17.
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CAPÍTULO DIECISIETE
Ahijada
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La vida siempre me pareció desconcertante, mucho antes de que pasara por mi transformación.
En apenas unos segundos, un panorama más o menos tranquilo había pasado a una auténtica guerra contra un reloj que no dejaba de correr en nuestra contra. Todo estaba más o menos normal, Bella había recuperado aquella sonrisa que hacía tanto tiempo que no veía, Edward parecía tranquilo y hasta Rosalie no estaba tan insoportable. Pero todo cambió en apenas unos segundos.
A cámara lenta, observé como la copa de sangre que tenía Bella resbalaba hasta verterse en el blanco sofá. Y como ella se había inclinado para recogerla, en un acto reflejo de lo más humano, a pesar de que las manos de los vampiros ya estaban en movimiento. Y luego, el chasquido. Como el de dos coches chocando, solo que en esta situación, provenía desde el centro del cuerpo de Bella.
—¿Bella? —la había llamado Edward, presa del pánico, pero ella había perdido la consciencia.
Y la batalla contra el reloj comenzó. La placenta se había desprendido y el bebé se ahogaba, mientras los vampiros trataban de seguir las indicaciones que Carlisle les daba por medio de Rosalie. Pero ella, al igual que Alice, tuvieron que abandonar la habitación. Llevaban demasiado tiempo sin ir de caza, y estaba claro que Edward no pondría en peligro a Renesmee.
Durante otros pocos segundos, pareció que todo volvía a ir bien. Bella sostenía a Renesmee contra su pecho, mirándola con ternura a pesar de que se había quedado prácticamente ciega. Pero en un movimiento, el bebé la mordió y el reloj comenzó a mover las agujas de forma frenética.
—Edward, dame a la niña. —pronunció Rosalie.
—Edward. —siseé.
Como se la des, te arranco un brazo de cuajo aquí y ahora…
Él me miró en cuanto escuchó mi amenaza mental, para luego pasarme al bebé. Parecía de lo más tranquila, a pesar de haber mordido a su madre unos segundos atrás. Parecía como si nada.
Mientras Jacob y Edward trataban de hacer algo por la vida de Bella, me llevé a Renesmee de allí. Rosalie me siguió, pisándome los talones y poniéndome de mal humor. Como siguiera persiguiéndome, le iba a dar un puñetazo que la mandaría a New York sin equipaje.
—Lizzie…—me llamó.
—¡No! —bramé, apretando el cuerpo cálido del bebé contra mí. —¡Ningún vampiro se va a acercar a Renesmee hasta que hayáis cazado!
—Pero-
—¡Ninguno! Aléjate, Rose. —ordené.
Ella me miraba con el ceño fruncido, pero parecía no darse cuenta de su expresión. Parecía la de una asesina en serie, con los ojos totalmente negros y las fosas nasales moviéndose con violencia.
—¡No! —el chillido de Alice nos pilló a las dos con la guardia baja. Estaba en la puerta, mirándonos con los ojos desorbitados. —Rose, aléjate de Eli y de Renesmee.
—¿Qué? —Rosalie parecía enfadada de que su hermana me diera la razón. —¿De parte de quien estás?
—Rose, hazme caso. —pidió Alice, con voz temblorosa. —Si quieres lo mejor para Renesmee, debes dejarla con Eli.
Observé a ambas como un partido de tenis, hasta que sentí algo cálido tocándome la garganta. Era Renesmee. Había alzado una de sus manitos y rozaba mi piel con la yema de sus dedos. En cuanto la miré, me sonrió, soltando una pequeña risita.
Me moví en ese momento, caminando con velocidad hasta el baño más cercano, dejando que las dos vampiresas discutieran la una con la otra. Nunca había bañado a un bebé yo sola, pero sí había visto como mi madre y Sue Clearwater lo habían hecho cuando Joe y Seth eran pequeños, así que no debía de ser tan difícil. Si el agua estaba muy fría o caliente, de eso no estaba segura, pues Renesmee no se quejó ni lloró. Se dedicó a dar golpecitos contra el agua, soltando pequeñas risitas felices.
Cuando estuvo limpia, sin sangre ni restos biológicos por todas partes, me permití observarla bien. Era bonita, probablemente el bebé recién nacido más bonito que había visto jamás. Seguramente era por los genes de vampiro, pues no aparentaba ser una recién nacida. Parecía tener un mes o dos, por cómo me estaba sonriendo, como si me conociera. Podía ver perfectamente a Bella en ella, pues sus enormes ojos eran de color chocolate.
