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20.


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CAPÍTULO VEINTE
Prueba de fuego con Charlie

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—¡Ah, no! ¡Eso no, de ninguna manera! —Bella sacudió la cabeza furiosamente. Después, lanzó una mirada a la sonrisita de suficiencia que mostraba el rostro de su marido. —Eso no cuenta. Hace tres días que dejé de cumplir años y tendré diecinueve para siempre.

—Sea como sea —replicó Alice, despreciando la protesta con un rápido encogimiento de hombros. —, vamos a celebrarlo, ¿queda claro?

Bella suspiró y en cierto modo me compadecí de ella. Rara vez tenía algún sentido discutir con Alice, cuya sonrisa se agrandó hasta un punto que rayaba lo imposible cuando leyó la rendición en los ojos de la cumpleañera.

—¿Estás preparada para abrir tu regalo? —canturreó.

—Regalos. —la corrigió Edward, y sacó otra llave de su bolsillo, más larga y plateada, con un lazo azul menos aparatoso.

Era la llave de un coche. Uno deportivo.

Nada que ver con el estilo de Bella.

—El mío primero. —dijo Alice y le sacó la lengua.

—El mío está más cerca.

—Pero mira cómo va vestida. —las palabras de Alice casi sonaron como un gemido. —Estoy sufriendo desde que la vi por la mañana. Está claro que la mía es una cuestión prioritaria.

Apreté los labios en una línea para no volver a reírme. Jacob estaba con los labios en mi pelo, seguramente ocultando su sonrisa divertida.

—Ya sé que vamos a hacer... nos lo jugaremos —sugirió Alice—, a piedra, papel o tijeras.

Jasper se echó a reír entre dientes y Edward suspiró.

—¿Por qué no nos dices simplemente quien va a ganar? —inquirió él con ironía.

Alice mostró una sonrisa deslumbrante.

—Yo. Estupendo.

—De todas formas, será mejor que yo espere a mañana. —convino Edward, que primero le dedicó una sonrisa esquinada a Bella. Luego, giró la cabeza y asintió en nuestra dirección. —Creo que sería mucho más divertido si Joe estuviera despierto cuando se produzca la gran revelación, ¿no crees? Quizás así haya alguien que muestre el nivel adecuado de entusiasmo, aparte de Jacob.

Bella le devolvió la sonrisa.

—Hala. —canturreó Alice. —Bella, deja que Eli coja a Ness... a Renesmee.

—¿Dónde suele dormir?

Alice se encogió de hombros.

—En los brazos de Eli, los de Edward o los de Esme. Ya te puedes hacer una idea. No creo que se haya acostado en su vida. Se va a convertir en la semivampira más malcriada de la historia.

Edward se echó a reír mientras me acercaba a Renesmee y la cogía. Ella se acomodó entre mis brazos, pero siguió durmiendo.

—También es la menos mimada de todas las semivampiras del mundo. —repliqué, sonriendo de lado.

—Eso es lo bueno de ser única en su especie. —añadió Rosalie.

Luego, le dedicó a Bella una sonrisa. Seguramente la neófita también pensaba que su camaradería solo duraría el tiempo en el que la vida de Renesmee hubiera dependido de ella, pero ahora que habían luchado tanto tiempo en el mimo bando, quizás podrían ser amigas para siempre.

Alice puso la llave exageradamente decorada en mano de Bella, mientras la tomaba del codo y la empujaba hacia la puerta trasera. Me senté de nuevo al lado de Jake.

—Vamos, vamos. —gorjeaba la pequeña vampiresa.

—¿Está fuera?

—Algo así. —replicó Alice, empujándole hacia el exterior.

—Disfruta de tu regalo. —le dijo Rosalie. —Es de todos nosotros, de Esme especialmente.

—¿No venís ninguno conmigo? —nadie se había movido.

—Te daremos la ocasión de que lo disfrutes a solas. —replicó Rosalie, mientras parecía retener una sonrisa divertida. —Ya nos dirás que te parece... más tarde.

Emmet y Jacob soltaron una gran risotada a la vez. Ambas risas eran premonitorias, Bella debía notar algo en ellas que la hiciera desconfiar.

—Pásatelo bien, Bells. —me burlé, sonriéndole con picardía.

Me fulminó con la mirada, para luego desaparecer, todavía siendo arrastrada por Alice.

Cerré los ojos, mientras escuchaba la suave respiración de Renesmee.

—Liz—me llamó Esme, pero no abrí los ojos. —, quizás deberíais ir a dormir a una cama. No creo que estés muy cómoda.

—No quiere despertar a Ness. —replicó Jacob por mí.

—De todas formas, no creo que lo haga. —señaló Carlisle y abrí los ojos para mirarlo. —Por favor, usad cualquiera de las camas que queráis. Estáis haciendo más por nosotros que nosotros por vosotros.

Solté un bufido, pero tanto la mirada del doctor como la su esposa eran muy parecidas. Miré a Jacob, quien ya me estaba mirando. Asintió y se levantó, para luego esperar a que lo hiciera yo. Lo hice, con cuidado de no despertar a Renesmee, para luego caminar detrás de él. Rosalie me indicó que cuando quisiera podía dejársela a ella, pero la mano del bebé apretó un trozo de mi camiseta, como si la hubiera escuchado y no quisiera separarse de mí.

Tumbarme con ella en brazos fue más difícil de lo que pensaba, pero no abrió los ojos. Se acomodó encima de mí, suspiró y sonrió dormida. La observé con fijación, mientras la mano de Jacob le acariciaba con suavidad una de sus mejillas, para luego ir a mi pelo.

—Creo que alguien es muy caprichosa, ¿no te parece? —se burló en un susurro.

—Ya lo dijo Edward—le recordé, mirándolo de soslayo. —, el pequeño monstruito ya me quería desde antes de nacer. Si quiere mi atención, la tendrá, de eso puedes estar seguro.

Jacob hizo un puchero. Estiré el cuello, con cuidado de no molestar a la durmiente bebé, para posar los labios contra la línea de la mandíbula de mi marido. Se estremeció.

—No te preocupes, Jake—le susurré con tono bajo. —, cuando Bella vuelva, podremos aprovechar para irnos.

Sus labios se curvaron en una sonrisa, besando mi sien. Luego, comenzó a cerrar los ojos, bostezando levemente. Era tan adorable cuando no lo pretendía, que no pude evitar el quedarme mirando como se quedaba dormido. Pasé mi mirada a Renesmee, quien dormía todavía agarrada a mi camiseta. Le acaricié una de las mejillas y amplió su sonrisa, dormida.

Mientras la observaba y escuchaba la respiración profunda de ambos, los párpados comenzaron a pesarme. Poco a poco, dejé de ver al bebé y dejé que el sueño me venciera.






(...)






Me desperté por una mano rozando mi cara con suavidad. Al abrir los ojos me topé con los enormes orbes chocolate de Renesmee mirándome. Sonrió cuando vio que me despertaba, mostrándome sus perlados dientes y sus dos hoyuelos. Le devolví la sonrisa, algo dormida, para luego mirar a Jacob. Seguía medio dormido, al menos hasta que el bebé encima de mí profirió un largo aullido, una risita algo extraña.

