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2.


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CAPÍTULO DOS
Boda del dúo de agonías

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No recordaba un día en el que me hubiera costado tanto sacar a Jacob de la cama. Se había agarrado al colchón, mostrando sus pocas ganas de ir. Hasta tuve que usar el recurso de emergencia, que era incrementar mi olor para manipular sus emociones. Realmente eso solo lo hacía más peligroso, en términos sexuales, pero por lo menos logré sacarlo de la cama.

Que se vistiera de traje fue lo siguiente con lo que tuve que pelear. Realmente casi me dio un infarto cuando lo vi aparecer con un chándal y decir que él iba a ir así. Obviamente ni loca iba a dejar que fuera así. Por esa misma razón, empleé otra arma que sabía perfectamente que iba a funcionar: mi vestido. Fingí que no iba a insistir más en el asunto, lo dejé sentado en el sofá y me fui a vestir. No me llevó demasiado, ya que era fácil de poner. Una sonrisa se formó en mi rostro al ver su expresión estupefacta en cuanto me vio con aquella prenda puesta. Aquel vestido negro que tanto me había enamorado al verlo y que tenía un escote que llegaba unos centímetros por encima del ombligo era lo que mi lobo necesitaba para vestirse.

Claramente se enfurruñó —en verdad se puso celoso, pero él jamás lo reconocería —, alegando que no iba a dejar que nadie babeara al verme así y se olvidara de que estaba casada. No quería correr ese riesgo, había dicho, y por eso iba a ir a la boda. No porque yo lo obligara ni nada por el estilo. No, no. Porque quería asegurarse de que nadie se quisiera pasar de listo conmigo.

Que encanto de hombre.

Al llegar a la casa de los Cullen, donde se celebraba la boda, lo primero que hice fue preguntarle a Rosalie donde estaban Bella y Alice. Dejando a Jacob con Seth, Sue y Billy, subí las escaleras con rapidez a pesar de mis tacones. En el camino me crucé con Carlisle y Esme, quienes me sonrieron de forma suave y no pude evitar devolverles el gesto. Eran adorables.

—¡Oh, Bella! —era la voz de Reneé, chillando con demasiada efusividad, llegó a mis oídos cuando buscaba a mi amiga humana. —¡Oh, cariño, qué hermosa estás! ¡Creo que me voy a echar a llorar! ¡Alice, eres increíble! Tanto Esme como tú deberíais montar un negocio para montar bodas. ¿Dónde has encontrado ese vestido? ¡Es divino! Tan gracioso, tan elegante. Bella, parece como si acabaras de salir de una película de Austen. —me preguntaba por qué mi amiga no había heredado el parloteo de su madre. Sería hasta cómico. —Qué idea tan original, diseñar todo el tema de la decoración a partir del anillo de Bella, ¡es tan romántico! ¡Y pensar que ha pertenecido a la familia de Edward desde el siglo XVIII!

Me tragué una risa, ya que realmente había metido la pata, en más de cien años. La boda no se basaba en el anillo, sino en el mismo Edward.

—Reneé, ¿quieres un pañuelo? —ofrecí, intentando no sonar divertida.

Ella, Charlie, Bella y Alice me miraron al instante.

—Liz...—murmuró mi amiga humana, abriendo la boca con impresión.

—¡Elisabeth! —el chillido de Reneé por poco me dejó sorda. Por eso disimulé que mis tímpanos estaban bien lo mejor que pude. —¡Estás preciosa, cariño! ¡Te sienta de maravilla el matrimonio! ¿Dónde has dejado a Jacob? ¿Estáis todos bien? Bella me dijo que tuvisteis que volver antes de la luna de miel.

Tanta pregunta realmente me aturullaba la mente. Era casi peor que aguantar a Alice en modo organizadora de eventos.

—Jake está abajo, intentando fingir que no se agobia en traje. —me reí, intentando no hacer una mueca ante la risita tonta que ella soltó. Menos mal que mi amiga se parecía a Charlie. —Estamos bien, al menos ahora. Volvimos porque mi hermano pescó una gripe y mis padres estaban preocupados de que nosotros la tuviéramos. Falsa alarma, supongo.

—Reneé, creo que escuché a Esme decir que era hora de que te instales abajo. —comentó Charlie, en cierto modo salvándome.