Al pensar en Bella, mientras caminaba con Renesmee en los brazos para buscar algo de comida para darle, me hizo agudizar el oído. Por poco se me cayó el biberón al suelo al escuchar el sonido que venía de la biblioteca. Parecía que estaban bombeando una muñeca de plástico. Pero no lo era, era Bella. Estaban intentando mantenerla con vida cuando era muy evidente que su corazón ya se había parado.
No, ella iba a estar bien. Tenía que estarlo. La ponzoña que sabía que le habían inyectado iba a hacer su efecto. Estaba segura de ello. Nunca había visto a una persona que hubiera burlado a la muerte tantas veces como lo había hecho Bella, así que este no podía ser su día de irse para siempre. No porque Edward siguiera con ella, sino porque ahora tenía a Renesmee. Ella la necesitaba.
Bajé la mirada al bebé entre mis brazos, observando como comía del biberón que había preparado con una mano. Ni siquiera sabía si las cantidades eran las indicadas para ella, pero no parecía disgustarle aquel brebaje extraño. Algo me decía que luego querría sangre, un trabajo difícil para mi sensible nariz, pero que lo soportaría por ella. Porque si Bella no volvía, Renesmee era mi responsabilidad. Se lo había prometido, y yo jamás rompía una promesa.
—Lizzie…—me llamó Bella, haciendo que dejara de dormitar y abriera los ojos.
—¿Qué pasa? —me espabilé en unos pocos segundos. —¿Te duele algo? ¿Quieres que vaya a por Edward?
—No. —me tomó del brazo, puesto que ya me había levantado. —Quiero hablar contigo de algo.
Me senté a su lado, observando como acariciaba su vientre hinchado con cariño. Ahora sabíamos que el bebé no quería hacerle daño, que la quería. Que aquel monstruito al que “le gustaba su tía Lizzie”, era un alma pura.
—Vamos, Bells, puedes hablar conmigo de lo que quieras. —la animé, esbozando una pequeña sonrisa.
—Estaba pensando en…—se quedó callada, para luego elevar la vista. Sus ojos marrones se centraron en mí, pero su mano no dejó de darle caricias a su vientre. —… en si algo sale mal.
—¿No confías en que lo consigas? —bromeé, intentando hacerme la graciosa.
Bella estiró sus pálidos y agrietados labios en una sonrisa.
—Con la suerte que tengo, es mejor observar todos los caminos, nunca se sabe cuándo aparecerá la rama que me haga caer. —me devolvió la broma, para mi sorpresa. Luego, el humor despareció de sus ojos. —Quiero que me prometas algo.
—No pienso vender mi alma al diablo. —avisé.
Soltó una ronca risa, seguramente pensando que era tonta de bote. Y no se equivocaba demasiado.
—Quiero que… si me pasa algo… tú te ocupes de él. —señaló, mientras sus ojos volaban a su vientre de nuevo. —Sé que no estará mejor con nadie que no seas tú.
Me quedé con la boca abierta.
¿Qué yo me quedara con el pequeño monstruito? ¿Hablaba enserio?
¡Si ni siquiera sabía cuidar de mí misma!
—Bella… yo…
—Por favor. —susurró, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas. —Sé que él te quiere.
Aplané los labios en una línea, mientras Bella tomaba una de mis manos. La colocó sobre su vientre hinchado, y a los pocos segundos, hizo una mueca. Un pequeño golpecito, más suave de lo normal, se produjo allí donde estaba mi mano. El pequeño monstruito dentro de mi amiga había reconocido mi calor, como Edward siempre me aseguraba.
—¿Ves? Te conoce. —me aseguró, mientras sonreía levemente. —Sé que lo dejo en buenas manos contigo.
Suspiré.
—Está bien. Me ocuparé de él si algo sale mal…
—Y si sale bien también. —añadió, haciendo que la mirase confundida. —Edward y yo estuvimos hablando y…. —amplió su sonrisa. —Nos gustaría que Jake y tú fuerais sus padrinos.
—Bella…
—Es lo menos que podemos hacer después de todo lo que habéis hecho por nosotros. —soltó, con tono gracioso, mientras me guiñaba un ojo.
Me reí entre dientes, para luego apretarle la mano con la mía libre.