Jake se despertó de golpe, abriendo los ojos más de la cuenta mientras miraba hacia todos los lados algo alarmado. Frunció el ceño en cuanto escuchó las risas de Renesmee y las mías en unísono. Hizo un mohín.

—Muy graciosas. —farfulló entre dientes.

—Ness también quiere tu atención, Jacob. —le recordé, sonriendo con inocencia.

—¿Y no había una forma más delicada de despertarme? —preguntó con ironía.

—Sí, pero no quería moverme y molestarla. —repliqué, mientras Renesmee tomaba un mechón de mi pelo y jugaba con él. —Lo siento, amor.

Jake resopló, pero se inclinó para besarme. Se apartó con un quejido cuando Renesmee le pegó en el pecho, mirándolo con el ceño fruncido e irritación.

—Oye, pero bueno, —se quejó él. —, el monstruito este ni me deja besar a mi mujer.

—Es un poco celosa. —me reí entre dientes.

—¿Qué hora es? —preguntó, bostezando.

—Las siete, supongo. Ness tiene horarios muy fijos.

Ella levantó su manito y la posó en mi garganta. Quería comenzar el día e ir al salón, donde se imaginaba que estaban los demás. Bufé, pero me levanté porque en ocasiones su impaciencia era casi tan grande como mi vagancia.

Ambas miramos a Jacob, quien se removía en la cama como si fuera una croqueta en harina. Renesmee soltó un bufido, al mismo tiempo que Jacob se quedaba contra la almohada. Esperé pacientemente, mientras se levantaba con desgana. Era cierto que se estaba mejor en cama, pero los Cullen también querrían pasar tiempo con ella.

Al bajar las escaleras, Esme y Carlisle nos recibieron con comida, pero no para Ness. Ella la rechazó y prácticamente nos exigió que la comiéramos nosotros. Tampoco era como si me fuera a negar, pues tenía hambre. Nos observó, desde el regazo de Esme, mientras nosotros desayunábamos. Parecía realmente contenta de vernos comer, pues sonreía de forma muy leve.

—Eres una pequeña manipuladora. —la acusé, fingiendo molestia.

Me respondió con una risita. Era demasiado tierna como para enfadarse con ella.

Esme la dejó en la alfombra, mientas los demás se sentaban en los sofás, como si fuera una especie de espectáculo. Me senté cerca de ella, esperando saber que quería. Me miró, para luego alzar una mano hacia Jacob, abriendo y cerrando su puño. Él suspiró, poniéndose de rodillas delante de ella.

A Renesmee solo le gustaba un juego que podía hacer con Jacob. Lo había intentado con mi hermano, pero él tenía mal perder. Emmet, Jasper, Carlisle o su padre no eran buenas opciones, por sus pieles duras y frías. Jacob era la mejor opción, blando como una almohada y cálido.

Me tragué una risa al ver como se tiraba en plancha sobre el estómago de Jacob y este fingía que le había hecho daño. Renesmee se rio encantada, mientras su público sonreía. Golpeó el abdomen de Jake con sus puñitos, como si fuera una especie de batería, mientras mi marido soltaba quejidos de distinto volumen, solo para complacerla.

Joe apareció en ese momento, rascándose un ojo y se sentó cerca de mí. Observó con gesto ausente a Jacob y a Renesmee, hasta que pareció prestar atención a la conversación entre susurros de los vampiros. Abrió los ojos como platos al escuchar "seguramente tengamos que irnos", para levantarse y salir corriendo como alma que lleva el diablo.

—Mierda. —me quejé por lo bajo. —Jake.

Él entendió al vuelo, dejando al bebé en brazos de Esme. Renesmee nos miró con sus enormes ojos llenos de preocupación.

Le di una mirada de disculpa a Carlisle, quien asintió con la cabeza, para luego salir disparada detrás de mi hermano. Jacob me siguió, y a los pocos segundos, también Seth y Leah en sus formas lupinas.

Si Joe estaba a punto de hacer lo que creía, definitivamente había perdido la cabeza.







(...)







["Omnisciente"]

Renesmee estaba despierta cuando Bella y Edward llegaron a la casa. Estaba sentada en el suelo con Rosalie y Emmet cuidando de ella, jugando con una pila de cacharros de plata estropeados. Tenía una cuchara doblada en la mano derecha, pero en cuanto vio a su madre a través del cristal, soltó el cubierto con un golpe que dejó marcado el suelo de madera y señaló imperiosamente hacia su dirección. Su público se echó a reír. Alice, Jasper, Esme y Carlisle estaban sentados en el sofá, observándola como si fuera la más apasionante de las películas.

Bella había cruzado la puerta casi antes de que sus carcajadas hubieran empezado, cubriendo el espacio de un salto y alzándola del suelo en un solo segundo. Se sonrieron con ganas la una a la otra.

La pequeña había cambiado, pero no mucho. Era un poco más alta, y sus proporciones se iban transformando de las propias de un bebé a las de una niña. El pelo le había crecido casi un centímetro, y sus rizos saltaban como muelles con cada movimiento.

Renesmee palmeó la mejilla de su madre y ella se estremeció. Tenía hambre.

—¿Cuánto tiempo lleva levantada? —preguntó la neófita mientras Edward desaparecía a través del umbral de la puerta de la cocina. Su mujer estaba segura de que había ido a buscar el desayuno de la pequeña, ya que habría percibido lo que ella había pensado tan claro como ella.

—Solo unos cuantos minutos. —repuso Rosalie. —Os íbamos a llamar. Ha estado preguntando por ti, aunque <<exigiendo>> sería una descripción mucho más acertada. Esme ha sacrificado su segundo mejor servicio de plata para mantener a este pequeño monstruo entretenido. —le sonrió a Renesmee con un afecto tan lleno de deleite que su crítica quedó sin sentido. —No queríamos... esto...molestaros.

Rosalie se mordió el labio y apartó la mirada, intentando no echarse a reír. Las carcajadas silenciosas de Emmet enviaban vibraciones a través de los cimientos de la casa.

Bella mantuvo la barbilla alta.

—Pronto tendremos preparada tu habitación en la cabaña. —le dijo a Renesmee. —Te va a gusta mucho. Es un sitio mágico. —alzó la mirada hacia Esme. —Gracias, Esme, muchísimas gracias. Es absolutamente perfecta.

Antes de que ella respondiera, Emmett se puso a reír de nuevo, aunque esta vez no fue en silencio.

—Ah, pero, ¿aun continua de pie? —se las apañó para decir entre carcajadas. —Habría jurado que, a estas alturas, la habríais reducido a escombros. ¿Qué estuvisteis haciendo anoche? ¿Discutiendo los detalles de la deuda nacional? —se puso a aullar de la risa.

Bella apretó los dientes y se recordó a sí misma las consecuencias negativas que tuvieron lugar el día anterior cuando dejó libre su temperamento. Aunque claro, Emmett no era tan vulnerable como Seth.

—¿Dónde están hoy los lobos? —echó una ojeada a través de la pared de cristal, pero no había ni rastro de ninguno.