—Pero, ¿ya es la hora? —dijo Reneé como si fuera para sí misma, sonando casi tan nerviosa como debía estar la novia. —Ha ido tan rápido. Me siento un poco mareada. —se acercó a su hija con rapidez. —Dame un abrazo antes de que baje, con mucho cuidado.

La observé irse, zumbando como si fuera una abejita. Me pareció que se iba hablando sola, pero descarté la idea casi al instante.

—Por favor...—silbé, volviendo la mirada a los otros tres. —Agradezco que Bells se parezca a ti, Charlie.

Él rio levemente, aunque se notaba que estaba incómodo.

—Estás muy guapa, Liz.

—Tu estás inesperablemente elegante. —me burlé, esbozando una sonrisa. —Cosa de Alice, ¿verdad?

—Por supuesto, Eli. —se acercó a mí, danzando. Me hizo darme una vuelta sobre sí misma. —¡Ay, Eli! Sabía que te iba a quedar divino. ¡Que buen ojo tengo!

—Estás preciosa, Liz. —señaló Bella, desde donde estaba sentada. —¿Seguro que tengo que ir?

—Bells, es tu boda, nadie se va a fijar en mi vestido, el de Alice o el de la vecina de al lado.

—Eli tiene razón. —señaló la pequeña vampiresa, para luego darme un suave golpe de cadera. —Al menos cuando Bella esté en la habitación, luego no podemos decir lo mismo.

—Lice, cállate.

Tanto Charlie como Bella adoptaron la misma expresión facial, mientras Alice me guiñaba un ojo con expresión cómplice. Evité poner los ojos en blanco, simplemente me limité a devolverle el golpe de cadera.

—Charlie, ¿te importaría ir en busca de las flores, por favor?

Mientras Charlie se ausentaba, me quedé observando como Alice le quitaba una liga de las manos a Bella y se inclinaba debajo de la falda del vestido de la novia. Me tragué una risa el escucharla jadear y se ruborizó levemente.

—También cosa de Alice, ¿ah? —me burlé, esbozando una sonrisa ladina.

—Te abría pedido la tuya, Eli, pero... —la vampiresa me dio una mirada significativa que hizo que me riese. —...ambas sabemos que pasó con tu pobre liga.

—¿Qué pasó con ella? —preguntó Bella, confundida.

—Digamos que la paciencia no es la mejor virtud de Jake. —murmuré, intentando no reírme.

—El muy animal la rompió. —se quejó Alice, inflando las mejillas. —Era preciosa y la dejó hecha trizas.

—La paciencia no es la mejor virtud de Jake. —repetí, encogiéndome de hombros.

Alice bufó, mientras Bella apartaba la mirada algo abochornada. Lo había entendido, aunque le había costado lo suyo.

Charlie regresó con tres espumosos ramos de flores blancas. El aroma de las rosas, el azahar y las fresias envolvió la habitación con una suave neblina. De nuevo, había sido cosa de la vampiresa y no de la humana, por la mueca sorprendida que esta última estaba haciendo. Cuando miré de refilón a la de ojos dorados, solo para asegurarme, recibí un pequeño guiño de su parte.

Rosalie, la mejor música de la familia Cullen luego de Edward, comenzó a tocar el piano en el piso de abajo. Lo cierto era que me dio un poco de envidia, puesto que yo también quería aprender a tocar. Reconocí la pieza, no por gusto, sino porque a mi madre también le gustaba. Era el canon de Pachelbel. Bella empezó hiperventilar.

—Cálmate, Bells. —le dijo Charlie. Se volvió hacia Alice con nerviosismo. —Parece un poco mareada, ¿crees que será capaz de hacerlo?

Observar las reacciones de mi amiga era, en el fondo, algo cómico.

—Se pondrá mejor.

Alice se acercó a la temblorosa novia. Ahogué una risa al ver como se ponía sobre las puntas de los pies, recibiendo una fugaz mirada recelosa por su parte, antes de que se centrase en la vestida de blanco. La tomó de las muñecas con suavidad.

—Concéntrate, Bella. Edward te espera allí abajo.

Inhaló un gran trago, aunque a mis ojos seguía pareciéndose a un corderito.

La música se transformó lentamente en una nueva canción. Charlie le dio un codazo a su hija.

—Venga, Bells, es nuestro turno para batear.

—¿Bella? —la llamé a la vez que Alice.

—Sí. —chilló, aunque me recordó al graznido de un pájaro. —Edward, vale. —y dejó que Charlie la sacara de la habitación.