—Te prometo que nadie le hará daño mientras yo esté.
Bella me ofreció una radiante sonrisa.
—Lo sé, tú nunca rompes tus promesas.
Parpadeé confundida, pues había revivido mi recuerdo. No lo había recordado, sino que lo había visto desde una cámara subjetiva. Luego, reparé en que Renesmee tenía una manito completamente apoyada en mi cuello y me miraba algo seria. Dejó caer lentamente su mano y sonrió de forma muy leve.
—¿Has sido tú? —pregunté boquiabierta, sintiéndome algo estúpida.
Renesmee rio, entrecerrando algo los ojos al hacerlo. Luego, alzó de nuevo su mano y volvió a colocarla en mi cuello. Esta vez se reprodujo en mi mente algo que acababa de pasar hacia poco: mi enfrentamiento con Rosalie. Renesmee me observaba con gracia, como si le divirtiera mi perplejidad.
—Tienes un don…—musité, observándola fijamente. Dejé el biberón acabado a un lado y la tomé por debajo de los brazos, haciendo que se riera de nuevo. —¡Eres increíble monstruito!
La bajé de nuevo, haciendo que sus pies rozaran mi regazo, mientras ella me sonreía como si estuviera realmente feliz. Recordé lo que algunas personas les hacían a los bebés, por lo que volví a levantarla, haciendo que soltase un ruidito parecido a un gritito. Luego, volví a bajarla, esta vez causando su risa. Parecía divertirle aquel juego, y a mí me calentaba el pecho verla reírse de aquella manera.
Mientras seguía en mi juego con Renesmee, escuché pasos bajando las escaleras, y luego el olor de Jacob. Estuve tentada de levantarme y presentarle al bebé de forma oficial, pero luego escuché mejor. Estaba sollozando, y eso me dio una pista: aparentemente, Bella había muerto. Entonces, cesé mi juego, causando que la niña golpeara mi mentón con su puñito, pero ni me inmuté.
¿Bella había muerto? ¿Realmente lo había hecho? ¿La ponzoña no iba a hacer nada? ¿Se había…acabado?
Me temblaron los brazos, por lo que de forma automática, dejé a Renesmee apoyada contra mí. Observé la alfombra debajo de mis pies, mientras sentía como me ardían los ojos. Una lágrima cayó por mi mejilla, mientras ahogaba un sollozo. No podía creérmelo, no, no quería hacerlo. No quería pensar que en nuestro mundo de magia, algo no había salido bien.
No, no podía ser.
Un sollozo se me atascó en la garganta cuando el bebé entre mis brazos se movió. A su modo, porque tenía los bracitos cortos, se abrazó a mi cuello. Luego, sentí como se humedecía la zona. Estaba llorando. Renesmee estaba llorando. En silencio, como un adulto. No sabía si lloraba porque me había visto a mí, o porque había escuchado algo que le había dicho que su madre estaba muerta.
La separé de mi cuello y la observé, limpiando las lágrimas de sus mejillas. Me miraba con un puchero en los labios, para luego posar su manito derecha en mi mejilla. Al instante, apareció una pregunta en mi mente, como si alguien la hubiera escrito:
¿Vamos a estar bien?
No sabía hablar, pero el don que tenía le dejaba comunicarse perfectamente. Para ser tan pequeña, parecía preocupada, mientras sus enormes ojos chocolate me observaban fijamente.
Chocolate, como los de Bella…
—Vamos a estar bien, pequeña. —le aseguré, aunque no estaba muy convencida de si se lo decía a ella o a mí misma. —Tú vas a estar bien, eso es lo importante.
Observé como su ceño se fruncía levemente, mientras golpeaba mi mejilla con su puño cerrado. Me reí, sin poder evitarlo, aunque algunas lágrimas todavía caían por mis mejillas.
—Oye, no me pegues. No hace falta que sepas hablar para que yo sepa que eso no te ha gustado. —suspiré, cerrando los ojos unos segundos. —Si has podido reproducir mi conversación con tu madre, debes quedarte con una parte crucial, ¿sí? No voy a dejar que nadie te haga daño. —fruncí el ceño. —Nadie.
Renesmee se acurrucó contra mí, bostezó y cerró los ojos lentamente. La observé, viendo como poco a poco su respiración se volvía más profunda, hasta que se quedó completamente dormida. Parecía tan en paz que era casi imposible de pensar que era el mismo bebé que había roto bastantes huesos a su paso. Parecía tan… normal.