—Jacob y Liz se marcharon esta mañana muy temprano, detrás de Joe—le contó Rosalie, con una ligera arruga cruzándole la frente. —, y Seth los siguió.

—¿Qué es lo que tanto les preocupa? —preguntó Edward cuando regresó a la habitación con la taza de Renesmee.

Bella le devolvió a Renesmee a Rosalie, sin respirar. Puede que su don fuera un autocontrol superlativo, quizás, pero no había modo de que se sintiera capaz de alimentarla. Al menos no todavía.

—No lo sé, ni me preocupa. —gruñó Rosalie, pero respondió más extensamente a la pregunta de Edward. —Joe estaba observando como jugaba Nessie con Jacob, con la boca caída como el tarado que a veces es, cuando se puso de pie de un salto y salió disparado. Liz y Jacob salieron detrás de él. Me puse la mar de contenta de deshacerme de ellos. Cuanto más tiempo pasan en la casa, menos posibilidades hay de que conseguimos sacar la peste.

—Rose. —la regañó Esme.

Rosalie se apartó con brusquedad el pelo.

—Supongo que realmente no importa. No nos quedaremos aquí mucho más tiempo.

—Sigo pensando que podríamos irnos directamente a New Hampshire y dejar que las cosas se tranquilicen. —comentó Emmet, continuando con la conversación que habían tenido antes. —Bella ya está matriculada en Darthmouth, y así no parecerá que se está tomando demasiado tiempo en incorporarse a las clases. —se volvió hacia la mencionada con una risa burlona. —Estoy seguro de que serás la número uno de tu clase... Al parecer no tienes nada interesante que hacer por las noches aparte de estudiar.

Rosalie soltó unas risitas.

No pierdas los nervios, no pierdas los nervios, entonó Bella para sus adentros. Y se sintió muy orgullosa de mantener fría la cabeza.

Así que se llevó una sorpresa porque Edward no.

Rugió, con un repentino y sorprendente sonido chirriante, y la más negra de las furias cruzó pro su expresión como nubes de tormenta.

Antes de que ninguno de ellos pudiera responder, Alice se puso de pie.

—¿Pero qué está haciendo? ¿Qué es lo que está haciendo ese perro que me ha estropeado el plan para todo el día? ¡No puedo ver nada! ¡No! —le lanzó una mirada tortura a Bella. —¡Mira que pinta tienes! ¡Necesitas que te enseñe como usar tu armario!

Y entonces, las manos de Edward se cerraron en forma de puños y bramó:

—Se lo ha dicho a Charlie y cree que le está siguiendo y que viene hacia aquí, hoy. Ni siquiera le hizo caso a Liz o a Jacob cuando trataron de tenerlo.

Alice dijo una palabra que sonó muy extraña en su gorjeante voz femenina y después se puso en movimiento con tanta rapidez que apenas se pudo percibir un borrón. Salió disparada hacia la puerta trasera.

—¿Se lo ha dicho a Charlie? —preguntó Bella con un jadeo. —Pero... ¿es que no lo entiende? ¿Cómo ha podido hacer eso? —Charlie no podía saber nada de ella, de los vampiros. —¡No!

Edward habló entre dientes.

—Vienen de camino.

Debía de haber empezado a llover más lejos, hacia el este. Cuando Joe atravesó la puerta iba sacudiéndose el pelo mojado como si fuera un perro, dejando caer gotas en la alfombra.

Sus dientes relucían entre sus labios oscuros. Tenía los ojos brillantes, llenos de excitación. Caminaba a saltitos, como si estuviera entusiasmado con la idea de destruir la vida de alguien.

—Hola, chicos. —saludó, sonriendo.

Se hizo un silencio profundo.

Jacob y Lizzie entraron poco después, con expresiones enfadadas, y lanzándole miradas furiosas al pequeño de los Wolf. Ambos parecían irritados con lo que había hecho Joe, pero a este no parecía afectarle su ira. Leah y Seth se deslizaron a sus espalda en forma humana, al menos por el momento.

—Rose. —dijo Bella, extendiendo los brazos. Sin una palabra, Rosalie le tendió a Renesmee. La apretó cerca de su corazón inmóvil, sosteniéndola como un talismán para evitar un ataque de su parte. La tendría en sus manos hasta que estuviera segura de que su decisión de matar a Joe se basaba, más que en la furia, en un complejo juicio racional.

La bebé estaba muy quieta, observando y escuchando. ¿Cuánto de todo eso entendería?

—Charlie llegará pronto—anunció Joe como quien no quiere la cosa, sin darse cuenta de que el matrimonio detrás suya lo miraba como si le fueran a partir la cabeza en cualquier momento. —, os lo aviso. Supongo que Alice habrá ido a buscarte unas gafas de sol o algo por el estilo, ¿no?

—Tus asunciones van demasiado lejos. —escupió Bella entre dientes. —¿Qué-has-hecho?

La sonrisa de Joe desfalleció, pero estaba demasiado nervioso para contestar con seriedad.

—La rubita y Emmet me despertaron esta mañana charloteando como locos de que todos os ibais al otro lado del país, como si yo os pudiera dejar marchar. Charlie era el punto más importante del asunto, ¿no? Bueno, problema resuelto.

—¿Es que acaso no te das cuenta de lo que has hecho? ¿Sabes en qué peligro le has puesto?

Él resopló.

—Yo no le he puesto en peligro, salvo en lo que a ti se refiere, pero tú tienes alguna especie de autocontrol sobrenatural, ¿No? No tan bueno como para leer la mente, si me pides opinión, y bastante menos emocionante.

—Autocontrol sobrenatural con licántropos y una híbrida, idiota. —escupió Lizzie con enfado, sorprendiendo a los vampiros de que estuviera de su parte. —¿Es que tienes la cabeza completamente llena de serrín y no nos has escuchado? Renesmee tiene una parte vampiro que repele a Bella. Charlie es completamente humano, so energúmeno.

Edward se estaba moviendo mientras la Alfa soltaba toda clase de insultos y Jacob trataba de calmarla lo mejor que podía. El vampiro se encaró con Joe, quien se echó hacia atrás para evitar su pasmosa ira.

—Eso es solo una teoría, chucho, y como ha dicho tu hermana, con seres sobrenaturales. —rugió. —¿Crees que la vamos a poner a prueba con Charlie? ¿Has considerado por un momento el dolor físico que le harás pasar a Bella, incluso aunque ella pueda resistirlo? ¿O el dolor emocional, si es que no puede? ¡Supongo que lo que pasa es que lo que le suceda a Bella ya no te importa! —y soltó la última palabra como si se tratara de un escupitajo.

Renesmee apretó los dedos contra la mejilla de su madre con ansiedad, con la angustia coloreando la repetición de la escena en su cerebro.

Las palabras de Edward al fin atravesaron en el estado de ánimo extrañamente enrabietado de Joe. Frunció la boca.

—¿Bella sufrirá dolor?

—¡Como si le hubieras pegado una plancha de hierro al rojo vivo contra la garganta!

La aludida se encogió al recordar el aroma de la sangre humana pura.