La música sonaba muy fuerte y subía flotando por las escaleras, mezclado con el aroma de muchas flores. Me pregunté cuantas distintas había puesto Alice, pero me guardé la pregunta para mí.

La música se me hacía familiar, pero necesité unos segundos para darme cuenta de lo que era. La marcha tradicional de Wagner, aunque tenía varios arreglos.

—Es mi turno. —habló Alice, logrando que la mirase. —Eli, ya sabes.

Asentí con la cabeza, mientras ella bajaba de manera elegante las escaleras. A los pocos segundos, Jake apareció en lo bajo de los escalones, esbozando una de sus características sonrisas. Me guiñó un ojo antes de mirar a nuestra amiga.

—Bella, respira. Parece que te vas a ahogar.

Apreté los labios para no reírme, mientras giraba para mirar a la novia. Parecía un corderito.

—Cuenta hasta cinco y síguenos. —le indiqué, más a Charlie que a Bella. —Relájate, Bella y camina. Edward te está esperando allí abajo. Céntrate en eso.

Bajé las escaleras lo más lenta que pude, mientras los ojos oscuros de Jake se centraban en mí. Esbozó una suave sonrisa, nada que ver con su anterior burlona, mientras extendía una mano en mi dirección. La tomé, observándolo unos segundos, para luego ambos asentir en dirección a los dos humanos.

Jake me colocó la mano sobre su brazo y la sujetó allí, mientras ambos caminábamos por el pasillo central. Lo vi de reojo contener una sonrisa algo fanfarrona al escuchar algunos murmullos y el susurro de la audiencia cuando aparecimos. Éramos el preludio a la novia, y para que mentir, pero ambos estábamos sencillamente extraordianarios.

—No necesito leer la mente para saber que piensan que somos jodidamente calientes. —me susurró con diversión, disimulando.

Solté una pequeña risa, mientras observaba la enorme cantidad de flores blancas que colgaban en guirnaldas desde cualquier lugar de la habitación. El dosel en forma enramada llamaba la atención entre tanto blanco y se notaba que estaba hecho aposta, pues debajo estaba el altar. Edward estaba allí, delante de un arco rebosante de más flores y lazos. Le guiñé un ojo cuando pasamos delante y él esbozó una efímera sonrisa.

No nos sentamos, pues Bella y Charlie estaban entrando. Leyendo el lenguaje corporal de mi amiga pude saber que le faltaba poco para echar a correr hacia Edward, mandar por tierra la lenta marcha nupcial. Si hacía eso, Alice se lo recordaría por el resto de sus días, de eso estaba segura. Edward extendió la mano y, en un símbolo tan antiguo como lo era el mundo, Charlie posó la mano de Bella sobre la del pálido cobrizo.

—¿Qué te apuestas a que llora? —me susurró Jake.

—Nada, porque sé que lo va a hacer. —le susurré de vuelta.

Hicieron los votos sencillos tradicionales que se habían dicho millones de veces, nosotros incluidos, aunque dudaba que lo hubieran pronunciado una pareja tan extraña como ellos dos. Reprimí una sonrisa al darme cuenta de que ellos también habían decidido hacer un pequeño cambio entre tanta tradición. Sustituyeron el <<hasta que la muerte nos separe>> por <<tanto como duren nuestras vidas>> y me dio la sensación de que mi lobo estaba conteniendo una risa.

Le di un codazo sutil para señarle que nuestra amiga humana estaba llorando. Camufló una risa con una tos, logrando que Esme nos mirara con una sutil sonrisa.

—Sí quiero. —se las arregló para decir Bella con voz ahogada, en un susurro casi ininteligible.

Cuando llegó el turno del vampiro, sus palabras sonaron claras.

—Si quiero. —juró.

El señor Weber los declaró marido y mujer. Fue entonces cuando las manos de Edward se alzaron para acunar el rostro de la humana de forma cuidadosa, como si fuera tan delicada como los pétalos blancos que bailaban encima de sus cabezas. Se besaron con ternura, con adoración. El vampiro comenzó el beso y fue él mismo quien lo terminó, ya que la humana se había colgado de él, olvidando donde estaba. Había ignorado totalmente las risitas disimuladas que soltábamos algunos y las gargantas que se aclaraban ruidosamente.