Me permití cerrar los ojos, simplemente para descansar la vista. No podía dormir, puesto que ahora que Renesmee había nacido, Sam podía atacar en cualquier momento. Por eso mi promesa era ahora más fuerte que nunca. No iba a dejar que nadie le pusiera una mano encima a mi ahijada, por nada del mundo. Por lo que había visto en poco tiempo, era un bebé inteligente, que no quería hacer daño a nadie. Solo debíamos demostrarlo.
Unos pasos me hicieron abrir los ojos de golpe, por lo que agudicé el oído. Renesmee se removió y abrió los ojos un poco, mirándome. Pero yo estaba demasiado concentrada en la persona que entraba, de la cual no tardé demasiado en recibir su olor. Era mi hermano, caminando con pasos pesados. Y eso hizo que mis sentidos se activaran a la vez.
—¿Joe? —lo llamé, pero no obtuve respuesta.
Me levanté, con el bebé en mis brazos, para mirar a mi hermano. Tenía los ojos hinchado, las mejillas rojas por las lágrimas, pero lo que más me preocupaba, era la ira que brillaba en sus ojos marrones. Nunca lo había visto así, a excepción de cuando la maldición de la tribu lo azotó con fuerza.
—Joe…
—Ahórrate el palabreo, hermana. —me interrumpió, con la voz ronca. —Ya sabes que es lo que pasa ahora.
¿LO que pasa ahora? ¿De verdad estaba insinuando lo que creía que estaba insinuando?
—Atrás. —ordené, pero no me hizo caso. Tragué saliva, para luego usar un tono mucho más profundo; la voz del Alfa. —¡Quieto!
Mi hermano se quedó estático en el sitio, como si una cuerda hubiera detenido sus pasos. Me miró algo indignado, mientras sus dientes rechinaban con ira. El bulto en mis brazos se removió y lo acerqué más a mi cuerpo.
—¡No puedes estar hablando enserio! —exclamó, luego de observar mis movimientos. —¡Bella está muerta por culpa de esa cosa!
—¡No la llames cosa! —gruñí, mientras sentía algo raro dentro de mí, ardiendo. —¡Es un bebé! ¡Un bebé, no una cosa!
—¿Te has encariñado con ella? ¿Estás de broma? —mi hermano parecía a poco de cambiar de fase, por como su cuerpo temblaba. Di un paso hacia atrás, por Renesmee, no por mí. —¿Eres consciente de que por culpa de ella Bella está muerta? Bella, tu mejor amiga, ¿recuerdas?
Apreté los labios en una línea, intentando calmar mi mal genio. No era el momento ni el lugar de explotar, básicamente porque el bebé estaba demasiado pegado a mí. Y, por el momento, no sabía transformarme teniendo algo en las manos.
—Soy plenamente consciente de lo que ha pasado, Joe. —escupí con enfado. —Y por eso mismo estoy cuidando del bebé. —estuvo a punto de interrumpirme. —¡Porque Bella me lo pidió! ¡Me pidió que cuidara de ella!
Joe me observó atónito, como si le hubiera dicho que había entrado en su habitación y la hubiera recogido entera. Parecía realmente sorprendido de lo que había dicho, y en el fondo no me extrañaba. Yo también me había sorprendido cuando Bella me lo había pedido, pero ahora sabía que hacía lo correcto. El bebé entre mis brazos parecía conocerme muy bien, demasiado diría yo.
—Así que, no voy a dejar que nadie se acerque a ella con malas intenciones. —solté, con el ceño fruncido.
—Hermana…
Solté un gruñido cuando dio un paso hacia nosotras, haciendo que alzara las manos en señal de paz. Me observaba como si fuera un león enjaulado, y no era mala idea. El fuego que sentía en mi interior era muy distinto al que sentía cuando iba a entrar en fase. Y estaba segura de que era causado por el bebé que sostenía.
Justo cuando Joe iba a hablar, Renesmee giró su cabeza. Los enormes ojos chocolate del bebé se clavaron en los de mi hermano, quien no tardó en abrir los suyos más de la cuenta. Se le quedó el aire atorado en los pulmones, mientras le temblaban las piernas. Luego de unos segundos, la niña parpadeó, esbozando una pequeña sonrisa. Y acto seguido, mi hermano cayó de rodillas, sin apartar la mirada de ella.
Y yo conocía muy bien esa mirada.