—No sabía eso. —susurró Joe.

—Pues entonces quizás deberías haber preguntado primero. —le gruñó Edward entre dientes.

—Podrías haberme detenido.

<<Idiota>>, lo insultó Lizzie en su mente. << Imbécil>>

—¿Hablas enserio? Creo que tu hermana y tu cuñado intentaron hacerlo. Y eras tú el que se tenía que haber parado a pensar.

—Esto no tienen nada que ver conmigo. —los interrumpió Bella. Se quedó muy quieta, manteniéndose pegada a Renesmee y a la cordura. —Esto tiene que ver con Charlie, Joe, ¿Cómo has podido ponerle en peligro de esa manera? ¿No te das cuenta de que no le dejas ninguna alternativa entre la muerte o su conversión en vampiro? —su voz tembló con las lágrimas que sus ojos ya no podrían derramar.

Joe todavía estaba preocupado por las acusaciones de Edward, así que las de ella no parecieron alterarle.

—Tranquilízate, Bella. No le he dicho nada que tú no hubieras planeado decirle.

—¡Pero él viene hacia aquí!

—Ah, sí, esa era la idea. ¿No se trataba de dejar que sacara conclusiones equivocadas? Pues creo que le he ofrecido una pista falsa la mar de estupenda, si me permites decirlo.

Los dedos de Bella se apartaron de Renesmee y los cerró a su espalda, por seguridad.

—Explícate de una vez, Joe. No tengo paciencia para esto.

—No le he dicho nada de ti, Bella. En realidad, no. Le hablé de nosotros, bueno, se lo mostré más bien, esa es la palabra adecuada.

<<Idiota>>, volvió a insultarlo Lizzie.

<<Imbécil>>, lo insultó Jacob.

<< Mocoso impertinente>>, ladró Leah en su mente.

<< Mira que es anormal de la cabeza>>, se lamentó Seth.

—Entró en fase delante de Charlie. —masculló Edward.

Bella susurró.

—¿Que tú qué?

—Es valiente, tanto como tú. No se desmayó ni se asustó ni nada, la verdad es que me dejó impresionado. Tendrías que haberle visto la cara cuando empecé a quitarme la ropa. No tuvo precio. —se echó a reír de lo más satisfecho.

<<Imbécil>>, lo insultaron los cuatro lobos a la vez.

—¡Tarado de las narices! ¡Le podía haber dado un ataque al corazón!

—Charlie está genial. Es duro. Si te detienes a pensarlo un minuto, te darás cuenta del pedazo de favor que te acabo de hacer.

—No te enteras de nada, Joe. —la voz de la neófita sonaba monótona y acerada. —Tienes treinta segundos para explicármelo con detalle antes de que entregue a Renesmee a Rosalie y te arranque tu miserable cabeza. Y Seth no va a poder detenerme esta vez.

—¡Caray, Bella! Nunca te habías puesto así de melodramática. ¿Esto es cosa de vampiros o qué?

—Veinte segundos.

Joe puso los ojos en blanco, ignorando las malas miradas de los cuatro lobos detrás de él, y se dejó caer en la silla más cercana. A pesar de estar enfadados, se movieron para cubrir sus flancos. Leah era la única que miraba a la neófita, como si le estuviera vigilando.

—Pues nada, que esta mañana llamé a la puerta de Charlie y le pregunté si quería venir a dar un paseo conmigo. Pareció algo confundido, pero cuando le dije que tenía que ver contigo y que habías regresado a la ciudad, me siguió hasta el bosque.

<< Le dije que ya no estabas enferma y que las cosas se habían puesto algo chungas, pero que todo iba bien. Estaba a punto de salir disparado para venir a verte, pero le dije que tenía que enseñarle algo antes. Y entonces, entré en fase. —Joe se encogió de hombros.

Bella sintió como si un torno le estuviera apretando los dientes unos contra otros.

—Quiero que me lo expliques palabras por palabra, tú, monstruo.

—A ver, me has dicho que solo tenía treinta segundos, vale, vale. —la expresión de la neófita debió convencerle de que no estaba de humor para bromas. Eso, y el gruñido de advertencia de su hermana mayor. —Vamos a ver.... Revertí la fase y me vestí, y entonces, cuando comenzó a respirar de nuevo le dije: <<Charlie, no vives en el mundo en el que creías vivir. Las buenas noticias son que nada ha cambiado, excepto que ahora lo sabes. La vida seguirá igual que siempre. Ya puedes volver a hacer como que no te crees nada de esto>>. Bueno, eso o algo parecido.

>> Le llevó por lo menos un minuto recobrarse y luego quiso saber lo que realmente te había pasado, con todo ese rollo de la enfermedad rara. Le dije que habías estado enferma, pero que ya te encontrabas bien, solo que había cambiado un poquito en el proceso de recuperación. Entonces, me exigió saber que quería decir con <<cambio>>, y le expliqué que ahora te parecías un poco más a Esme que a Renée.

Edward siseó mientras Bella lo miraba aterrorizada.

Todo aquello iba en la dirección más peligrosa.

—Durante unos cuantos minutos, me preguntó, con mucha tranquilidad, si también te habías convertido en un animal. Y yo le dije: << ¡Ya querría ella que fuera algo tan guay!>>.

Y Joe volvió a reírse de nuevo.

<<Estúpido>>, lo insultaron los lobos de nuevo.

Rosalie profirió un sonido de disgusto.

—Empecé a contarle más cosas sobre los hombros lobo, pero ni siquiera había terminado de decir la palabra entera cuando Charlie me cortó y me soltó que prefería ahorrarse los detalles. Luego me preguntó si tú sabías donde te metías cuando te casaste con Edward y le contesté:

<<De sobra, ha estado al cabo de la calle desde hace años, desde que pisó Forks>>. Eso no le gustó ni pizca. Le dejé despotricar hasta que se desahogó a gusto y después de haberle calmado quería dos cosas. Una de ellas era verte, así que le dije que sería mejor que me permitiera venir primero para explicar el asunto.

Bella inhaló profundamente.

—¿Y qué era lo otro que quería?

Joe sonrió.

—Esto te va a gustar más, lo sé. Su principal requerimiento era que le contara lo menos posible de todo esto. Deseaba que te guardaras para ti todo aquello que no fuera esencial que él supiera. Solo quería saber cómo estabas, nada más.

—Creo que puedo apañármelas con eso.

—Por otro lado, él prefiere mantener la apariencia de que las coas son normales. —la sonrisa de Jacob se volvió petulante.

—Espera, velocista—lo paró Jacob, con algo parecido a un gruñido. —, creo que te está faltando algo de información.

—Sí, estás dejando una enorme laguna. —Lizzie tenía los labios fruncidos. —Vamos, cuéntale a Bella que le has dicho a Charlie sobre Renesmee.

—Ah, sí, claro. También le conté que Edward y tú habíais heredado una pequeña boca que alimentar. —le echó una ojeada a Edward. —Es una huérfana pupila de él, como Bruce Wayne y Dick Grayson. —Joe resopló. —No creo que os importe que haya mentido, al fin y al cabo, es parte del juego, ¿no? —Edward no contestó de ninguna manera así que él continuó. —Charlie a estas alturas ya no debería haberse sorprendido por nada, pero me preguntó si la habías adoptado: << ¿Cómo una hija? ¿Soy una especie de abuelo?>>, preguntó; dijo eso, palabra por palabra. <<Chócala, abuelito>>, le contesté.