Estallamos en aplausos, tanto yo como mi lobo sonriendo de forma burlona. Edward movió ambos cuerpos para ponerlos de cara a todos, pero ella no pudo apartar la mirada del rostro del de ojos dorados. Reconocería aquella mirada en cualquier lado.

Miré a Jake, quien ya me estaba mirando, y esbozó una dulce sonrisa, mientras seguía aplaudiendo. Dejó de hacerlo, rodeando mi cintura con un brazo y acercándome a él. Dejó un suave beso en mi sien, mientras soltaba un suspiro.

Esperé pacientemente, para luego lanzarme sobre Bella, abrazándola. Parecía algo ida, por eso no retuve una pequeña carcajada. Ella parpadeó, saliendo de su ensoñación, para devolverme el gesto con brazos temblorosos. Hasta soltó una débil y temblorosa risa.

—Lo hiciste, Bells. —susurré en su oído, antes de deshacer el abrazo. —Bienvenida al matrimonio, querida.

Observé como mi lobo abrazaba a nuestra amiga, mientras intercambiaba una mirada con el vampiro de ojos dorados, que nos miraba con una tierna sonrisa. Le guiñé un ojo, palmeando su hombro con suavidad, a lo que él soltó una pequeña risa.

La ceremonia desembocó suavemente en la fiesta de recepción, siguiendo con el impecable plan de Alice, uno que yo conocía bien y por eso de vez en cuando intercambiábamos miradas cómplices. En ese momento se ponía el sol sobre el río, la boda había durado exactamente el tiempo necesario para permitir que el sol se desvaneciera entre los frondosos árboles. Las luces del jardín brillaban conforme caminaba por allí, agarrada al brazo de Jake y escuchando su conversación con Seth. Allí había otro millar de flores más que desempeñaban el papel de carpa sobre una plataforma de baile.

—¿No vais a bailar, señores Black? —Seth nos miraba con una sonrisa burlona.

—Cachorro, cierra la boca antes de que te la cierre yo de un guantazo. —gruñó Jacob entre dientes, lanzándole una mala mirada al chico.

—Vamos, Jake, no trates al chico así. —murmuré, dando un suave apretón en su brazo antes de mirar al mejor amigo de mi hermano. —Cuidadito con tu tono, cachorro, o yo misma te patearé el trasero.

—Caray, que humor tenéis los dos.

Apreté de nuevo el brazo de mi lobo cuando soltó un gruñido bajo. El de apellido Clearwater soltó una pequeña risilla, mientras Sue y Billy nos miraban con las cejas alzadas. Seguramente se estaban preguntando si éramos bien de la cabeza.

—Hablando de humor. —musitó Jake, haciendo que dejase de prestar atención a su padre intentando bailar. —¿Tu hermano no estaba invitado?

—Sí, lo estaba. —murmuré, soltando un largo suspiro. —Pero está tan inestable, emocionalmente hablando, que me daba pánico que se convirtiera en medio de la boda.

—Además, es solo escuchar el apellido de los Cullen y adopta una expresión asesina que me pone los pelos de punta. —admitió Seth, estremeciéndose en el sitio.

—¿Creéis que...? —Sue no siguió la pregunta.

—Todo es posible, Sue. —esbocé una sonrisa algo falsa. —Pero tenemos todo más o menos controlado. Alice me está ayudando a buscar a la amiga de mi abuela. —cerré los ojos unos segundos, apoyándome en el cuerpo de mi lobo. —Cuando queramos darnos cuenta, ya la tendremos por aquí, por si acaso.

—Al final son buenos chicos... —murmuró Billy, mirando hacia los vampiros de ojos dorados.

—Eso creo que ya lo dijo la abuela de Lizzie. —cuchicheó Jake, ganándose un golpe de su padre.

Rodé los ojos, pensando en que ninguno de los dos tenía remedio alguno. Alice me hizo una pequeña señal, por lo que asentí con la cabeza. Nos sentamos de nuevo en las mesas, pues ya habíamos acabado de comer y había llegado el momento que seguramente haría que mi amiga humana se encogiera en su sitio.

Ni siquiera fui demasiado consciente de los discursos, solo sé que por poco se me escapan unas carcajadas al escuchar el de Emmet y me pregunté que pretendía Jessica Stanley cuando hizo el suyo. Alice se giró a mirarme y me levanté de mi sitio, sonriendo de lado al ver al mueca que Bella me dedicaba. Parecía asustada de que me acercara al escenario, y lo cierto era que la mueca del vampiro a su lado no era mucho mejor.