—¿Joe? —lo llamé, pero seguía algo ido.
Renesmee soltó una adorable risita, mientras alzaba la cabeza para mirarme. Parecía contenta con lo que acababa de pasar, como si realmente lo hubiera entendido. Me obsequió una sonrisa realmente amplia para su edad, haciendo que todo su pálido rostro pareciera más brillante.
El jadeo de mi hermano hizo que dejara de mirar al bebé, para centrar mi mirada en él. Parpadeaba varias veces, como si intentase enfocar la vista en algo. Tenía la boca abierta, mientras tomaba el aire a grandes bocanadas. Incluso, me pareció que había perdido algún tono de piel.
—Joe. —lo llamé.
—Oh, mierda. —soltó, mientras su mente parecía entender. —Oh, mierda. No puede ser…
Me eché a reír. Su perplejidad era demasiado para mí, y no pude evitarlo. Me reí de mi propio hermano, de la mueca de lelo que estaba poniendo en ese momento. Era como si su cerebro no quisiera procesar lo que acababa de suceder.
—Bienvenido al club, hermanito. —lo felicité, mientras le ofrecía una sonrisa amplia.
—Oh, joder. —blasfemó, pasándose las manos por la cara. Luego, me miró. —El karma es una perra y yo soy su jodida marioneta, hermana.
Me reí de nuevo, mientras él me observaba todavía algo ido. Oh, no debía reírme tanto de él, pero era tan divertido. Realmente el karma parecía estárselo pasando de maravilla.
—¿Quieres sostenerla? —ofrecí, mientras Renesmee lo observaba.
—¿S-sostenerla? —balbuceó, nervioso. Pasó su mirada de mí al bebé varias veces. —¿Qué pasa si se me cae?
Rodé los ojos, y me pareció escuchar como ella soltaba algo parecido a un bufido.
—No se te va a caer, Joe. —lo animé, mientras el bebé parecía acomodarse para cambiar de brazos. —Vamos, acércate. Ella quiere ir contigo.
Joe vaciló al caminar, pero su mirada se centró en Renesmee. Ella sonrió mientras estiraba sus cortos bracitos hacia mi hermano. Él me miró, todavía dudando, por lo que asentí para tratar de infundirle coraje. Observé como la tomaba entre sus brazos, y ella parecía realmente encantada, acomodándose. Lentamente, una enorme sonrisa apareció en las facciones de mi hermanito.
—¿Lo ves? Es mucho más fácil de lo que parece. —bromeé, y él solo rio levemente.
Al instante, escuchamos más pasos. Joe se tensó, por lo que me pasó a Renesmee, quien parecía de lo más tranquila. La pegué a mí, mientras mi hermano giraba sobre su eje, en dirección a la puerta. Ambos observamos con algo de impaciencia para ver quien entraba.
—Jake…
Pocas veces lo había visto de aquella manera, con su piel bronceada roja por zonas de haber estado llorando. Su ceño se frunció al ver a mi hermano tan tenso, y su mueca empeoró cuando, al dar un paso, Joe le gruñó.
—Joe. —lo regañé.
—Lo siento, lo siento. —murmuró, avergonzado.
Me acerqué a él y apoyé una mano en uno de sus hombros.
—Es normal, todavía está muy reciente. —lo animé, ofreciéndole una sonrisa. —Solo tienes que intentar calmarte. Jake no va a hacerle daño, ¿verdad?
Desvié la mirada a mi marido, quien parecía un poco sorprendido.
—¿Qué me he perdido? —preguntó, desviando su mirada de mi hermano a mí.
—Me he imprimado. —musitó Joe, en un hilo de voz.
—De nuestra ahijada, Jake. —añadí, sonriendo amplio. —¿No es genial? Es como si el karma se pusiera de acuerdo con el destino.
—Deja de disfrutarlo tanto. —me pidió mi hermano, algo irritado.
—Espera, espera. —Jake alzó una mano, frunciendo el ceño. —¿Nuestra ahijada?
Joe me miró con una ceja alzada, como si me preguntara si realmente se me había olvidado contarle aquel detalle a mi propio marido. Y sí, se me había pasado completamente. No era mi culpa, aquella casa había sido un total rebumbio desde que nos pusimos como sus centinelas.
—Bella me lo pidió. —aclaré, notando la mano de Renesmee en mi cuello. Bajé la mirada, pues ella me estaba preguntando si era Jake. —Si, monstruito, él es Jake.