>> El resto fue en ese plan. Incluso sonrió un poco y todo.

El escozor volvió a los ojos de la neófita, pero esta vez no era de miedo o angustia. ¿Charlie había sonreído ante la idea de ser abuelo? ¿Charlie quería ver a Renesmee?

—Pero es que ella cambia tan rápido...—susurró.

—Le dije que ella era más especial que todos nosotros juntos. —replicó Joe en voz baja. Se puso de pie y caminó derecho hacia ellas. Lizzie detuvo a Leah y a Seth cuando intentaron seguirlo. Renesmee le tendió las manos, pero su madre la abrazó con más fuerza, reteniéndola. —Y añadí: << Confía en mí, no querrás saber nada de esto; pero si puedes ignorar todo lo que te resulte extraño, vas a alucinar, porque ella es la persona más maravillosa del mundo>>. Y entonces le conté que si podía adaptarse a esta situación, os quedaríais por aquí un poco más de tiempo y tendría la oportunidad de conocerla, pero habríais de marcharos si todo esto era demasiado para él. Y él repuso que siempre y cuando nadie le metiera más información de la que podía digerir, tragaría.

Jacob se quedó mirando a la neófita con una media sonrisa, expectante.

—No te voy a dar las gracias. —replicó ella. —Todavía sigue existiendo un peligro muy grande para Charlie.

—Lo siento si te duele. Yo no sabía que eso era así.

Alice se precipitó ahora por la puerta, con las manos llenas y una expresión que prometía violencia.

—Vosotros —increpó con brusquedad lanzándoles una mirada envenenada a los licántropos. —Si os vais a quedar, iros a aquella esquina y prometed que vais a permanecer ahí quietos un ratito. Necesito ver. Bella, será mejor que le des el bebé a Eli. Necesitas tener las manos libres.

A Bella le asaltó un miedo concentrado que se extendió por todo su estómago ante la enormidad de lo que tenía que emprender. Iba a probar suerte basándose en su dudoso autocontrol con su auténtico padre humano como conejillo de Indias. Las anteriores palabras de Edward se estamparon de nuevo contra sus oídos.

<< ¿Has considerado por un momento el dolor físico que le harás pasar a Bella, incluso aunque ella pueda resistirlo? ¿O el dolor emocional, si es que no puede?>>

No podía ni imaginarse el dolor si fallaba. Su respiración se convirtió en una sucesión de jadeos.

—Cógela. —murmuró, mirando a la licántropa.

Lizzie asintió, acercándose con rapidez, mientras la preocupación fruncía su frente. Deslizó al bebé entre sus brazos, y le dio una sonrisa de ánimo a su amiga. Luego, les hizo un gesto a los otros y se marcharon hacia la esquina más lejana de la habitación. Seth, Jacob y Joe se repantigaron por el suelo, Lizzie se acomodó en su marido con Renesmee sentada en su abdomen, pero Leah sacudió la cabeza y frunció los labios.

—¿Tengo permiso para irme? —refunfuñó ella. Parecía incómoda en su aspecto humano, vistiendo la misma camiseta sucia y pantalones de algodón de hacía días. Las manos le temblaban.

—Por supuesto. —repuso Lizzie.

—Quédate en el este, de modo que no te cruces en el camino de Charlie. —añadió Alice.

Leah no miró a Alice, simplemente, atravesó la puerta trasera y se lanzó sobre los arbustos para entrar en fase.

Edward regresó al lado de su mujer y le acarició el rostro.

—Puedes hacerlo, sé que puedes. Yo te ayudaré, todos lo haremos.

Bella buscó los ojos de Edward mientras sentía como la dominaba el pánico. ¿Tendría la suficiente fuerza para detenerla si hacía algún mal movimiento?

—Si pensara que no puedes apañártelas, desapareceríamos hoy mismo, en este minuto. Pero sé que eres capaz, y será mucho más feliz si Charlie permanece en tu vida.

Bella intentó apaciguar su respiración.

Alice alzó la mano. Tenía una pequeña caja blanca en la palma.

—Esto te irritará los ojos... No te hará daño pero te nublará la visión. Es un fastidio, pero aunque no se parecerá a tu antiguo color de ojos, al menos será mejor que el rojo brillante, ¿no?

Lanzó la caja de lentillas al aire y la neófita la atrapó.

—¿Cuándo...?

—Cuando os marchasteis de luna de miel. Estaba preparada para varias posibles versiones de futuro.

Bella asintió y abrió el estuche. Nunca había llevado lentillas antes, pero no podía ser tan difícil. Cogió las pequeñas lentes marrones y se las puso, con la parte cóncava hacia el interior de los ojos. Pestañeó y una película interceptó su vista. Podía ver a través de ellas, sin duda, pero también se percibía la textura de la delgada pantalla. Su ojo se concentró en las ralladuras microscópicas y las secciones combadas.

—Ya sé lo que quieres decir. —murmuró, mientras se ponía la otra. Intentó no pestañear esta vez, pero sus ojos trataron de deshacerse del estorbo automáticamente. —¿Qué aspecto tengo?

Edward sonrió.

—Algo estrafalario. Aunque claro...

—Sí, sí, ella siempre tiene ese aspecto extravagante. —terminó Alice su pensamiento con impaciencia, causando las risas de los lobos y Emmet. —Es mejor que el rojo y eso es todo lo que puedo decir en su favor. Es de un color marrón fangoso y tu marrón era mucho más bonito. De todos modos, ten presente que no duran para siempre, por lo que las ponzoña de tus ojos las disolverá en unas cuantas horas. Así que si Charlie está aquí más rato, tendrás que disculparte e ir a cambiártelas. Lo cual de todos modos es una gran idea, porque los humanos necesitan ir al baño de vez en cuando. —sacudió la cabeza. —Esme, dale unas cuantas recomendaciones sobre cómo actúan los humanos mientras yo lleno el tocador de señoras de lentillas.

—¿Cuánto tiempo tengo?

—Charlie llegará aquí en unos cinco minutos. No lo compliques.

Esme asintió una sola vez y tomó las manos de la neófita.

—Lo más importante es no quedarse demasiado quieto o moverse demasiado deprisa. —le dijo.

—Siéntate cuando él lo haga. —intervino Emmet. —A los humanos no les gusta estar de pie.

—Deja que tus ojos vaguen de un lado para otro cada treinta segundos más o menos. —añadió Jasper. —Lo humanos no se quedan mirando fijamente las cosas durante mucho rato.

—Cruza las piernas durante cinco minutos y luego cambia a los tobillos durante otros cinco. —aconsejó Rosalie.

Bella asintió a cada una de las sugerencias que le hicieron. Ya había notado como ellos lo hacían el día anterior. Pensó que sería capaz de imitar sus movimientos.

—Y pestañea por lo menos tres veces por minuto. —aconsejó Emmet.