Ni que fuera a decir sus secretos más oscuros, vaya dos agonías.

Me acerqué al micro y sonreí suavemente al recibir un guiño de mi lobo, desde donde estaba sentado. Todas las miradas sobre mí, justo como una parte de mi mente quería. Era increíble lo mucho que me gustaba ser el centro de la atención desde que había asumido mi puesto.

A diferencia de lo que habría pasado en el pasado, mi voz no tembló cuando hablé:

—Conozco a Bella desde que no era más que una niña de desaliñadas coletas que no paraba de hacer castillos de barro, como si le fueran a dar un premio o algo por el estilo. Nuestras familias han sido amigas desde siempre, por eso sé muchas cosas sobre ella. Y por eso sé con seguridad que, aunque no sepa mostrarlo porque es especialista en las caras de póker, nunca ha estado tan feliz en toda su vida. No conozco a Edward desde hace tanto, pero estoy segura de que sabrá cuidar a mi amiga. Creo que todavía recuerdas mi amenaza, ¿eh, Edward? —sonreí con sorna al ver su mueca, ya que, por supuesto que la recordaba. Con claridad. —Os deseo lo mejor y bienvenidos al desconocido mundo del matrimonio. No va a ser un paseo rápido, pero algo me dice que vosotros no tendréis problema para correrlo. Felicidades, dúo de agonías.

Sonreí cuando Edward alzó su copa y sonrió de lado, haciendo que los demás imitaran su gesto de elevar el vidrio. Volví a mi asiento, cruzándome con el novio, pues era su turno. Le di un suave apretón en la mano a Bella cuando me abrazó de lado, para luego acomodarme en mi asiento. Jake besó mi pelo, logrando que sonriera más amplio.

Aplaudí al escuchar la frase final de Edward, —ninguna medida de tiempo contigo será suficiente, pero empecemos con un para siempre —, causando que los demás también empezaran a aplaudir. Reí al ver las lágrimas en los ojos de la humana, quien parecía a poco de echarse a llorar.

Dejé de mirarla cuando mi lobo me encerró entre sus brazos, haciendo que me apoyase en su hombro. Bajó al cabeza para mirarme a los ojos, esbozando una dulce sonrisa, mientras rozaba su nariz con la mía.

—No ha estado tan mal venir, ¿verdad? —le susurré, ambos metidos en nuestra burbuja.

—No, la verdad es que no. —admitió, dejando un suave beso en mi nariz. —Ha valido la pena solo para verte con ese vestido.

—Si tanto te gusta, procura no romperlo cuando nos marchemos, ¿sí? —mascullé, soltando una pequeña risa al recordar lo que pasaba con la mitad de mi ropa cuando perdía la paciencia.

—Lo intentaré, pero no prometo nada.

¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.

Tenía ganas de escribir la boda de Edward y Bella, porque en la peli me encanta como está todo decorado. Además, es donde sale una de las frases más míticas de la saga y donde suena una de mis canciones favoritas. Si es que es lo mejor, si si.

Aunque, no todo es bonito, porque recordemos que es lo que pasa después de la boda.... Sí, exacto, problemas.

Y, por sí os asustaba mi forma de darle más drama a la vida, preparaos. Vengo cargadita. Los próximos capítulos creo que son más dramáticos que el resto de SoulMate. Yo aviso, para que cuando veáis la notificación no estéis bebiendo o comiendo (no me hago cargo de atragantamientos).

Pero eso es en próximos capítulos...

Ahora bien...

¿Qué os ha parecido este?

¡Espero que os haya gustado!

Ya sabéis que, como siempre, estaré pasándome por los comentarios que dejéis y contestandoos. Obviamente no voy a deciros que pasa aunque lo preguntéis muy educadamente (NO a los spoilers que se pueden evitar).

A todo esto, ¿os gustaría saber más cosas de Lizzie y los Wolf? Estoy pensando en hacer un libro de "Meet my OC's" (osea, conoce a mis personajes originales, dah) pero todavía no lo tengo decidido. ¿Qué os parece al idea? ¿Os gustaría? ¡Os leo!

Bueno, nada más por mi parte pero ya sabéis que...

¡Nos leemos en comentarios!

~I 👑

|Publicado|: 11/06/2021

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