—¿Por qué parece que esté haciendo algo raro? —preguntó Joe, con el ceño fruncido.
—Tiene un don. —solté, sonriendo. —Todavía no sé cómo funciona, pero parece que puede reproducir recuerdos y comunicarse de esta forma.
—Es increíble. —murmuró mi hermano, con los ojos brillando.
Me tragué una risa, mientras observaba la sorpresa en Jacob. Su lenguaje corporal me decía que no estaba muy seguro de qué hacer, por lo que le hice un gesto. Uno de que se acercara a nosotras, de que conociera de manera oficial a su ahijada. Oh, me iba a echar a llorar en cualquier momento.
Renesmee clavó sus ojos chocolate en Jacob, para luego alzar los bracitos hacia él. Mi marido me observó con algo de pánico, como si no supiera que hacer. En el fondo, me hizo gracia. Sabía cómo arreglar el motor de una moto, pero no entendía el lenguaje corporal de un bebé.
—Quiere que la alces. —le aclaré, ocultando una risa.
Estiró los brazos hacia el bebé, algo dubitativo. La agarró como si fuera un muñeco, sosteniéndola algo lejos de su cuerpo, mientras la observaba con el ceño fruncido. Renesmee sonreía, como si algo muy concreto le estuviera haciendo gracia. Joe soltó una risita algo nasal.
—No huele mal, Jake. —le aseguró. —Huele muy parecido a un humano.
Mi marido lo observó de reojo, para luego acercar el bebé a su cuerpo. Su ceño fruncido se relajó, aunque se tensó levemente cuando la niña alzó una manito y la colocó en su cuello. Se quedó algo perplejo, para pestañear segundos después.
—¿Qué te ha enseñado? —le pregunté, con curiosidad.
Jake alzó la mirada para clavarla en mis ojos. Lentamente, esbozó una sonrisa.
—Tu pelea con la Barbie. —aclaró, para luego bufar cuando el bebé lo golpeó. —Oye, niña, aclárate. Tu favorita es la rubia o Lizzie.
Renesmee hizo un mohín, para luego girar la cabeza hacia mí y sonreír. Extendió los brazos hacia mí, agitándose con impaciencia cuando Jacob no le hizo ni caso. Él suspiró, acercándose a mí para dejar a la pequeña en mis brazos, quien se abrazó a mi cuello, riendo levemente.
—Favoritismo…—gruñó Joe, de brazos cruzados.
—Yo soy la primera con la que ha estado algo de tiempo, es normal que me quiera. —señalé, mientras observaba al bebé. —Pero no te preocupes, te la dejaré de vez en cuando.
Joe bufó, mientras yo me reía. Jacob me observaba fijamente, con algo distinto brillando en sus ojos negros. Alcé una ceja, preguntándome que podría estar pensando en aquel instante, pues lo único que estaba haciendo era mecerme en el sitio con Renesmee en los brazos. Sacudió la cabeza luego de unos segundos.
Escuchamos trompicones bajar la escalera, para luego ver como Edward parecía buscar algo. Nos vio, y se quedó quieto en el umbral de la puerta, mirándonos con los ojos desorbitados. Los tres nos miramos, preguntándonos que le pasaba ahora.
—Los escucho. —soltó de golpe. —Están viniendo.
—¿Qué? —Joe se horrorizó.
—Parece que llegó el momento. —farfulló Jake.
—Estarán aquí en pocos minutos. —nos informó el vampiro. —¡Emmet! ¡Jasper!
—¡Alice! ¡Rose! —las dos me observaron desde la puerta. —Nos os mováis de ahí, nadie se va a acercar a Renesmee.
Dejé al bebé en la especie de cuna que Esme había dejado preparada por si acaso. La pequeña me observaba con algo de preocupación, por lo que intenté sonreírle, mientras le acariciaba una mejilla.
—Ya te lo dije, monstruito, no voy a dejar que nadie te haga daño.
Luego, giré sobre mi eje y salí de la habitación como alma que lleva el diablo. Jacob y Joe se apresuraron en seguirme, mientras Emmet y Jasper llegaban en un suspiro. Me coloqué al lado de Edward, escrutando el bosque con los ojos. Leah y Seth aparecieron en ese momento, ambos en forma lobuna, mirándonos con intensidad.