Frunció el ceño, y después salió disparado a donde estaba la televisión por satélite en el extremo de la mesa. La encendió, conectó el canal de un partido de fútbol universitario y asintió para sí mismo.

—Mueve las manos también. Apártate el pelo de la cara o haz como si estuvieras rascando algo. —aportó Jasper a su vez.

—Dije Esme. —se quejó Alice cuando regresó. —La vais a agobiar entre todos.

—No, creo que me he quedado con todo. —asintió Bella. — Sentarme, mirar al alrededor, pestañear, removerme de vez en cuando.

—Muy bien. —aprobó Esme, y le apretó los hombros.

Jasper puso mala cara.

—Debes contener el aliento tanto como sea posible, pero mover un poco los hombros para que parezca que estás respirando.

Bella inhaló una vez más, y después asintió de nuevo.

Edward la abrazó por el costado que tenía libre.

—Puedes hacerlo. —le repitió, murmurándole palabras de ánimo en el oído.

—Dos minutos. —anunció Alice. —Quizás deberías echarte en el sofá. Después de todo has estado enferma. De ese modo él no tendrá que ver desde el principio si te mueves bien o no.

Alice la empujó hacia el sofá. Bella intentó caminar con lentitud, hacer que sus extremidades parecieran más torpes. La vidente puso los ojos en blanco, por lo que supuso que no estaba haciendo un buen trabajo.

—Liz, necesito a Renesmee. —le dijo.

Lizzie giró la cabeza para mirar a la vidente.

Alice sacudió la cabeza.

—Bella, eso no me ayuda a ver.

—Pero yo la necesito. Consigue que mantenga la calma. —el filo de pánico que denotaba su voz resultaba inconfundible.

—Estupendo. —gruñó Alice. —Sostenla lo más quieta que puedas y yo intentaré mirar a su alrededor. —suspiró preocupada, como si le hubieran pedido que trabajara horas extraordinarias en vacaciones.

Lizzie suspiró, se levantó y le llevó a Renesmee a su madre. Se quedó mirando a la vidente.

—Lice, ¿has probado a hacer lo mismo que hiciste conmigo? —interrogó la alfa, haciendo que la vidente se quedase estática en el sitio. —Puede que Renesmee no tenga mi sangre, pero está conectada con mi hermano. ¿No te vale?

—¿Cuánto porcentaje de sangre de Alfa tiene tu hermano? —cuestionó apurada la pequeña vampiresa.

Lizzie vaciló.

—Por lo menos el 59%...—frunció los labios, pensativa. —No lo tengo claro, pero tiene bastante menos que yo.

Se retiró hacia donde estaban los lobos, mientras Alice parecía meditar lo que le había sugerido. Si había funcionado con una descendiente directa de Alfa, ¿por qué no iba a dar resultado con una híbrida de vampiro y humano?

Edward tomó asiento al lado de su mujer, luego de escuchar la conversación, y pasó sus brazos alrededor de la niña y de su mujer. Se inclinó hacia delante y miró a la pequeña muy seriamente a los ojos.

—Renesmee, va a venir alguien especial a verte, a ti y a tu madre. —dijo con una voz muy solemne, como si esperara que ella lo entendiera. Ella le devolvió la mirada con sus ojos claros y graves. —Pero él no es como nosotros, ni siquiera como Liz, Jacob y Joe. Has de tener mucho cuidado con él. No le digas las cosas de la manera en la que nos la dices a nosotros.

Renesmee le tocó la cara.

—Exactamente. —le dijo él. —Y va a hacer que sientas mucha sed, pero no debes morderle. No se cura rápido como tus tíos.

—¿Te ha entendido? —le susurró Bella.

—Claro que me entiende. Tendrás cuidado, ¿verdad, Renesmee? ¿Nos ayudarás?

La niña le tocó de nuevo.

—No, no me preocupa que muerdas a Joe. Eso me parece estupendo.

El aludido se echó a reír entre dientes, mientras Jacob y Lizzie rodaban los ojos.

—Quizás deberías irte, Joe. —se dirigió Edward a él con voz muy fría, mirándole de mala manera.

Edward no había perdonado a Joe, porque sabía que no importaba lo que sucediese ahora, Bella iba a sufrir de todos modos. Pero ella soportaría el ardor con alegría si eso era lo peor a lo que tenía que enfrentarse esa noche.

—Le dije a Charlie que estaría por aquí. —repuso Joe. —Necesita un poco de apoyo moral.

—¿Apoyo moral? —se burló Edward. —Según lo que sabe Charlie, el monstruo más repulsivo que hay aquí eres tú.

—Cuidado, Eddie—advirtió Lizzie, en un suave siseo. —, sigues hablando de mí también.

—¿Repulsivo? —protestó Joe, y después se echó a reír para sus adentros.

Renesmee le pegó con el puño cerrado a su padre en cuanto escuchó la protesta viniendo de la Alfa. Ella era una de sus personas favoritas y no le gustaba que la insultaran.

Los neumáticos dieron la vuelta en la autovía para abordar el camino de tierra húmeda de le entrada de los Cullen, y la respiración de Bella se aceleró de nuevo. Si hubiera sido humana, su corazón tendría que haber estado martilleando como loco. Se puso muy nerviosa de que su cuerpo no reaccionara del modo adecuado.

Se concentró en el rápido ritmo del corazón de Renesmee para tranquilizarse y funcionó.

—Bien hecho, Bella. —le susurró Jasper, aprobando su esfuerzo.

Edward tensó el brazo sobre sus hombros.

—¿Estás seguro? —le preguntó ella.

—Seguro. Tú puedes hacer casi cualquier cosa. —le sonrió y la besó.

No fue precisamente un piquito en los labios y las salvajes reacciones vampíricas pillaron a Bella otra vez con la guardia baja. Los labios de Edward eran como un chute de algún compuesto químico extraño que entraba directo en su sistema nervioso. Casi de forma instantánea, deseaba más y más. Le costó un gran esfuerzo de concentración recordar que tenía al bebé en brazos.

Jasper percibió el cambio de humor.

—Esto, Edward, sería mejor que no la distrajeras justo en este momento. Necesita estar concentrada.

Edward se apartó.

—¡Uy! —exclamó.

Bella se echó a reír. Ese había sido siempre su problema, desde el principio de todo, desde el primerísimo beso.

—Mas tarde. —le dijo, y la anticipación le apretó el estómago hasta dejárselo hecho una bola.

—Concéntrate, Bella. —la urgió Jasper.

—De acuerdo. —y apartó a un lado sus estremecedoras sensaciones. Charlie era lo importante ahora, mantenerlo a salvo. Luego tendrían todo la noche...

—Bella.

—Lo siento, Jasper.

Emmet se echó a reír, siendo coreado por Lizzie y Jacob.

El sonido de la patrullera de Charlie se acercó más y más. El momento de frivolidad pasó y todo el mundo se quedó inmóvil. Bella cruzó las piernas y practicó los pestañeos.

