miró con algo de alarma, puesto que yo nunca perdía el control sobre mí misma. Pero solo pensarlo… que en un mes, esos estúpidos chupasangres querrían acabar con Nessie… con la única parte hermosa de toda la telaraña de mierda…

—¿Y qué podemos hacer nosotros? —gruñí, con voz mucho más ronca de lo normal.

Noté las miradas de algunos sobre mí, pero la mía estaba centrada en Edward. En un Edward inmóvil y que parecía que se había quedado mudo.

Fue Emmet el que respondió.

—Lucharemos. —dijo con calma.

—No podemos ganar. —gruñó Jasper.

—Bueno, tampoco podemos huir. No con Demetri alrededor—Emmet hizo un ruido de disgusto, y supe de forma instintiva que no le molestaba la idea de enfrentarse al rastreador de los Vulturis, sino la de escapar. —Y no sé por qué no podemos ganar —insistió. —, hay unas cuantas opciones que considerar. No tenemos por qué luchar solos.

La cabeza de Bella se alzó con brusquedad.

—¡No tenemos por qué sentenciar a los quileute a muerte, Emmet!

—¿Podrías no hablar en nuestro nombre por nosotros, Bella? —inquirí entre dientes, mientras apretaba las manos en puños. Seguían temblando, a pesar de que tenía la mano de Jacob en mi espalda baja. —Sé realista. ¿Crees que podemos hacer la vista gorda ante una invasión de ese calibre, aun si no tuviera nada que ver con Nessie? Abre los ojos, Bella, no somos niños, somos espíritus protectores. —un gruñido de advertencia salió desde el fondo de mi pecho, haciendo que ella diera un brinco. —Nessie tiene una parte humana, así que se le incluye en nuestra protección. Además de que, por si lo habías olvidado, es impronta de uno de los nuestros. Tanto si la decisión es luchar como si es la de estar como pasmarotes, no decides por nosotros.

—¿Lo ves? —Emmet parecía como si anda. Incluso parecía que la idea de un enfrentamiento lo excitaba. —Hasta que Liz lo ha dicho ni siquiera estaba pensando en que lucharan, pero tiene razón. A lo que iba… estaba pensando en otros amigos.

Carlisle susurró.

—Otros amigos a los que no tenemos por qué sentenciar a muerte.

—Vale, pues dejémosles que ellos decidan. —sugirió Emmet, con tono implacable. —No digo que tengan que luchar con nosotros—me miró de reojo cuando rechiné los dientes. —. Si tan solo se mantuvieran a nuestro lado, justo lo suficiente para hacer dudar a los Vulturis… Después de todo, Bella tiene razón. Tal vez bastara con que fuéramos capaces de obligarles a hacer un alto y escucharnos, quizá eso nos permitiera demostrar que no hay motivo alguno para combatir…

Había un asomo de sonrisa en el rostro de Emmet. Me sorprendía que nadie les hubiera golpeado a estas alturas.

—Si. —convino Esme con rapidez. —Eso tiene sentido, Emmet. Todo lo que necesitamos es que los Vulturis se detengan un momento, lo suficiente para escuchar.

—Lo que necesitamos es algo así como una exposición de testigos. —replicó Rosalie con dureza, la voz tan quebradiza como el cristal.

Esme asintió, de acuerdo con sus palabras. Era como si no hubiera percibido el sarcasmo en el tono de voz de Rosalie.

—Eso sí es algo que podemos pedirles a nuestros amigos, solo que actúen como testigos.

—Nosotros lo haríamos por ellos. —añadió Emmet.

—Deberíamos explicárselo de la manera correcta. —murmuró Alice. En sus ojos se abrió de nuevo un oscuro vacío. —Tendríamos que demostrárselo con mucho cuidado.

—¿Demostrárselo? —preguntó Jasper.

Ambos, Alice y Jasper, miraron a Renesmee. Los ojos de Alice se vidriaron de nuevo.

—La familia de Tanya. —dijo ella. —El aquelarre de Siobban y el de Amun. Algunos de los nómadas…. Garret y Mary, seguro. Quizás también Alistair.

—¿Y qué te parece Peter y Charlotte? —preguntó Jasper, algo temeroso, como si esperara que la respuesta fuera <<no>> y le pudiera ahorrar a su viejo hermano la carnicería.

—Quizás.

—¿Y qué me decís de las del Amazonas? —preguntó Carlisle. —¿Kachiri, Zafrina y Senna?

Alice parecía estar totalmente sumergida en su visión como para contestar al principio, pero al final se estremeció y sus ojos se movieron para volver al presente. Se encontró durante una centésima de segundo con la mirada de Carlisle, y después la bajó.

—No puedo ver más.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Edward. Su susurro se había convertido en una exigencia. —¿Vamos a ir a buscarlas a esa parte en la jungla?