—No. —negué, sabiendo que me preguntaban porque no entraba en fase. —No necesito entrar en fase para echar a Sam de aquí.
Edward me observó de reojo, como si supiera algo que yo no. Luego, dirigió una mirada indignada a Joe, quien se encogió de hombros como si no fuera con él.
—Tendrás tiempo después. —le dije, haciendo que Emmet y Jasper nos observaran con algo de confusión. —Ahora concéntrate en defender a tu familia.
A los pocos segundos, el sonido de ramas crujiendo llenó la noche. El negro pelaje de Sam se dejó ver, siendo seguido por Jared, Paul, Quil, Embry, Collin y Brady. El lobo negro gruñó, enseñando sus dientes, y por ese motivo, me coloqué delante de todos, con el ceño fruncido.
—Ni un paso más, Samuel. —gruñí, notando que me picaban algo los ojos. Lo ignoré. —No voy a dejar que la toques.
Más gruñidos se unieron al de Sam, seguramente Paul y Jared. Lo cierto era que me importaba bien poco. Lo único que hice fue sostenerle la mirada al lobo negro, frunciendo el ceño con más molestia. Él aulló y estuve tentada de rodar los ojos con fastidio.
—No necesito estar en forma lupina para sacaros de patadas de aquí. —escupí, mientras me agazapaba. —Soy la nieta de Amelia Wolf, nací para liderar una manada.
Unos segundos después, ellos movieron pieza. Se lanzaron sobre nosotros, y aterricé sobre mis piernas, derrapando, luego de que Sam cargara contra mí. Seguía en forma humana, pues nunca en mi vida había sentido tanta fuerza como en ese momento. Para mi sorpresa, un puñetazo sirvió para lanzar al lobo negro contra un árbol, dejándolo KO durante unos segundos. Usando una agilidad que no sabía que tenía, di una voltereta hacia atrás, dándole una patada en el costado a Jared. El muy cobarde iba a atacar a Emmet por la espalda, quien me sonrió levemente en cuanto se lo saqué de encima.
Joe estaba harto. Lo sabía por su mirada.
—¡Ya basta! —gruñó, plantándose delante de Sam. Él movió la cabeza hacia un lado, pero mi hermano también lo hizo. —¡Se acabó, Sam!
El lobo negro gruñó con irritación, para luego lanzar a mi hermano por los aires. Antes de que aterrizara, Joe ya estaba en forma lupina. Comenzó a gruñir en dirección a los demás lobos. Me pareció escuchar un jadeo sorprendido de los Clearwater, mientras Sam y los demás se habían quedado estáticos.
—Joe se ha imprimado. —informó Edward, hacia Emmet y Jasper, pues ambos observaban con el ceño fruncido la escena. —No pueden hacerle nada. Es su ley más sagrada.
Me puse delante de Joe, haciendo que Sam me mirara al instante. Parecía realmente sorprendido del giro que todo había dado, y no lo culpaba. Yo seguía algo perpleja, pero la comicidad que le encontraba era mucho mayor.
También estaba segura de que se estaba disculpando por todo lo que había pasado. ¿Lo culpaba? Realmente no lo sabía. Mis instintos de Alfa siempre estaban ahí, así que era cuestión de tiempo que explotara contra él. Era mi lugar en la manada, por mucho que me repateara la idea. Era la nieta de Amelia Wolf, literalmente había nacido para liderar a la manada.
Asentí con la cabeza, asegurándole de que no había rencor. Y no lo había, siempre y cuando se largaran en los próximos segundos. De otra forma, mi hermano se enfadaría y a mi entraría demasiada pereza como para intentar detenerlo.
—Marchaos. —indiqué, aunque era un poco de orden encubierta. —Informad al Consejo de que Renesmee Cullen es intocable. Es una impronta. Y es inofensiva. —miré de reojo a Edward, quien sonreía de forma muy sutil. —Largo.
Sam rodó los ojos pero asintió con la cabeza. Gruñó en dirección a Paul, para luego girarse sobre su eje. Se alejó corriendo, siendo seguido por Paul y Jared, quienes soltaban pequeños gruñidos, seguramente algo contrariados con la situación. Embry y Quil nos observaron unos segundos. Intercambié una mirada con Jake, quien estaba en forma lupina sosteniendo un costado de Seth, y asintió.
Me acerqué a los dos lobos. Como la última vez que lo vi, Quil gimoteó por lo bajo. Embry lo miró de reojo, para luego bajar la cabeza, como si estuviera avergonzado. Me reí.
—No os preocupéis, no os guardamos rencor. Sabemos que no podías dejar la Reserva por Claire, Quil. —dejó de gimotear y pareció algo más animado. —Y que te tenían castigado para que no vinieras, Embry. —bufó por lo bajo, pero asintió con la cabeza. —Ahora puedes hacer lo que quieras. Nosotros volveremos a casa cuando las cosas por aquí se calmen un poco.
—Tampoco es como si pudierais alejaros mucho. —señaló la voz de Edward, quien estaba a unos pasos de mí, algo contrariado. —De todas formas, como ha dicho Lizzie, eres libre de hacer lo que quieras ahora, Embry. De alguna manera, no te dieron el privilegio de escoger.
Embry rodó los ojos, como si le irritara la idea de que entraran en su cabeza. Pero estaba segura de que lo aliviaba. Podía esconder su mente de mí, pero era capaz de ver como agitaba la cola.
—Recuerda avisar de tu llegada, ¿sí? —lo advertí. —O no podré detener a Leah cuando se lance a por ti.
Me pareció escuchar el bufido de la loba Clearwater, como si le diera alguna clase de énfasis a lo que estaba diciendo. Pero estaba segura de que ella se lanzaría contra cualquiera que tratara de acercarse. Lo quisiera admitir o no, nos protegía.
Embry rozó su morro contra mi pierna, por lo que palmeé su cabeza. Hice lo mismo con Quil, para luego observar cómo ambos se giraban y corrían en dirección a la Reserva. Estaba segura de que el Consejo iba a ser un verdadero caos, pero lo importante era que Renesmee no era peligrosa.
Edward caminó a mi lado, rozando su hombro con el mío. Lo miré de reojo, haciendo una mueca al ver restos de sangre y placenta en su camisa azul.
—Deberías cambiarte. —recomendé. —O Alice te matará.
—Lo haré, pero antes quería darte las gracias por todo lo que has hecho por Renesmee. —su tono de voz era una mezcla de gratitud y algo oscuro, seguramente porque no sabía el futuro de su mujer. —Te lo agradezco.
—Bueno, es lo menos que puedo hacer, teniendo en cuenta que es mi ahijada. —giré la cabeza para mirarlo, pero él no me estaba mirando. Sus ojos dorados, ahora más oscuros, estaban perdidos en algún punto del bosque. —Y la impronta de mi hermano.
—No me lo recuerdes. —refunfuñó.
—No tienes de qué preocuparte, Joe será lo que Renesmee necesite. Un hermano mayor, un confidente…
—Un novio. —gruñó por lo bajo.
—Eddie, literalmente tu hija tiene unas horas, ¿te preocupas por novios ahora? —me reí entre dientes, ganándome su mirada. —Eres más rey del drama de lo que pensaba.
Rodó los ojos, pero lentamente, sus labios se curvaron en una sonrisa. Parecía mortalmente agotado, y me dio pena, en cierto modo.
—Ve a cazar y a ponerte algo más decente. —indiqué. —Yo me ocuparé de Renesmee.
Vaciló.
—Edward. —resoplé. —Ten esperanza de que todo saldrá bien ¿Quieres? —lo observé durante unos segundos. —Puedo darte un puñetazo, si así lo prefieres.
—No, no es necesario. —miró de nuevo al bosque. —Iré a cazar y a vestirme decente.
—Tienes que conocer a tu hija.
Su sonrisa se amplió, para mi sorpresa. Luego, soltó con tono más alegre:
—Tengo que conocer a mi hija.
¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.
No tengo ni idea de que decir, básicamente porque este capítulo es completito. Es más largo de lo normal,pero en este acto casi todos van a ser igual. Pasarán muchas cosas y tampoco quiero extender el hilo hasta que se rompa.
Muchas personas ya habías adivinado que Joe sería el que se imprimaría de Nessie, y tampoco era demasiado difícil saberlo. Creo que es la forma más evidente de acabar por unir las familias de Lizzie y Bella. Y también, espero, de apagar el fuego de todos aquellos que lo emperejais con Seth.
Enserio, stop. Paren.
Cada uno tiene su propio camino en la historia. No os preocupéis. Nadie se queda solito. Y ahí lo dejo.
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
Nada más por mi parte, pero...
¡Nos leemos en comentarios!
~I 👑
|Publicado|: 06/08/2021
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