El coche aparcó en la fachada de la casa aunque el motor se mantuvo en marcha durante unos segundos. La neófita se preguntó si Charlie estaba tan nervioso como ella. Entonces el motor se paró de modo definitivo y sonó un portazo. Luego, tres pasos por la hierba, y después el eco de golpes sordos en las escaleras de madera. Cuatro pasos más atravesando el porche. Y un silencio. Charlie inhaló profundamente.

Toc, toc, toc.

Bella inhaló aire por última vez. Renesmee se acurrucó de forma más profunda entre los brazos de su madre, escondiendo el rostro entre su pelo.

Carlisle salió a la puerta. Su expresión tensa se cambió a una de bienvenida como si hubiera cambiado la televisión de canal.

—Hola, Charlie. —dijo, aparentando estar avergonzado de forma apropiada. Después de todo, se suponía que estaban en Atlanta, en el Centro para Control y la Prevención de Enfermedades, y Charlie sabía que le habían mentido.

—Carlisle. —saludó Charlie con rigidez. —¿Dónde está Bella?

—Estoy aquí, papá.

Su voz había sonado demasiado fuerte. Además, había usado parte de su reserva de aire. Tragó de modo apresurado un poco más, contenta de que el olor de Charlie no hubiera saturado la habitación todavía.

El rostro carente de expresión de Charlie le dejó ver con claridad a Bella como de fuera de tono había estado su voz. Se le pusieron los ojos redondos y como platos en cuanto la vio. Ella pudo leer todas las emociones conforme se fueron deslizando por su rostro.

Sorpresa. Incredulidad. Dolor. Pérdida. Miedo. Ira. Sospecha. Más dolor.

Bella se mordió el labio. El gesto fue divertido. Sus nuevos dientes eran más agudos contra su piel de granito de lo que habían sido los humanos contra los blandos labios de antes.

—¿Eres tú, Bella? —susurró él.

—Sí. —se estremeció ante su voz de campanillas. —Hola, papá.

Él tragó una gran bocanada de aire para tranquilizarse.

—Hola, Charlie—le saludó Joe desde la esquina de la habitación. —, ¿qué tal?

Charlie miró con muy mala cara a Joe una vez, se estremeció ante el recuerdo, y después volvió a clavar su mirada en su hija. Lentamente, caminó a través de la habitación hasta que estuvo a pocos pasos de ella. Lanzó una mirada acusadora a Edward, y luego sus ojos regresaron con ella. El calor de su cuerpo la golpeaba con cada latido de corazón.

—¿Bella? —preguntó de nuevo.

Habló en voz más baja, intentando contener el tono cantarín.

—Soy yo, de verdad.

Sus mandíbulas se encajaron.

—Lo siento, papá. —añadió.

—¿Estás bien? —le preguntó en tono exigente.

—Pues más que bien, en serio. —le prometió Bella. —Sana como un roble. —y ahí se le acabó el oxígeno.

—Joe me dijo que había sido... necesario. Que te estabas muriendo. —pronunció las palabras como si no se creyera ni una sola sílaba.

Bella se armó de valor. Se concentró en el peso cálido de Renesmee, se inclinó hacia Edward buscando apoyo e inhaló con profundidad.

El olor de Charlie era como un puñado de llamas, perforándole garganta abajo. Pero era mucho más que dolor. También había una aguda punzada de deseo, porque Charlie olía de la manera más deliciosa que cualquier otra cosa que Bella pudiera haber imaginado. Era una tentación doble, ya que por una parte resultaba tan atractivo como los excursionistas anónimos que habían encontrado el día que estuvieron de caza, y por el otro, se encontraba solo a unos cuantos pasos, dispersando un calor y una humead que le hacían la boca agua en el aire seco.

Pero ahora no estaba de caza y ese era su padre.

Edward le apretó los hombros en un ademán de simpatía y Joe le lanzó una mirada de disculpa a través de la habitación. Lizzie y Jacob perforaron con la mirada al lobo.

Bella intentó recuperarse, ignorar el dolor y el ansia de la sed. Charlie estaba esperando su contestación.

—Joe te dijo la verdad.

—Entonces estáis de acuerdo. —gruñó Charlie.

Bella tenía la esperanza de que Charlie pudiera a través de los cambios de su rostro el remordimiento. Debajo de su pelo, Renesmee olisqueó el aroma de Charlie a la vez que su madre. Ella la sujetó con más fuerza. Charlie vio como bajaba la mirada con ansiedad y la siguió.

—Oh. —exclamó, y la ira desapareció de su rostro, dejando nada más que la sorpresa. —Es ella, la huérfana que Joe me dijo que estabais adoptando.

—Mi sobrina. —mintió Edward en voz baja. Debió de haber decidido que el parecido entre él y la niña era demasiado grande para que pudiera ignorarse. Mejor poder decir que eran parientes desde el principio.

—Creía que habías perdido a toda tu familia. —replicó Charlie, mientras acusación volvía a su voz.

—Perdí a mis padres. Mi hermano mayor fue adoptado, como yo. Nunca le vi después de eso, pero un tribunal me localizó cuando él y su mujer murieron en un accidente de coche, dejando a la niña sin ninguna otra familia.

Edward era realmente bueno para esas cosas. Su voz era monótona, con justo la cantidad exacta de inocencia. Bella iba a necesitar mucha práctica para poder hacer lo mismo.

Renesmee miró entre el pelo de su madre, olisqueando de nuevo. Miró a Charlie con timidez bajo sus largas pestañas y se escondió de nuevo.

—Ella... ella es... bueno, es preciosa.

—Sí. —admitió Edward.

—Es una gran responsabilidad, de todos modos, y vosotros dos apenas habéis empezado una vida juntos.

—¿Qué otra cosa podríamos hacer? —Edward frotó los dedos ligeramente sobre su mejilla y luego vi que tocaba sus labios durante un momento, un recordatorio. —¿Es que tú la habrías rechazado?

—Mmm. Bueno—Charlie sacudió la cabeza de manera ausente. —Joe dice que la llamáis Nessie.

—No, no es así. —replicó Bella con voz aguda y cortante. —Se llama Renesmee.

Charlie volvió a dirigir su atención hacia su hija.

—¿Y que sientes respecto a esto? Quizás Carlisle y Esme podrían...

—Es mía. —lo interrumpió. —La quiero.

Charlie puso mala cara.

—¿Es que me quieres hacer abuelo tan joven?

Edward sonrió.

—También Carlisle es abuelo.

Charlie lanzó una mirada incrédula hacia Carlisle, quien aún estaba de pie al lado de la puerta de la entrada. Parecía como el hermano menor, y bien parecido, del dios Zeus.

Charlie bufó y después se echó a reír.

—Supongo que eso debería hacerme sentir mejor, más o menos. —sus ojos regresaron de nuevo a Renesmee. —Desde luego es algo que merece la pena verse. —su cálido aliento cubrió con ligereza el espacio que había entre ambos.

Renesmee se inclinó para percibir mejor el olor, desprendiéndose del pelo de Bella y mirándole a la cara con toda la intención por primera vez. Charlie jadeó. Bella sabía lo que él estaba viendo. Sus ojos, los suyos propios, copiados con exactitud en aquel pequeño rostro perfecto.