—No puedo ver más. —repitió Alice, sin encontrarse con sus ojos y un relámpago de confusión recorrió el rostro de Edward. —Debemos separarnos y apresurarnos antes de que la nieve caiga al suelo. Hay que dar una vuelta por ahí, encontrar al mayor número posible de aliados y traerlos para enseñarles. —y declaró de nuevo. —Ah, pregunta a Eleazar. Aquí hay mucho más que el asunto de un niño inmortal.

El silencio se hizo ominoso durante otro buen rato mientras Alice volvía a estar en trance. Pestañeó con lentitud cuando se le pasó, los ojos peculiarmente opacos a pesar de que se encontraba en el presente.

—Hay tanto trabajo pendiente, hemos de apresurarnos. —susurró ella.

—¿Alice? —preguntó Edward. —Eso fue demasiado rápido… No comprendo. ¿Qué fue…?

—¡No puedo ver más! —explotó ella, dirigiéndose a él.

Agarró la mano de Jasper y comenzó a arrastrarle hacia la puerta trasera.

—Mejor que me aleje también de Eli, Jacob y Nessie para ver mejor. Necesito irme. Necesito concentrarme de verdad y ver todo lo que sea posible. Tengo que rime. Vamos, Jasper, ¡no tenemos tiempo que perder!

Todos pudimos ver como Alice tiraba impaciente de la mano de Jasper. Él la siguió con rapidez, con la confusión reflejada en los ojos al igual que en los de Edward. Salieron disparados por la puerta hacia la noche plateada.

Me quedé mirando como mis puños temblaban, preguntándome que tripa se me había roto. Miré de reojo cuanta distancia había con Renesmee… no demasiada poca. No, no. Nunca había perdido el control y no iba a hacerlo cerca de ella. No me lo perdonaría en mi vida.

Me levanté de un salto, casi sin pensarlo. Seguía mirando mis puños, intentando calmarme. ¿Calmarme? ¿Cómo narices iba a hacerlo cuando una invasión de chupasangres locos se avecinaba? ¿Cómo iba a hacerlo cuando se iba a ir al carajo toda la tranquilidad que habíamos logrado?

—Lizzie…—me llamó Jacob, pero hice oídos sordos.

—Liz. —me llamó esta vez Bella.

Reaccioné, como si me hubieran pegado dos bofetadas, dando un paso hacia delante, alejándome del sofá. Las venas de las manos estaban comenzando a marcarse, y las de los brazos iban por el mismo camino. ¿Qué demonios me estaba pasando?

Escuché a Jacob levantarse, lo vi de reojo mirarme preocupado, pero volví a alejarme un paso. Cuando quise darme cuenta, estaba hiperventilando. Sentía una enorme mano apretándome los pulmones, privándome del aire. ¿Ahora iba a darme un ataque de pánico? ¿Era enserio?

—¿Qué le ocurre? —le preguntó Bella a Edward.

—No estoy seguro… su mente se ha vuelto un enorme lío de pensamientos… ¡Ay! —lo miré por encima del hombro al escucharlo quejarse. Tenía dos dedos en la sien y se la masajeaba. —Me acaba de… bloquear.

—¿Bloquear? —repitió Jacob.

—Ahora no soy capaz de leer nada. Es como… intentar leer una pared blanca. No dejo de chocarme contra ella…

Tomé varias bocanadas de aire, mientras ladeaba mi cuerpo para verlo. Parecía sorprendido, y sus ojos se abrieron más de la cuenta en cuanto me miró. Bella abrió la boca y Jake parecía tan sorprendido que se había quedado mudo.

—Tus ojos…—balbuceó Bella.

—¿Qué?

—Están rojos. —musitó Edward. —Como los de Bella.

Fruncí el ceño, para luego sentir un pinchazo en la cabeza. Gruñí, cerrando los ojos con fuerza, para luego abrirlos de nuevo. Las manos me seguían temblando, pero las venas ya no se marcaban.

—¿Qué demonios pasa conmigo? —musité, y se me quebró la voz.

Bella se levantó con cautela y dio un paso hacia mí. Mi cuerpo reaccionó solo, dando un salto hacia atrás.

—Liz…

—¡No! —la corté, apretando la mandíbula. —No te acerques. No quiero hacerte daño.

Cerré los ojos, intentando relajarme. Pero, ¿Cómo lo hacía? Ni siquiera sabía que me pasaba como para tener idea de lo que debía hacer para calmarme.

¿Dónde demonios estaba mi abuela cuando la necesitaba?

¿Por qué no me ayudaba?

¿Por qué no aparecía?

—Jake…—musitó Bella.

Se me abrieron los ojos de golpe. Me quedé estática, viendo a cámara lenta como Jacob se acercaba a mí. Abrí la boca para decirle que estuviera quieto, pero de entre mis labios sonó un sonido agudo, como el del gimoteo de un perro. Me dio un pinchazo en la cabeza que me hizo quejarme justo en el momento en el que Jake estaba a pocos centímetros.

La preocupación brillaba en sus bonitos ojos obsidiana, mientras recorría mi rostro, en busca de lo que fuera que iba mal. Se quedó más tiempo del normal mirándome a los ojos, mientras tragaba saliva. Esa era mi pista de que algo iba mal, de que seguían rojos como los de un neófito.