Charlie comenzó a hiperventilar. Sus labios temblaron y se pudieron leer en ellos números que musitaba. Estaba contando hacia atrás, intentando encajar los nueve meses en uno solo. Intentaba ordenar la evidencia, pero no era capaz de aclararla de modo que tuviera sentido para él.

Joe se levantó y se acercó a dar una palmadita en su espalda. Se inclinó para susurrarle algo al oído. Solo que Charlie no sabía que todos podían escucharlo.

—No necesitas saberlo, Charlie. Te digo que todo está bien. Te lo prometo.

Charlie tragó saliva y asintió. Y luego, sus ojos llamearon y dio un paso hacia Edward con los puños firmemente cerrados.

—No quiero saberlo todo, pero ¡ya está bien de mentiras!

—Lo siento—replicó Edward con voz tranquila. —, pero necesitas conocer la historia que haremos pública más de lo que precisas conocer la verdad. Si vas a formar parte de este secreto, la historia que contaremos a todo el mundo es la única que tiene valor. Se trata de proteger a Bella y a Renesmee, al igual que al resto de nosotros. ¿Podrás soportar las mentiras por ellas?

La habitación se quedó llena de estatuas, incluso los lobos se quedaron estáticos.

Charlie giró la cabeza hacia donde estaban los lobos.

—Vosotros dos—pronunció entre dientes, mirando a los hijos de sus mejores amigos. —, lleváis sabiéndolo todo este tiempo. ¿Cuánto pensabais decirme que en realidad sí estabais viendo a Bella?

—Lo sentimos, Charlie. —se disculpó Jacob, mientras Seth profería un gimoteo entre dientes.

—Te lo habríamos contado, Charlie, pero no creíamos que fuera nuestro menester. —añadió Lizzie, mientras le dedicaba una mirada irritada y fugaz a su hermano. —Además, conocimos a Renesmee y nos fue inevitable no enamorarnos de ella. Así que, decidimos proteger a ambas y ocultarte parcialmente la verdad. Por ellas.

Lizzie estaba diciendo parte de la verdad. Su manada había decidido proteger a ambas, mucho antes de que dejaran de ser una sola persona.

Charlie se puso de morros y volvió su mirada furiosa hacia su hija.

—Niña, deberías haberme avisado de alguna manera.

—¿Es que habría hecho todo más fácil?

Charlie puso mala cara y después se arrodillo en el suelo frente a su hija. Ella pudo captar el movimiento de la sangre en su cuello, por debajo de la piel. Sintió su cálida vibración también. Y lo mismo hizo Renesmee. Sonrió y alzó una de sus manitas rosadas hacia él. Bella la sujetó y el bebé le puso la otra mano en la garganta, expresando su sed, curiosidad y el rostro de Charlie en sus pensamientos. Había un matiz sutil en su mensaje que le hizo pensar que ella había entendido las palabras de Edward a la perfección. Reconoció la sed, pero hizo caso omiso a ella en el mismo pensamiento.

—Vaya—exclamó Charlie con voz ahogada, y los ojos fijos en sus dientes perfectos. —, ¿qué tiempo tiene?

—Mmm...

—Tres meses—repuso Edward, y después añadió con lentitud. —, bueno, al menos tiene el tamaño de un bebé de tres meses, más o menos. En algunos sentidos es más pequeña y, en otros, más madura.

Renesmee lo saludo con la mano, de forma muy deliberada.

Charlie pestañeó como si se hubiera vuelto tarado.

Joe le dio un codazo.

—Ya te dije que era especial, ¿a que sí?

Él se encogió ante el contacto.

—Oh, vamos, Charlie. —gruñó Joe. —Soy la misma persona de siempre, simplemente haz como si esta tarde no hubiera sucedido nunca.

El recuerdo hizo que los labios se le pusieran blancos, pero asintió una sola vez.

—Solo por saberlo, ¿Cuál es tu papel en todo esto, Joe? —le preguntó. —¿Cuánto sabe Frank de este asunto? ¿Por qué estás aquí? —miró hacia el rostro de Joe que observaba maravillado a Renesmee.

—Bueno, eso sí te lo puedo explicar. Tanto mi padre como mi madre están al tanto de todo, y eso tiene que ver con un montón de cosas sobre los licántro...

—¡Ugh! —protestó Charlie, cubriéndose las orejas. —, no importa.

Joe mostró una amplia sonrisa, ignorando los bufidos exasperados de los demás lobos.

—Todo va a ir genial, Charlie. Simplemente no te creas nada de lo que veas.

El jefe de policía masculló entre dientes algo ininteligible.

—¡Guau! —la voz de Emmet, con su tono grave, retumbó por toda la habitación. —¡Arriba los Gators!

Joe, Jacob y Charlie se pusieron de pie de un salto. El resto se quedaron parados.

Charlie se recuperó y después miró a Emmet por encima del hombro.

—¿Va ganando Florida?

—Acaba de puntuar el primer touchdown. —confirmó Emmet. Lanzó una mirada en dirección a la neófita, alzando las cejas como si fuera el villano en un vodevil. —Pero parece que alguien de por aquí también se ha apuntado un tanto no hace mucho.

Bella contuvo un siseo como pudo. ¿Lo decía allí, frente a Charlie? Eso era pasarse de la raya.

Pero este no estaba para pillar las indirectas. Volvió a inhalar con profundidad, tragando el aire con tanta desesperación como si intentara hacerlo llegar hasta la punta de los pies. Se tambaleó, dio un paso alrededor de Joe y casi se dejó caer sobre una silla vacía.

—Bien. —lanzó un suspiro. —Veamos si son capaces de mantener la ventaja.


Holii :D

Okay, antes de nada, ¡más de ocho mil palabras! Denme mi premio o algo :3

Bueno, creo que en este capítulo pasan demasiadas cosas en poco tiempo, así que no os juzgo si vuestros cerebros están a poco segundos de entrar en erupción. Pero, básicamente me salió largo el capítulo porque estoy siguiendo el libro, y nuestra querida Stephenie Meyer da muchos detalles (y yo no iba a ser menos, carajo).

Creo que lo que más me gusta del capítulo es escribir las escenas de Lizzie con Nessie. Mis disculpas, pero es que adoro a ambas. Y, en muchas cosas, me recuerda a mi madrina (cosas del destino, vaya). Ah, y también como Bella y Edward por poco se comen a Joe ser alma libre y contarle a Charlie. (En el libro me dan ganas de pegarle a Jake un mamporro, pero bueno).

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

¿Sabéis que tenéis una forma de hacerme saber que os ha gustado? Sí, os lo prometo, y lo mejor es que, ¡es gratis! Solo tenéis que dejarme vuestro voto y un lindo comentario (si dejáis más de uno, ya lloro brillitos), ¡y pum! Una servidora feliz de saber que os gusta lo que leéis.

Nada más por mi parte, pero..

¡Nos leemos en comentarios!

(Quienes dejéis, claro está :3, os amo 3000).

PD: próximo capítulo, espero, el domingo sobre las 23 pm (horario europeo).

~ I 👑

|Publicado|: 13/08/2021

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