Pero, ¿por qué?

—Jake…—jadeé, medio advertencia, medio súplica.

Él hizo oídos sordos, colocando sus manos en mis brazos. Al instante, fue como una aspirina, como un bálsamo en la herida. Dejaron de temblarme las manos, dejé de notar los pinchazos en la cabeza. Solo notaba la calidez que emanaba del cuerpo de Jacob, escuchando el latido enérgico de su corazón.

Soltó una exclamación y no supe la razón hasta que estuve entre sus brazos. Aparentemente, mi centro de gravedad se había movido y casi había acabado en el suelo. Bella estuvo en un segundo a mi lado, colocando una de sus frías manos en mi hombro. El efecto fue inmediato, un siseo de frío salió de entre mis dientes apretados.

—Lizzie…—me llamó Jacob.

—Estoy bien…—musité, con la voz ronca. Lo repetí con la voz más clara: —Estoy bien.

—¿Intentando echarte una siestecita, Elisabeth? —se burló Emmet.

En otras circunstancias quizás me habría reído, quizás le habría hecho una peineta o me habría limitado a sacarle la lengua. Pero me limité al silencio, mientras le mantenía la mirada a Jacob.

—No es solo una siestecita, Emmet. —me defendió Bella, sonando dura. —Tiene los ojos rojos. Como los míos.

—Carlisle. —musitó Edward.

Una ráfaga de aire me indicó que el doctor se había movido. Lo supe cuando noté su fría mano en mi cara, mirándome a los ojos. La confusión le recorrió las facciones, mientras me miraba como si fuera un enigma. Una idea surcó su mente.

—Dime, Lizzie, ¿has estado en contacto con alguna bruja de sangre pura? —cuestionó con voz curiosa.

Por poco me atraganté con mi propia saliva, mientras Jacob afianzaba su agarre en mí. me apoyé en su cuerpo, mientras intentaba encontrarle sentido a aquella pregunta.

—Ay. —se quejó Edward, haciendo una mueca. —Esto es un suplicio.

—¿Sigues sin poder leerle la mente? —le preguntó Bella.

—Igual que a ti.

—Sí. —respondí a la pregunta de Carlisle, frunciendo el ceño. —Curó a mi hermano de la maldición de la tribu. ¿Por qué lo preguntas?

—Creo que deberías llamarla.

Abrí los ojos como platos. Negué de forma frenética, mientras me deshacía del agarre de Jacob. De forma inconsciente, caminé por la habitación, como si fuera un león enjaulado. Los pares de ojos me seguían.

—Lizzie…—intervino Jacob. —…puede que sea buena idea.

—Ah, ¿Acaso quieres que la tumbe en una fuente y se la ofrezca a los Vulturis? —escupí con sarcasmo, mientras chirriaba los dientes. —¿Olvidas lo que nos dijo de que les pasaba a las brujas como ella si los estúpidos italianos las atrapaban? Ella salvó a mi hermano.

—Lo sé, pero, ¿y si ella puede hacer algo para que los Vulturis vean que Nessie es buena?

Me quedé estática, y mi mirada voló a Ness. Estaba dormida, como si nada de aquello fuera con ella, cuando en verdad estaba en medio del huracán. Apreté los dientes, pensando en que no habría mejor baza que usar que la seguridad de mi ahijada. Jacob lo sabía, por eso lo había dicho.

—Chicos, no hace…—comenzó Bella.

—Ni se te ocurra acabar esa frase, Isabella. —gruñí, mi voz salió dura como el hielo. —Creo que te hice una promesa, ¿o me equivoco? —clavé mi mirada en la suya.

—Liz…

—¡Chsst! —la callé, para luego suspirar.

—No tenemos muchas más alternativas, —murmuró Jacob, mientras me tomaba por los hombros. —Ella lo entenderá. Sabe que nunca la pondríamos en peligro si no fuera de vida o muerte. Nos dijo que la llamáramos si la necesitábamos. —miró de reojo a Ness. —Y solo te escuchará a ti, lo sabes.

Un suspiro de rendición abandonó mis labios. Jacob tenía razón. Al igual que sabía que la habíamos llamado por mi hermano, sabía que solo la llamaríamos por alguien importante.

¿Y que había más importante que la seguridad de Ness?

—Está bien. —susurré, y mi voz se pareció al tono que antes había usado el lector de mentes. El interior de una tumba. —La llamaremos para que nos ayude contra la muerte.

Holiiii :D

Okay, no debería haberos dejado así... Lo sé, pero me gusta el drama y ver el mundo arder.

¿Qué creéis que pasa con Lizzie?

Leo vuestras teorías 👀

Se viene el momento más importante de Amanecer Parte 2. Lo que lían unos italianos por nada eh...

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Nada más por mi parte, pero...

¡Nos leemos en comentarios!

PD: el próximo capítulo será el martes sobre las 22 pm (hora europea)

~I 👑

|Publicado|: 15/08/2021

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro